miércoles, 29 de agosto de 2012

Historia de los musulmanes en al-Ándalus. El castillo de Frigiliana (Málaga)


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EL CASTILLO DE FRIGILIANA


 


Es muy posible que existiera ya en tiempos de Omar Ibn Hafsun


- Autor: Antonio Sánchez - Fuente: www.noticiasfrigiliana.com

Vista de la muralla del poniente y parte de la rampa de acceso.
Vista de la muralla del poniente y parte de la rampa de acceso.

Dice el profesor y filólogo catalán Joan Corominas en su obra “Diccionario crítico y etimológico de la lengua castellana” (1954-57) que la palabra castillo procede del latín “castellum” y que aparece en nuestro idioma en el año 972 con el significado de fuerte o recinto.

Se trata, pues, de una construcción fortificada y amurallada que tenía como función la protección de un territorio mediante la defensa estratégica y militar. Servía también de residencia del señor y sus mesnadas y, en caso de peligro, para refugio de los campesinos y sus ganados.

La mayor parte de los castillos de España se levantaron en tiempos del medievo, sin otra finalidad que la exclusivamente bélica. Esto queda confirmado con que a partir de la invención de la pólvora (siglo XIV) no solo no se construyen más castillos, sino que se destruyen la mayoría de los existentes, pues con el uso de la artillería quedaba vencida la invulnerabilidad de las murallas y otras defensas.

Entre la serie de castillos demolidos o abandonados a partir de la restauración cristiana en la Península está el de Frigiliana, que, si bien la época de su erección ha quedado sujeta a razonadas conjeturas, así, en cambio, supo dejarnos confirmada la fecha de su derribo.

El hisn o castillo árabe

Es muy posible que nuestro castillo existiera ya en tiempos de Omar Ibn Hafsun (1) , pues conocemos una mención de don Miguel Jiménez de Herce (2) que da a Frigiliana por antigua fortaleza levantada por los moros, de lo que se deduce que si en este tiempo (último tercio del siglo XI) se considera antiguo es que llevaría construido alrededor de una centuria. Por tanto, si no se erigió con el emir Abderramán I, en el siglo octavo, lo fue sin duda a finales del IX.

El castillo era de los llamados de media altura y se asentaba sobre una prominente colina a cuyos pies se fue formando la naciente población. Esta colina es la primera y más baja en altura de la serie que conforman la escalonada cordillera de El Fuerte. La sinuosa cadena montañosa, de una longitud de unos tres kilómetros aproximadamente, extendida de sur a norte en posición ascendente, culmina a 1.010 metros y lleva el mismo nombre que la cordillera, habiéndose encontrado en su cima, en algunas ocasiones, restos o ruinas de las civilizaciones fenicia, romana y visigoda. Cabe pensar que bajo el asentamiento del castillo, que ahora estudiamos, también existiesen ruinas de construcciones anteriores a la época de su levantamiento.

El recinto

Esta fortaleza ocupaba una superficie construida de unos cuatro mil metros, adaptando su forma a la orografía del suelo y aprovechando la configuración de la amplia meseta que corona el cerro. Era, por consiguiente, de forma irregular, alargada de sur a norte, con perímetro tan ondulado y escarpado que sus murallas, construidas al filo de peñascos, constituían temerosos precipicios y profundidades de más de cien metros, sobre todo por la parte que cae al río Higuerón.

En las que fueron sus murallas de poniente y mediodía se contaron hasta seis enormes bases cuadradas que corresponderían a los macizos torreones adosados a las mismas. Estos torreones, más que para fortalecer las murallas, tenían como fin la defensa de la fortaleza, ya que por estos puntos el terreno es más accesible que por los otros extremos, aunque no por ello deja de ser difícil de asaltar debido a su inclinada pendiente. La rampa de entrada, que aún perdura, se encuentra al poniente. A partir de ella y hasta el extremo norte de la planicie estaban las dependencias del alcalde, de los jefes y de sus familias, y en el centro, la plaza de armas, de unos mil quinientos metros cuadrados, mientras que al sur se situaban los campamentos de la guardia, los graneros y las caballerizas.

