DE ZEGRIES Y COMERCIANTES : MALAGA
Alfredo Leyva Almendros
El 19 de agosto es el “día
grande” de Málaga, para los descendientes políticos de los conquistadores.
¿Qué grandeza hay en celebrar la
masacre de miles de malagueños sitiados, muertos de hambre, teniendo que comer
palmeras, ratas o cualquier otra cosa incomible para poder subsistir?.
Supongo que la elección de tan
triste efeméride fue buscando el término medio entre la toma cruenta de Málaga
y el asalto final a Gibralfaro, pues si bien el 18 de agosto de 1487, el pendón
de Castilla ondeó en la torre del homenaje de la Alcazaba, rendida y entregada
de manos de Ali Dordux y demás poderosos comerciantes genoveses, esos que
venden sin escrúpulos cualquier cosa para no dejar de ser poderosos, del otro
lado resistían los que trabajaban con sus manos, pagaban impuestos y emigraban
de ciudad en ciudad tras las pérdidas o entregas de los anteriores, un ejército
de renegados cristianos y refugiados que se disponían a luchar a las órdenes de
Hamet el Zegrí.
Gibralfaro resistía en la lucha,
cumpliendo Hamet el Zegrí su promesa hasta el final, disponiéndose junto con
Ali Derbal y todos sus gomeles a luchar hasta agotar sus últimas fuerzas.El día
20 la tragedia se consumó. Los castellanos entraron en Gibralfaro apresando a
los gomeles y encerrándolos en las mazmorras de la Alcazaba.
Me imagino a Hamet el Zegrí,
alcaide de Málaga, entregado a defender su ciudad y las múltiples preguntas que
pasarían por su cabeza. ¿Es este el final de un pueblo que dio luz donde sólo
había oscuridad?, ¿vamos a entregar el fruto de un trabajo de siglos, de
sudores y fatigas cincelando, curtiendo y creando un paraíso sin luchar?. ¿Quién
labrará la multitud de fanegas creadas en las pendientes laderas de la
Axarquía?, ¿quién tejerá la seda, esmaltará la cerámica, pisará las uvas o las
extenderá al sol en los paseros?, ¿quién limpiará las acequias que irrigan y
dan vida allí donde sólo había sequedad?. Según parece, el rey Fernando de
Aragón le preguntó “¿Cómo persistísteis en una defensa que se sabía inútil?”.
Hamet le contestó: “Juré al tomar el cargo la obligación de morir o ser preso
defendiendo su ley, y la ciudad y la honra del que me la entregó, y que si
fallaran ayudadores quisiera más morir peleando, que ser preso no defendiendo
la ciudad”. La historia suele ser injusta con los verdaderos héroes,
relegándolos al olvido, no reconociendo la valía de un malagueño que luchó
hasta dar su vida por su ciudad.
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