lunes, 17 de diciembre de 2012

Historia de los musulmanes en al-Ándalus. La raíz andalusí del flamenco

 LA RAÍZ ANDALUSÍ DEL FLAMENCO

flamenco
 

¿Qué hay de andalusí en el flamenco? La música de los gitanos llegados de Oriente y la música

.Jesus Cano Henaresárabe bebieron de las mismas fuentes, en Irán o Egipto. Además, durante un tiempo, moriscos y gitanos, pueblos perseguidos que tan cercanos estaban, compartieron sus bailes y músicas junto al fuego.


“Las vueltas en la sala las daban siguiendo la cadencia de la guitarra, además de lo cual las mujeres con los hombres marcábanla también con el son del pulgar y del dedo del centro, frotando juntos, a los que estaban atados ciertos pequeños chismes, castañetas hechas de madera o marfil, como conchas de San Miguel”. Este texto podrían haberlo escrito cualquier romántico, de los tantos que visitaron nuestro país en el siglo XIX, quienes consideraban en el flamenco primitivo uno de los mayores encantos, si no el mayor, de aquel oriente cercano que encontraban en España.

Esta descripción fue escrita, en 1603, por el francés Bartolomé Joly, y no se refiere a gitanos, como cabría esperar.

Observemos también la ilustración que acompaña a este texto, obra de Joseph Weiditz, quien visitó nuestro país algunas décadas antes que Joly, durante el primer tercio del siglo XVI. Vemos dos figuras danzando al son de la música. A la izquierda, una mujer tiene alzados los brazos, como si estuviera retorciendo las muñecas para girar las manos, mientras flexiona las rodillas. Frente a ella, un hombre baila también. Toma con las puntas de los dedos su camisa, jugando con ella como lo haría un bailaor flamenco.

Zambras moriscas

Lo que Weiditz y, posteriormente, Joly contemplaban era un grupo de moriscos ejecutando una zambra, una fiesta con música y baile para celebrar acontecimientos familiares: bodas, bautizos, nacimientos o celebraciones religiosas. A algunos podría extrañar que el término zambra aparezca referido a los moriscos, cuando comúnmente se cree algo exclusivo de los gitanos. Pues bien, resulta que tal término no es sino una herencia tomada por éstos de la tradición musical andalusí. La zambra no es gitana hasta finales del siglo XVIII. Es, entonces, cuando aparece citada por los primeros viajeros románticos. Antes de eso, era una palabra aplicada exclusivamente a los baileas moriscos.

Estas primitivas zambras se celebraban desde el final del Emirato Nazarí y, posteriormente, siguieron siendo una costumbre muy arraigada entre los mudéjares y moriscos de Granada. Después, se produjo una especie de trasmigración de la palabra, desde la cultura morisca que se extinguía a la de los gitanos recién llegados. Desde luego, no resultaría difícil a los calós o gitanos adaptar el término, cuando sus bailes resultaban, como hemos señalado, tan similares a los de los moriscos.

El préstamo lingüístico de la palabra “zambra” no es sino la punta de lanza de un encuentro, de un trasvase cultural que a la postre, se convertiría en uno de los puntos de partida del flamenco.

El encuentro entre la música gitana y andalusí se inicia siglos atrás, en Oriente. Tanto una tradición como otra bebieron de la música persa y bizantina: los gitanos porque, en su camino de la India a Europa, permanecieron en Persia y Egipto durante siglos; los andalusíes porque los árabes llevaron hasta ellos ese legado. Esa sensibilidad musical tenía en común algo que luego heredaría el flamenco. Es lo que se llama acompañamiento heterofónico del instrumento al canto. Esto es, el instrumento, un laúd, por ejemplo, toca para servir a la voz (para acompañar). Sin embargo, aunque el músico se ciñe perfectamente a la línea del canto, no está literalmente sujeto a ella y tiene permitido realizar adornos y florituras; en suma improvisar, reinventar la melodía pero sin permitir que se transforme de modo que resulte irreconocible. Algo común en ambas músicas era que esa melodía principal se acompañaba de palmas, jaleos e incluso golpes acústicos. En suma, no sólo se bailaba de un modo muy similar, como hemos dicho, sino que también se tocaba de parecida forma. No es extraño; ambos pueblos se habían encontrado mucho antes, sin saberlo, en Oriente.

Carromatos en la Península

Los gitanos llegan a la Península Ibérica a mediados del siglo XV. Al-Andalus está siendo conquistada por los ejércitos cristianos. Cuando, finalmente, cae el Reino de Granada en 1492, sobreviene un largo periodo de intolerancia y persecuciones hacia los musulmanes que durará más de un siglo. Primero, se les obligará a renegar de su fe musulmana para convertirse al cristianismo y, luego, se les prohibirá ejercer sus costumbres, entre ellas las de cantar y bailar en zambras y leilas, éstas últimas fiestas parecidas a las zambras, pero que se celebraban por la noche. Los gitanos debieron de ser entonces meros espectadores de la persecución que sufrieron los moriscos.

Aún no se había producido el encuentro, pero éste no iba a tardar en llegar, por pura inercia. La rebelión de las Alpujarras y la posterior derrota de los moriscos granadinos trajeron consigo el destierro de éstos desde el Reino de Granada hacia otros territorios de Castilla y Aragón. Muchos de ellos no terminaron de asentarse nunca y, en su desarraigo, permanecieron en una continua migración, huyendo de un lado para otro. Y en el camino coincidieron con los gitanos.

El encuentro

Este es el contexto en que se produjo el encuentro que hemos anticipado. Junto al fuego y bajo las estrellas, gitanos y moriscos compartieron y mezclaron sus tradiciones musicales, en un momento en el que la música y el baile les debieron de servir para olvidar por un momento la difícil situación que sufrían. Del verdadero alcance de esta convivencia marginal, de los términos en que pudo producirse ese intercam­bio o si este mestizaje dio pie a un estilo más o menos definido (¿un protoflamenco?) poco o nada sabemos. Pero las noticias que los sitúan juntos durante décadas, incluso después de que se produjera la expulsión definitiva de los moriscos entre 1609 y 1614, son abundantes y bastante claras como para ignorarlas. ¿Es acaso descabellado pensar que algo mestizo pudo surgir del contacto de ambas culturas, tan apegadas a la música? Afirmar eso sería ir demasiado lejos Lo jondo es, sin duda, árbol de muchas raíces, cuyos frutos comenzaron a madurar hace tan sólo unos dos siglos Pero, sin duda, algo andalusí hay en el corazón de las guitarras, en el “quejío” de los cantaores, en el nervio de las bailaoras Júntese a un flamenco y a un árabe y sus instrumentos se entenderán al momento.

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