MARBELLA: REPOBLAR EL
SEÑORÍO
En Marbella coexistían tres formas jurídicas de posesión de
la tierra: el realengo, o tierras del rey, el señorío y otra de tipo mixto
- Autor: Catalina
Urbaneja - Fuente: www.diariosur.es
Vista de Benahavis. (Foto: museocruzherrera.com).
Tras la rebelión
de 1569, los moriscos fueron expatriados al interior peninsular y cientos de
pueblos quedaron deshabitados. Pueblos fantasmas con casas destruidas, iglesias
quemadas y campos yermos, generaron un intencionado vacío demográfico que
escasamente se encontrará en otras etapas de la Historia.
Al tiempo que
deportaba a los moriscos, Felipe II trató de propiciar la ocupación de las
antiguas alquerías con gente de fuera del Reino de Granada. En cada pueblo
instalarían la mitad de los vecinos del periodo morisco, cristianos viejos por
supuesto, de los que trató de filtrar a vagos, maleantes y gente de mal vivir.
Asentar a treinta
familias donde hubieron cien supone un reajuste de infraestructura que fue
resuelto con comodidad, pues demolieron las casas y reutilizaron sus materiales
en reparar las restantes. Una medida que influyó decididamente en el trazado
urbano.
El proyecto no
consiguió los fines esperados. Los pobladores tardaron en llegar, no fueron
tantos como se esperaba e, incluso, muchos de ellos desertaron al poco tiempo.
Las causas deben buscarse en la situación de los campos, con unos cultivos poco
conocidos para la mayoría de los españoles; las duras condiciones que suponían
ocupar pueblos en los que no había nada; en la lejanía y en la pestilencia que
asoló esta zona hacia 1582. Además de la presencia de monfíes en las sierras y
el riesgo de transitar los caminos debido a sus continuos asaltos.
En Marbella
coexistían tres formas jurídicas de posesión de la tierra: el realengo, o
tierras del rey, el señorío y otra de tipo mixto en el que el propietario era
un particular aunque la jurisdicción dependía del rey. El único señorío lo
integraban Benahavís y Daidín, otorgado en 1492 al conde de Cifuentes. En 1532
su heredero lo vendió a la familia Villegas para pagar parte de los seis
millones de maravedíes en que se valoró la dote de su hermana María.
Las condiciones
impuestas a los recién llegados fueron las mismas para realengo y señorío, con
la salvedad de que en éstos el señor podía elegir a los colonos que, en este
caso procedieron de Portugal, el Norte peninsular, León, Toledo y Andalucía
Occidental. El contingente más numeroso era de Gibraltar, diez personas que
llegarían incentivadas por los Villegas cuyas conexiones en esa ciudad eran
importantes. Las imposiciones de los señores hicieron imposible la convivencia
y muchos colonos se marcharon voluntariamente.
Para hacernos una
idea del descenso poblacional originado tras el extrañamiento de los moriscos,
solo tenemos que ver los vecindarios. Si en 1551 Benahavís contaba con 105
vecinos, aproximadamente unas 370 personas, en 1584 solo eran 33, más el
beneficiado y el sacristán. Los 40 vecinos de Daidín fueron sustituidos por 20,
los cuales trasladaron su residencia a Marbella para no enfrentarse a los
caprichos de Andrés de Villegas.
¿Qué se
encontraron al llegar a estos pueblos? Desolación sin ninguna duda. Algo
mitigada en Benahavís donde, «por aver estado presidio de soldados en la dicha
villa durante el alçamiento, la dicha yglesia no la quemaron los moros como las
demás de aquella comarca». Viviendas inhabitables y viñedos cubiertos de monte.
Solo quedaba asegurado el aprovisionamiento de agua por una fuente situada
«junto a el camino que sale a Ronda, de la qual bebían en la dicha villa e
gastavan para el serviçio de todo el lugar».
Más problemática
se presentaba la tierra, pues el regadío pertenecía en exclusiva a los Villegas
y a los recién llegados solo se les repartieron el secano y los viñedos.
Apenas transcurrida una década de la colonización, una epidemia hizo estragos entre los pobladores. Fallecieron nueve cabezas de familia, dos mujeres y un número de menores sin determinar. Asustados por la enfermedad, tres de las viudas y otros cinco pobladores se marcharon del pueblo, originando un vacío alarmante pues solo quedaron 19 vecinos. Las tierras abandonadas tuvieron que ser cultivadas por el concejo. Y es que debían pagar un censo anual mancomunadamente y la economía estaba supeditada a la producción agraria.
Apenas transcurrida una década de la colonización, una epidemia hizo estragos entre los pobladores. Fallecieron nueve cabezas de familia, dos mujeres y un número de menores sin determinar. Asustados por la enfermedad, tres de las viudas y otros cinco pobladores se marcharon del pueblo, originando un vacío alarmante pues solo quedaron 19 vecinos. Las tierras abandonadas tuvieron que ser cultivadas por el concejo. Y es que debían pagar un censo anual mancomunadamente y la economía estaba supeditada a la producción agraria.
No obstante
hablamos de una despoblación ocasional pues en 1585 ya se habían cubierto las
ausencias y el pueblo volvía a recuperar su nivel de ocupación.
El proceso
repoblador, y en especial la sociabilidad que surge de él, es una incógnita por
desvelar. Debieron consensuarse los diversos aspectos de una convivencia en
común, enriquecida con las diferentes experiencias acumuladas por unas personas
de origen heterogéneo que, al menos así lo considero, constituyeron las bases
de la sociedad actual.
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