Yussuf
al-Hussein Peláez.
Tras la toma
por parte de las tropas castellanas de Antequera y habiéndose formado una marca
fronteriza con Málaga, por el año 1483, se reunieron en esta ciudad, Antequera,
el adelantado de Andalucía D. Pedro Enríquez, con D. Juan de Silva, conde de
cifuentes y el maestre de Santiago D. Alonso de Cárdenas, frontero de Écija. Decidieron
hacer una incursión de pillaje y algarabía la comarca de la Axarquia Malagueña ,
la cual era famosa por sus riquezas en seda, pues la producción de este
producto era bien conocida en los reinos castellanos, al igual que la de otros
ricos frutos, lo que supondría un rico botín para las tropas castellanas.
El plan era de
gran ambición pero, no fiándose de las tropas andalusíes que podrían
encontrase, pensaron llamar a más aliados este llamamiento fue bien acogido por
la flor y nata de las tropas castellanas asentadas en las comarcas fronterizas
de al-Andalus. Estas tropas fueron atraídas más que por el compromiso a la
corona, fueron atraídos por su avaricia y el tan gran botín que fácilmente
conseguirían.
Con el afán de
conseguir tan cuantioso botín, se reunieron en Antequera, los mejores hidalgos,
escuderos y gentes con ganas de matar y saquear, junto a la más alta nobleza. Junto
a los nobles anteriormente señalados se unieron el Márquez de Cádiz, D.
Bernardino Manrique justicia mayor de Córdoba, Juan de Robles corregidor de
Jerez, los alcaldes de Morón, Utrera y Archidona, D. Juan de Almaráz y Bernal
Francés, capitanes de varias compañías de las Hermandades, comendadores freires
santiaguistas, nobles infantes é hidalgos de Sevilla, Córdoba, Écija y Carmona,
milicianos concejiles, aventureros y toda clase de buitres guerreros de los
reinos castellanos. Como podemos observar una autentica cruzada se estaba preparando.
Reunidos todos
en Antequera, era la hora de decidir donde y por donde atacar. Entre todas las
propuestas, fueron tres las más escuchadas. Propusieron sorprender Málaga, pues
según sus espías, su fortaleza tenía poca guarnición y la empresa podría ser
muy factible para las tropas castellanas, pero siempre podían tener muchas
bajas y para una empresa como Málaga, pensaron que necesitarían más tropas, por
lo que quedó descartada esta idea por impracticable. La otra que se propuso fue
la del Márquez de Cádiz, el cual propuso atacar por Almogía, jurisdicción
próxima y con abundante riqueza pecuaria y agrícola, donde la caballería y la
infantería podría maniobrar bien, y con poco coste podrían tener un buen botín.
El plan del Márquez fue desechado por mezquino y poco atrevido ante la codicia
que segaba a los presentes. El tercero fue, el del Maestre de Santiago el cual
proponía entrar por el territorio que los andalusíes malagueños llamaban
Axarquia, en el que las tropas cristianas, hacia siglos que no habían guerreado
y en la cual esperaban obtener un tremendo botín.
Esta última
propuesta tuvo muchos detractores, pues los riesgos no eran pocos, la distancia
de Antequera a la Axarquia ,
los caminos por los cuales debían de pasar, e incluso la supuesta de algunos de
que estas tierras no existían, que era un sueño. Pero los partidarios del
maestre de Santiago, convencieron que ellos conocían bien los caminos y pasos,
a demás de que sus pobladores eran poco guerreros y muy anárquicos en esta
materia. Pero lo que verdaderamente los cegó fue su codicia por las riquezas
que se oían de esta comarca.
