IBN RUSHD-Averroes
En pleno siglo XIII, en la joven
Universidad de París y en el apogeo del arte gótico, maestros y escolares se
alborotaron y casi llegaron a las manos discutiendo acerca de un gran pensador.
No se trataba de Buenaventura, de San Alberto Magno o de Tomás de Aquino, ni
siquiera de Aristóteles, sino de un desconocido foráneo que nunca visitó
aquellas tierras, acendrado musulmán e impenitente defensor de las excelencias
de su hermosa tierra natal, Al-Andalus. le conocían con el nombre de Averroes,
1atinización de la posible forma coloquial andalusí de su nombre árabe, Ibn
Rushd.
Abu-l-Walid Ibn Rushd es el más
grande de los pensadores andalusíes: su obra representa la culminación
dialéctica del pensamiento de los falásifa islámicos, continuadores en árabe y
persa de la sabiduría helénica y de la ciencia antigua en el Islam medieval.
Además, visto desde las premisas de la crítica histórica, es la más alta cima
del aristotelismo del Medioevo, el único que realmente ha existido, pues los
continuadores de Aristóteles en el liceo o en Alejandría marcharon por otros
muchos caminos. En cuanto pudo ser leído en latín, los maestros parisinos
advirtieron que estaban ante un pensador riguroso, profundo y crítico: ni
siquiera. su admiración por el Estagirita fue capaz de enturbiar su mente. En
el sentido escolar del término, fue un espíritu original, empecinado observador
de la naturaleza y hasta aficionado a las verificaciones empíricas, aunque esto
sólo haya sido advertido en nuestro siglo.
Auténtico creyente islámico, padeció
las sospechas de los alfaquíes y ulemas de su tierra, que fomentado por
rivalidades políticas lograron que casi al final de su vida, fuese desterrado a
Lucena (Córdoba); y en París condenado como ateo y blasfemo.
Dejó tales alabanzas de su Córdoba
natal y de Sevilla, que puestas en román paladino acaso pareciesen a un profano
piropos andaluces. Añadir que conoció la ciencia de su tiempo y destacó como
médico en la corte almohade.
El abuelo del filósofo,
Abu-l-Walid Muhammad Ibn Rushd, llamado al-ÿadd, el abuelo, fue un importante
jurista malikí, qadí de la al-yama'a de Córdoba, puesto que luego ocuparían
también su hijo, su nieto y también uno de sus biznietos. Dicho cargo de juez
mayor revestía una cierta notoriedad debido a su triple carácter, visitorial,
jurídico y la aplicación del Fiqh. Por el primero tenía rango de ministro y
miembro del consejo real, aunque sus funciones fueran honoríficas, pues dicho
consejo se limitaba a participar en las recepciones y a ratificar las
decisiones regias. Por el segundo, que es el más importante, constituía la
última instancia para la casación de sentencias y asuntos de materia civil y
administrativas, también podía intervenir en materia de Fiqh pero no en materia
penal. Por el tercero, podía dirigir el Salat Yumu’a" de los viernes, pero
como eran muchos los que poseían tal privilegio, en pocas ocasiones debían
hacerlo.
Nació Abu-I-Walid Muhammad Ibn
Rushd, luego 11amado el nieto, para distinguirlo del abuelo, el año 520/1126,
al parecer poco antes de que muriese éste último. Según los biógrafos recibió
primero la tradicional educación coránica, después la jurídica y más tarde la
médica. Sus conocimientos del Kalam Ash’ari y del derecho Malíkí pudo
adquirirlos de su padre, aunque también se citan los nombres de dos alfaquíes,
Abu Muhammad Ibn Razak y Abu Marwan Ibn Murra. Esta formación y la fama
familiar, hacen que Ibn Al-Abbar dé más importancia a la labor jurídica de Ibn
Rushd que a la filosófica. Estudió la medicina con Abu Ya’afar Ibn Harun de
Trujillo y Abu Marwan al-Balanshi. En cuanto a la filosofía, los biógrafos
dicen que fue discípulo de Ibn Bayya; pero la cronología lo impide, pues cuando
este murió, Ibn Rush sólo contaba doce años. Por tanto, el único maestro
posible fue su amigo y protector Ibn Tufayl. La íyaza (licencia docendi) debió
recibirla entre 1141 y 1146 y debió casarse entre 1146 y 1153, pues en esta
última fecha aparece ya en la vida pública.