Toda esta superficie, antes de que fuese repoblada de pinos y otras coníferas en los últimos tiempos, presentaba en su cumbre, todo ruinas, diversos estilos de construcción que, por su estructura y clase de materiales empleados, acusaban distintas épocas de la arquitectura árabe, que se deberían, tal vez, a reformas o ampliaciones posteriores. Los restos de muros que formaron la fachada sur fueron hechos de tapial (mezcla de tierra y piedras), mientras que en el extremo norte dominaba el sistema de pilares de ladrillos y piedras con tapiales de tierra prensada. En la rampa antes mencionada se empleó la piedra vista, intercalada con doble fila horizontal de ladrillo rojo.

Otros pormenores de interés

El castillo estaba dotado de agua a través de una acequia que, para confluir a la altiplanicie de su asentamiento, debió de tener un acueducto que supliese el vacío que hoy ocupa el estanque de Lízar. Esta acequia la cita Mármol Carvajal (3) en el capítulo XVIII del libro sexto de su “Rebelión y Castigo de los Moriscos” y dice: “Por la parte del río Chíllar (lo confunde con el Higuerón, pues aquél está más apartado) se saca una acequia de agua con que se regaban las tierras y hazas de Fregiliana, que estaba en este tiempo despoblada, y pasa la acequia al pie del Peñón...”

Los pocos artesanos y comerciantes que trabajaban en la alquería vivían más abajo y fuera del recinto, en el arrabal, a la sombra de una mezquita de modestas dimensiones (Plaza y Chorruelo hoy). Los soldados de la guarnición regular disfrutaban del derecho a cultivar en usufructo un pequeño trozo de tierra en las inmediaciones. En caso de alerta, toda la población se trasladaba al interior del castillo, donde permanecía mientras duraba el asedio.

Solo se han conocido sus últimos alcaides, el mudéjar Atanqueyden y El Darra. Un descendiente de este último acaudilló la rebelión de los moriscos de la comarca.

Cómo desapareció

La desacertada e imperdonable destrucción del castillo se llevó a efecto el día de San Bernabé de 1569 (11 de junio). Los moriscos concentrados en El Fuerte o Peñón de Frigiliana fueron sitiados y derrotados por el ejército cristiano que mandaba don Luis de Zúñiga y Requesens, Comendador Mayor de Castilla. A este respecto, nos dice Mármol en el capítulo XXIV del libro ya citado: “Ganado el fuerte y saqueado lo que había en él, el Comendador Mayor se estuvo quedo en su alojamiento aquella noche... y el siguiente día, habiendo hecho desbaratar los reparos y destruir los bastimentos y las otras cosas que no se podían llevar, y dado orden en curar los heridos, caminó la vuelta de Torrox, y de allí se embarcó para Málaga...”. De esta manera se perdió una de nuestras más valiosas obras históricas, levantada por los árabes seis o siete siglos antes. Este espacio es hoy propiedad privada.


Notas

(1) Omar Ibn Hafsun (?-917): Caudillo mozárabe, nacido cerca de Parauta (Málaga), que con hábil política reunió en torno suyo a los cristianos y renegados de la serranía rondeña. Luchó contra los emires cordobeses, a quienes venció repetidas veces, y en el siglo IX creó un reino en gran parte del sur de Andalucía con capital en Bobastro (Ardales).

(2) Miguel Jiménez de Herce (Rioja Baja, 1073-1109): Cronista del rey de Castilla Alfonso VI el Bravo.

(3) Luis del Mármol Carvajal (1520-1600): Historiador nacido en Granada, autor, entre otras, de la “Historia de la Rebelión y Castigo de los Moriscos del Reino de Granada”, donde defiende la gestión de quienes condujeron la lucha contra los insurrectos.

 

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