EL CASTILLO DE
FRIGILIANA
Es muy posible que existiera ya en tiempos
de Omar Ibn Hafsun
- Autor: Antonio
Sánchez - Fuente: www.noticiasfrigiliana.com
Vista de
la muralla del poniente y parte de la rampa de acceso.
Dice el profesor
y filólogo catalán Joan Corominas en su obra “Diccionario
crítico y etimológico de la lengua castellana” (1954-57) que la
palabra castillo procede del latín “castellum”
y que aparece en nuestro idioma en el año 972 con el significado de fuerte o
recinto.
Se trata, pues,
de una construcción fortificada y amurallada que tenía como función la
protección de un territorio mediante la defensa estratégica y militar. Servía
también de residencia del señor y sus mesnadas y, en caso de peligro, para
refugio de los campesinos y sus ganados.
La mayor parte de
los castillos de España se levantaron en tiempos del medievo, sin otra
finalidad que la exclusivamente bélica. Esto queda confirmado con que a partir
de la invención de la pólvora (siglo XIV) no solo no se construyen más
castillos, sino que se destruyen la mayoría de los existentes, pues con el uso
de la artillería quedaba vencida la invulnerabilidad de las murallas y otras
defensas.
Entre la serie de
castillos demolidos o abandonados a partir de la restauración cristiana en la
Península está el de Frigiliana, que, si bien la época de su erección ha
quedado sujeta a razonadas conjeturas, así, en cambio, supo dejarnos confirmada
la fecha de su derribo.
El hisn o
castillo árabe
Es muy posible
que nuestro castillo existiera ya en tiempos de Omar Ibn Hafsun (1) , pues
conocemos una mención de don Miguel Jiménez de Herce (2) que da a Frigiliana
por antigua fortaleza levantada por los moros, de lo que se deduce que si en
este tiempo (último tercio del siglo XI) se considera antiguo es que llevaría
construido alrededor de una centuria. Por tanto, si no se erigió con el emir
Abderramán I, en el siglo octavo, lo fue sin duda a finales del IX.
El castillo era
de los llamados de media altura y se asentaba sobre una prominente colina a
cuyos pies se fue formando la naciente población. Esta colina es la primera y
más baja en altura de la serie que conforman la escalonada cordillera de El
Fuerte. La sinuosa cadena montañosa, de una longitud de unos tres kilómetros
aproximadamente, extendida de sur a norte en posición ascendente, culmina a 1.010 metros y lleva
el mismo nombre que la cordillera, habiéndose encontrado en su cima, en algunas
ocasiones, restos o ruinas de las civilizaciones fenicia, romana y visigoda.
Cabe pensar que bajo el asentamiento del castillo, que ahora estudiamos,
también existiesen ruinas de construcciones anteriores a la época de su
levantamiento.
El
recinto
Esta fortaleza
ocupaba una superficie construida de unos cuatro mil metros, adaptando su forma
a la orografía del suelo y aprovechando la configuración de la amplia meseta
que corona el cerro. Era, por consiguiente, de forma irregular, alargada de sur
a norte, con perímetro tan ondulado y escarpado que sus murallas, construidas
al filo de peñascos, constituían temerosos precipicios y profundidades de más
de cien metros, sobre todo por la parte que cae al río Higuerón.
En las que fueron
sus murallas de poniente y mediodía se contaron hasta seis enormes bases
cuadradas que corresponderían a los macizos torreones adosados a las mismas.
Estos torreones, más que para fortalecer las murallas, tenían como fin la
defensa de la fortaleza, ya que por estos puntos el terreno es más accesible
que por los otros extremos, aunque no por ello deja de ser difícil de asaltar
debido a su inclinada pendiente. La rampa de entrada, que aún perdura, se
encuentra al poniente. A partir de ella y hasta el extremo norte de la planicie
estaban las dependencias del alcalde, de los jefes y de sus familias, y en el
centro, la plaza de armas, de unos mil quinientos metros cuadrados, mientras
que al sur se situaban los campamentos de la guardia, los graneros y las
caballerizas.