Por fin el
miércoles 19 de marzo, pusieron la expedición en marcha, la componían unos dos
mil setecientos jinetes y mil infantes. Formaron dos divisiones, una capitaneado
por el Márquez de Cádiz y otra por D. Alonso de Aguilar, la retaguardia la
cubría el maestre de Santiago. Iban todos poco precavidos y soñando con el
botín que obtendrían. Al día siguiente jueves, llegan a la Axarquia , lo primero que
observan son los montes de la comarca poco poblados, con muchas cañadas y
estrechos caminos por los que pasar los cuales debían de ir en fila de uno,
cuanto más se iban a adentrando en la comarca iban pasando por frondosos
bosques de castañares, encinales, jarales, etc., silencio roto por algún salto
de agua. Las aldeas con las que se encontraron estaban desiertas, pues los
habitantes se habían percatado de la llegada de cristianos a sus tierras, por
lo cual habían huido a esconderse a cerros, castillos, fortalezas, atalayas,
cuevas y cerros. Por este motivo pocos prisioneros consiguieron hacer y menos
botines recoger. Las tropas cristianas, al no obtener recompensa, empezaron a
ponerse nerviosas, a quemar las aldeas y villarejos que encontraban, pasaban a
espada a sus pocos habitantes en su mayoría ancianos que no habían podido huir.
Las tropas castellanas ciegas por llegar a la costa no se daban cuenta de que
cada aldea, casa o corral quemado era un aviso a los axárquicos de esa invasión
de saqueadores, y asesinos que intentaban arrasar la comarca.
Una vez
habiendo llegado la retaguardia a la villa de Moclinejo, que al igual que como
las anteriores villas, estaba desierta. La soldadesca prendió fuego a la villa.
Pero la población morisca de Moclinejo estaba cerca, escondida en los bosques y
montes, llorando la impotencia de ver como destrozaban todas sus pertenencias y
viviendas, pero observaron que las tropas cristianas al abandonar su pueblo,
trataban de cruzar por unas ramblas y cañadas de difícil maniobrabilidad para
dichas tropas. En un alarde de desesperación y rabia los moriscos de Moclinejo
aprovechando los desniveles del terreno, con piedras, palos, espadas y flechas.
Atacaron a las tropas invasoras, con tal valor y rabia que las tropas
cristianas se vieron, emboscadas por un ejército anárquico de moriscos
agricultores, que luchaban como el mejor soldado cristiano, causando tal numero
de bajas a las tropas que el desconcierto reinaba entre las tropas castellanas,
tal es así que El maestre tuvo que pedir ayuda a el marqués de Cádiz, el cual
acudió con caballeros e infantes, por lo que la retaguardia pudo salir de esa
situación.
Mientras
tanto, cientos de fuegos hacían señales para que los moradores de estas
tierras, se preparasen para su defensa, las gentes de las aldeas, caseríos,
villas , gentes acomodadas, todo el que podía defender su tierra corría hacia
los vecinos montes para la lucha, contra el invasor, lucha encabezada por las
mujeres que con gran valor iban a la lucha.
Los moradores
de la Axarqía ,
no conocían enfrenamiento con las tropas cristianas, desde la expedición de
Alonso el Batallador, de lo cual habían pasado ya muchos siglos. Los axarquicos
decidieron que aquella invasión debía tener un duro castigo. Las gentes acudían
con ganas de defender y luchar, tomaban los cerros, colinas, hacían ataques en
zonas estratégicas, donde sabían que sin ser un ejercito preparado como el
castellano, podrían hacerles frente, y tanto que le hacían, causando muchísimas
bajas en pasos y cañadas, los moriscos de la zona eran grandes guerreros.
Tras las
noticias que llegaban de la retaguardia obligaron a Don Alonso de Aguilar y al
adelantado, a reunirse con sus tropas con las del marqués de Cádiz y el maestre
de Santiago. Una vez reunidas las tropas castellanas reconocieron el error
cometido en esta empresa, y acordaron retirarse. Pero la retirada tampoco sería
fácil, pues sólo tenían dos caminos por donde salir, el primero era seguir por
la costa, más fácil y llano, pero más largo, el segundo más difícil, y más
corto, era volverse por donde habían venido.
