jueves, 4 de abril de 2013

Historia de los musulmanes en al-Ándalus. La batalla de la Axarquía (Málaga)

LA BATALLA DE LA AXARQUÍA  (MÁLAGA)
 
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Yussuf al-Hussein Peláez.

Tras la toma por parte de las tropas castellanas de Antequera y habiéndose formado una marca fronteriza con Málaga, por el año 1483, se reunieron en esta ciudad, Antequera, el adelantado de Andalucía D. Pedro Enríquez, con D. Juan de Silva, conde de cifuentes y el maestre de Santiago D. Alonso de Cárdenas, frontero de Écija. Decidieron hacer una incursión de pillaje y algarabía la comarca de la Axarquia Malagueña, la cual era famosa por sus riquezas en seda, pues la producción de este producto era bien conocida en los reinos castellanos, al igual que la de otros ricos frutos, lo que supondría un rico botín para las tropas castellanas.

El plan era de gran ambición pero, no fiándose de las tropas andalusíes que podrían encontrase, pensaron llamar a más aliados este llamamiento fue bien acogido por la flor y nata de las tropas castellanas asentadas en las comarcas fronterizas de al-Andalus. Estas tropas fueron atraídas más que por el compromiso a la corona, fueron atraídos por su avaricia y el tan gran botín que fácilmente conseguirían.

Con el afán de conseguir tan cuantioso botín, se reunieron en Antequera, los mejores hidalgos, escuderos y gentes con ganas de matar y saquear, junto a la más alta nobleza. Junto a los nobles anteriormente señalados se unieron el Márquez de Cádiz, D. Bernardino Manrique justicia mayor de Córdoba, Juan de Robles corregidor de Jerez, los alcaldes de Morón, Utrera y Archidona, D. Juan de Almaráz y Bernal Francés, capitanes de varias compañías de las Hermandades, comendadores freires santiaguistas, nobles infantes é hidalgos de Sevilla, Córdoba, Écija y Carmona, milicianos concejiles, aventureros y toda clase de buitres guerreros de los reinos castellanos. Como podemos observar una autentica cruzada se estaba preparando.

Reunidos todos en Antequera, era la hora de decidir donde y por donde atacar. Entre todas las propuestas, fueron tres las más escuchadas. Propusieron sorprender Málaga, pues según sus espías, su fortaleza tenía poca guarnición y la empresa podría ser muy factible para las tropas castellanas, pero siempre podían tener muchas bajas y para una empresa como Málaga, pensaron que necesitarían más tropas, por lo que quedó descartada esta idea por impracticable. La otra que se propuso fue la del Márquez de Cádiz, el cual propuso atacar por Almogía, jurisdicción próxima y con abundante riqueza pecuaria y agrícola, donde la caballería y la infantería podría maniobrar bien, y con poco coste podrían tener un buen botín. El plan del Márquez fue desechado por mezquino y poco atrevido ante la codicia que segaba a los presentes. El tercero fue, el del Maestre de Santiago el cual proponía entrar por el territorio que los andalusíes malagueños llamaban Axarquia, en el que las tropas cristianas, hacia siglos que no habían guerreado y en la cual esperaban obtener un tremendo botín.

Esta última propuesta tuvo muchos detractores, pues los riesgos no eran pocos, la distancia de Antequera a la Axarquia, los caminos por los cuales debían de pasar, e incluso la supuesta de algunos de que estas tierras no existían, que era un sueño. Pero los partidarios del maestre de Santiago, convencieron que ellos conocían bien los caminos y pasos, a demás de que sus pobladores eran poco guerreros y muy anárquicos en esta materia. Pero lo que verdaderamente los cegó fue su codicia por las riquezas que se oían de esta comarca.