El revivir de la filosofía en
AI-Andalus coincidió con la aparición de gobernantes almohades cultos, que
mostraron un gran interés por la filosofía. En el año 558/1163 subió al trono
Abu Ya-qub Yusuf ben Abd al-Mu-min, que según AI-Marrakushi se rodeó de una
cor1e de letrados, científicos y pensadores, entre ellos Ibn Tufayl, cuya
influencia fue muy importante y duró hasta su muerte.
Es 'Abd al-Wahid al-Marrakushi
quien nos relata el encuentro y el temor que mostró Ibn Rushd en ésta su
primera intervención ante el emir: “Abu Bakr (Ibn Tufayt) no cesó de atraerse a
los sabios de todos los países, y de atraer sobre ellos la atención, los
favores y los elogios del soberano almohade”. Fue él quien recomendó a Ibn
Rushd, que desde este momento fue ya conocido y apreciado. Su discípulo Abu
Bakr al-Bundud ben Yahya al-Qurtubi me ha dicho haber oído muchas veces al
sabio Ibn Rushd contar lo siguiente: “Cuando fui introducido delante del Emir
al-Mumínín Abu Yaqub lo encontré acompañado tan sólo de Ibn Tufayl. Este se
dedicó ha hacerme elogios, hablando de mi familia y de mis antepasados y
añadiendo benévolamente elogios de mí, que yo no merecía desde luego. El Emir,
después de haberme preguntado mi nombre, el nombre de mi padre y el de mi
linaje, trabó conmigo conversación haciéndome la siguiente pregunta: ¿Qué
opinión del cielo? (los filósofos, quería decir). ¿Lo creen eterno o
engendrado? Lleno de confusión y de temor traté de soslayar la respuesta y
negué el que yo me dedicara a la filosofía, ya que yo ignoraba que Ibn Tufayl
había tratado con él. El Emir advirtió mi temor y mi confusión, y volviéndose
hacia Ibn Tufayl", se puso a hablar de la cuestión que me había
preguntado, recordando lo que habían dicho Aristóteles, Platón y todos los
filósofos y citó también los argumentos opuestos por los musulmanes contra
ellos. Así pude comprobar en él una erudición que jamás hubiera sospechado ni
aún en ninguno de los que ordinariamente se ocupan de estas materas. E hizo
tanto y tan bien para tranquilizarme, que acabé por hablar; y así pudo saber lo
que yo tenía que decir. Cuando me retiré, hizo enviarme un regalo en dinero, un
magnífico vestido de honor y una cabalgadura...”. Este mismo discípulo me
refirió de Ibn Rushd las palabras siguientes: Abu Bakr Ibn Tufayl me mandó
llamar un día y me dijo: -He oído al Emir al-Muminín quejarse hoy de la
oscuridad del estilo de Aristóteles, o del de sus traductores, y de 1a
dificultad para comprender sus doctrinas, si estos libros –decía el Emir-,
encontrasen a alguien que los comentase y expusiese su sentido tras haberlo
comprendido perfectamente, entonces se podría uno consagrar a su estudio. Si
tienes fuerza para un trabajo de este tipo, -me dijo entonces Ibn Tufayl- debes
emprenderlo, y sé que podrás rematarlo, ya que conozco tu inteligencia, tu
lucidez mental y tu gran afición por el estudio. Lo que me impide encargarme de
esta empresa yo mismo, es la mucha edad que ya ves que tengo y además, las
ocupaciones propias de mi cargo -de Visir y médico de cámara del Emir- y mis
cuidados, eso sin contar con otras ocupaciones más graves”. Ved pues, -añadió
Ibn Rushd- lo que me llevó a escribir mis comentarios a los diversos libros del
filósofo Aristóteles.
Del anterior texto, como sucede
con otras muchas cosas en los historiadores musulmanes, hay que tomarlo tal
como está, pero conviene hacer algunas precisiones extrínsecas en cuanto a
dataciones y lugares. Aún así lo importante es la atribución a los deseos del
emir de la realización de los comentarios a los ensayos de Aristóteles.
Decisivas fueron las
consecuencias de la presentación: el aprecio por parte del emir, su
nombramiento como Qadí al-yama'a de Sevilla, (565/1185), como médico principal
de cámara y Qadí al-yama’a de Córdoba, (578/582), como habían sido su abuelo y
su padre, y finalmente la confirmación de estos cargos por su sucesor Abu
Ya'aqub al-Mansur (580/1184), cuyo mecenazgo le valió la publicación de su
pensamiento filosófico en treinta y ocho obras.