El maestre,
convenció a las tropas y señores de que el camino que debían de salida del
territorio debía de ser el mismo por el que habían entrado en el. Las tropas
intentaron encontrar los pasos y barrancos por los que habían entrado desde
Antequera, pero, por nervios o cansancio en su huida no consiguieron dar con
ellos y extraviaron al ejército entre los montes. Los axarquicos, sabiendo los
pasos que estaban buscando las tropas castellanas, se dirigieron hacia ellos
para esperarlos, mientras otros perseguían a las cansadas tropas, causándoles
el mayor número de bajas posibles con sus hondas y ballestas. Tras largas
jornadas de marcha, entran las tropas castellanas en un valle, lo que es hoy el
Arroyo Jaboneros, los moriscos axarquicos estaban esperando la entrada de estas
tropas, y cuando entraron, les hicieron una emboscada. Desesperadas las tropas
de castilla, tras ver como caían sus soldados muertos o heridos, muchos de
ellos decidieron salir como fuese de allí, intentando alcanzar las alturas y
abandonar el valle.
Como podían
unos a pie otros acaballo, tropezando subían desesperadamente, junto a el
maestre era muerto el alférez Diego Becerra, más adelante Juan de Bazan y el
primo del maestre Juan de Osorio.
Las tropas
castellanas pagaban con sus vidas, su orgullosa obstinación, por querer invadir
y expoliar estos territorios.
Por la otra
orilla del valle subía el marques de Cádiz, ya sin su caballo. Intentando
reunirse con el maestre, pero la noche y el desconocimiento del terreno lo
impedía. En un arrebato de desesperación del marques de Cádiz, bajo de nuevo al
valle donde reunió e intentó reunir a sus soldados, pero estos se habían
rendido la mayoría, otros habían huido acobardados y hambrientos dejando
tirados por los campos sus pendones, buscando donde poder esconderse y poder
esquivar la vigilancia de los moriscos axarquicos.
El marques
sólo con unos cincuenta hombres y loco de ira quería seguir combatiendo, pero
Luis Amar y la soldadesca, le convencieron para abandonar esta idea y salvar la
vida mientras pudieran, tras la llegada de la noche salieron del valle y tras
cuatro leguas de huida, consiguieron llegar a tierras cristianas. El resto de
tropa fue cautiva o muerta en combate, nobles e hidalgos como D. Diego, D.
Lope, D. Beltrán, D. Lorenzo y D. Manuel, sus cuerpos quedaron en estos campos
junto a los soldados.
Amaneció el
día 21 de Marzo, de triste recordación durante años para castilla. La
soldadesca intentaba salir de la comarca, en su huida se desamaban y dejaban
sus armaduras para poder correr más o poder esconderse, para pasar
desapercibidos días más tarde.
Era tan intenso
el miedo de los soldados que se cuenta que dos campesinos desarmados prendieron
a seis fugitivos, y que hubo mujeres que cautivaron a algunos cristianos que se
encontraban esparcidos por el campo. Poco tiempo después decía el rey Católico,
que sólo setenta moriscos, habían vencido a dos mil caballeros, los mejores de
Castilla.
Otros que
consiguieron escapar eran D. Alonso de Aguilar y Pedro de Valdivieso que
después de días andando por los montes y consiguiendo llegar a fronteras
cristianas. Otros caballeros como los antes mencionados, quedaron muertos Pedro
Vázquez, Gómez Méndez de Sotomayor alcalde de Utrera, Alfonso de las Casas. Se
calculan en unos ochocientos. Ochocientos cincuenta los cautivos y unos treinta
los comendadores de Santiago, como Pedro Ponce de León, hermano del marques de
Cádiz, Juan de Pineda, Lorenzo Ponce de León, Juan de Zapata, Juan Robles, D.
Juan hermano del duque de Medina Sidonia, Juan Monsalve, Juan Gutiérrez Tello,
Pedro Esquivel, Gómez de Figueroa, Bernardino Manrique, Gonzalo Saavedra, sobre
doscientos hombres de la nobleza.
Cuándo los
vencidos volvieron a sus ciudades, pueblos y aldeas, recibieron como cobardes y
les reprochaban de no haber muerto o haber quedado cautivos con sus compañeros.
El maestre de Santiago aconsejador de dicha empresa, devoraba en silencio su
vergüenza.
En los
pueblos, villas y alquerías de la
Axarquía , todo era regocijo, zambra y jubileo, Allah volvía
su rostro hacia sus mu´min, que habían derribado la soberbia cristiana.
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