Toda esta
superficie, antes de que fuese repoblada de pinos y otras coníferas en los
últimos tiempos, presentaba en su cumbre, todo ruinas, diversos estilos de
construcción que, por su estructura y clase de materiales empleados, acusaban
distintas épocas de la arquitectura árabe, que se deberían, tal vez, a reformas
o ampliaciones posteriores. Los restos de muros que formaron la fachada sur
fueron hechos de tapial (mezcla de tierra y piedras), mientras que en el
extremo norte dominaba el sistema de pilares de ladrillos y piedras con
tapiales de tierra prensada. En la rampa antes mencionada se empleó la piedra
vista, intercalada con doble fila horizontal de ladrillo rojo.
Otros
pormenores de interés
El castillo
estaba dotado de agua a través de una acequia que, para confluir a la
altiplanicie de su asentamiento, debió de tener un acueducto que supliese el
vacío que hoy ocupa el estanque de Lízar. Esta acequia la cita Mármol Carvajal
(3) en el capítulo XVIII del libro sexto de su “Rebelión y Castigo de los Moriscos” y dice: “Por la parte del río Chíllar (lo
confunde con el Higuerón, pues aquél está más apartado) se saca una acequia de agua con que se regaban las
tierras y hazas de Fregiliana, que estaba en este tiempo despoblada, y pasa la
acequia al pie del Peñón...”
Los pocos
artesanos y comerciantes que trabajaban en la alquería vivían más abajo y fuera
del recinto, en el arrabal, a la sombra de una mezquita de modestas dimensiones
(Plaza y Chorruelo hoy). Los soldados de la guarnición regular disfrutaban del
derecho a cultivar en usufructo un pequeño trozo de tierra en las
inmediaciones. En caso de alerta, toda la población se trasladaba al interior
del castillo, donde permanecía mientras duraba el asedio.
Solo se han
conocido sus últimos alcaides, el mudéjar Atanqueyden y El Darra. Un
descendiente de este último acaudilló la rebelión de los moriscos de la
comarca.
Cómo
desapareció
La desacertada e
imperdonable destrucción del castillo se llevó a efecto el día de San Bernabé
de 1569 (11 de junio). Los moriscos concentrados en El Fuerte o Peñón de
Frigiliana fueron sitiados y derrotados por el ejército cristiano que mandaba
don Luis de Zúñiga y Requesens, Comendador Mayor de Castilla. A este respecto,
nos dice Mármol en el capítulo XXIV del libro ya citado: “Ganado el fuerte y saqueado lo que había en él, el
Comendador Mayor se estuvo quedo en su alojamiento aquella noche... y el
siguiente día, habiendo hecho desbaratar los reparos y destruir los bastimentos
y las otras cosas que no se podían llevar, y dado orden en curar los heridos,
caminó la vuelta de Torrox, y de allí se embarcó para Málaga...”.
De esta manera se perdió una de nuestras más valiosas obras históricas,
levantada por los árabes seis o siete siglos antes. Este espacio es hoy
propiedad privada.
Notas
(1)
Omar Ibn Hafsun (?-917): Caudillo mozárabe, nacido cerca de Parauta (Málaga),
que con hábil política reunió en torno suyo a los cristianos y renegados de la
serranía rondeña. Luchó contra los emires cordobeses, a quienes venció
repetidas veces, y en el siglo IX creó un reino en gran parte del sur de
Andalucía con capital en Bobastro (Ardales).
(2)
Miguel Jiménez de Herce (Rioja Baja, 1073-1109): Cronista del rey de Castilla
Alfonso VI el Bravo.
(3)
Luis del Mármol Carvajal (1520-1600): Historiador nacido en Granada, autor,
entre otras, de la “Historia de la Rebelión y Castigo de los Moriscos del Reino
de Granada”, donde defiende la gestión de quienes condujeron la lucha contra
los insurrectos.
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