A partir del 580/1184, sus
contactos con la corte son muy frecuentes, tanto en Marrakesh como en Córdoba,
ya que Abu Ya'qub al-Mansur pasó a la Península para frenar las constantes
aceifas de los castellanos. En estas ocasiones Ibn Rushd reside en palacio,
conversa a menudo con el sultán de temas científicos y según los biógrafos, la
intimidad entre ambos era tal que el pensador cordobés llamaba a su soberano
-hermano mío-, apelativo equivalente a nuestro tuteo.
En el año 591/1195 el emir
almohade decide ponerse a la cabeza del enfrentamiento contra los invasores
cristianos. El domingo 18 de junio de 1195/591 derrotó a Alfonso VIII de
Castilla en la batalla de Alarcos. Pocos meses después, a fines del referido
año, se abre un “proceso” a Ibn Rushd que terminaría con la condena de sus
escritos y el destierro a Lucena (Córdoba), que duraría algo más de dos años,
pues a comienzos del 594/1198 le es levantado, regresando a Marrakesh donde
reside la corte. Sólo un cadí Abu Abdullah al-Usuli, se atrevió a defender con
valor a Ibn Rushd, con lo que acabó siendo incluido en la condena y
anatematizado con aquél, en la Mezquita Aljama, como enemigos del Islam. Ya en
el destierro, los alfaquíes y ulemas se encarnizaron con el gran pensador
cordobés y los poetas le dirigieron los dardos de sus sátiras. Según Ibn
Usaybi'a, el desprecio de los poetas cortesanos fue tal, que alguno de ellos
dijo de él: “Mira si hoy encuentras un solo hombre que quiera ser tu amigo..”.
Lo que no sabía es que si después citamos su verso, es sólo por la fama de
aquél a quien tan injustamente vituperó.
Aunque se creara una leyenda
negra sobre el Islam andalusí, que de un plumazo habría acabado con la falásifa
y la ciencia islámicas en Al-Andalus, hay que decir que tras ella la única
revolución que perdió a Ibn Rushd fue, según se ve, una intriga de la corte,
por los partidarios en pugna que conseguirían suplantar (por breve tiempo) al
Shaij. Ibn Rushd en efecto, no fue perseguido solo, se citan muchos personajes,
sabios, médicos, alfaquíes, cadíes, y poetas que compartieron su desgracia. El
hecho de que el sultán almohade levantara el destierro y lo llamara ala corte
de Marrakesh, vienen a corroborar el carácter político de la persecución, pues
según los biógrafos se apoyó en las pruebas apuntadas por un grupo de notables
sevillanos, fieles amigos de Ibn Rushd, que desde el día mismo de su condena
habían solicitado su rehabilitación. Sin embargo, da la casualidad que se
trataba de los mismos argumentos utilizados menos de tres años antes por Abu
Abdullah al-Usuli, y que sólo sirvieron para que éste último fuese también
condenado. Unos meses después de su rehabilitación, Ibn Rushd murió en
Marrakesh, el jueves 9 de Safar del año 595 (10 de diciembre de 1198), a la
edad de 72 años solares.
El cadáver de Ibn Rushd fue
depositado durante tres meses en el cementerio de la puerta de Tagazut, para
ser más tarde trasladado a Córdoba, donde fue enterrado junto a las tumbas
familiares en el cementerio de Ibn Abbas. Ibn ' Arabi, testigo personal de su
entierro escribió: "'Y ya no volví a encontrarme con él hasta que murió
Ibn Rushd; y fue trasladado a Córdoba donde está su sepultura. Cuando fue
colocado sobre una acémila el ataúd que encerraba su cuerpo, se pusieron sus
obras en el costado opuesto para que le sirvieran de contrapeso. Estaba yo allí
parado ...y dije para mis adentros: a un lado va el maestro y al otro lugar van
sus libros. Más dime: sus anhelos ¿se vieron al fin cumplidos?
Tuvo Ibn Rushd varios hijos,
cuando menos cuatro, pues los biógrafos citan los nombres de dos y agregan que
otros fueron cadíes en distintos lugares de Al-Andalus. El más famoso fue Abu
Muhammad Abdullah ben Abu Walid Ibn Rushd, jurista y médico, siéndolo de la
cámara del sucesor de Ya'qub al-Mansur, llamado an-Nasir .
Los puntos más relevantes de su
filosofía quedan claramente expuestos en su gran comentario de Aristóteles,
obra que fue compuesta en la segunda mitad del siglo XII. Ha llegado a nuestras
manos casi exclusivamente a través de versiones latinas medievales o de
principios del siglo XVI, lecturas que han sido realizadas sobre traducciones
hebraicas; por su parte, el texto de Aristóteles, en el cual se funda el
Comentario, es una interpretación árabe de una traducción siria del original
griego.