Por fin el miércoles 19 de marzo, pusieron la expedición en marcha, la componían unos dos mil setecientos jinetes y mil infantes. Formaron dos divisiones, una capitaneado por el Márquez de Cádiz y otra por D. Alonso de Aguilar, la retaguardia la cubría el maestre de Santiago. Iban todos poco precavidos y soñando con el botín que obtendrían. Al día siguiente jueves, llegan a la Axarquia, lo primero que observan son los montes de la comarca poco poblados, con muchas cañadas y estrechos caminos por los que pasar los cuales debían de ir en fila de uno, cuanto más se iban a adentrando en la comarca iban pasando por frondosos bosques de castañares, encinales, jarales, etc., silencio roto por algún salto de agua. Las aldeas con las que se encontraron estaban desiertas, pues los habitantes se habían percatado de la llegada de cristianos a sus tierras, por lo cual habían huido a esconderse a cerros, castillos, fortalezas, atalayas, cuevas y cerros. Por este motivo pocos prisioneros consiguieron hacer y menos botines recoger. Las tropas cristianas, al no obtener recompensa, empezaron a ponerse nerviosas, a quemar las aldeas y villarejos que encontraban, pasaban a espada a sus pocos habitantes en su mayoría ancianos que no habían podido huir. Las tropas castellanas ciegas por llegar a la costa no se daban cuenta de que cada aldea, casa o corral quemado era un aviso a los axárquicos de esa invasión de saqueadores, y asesinos que intentaban arrasar la comarca.

Una vez habiendo llegado la retaguardia a la villa de Moclinejo, que al igual que como las anteriores villas, estaba desierta. La soldadesca prendió fuego a la villa. Pero la población morisca de Moclinejo estaba cerca, escondida en los bosques y montes, llorando la impotencia de ver como destrozaban todas sus pertenencias y viviendas, pero observaron que las tropas cristianas al abandonar su pueblo, trataban de cruzar por unas ramblas y cañadas de difícil maniobrabilidad para dichas tropas. En un alarde de desesperación y rabia los moriscos de Moclinejo aprovechando los desniveles del terreno, con piedras, palos, espadas y flechas. Atacaron a las tropas invasoras, con tal valor y rabia que las tropas cristianas se vieron, emboscadas por un ejército anárquico de moriscos agricultores, que luchaban como el mejor soldado cristiano, causando tal numero de bajas a las tropas que el desconcierto reinaba entre las tropas castellanas, tal es así que El maestre tuvo que pedir ayuda a el marqués de Cádiz, el cual acudió con caballeros e infantes, por lo que la retaguardia pudo salir de esa situación.

Mientras tanto, cientos de fuegos hacían señales para que los moradores de estas tierras, se preparasen para su defensa, las gentes de las aldeas, caseríos, villas , gentes acomodadas, todo el que podía defender su tierra corría hacia los vecinos montes para la lucha, contra el invasor, lucha encabezada por las mujeres que con gran valor iban a la lucha.

Los moradores de la Axarqía, no conocían enfrenamiento con las tropas cristianas, desde la expedición de Alonso el Batallador, de lo cual habían pasado ya muchos siglos. Los axarquicos decidieron que aquella invasión debía tener un duro castigo. Las gentes acudían con ganas de defender y luchar, tomaban los cerros, colinas, hacían ataques en zonas estratégicas, donde sabían que sin ser un ejercito preparado como el castellano, podrían hacerles frente, y tanto que le hacían, causando muchísimas bajas en pasos y cañadas, los moriscos de la zona eran grandes guerreros.

Tras las noticias que llegaban de la retaguardia obligaron a Don Alonso de Aguilar y al adelantado, a reunirse con sus tropas con las del marqués de Cádiz y el maestre de Santiago. Una vez reunidas las tropas castellanas reconocieron el error cometido en esta empresa, y acordaron retirarse. Pero la retirada tampoco sería fácil, pues sólo tenían dos caminos por donde salir, el primero era seguir por la costa, más fácil y llano, pero más largo, el segundo más difícil, y más corto, era volverse por donde habían venido.