El Aristóteles de Ibn Rushd está
visto a través de la escuela alejandrina, especialmente de Alejandro de
Afrodisia y del sistema emanatista neoplatónico. La principal contribución a la
filosofía se halla en la defensa que de este ejercicio hace con una convicción
y claridad sin precedentes, aunque pensadores de la talla de Ibn Bashsshash,
Ibn Tufayl y Maimónides lo hubieran intentado anteriormente, pero ninguno con
su fluidez y belleza: “la fálsafa es hermana de leche del Islam. No contradice
la Shari’a, sino que la confirma y como tal, es tan válida como esta última
para llegar a la verdad”. Estas opiniones se encuentran cristalizadas en su
Fasl al-Makal, Tahafut y otros tratados”. Nos dice: “Puesto que el Din del
Islam es el verdadero y llama al estudio que conduce al conocimiento de la
Verdad; nosotros, la comunidad sabemos con certeza que el estudio demostrativo
no conduce a conclusiones en conflicto con lo que el Qur’an nos ha enseñado,
.Ya que la verdad no se opone a la verdad, sino que está de acuerdo con ella y
le sirve de testigo”. Su Fasl al-Makal o armonía entre el Din del Islam y la
filosofía es una obra que no fue incluida en ninguna de las ediciones de las
Opera Omnia y permaneció inédita hasta 1859, en que el arabista alemán M. S.
Müller publicó en Munich el texto original, según un texto existente en la
Biblioteca del El Escorial. En este escrito comenta Ibn Rushd que hay tres
clases de hombres: los de la primera, que son los más abundantes, sólo admiten
pensamientos revestidos de conceptos tomados del mundo material; los de la
segunda clase, que sólo ceden ante las persuasiones, y el tercer grupo, que
sólo se deja convencer por argumentos concluyentes. Por lo que e Our-an emplea
un método de expresión que es válido para estos tres grupos de hombres. Para
lograr esto, los escritos se cubren de conceptos imaginativos, y su contenido
jamás está en contradicción con la verdad resultante de los principios
convincentes del pensamiento.
La línea de separación que se
debería trazar entre la convicción de un filósofo (Ibn Rushd) y un alfaquí
familiarizado con el Tasawwuf (sufismo) es mucho más tenue: para uno el Qur-an
es una especie de alegoría que se tiene que interpretar de modo lógico y
racional. Para AI-Gazali es un símbolo que se puede comprender con la razón,
pero nunca llegar a sus últimas explicaciones. Por ello el creyente sin
formación filosófica quizás pueda sacar más provecho de esta verdad revelada
que el propio filósofo.
En aquella época existían en
muchos filósofos ciertas tendencias racionalistas, que podían conducir al
menosprecio del Din del Islam. Un claro ejemplo seria Ibn Tufayl, su amigo y
protector. Contra tales tendencias filosóficas lucha Al-Gazali, y no lo hace
desde el fiqh, sino que los combate en su propio terreno, utilizando las
distintas doctrinas y enfrentándolas las unas a las otras para refutarlas.
Llama a esto una destrucción de los filósofos. Ibn Rushd, le replica en su obra
Destrucción de la destrucción y denota su amargura por lo ilícito de la
actuación de al-Gazali. Ibn Rushd pone en evidencia, todo el veneno escondido
en el libro de AI-Gazali, quién hacía responsable del alejamiento de toda
convicción a la ciega confianza en los grandes hombres como Sócrates, Platón e
incluso el mismo Aristóteles. Ibn Rushd opone a esto que la finalidad de los
filósofos consiste precisamente en rendir a Allah el culto más sublime, es
decir" el conocimiento de sus obras que conduce a reconocerle a Él mismo
en toda su realidad y ésta es a los ojos de Allah la acción más noble, mientras
que la más vil sería la de tachar de error y vana presunción a quien le adora
con esta forma de creencia, que es la suprema.
Se afirma que en Ibn Rushd la
filosofía andalusí alcanzó al mismo tiempo su apogeo y su fin. Y esto puede ser
así en tanto y en cuanto que es el último gran pensador aristotélico en el
occidente islámico, y quizás el más puro de toda la filosofía en lengua árabe.
Por ello representa una orientación que se aparta de la línea iniciada por
AI-Farabi e Ibn Sina, que tienden a la síntesis del pensamiento aristotélico
con el platonismo.
El desarrollo de la fálsafa
islámica en el sentido aviceniano seguirá adelante en Oriente, y mientras que
el Gran Comentario apenas tuvo eco allá, pasó no obstante, al occidente
cristiano, gracias a sus traducciones hebreas y latinas, donde promovió una
auténtica revolución en el pensamiento científico.
Si la filosofía de Ibn Rushd no
se ha continuado en el Occidente musulmán; esto se halla en relación con el
inaudito florecimiento del sufismo que vivió Al-Andalus a partir del siglo
XIII, y que llegó a su máximo apogeo con el maestro máximo del Islam
occidental, Muhyi-l-Din Ibn Al-Arabi, cuya filosofía estaba basada en la
interpretación del Qur-an desde el Tasawwuf, y que atrajo hacia elementos
contemplativos que contenía la filosofía, particularmente el legado platónico,
no en vano se le ha apodado a Ibn Aflahin (hijo de Platón): la filosofía árabe
andalusí no ha sido, pues, derrotada por las circunstancias socio-políticas,
sino que se ha a alojado en el océano de la contemplación unitaria de Allah.
En su faceta como médico, podemos
y debemos resaltar su aportación en el campo de esta ciencia. Mostró un amplio
interés por todo lo que estuviese relacionado con este campo, escribiendo su
Kitab kulliyat Ii-Tibb (el libro completo de la medicina), traducido al latín
en 1255 con el título de Colliget. Es una obra enciclopédica en siete
volúmenes, publicada en Venecia en 1489.. Se trata de una compilación que sigue
muy de cerca al Canon de Ibn Sina (Avicena). Con todo, por la abundancia del
material acumulado, constituye un manual muy completo de medicina que resume
gran parte de las experiencias de su época en la esfera de esta ciencia. Presenta
particular interés el primer libro, que trata profundamente de la anatomía del
cuerpo humano, y es documento imprescindible para el conocimiento del estado de
la medicina entre los musulmanes. Fue considerado nuestro médico por esta obra,
como la mayor autoridad en medicina de la época. Aparte de tratar de anatomía
nos habla de fisiología, enfermedades y sus síntomas y curas, comidas,
medicinas y la conservación de la salud. En ésta, escrita cuando contaba con 36
años, polemiza contra las particularidades, decir, la medicina que trata de
forma separada cada uno de los miembros del cuerpo.
Aparte de este compendio,
escribió aproximadamente unas catorce obras médicas, siendo ocho de éstas
resúmenes de las que escribió Galeno acerca de la mezcla, las facultades
naturales, enfermedades, fiebres, medicinas, curas, etc.
Junto con la medicina estudió por
estas fechas astrología, introduciéndose en este campo gracias al Anagesto de
Arzaquiel,.del que hizo un compendio.
Sus aportaciones, junto con las de Ibn Zuhr, Al-Razi y At-Sina, fueron traducidas al latín, convirtiéndose todas ellas en obras clásicas para los eruditos. Unas se emplearon en las universidades hasta el siglo XVI, e influyeron en el pensamiento de Alejandro de Halle, quino, Alberto Magno, Roger Bacon, i otros más. Hasta los siglos XVI y XVII no llegó a desaparecer la influencia andaluza cuando hombres como Copérnico, Vesalio, Galileo, y otros dieron una nueva perspectiva y dirección a las ciencias.
Su Gran Comentario fue tomado
como modelo por Santo Tomás, quien siguió su sistema de exposición y
comentario.
Como se ha dicho, hacia mediados
del siglo XIII, casi todas las obras de Ibn Rushd habían sido traducidas del
árabe o hebreo al latín, y hasta finales del mismo siglo comenzó a presentársele
como un enemigo de la fe, combatiéndolo ferozmente, sobre todo por Ramón Llul.
Pero, sin embargo, entre los contemplativos de su época encontró una acogida
favorable toda su teoría, penetrando en la escuela franciscana con Roger Bacon,
Duns Scotto, Ockham, así como en la escuela de Paris. Posteriormente encontró
una acogida estable en la Universidad de Padua, especialmente con Pietro d'
Albano, y en el siglo XVI con los Cremonini.
Sólo cabe apuntar como colofón a
esta breve biografía de la vida de nuestro Shaij Ibn Rushd, el desear que en un
futuro cercano, su vida y obras sean analizadas desde una perspectiva más
cercana y real a su pensamiento. Tarea que únicamente podrá llevarse a cabo, no
por arabistas educados al corte occidental sino por musulmanes con un profundo
conocimiento del Islam y la lengua árabe, que vengan a plasmar con total
fidelidad al resto de los idiomas, la original aportación de un Sabio musulmán
que escribía para una Umma que aún hoy lo desconoce. Reclamémoslo desde este
momento como un valor nuestro y un regalo para el resto de la humanidad.
www.musulmanesandaluces.org
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