El maestre, convenció a las tropas y señores de que el camino que debían de salida del territorio debía de ser el mismo por el que habían entrado en el. Las tropas intentaron encontrar los pasos y barrancos por los que habían entrado desde Antequera, pero, por nervios o cansancio en su huida no consiguieron dar con ellos y extraviaron al ejército entre los montes. Los axarquicos, sabiendo los pasos que estaban buscando las tropas castellanas, se dirigieron hacia ellos para esperarlos, mientras otros perseguían a las cansadas tropas, causándoles el mayor número de bajas posibles con sus hondas y ballestas. Tras largas jornadas de marcha, entran las tropas castellanas en un valle, lo que es hoy el Arroyo Jaboneros, los moriscos axarquicos estaban esperando la entrada de estas tropas, y cuando entraron, les hicieron una emboscada. Desesperadas las tropas de castilla, tras ver como caían sus soldados muertos o heridos, muchos de ellos decidieron salir como fuese de allí, intentando alcanzar las alturas y abandonar el valle.

Como podían unos a pie otros acaballo, tropezando subían desesperadamente, junto a el maestre era muerto el alférez Diego Becerra, más adelante Juan de Bazan y el primo del maestre Juan de Osorio.

Las tropas castellanas pagaban con sus vidas, su orgullosa obstinación, por querer invadir y expoliar estos territorios.

Por la otra orilla del valle subía el marques de Cádiz, ya sin su caballo. Intentando reunirse con el maestre, pero la noche y el desconocimiento del terreno lo impedía. En un arrebato de desesperación del marques de Cádiz, bajo de nuevo al valle donde reunió e intentó reunir a sus soldados, pero estos se habían rendido la mayoría, otros habían huido acobardados y hambrientos dejando tirados por los campos sus pendones, buscando donde poder esconderse y poder esquivar la vigilancia de los moriscos axarquicos.

El marques sólo con unos cincuenta hombres y loco de ira quería seguir combatiendo, pero Luis Amar y la soldadesca, le convencieron para abandonar esta idea y salvar la vida mientras pudieran, tras la llegada de la noche salieron del valle y tras cuatro leguas de huida, consiguieron llegar a tierras cristianas. El resto de tropa fue cautiva o muerta en combate, nobles e hidalgos como D. Diego, D. Lope, D. Beltrán, D. Lorenzo y D. Manuel, sus cuerpos quedaron en estos campos junto a los soldados.

Amaneció el día 21 de Marzo, de triste recordación durante años para castilla. La soldadesca intentaba salir de la comarca, en su huida se desamaban y dejaban sus armaduras para poder correr más o poder esconderse, para pasar desapercibidos días más tarde.

Era tan intenso el miedo de los soldados que se cuenta que dos campesinos desarmados prendieron a seis fugitivos, y que hubo mujeres que cautivaron a algunos cristianos que se encontraban esparcidos por el campo. Poco tiempo después decía el rey Católico, que sólo setenta moriscos, habían vencido a dos mil caballeros, los mejores de Castilla.

Otros que consiguieron escapar eran D. Alonso de Aguilar y Pedro de Valdivieso que después de días andando por los montes y consiguiendo llegar a fronteras cristianas. Otros caballeros como los antes mencionados, quedaron muertos Pedro Vázquez, Gómez Méndez de Sotomayor alcalde de Utrera, Alfonso de las Casas. Se calculan en unos ochocientos. Ochocientos cincuenta los cautivos y unos treinta los comendadores de Santiago, como Pedro Ponce de León, hermano del marques de Cádiz, Juan de Pineda, Lorenzo Ponce de León, Juan de Zapata, Juan Robles, D. Juan hermano del duque de Medina Sidonia, Juan Monsalve, Juan Gutiérrez Tello, Pedro Esquivel, Gómez de Figueroa, Bernardino Manrique, Gonzalo Saavedra, sobre doscientos hombres de la nobleza.

Cuándo los vencidos volvieron a sus ciudades, pueblos y aldeas, recibieron como cobardes y les reprochaban de no haber muerto o haber quedado cautivos con sus compañeros. El maestre de Santiago aconsejador de dicha empresa, devoraba en silencio su vergüenza.

En los pueblos, villas y alquerías de la Axarquía, todo era regocijo, zambra y jubileo, Allah volvía su rostro hacia sus mu´min, que habían derribado la soberbia cristiana.

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