TRISTES PRESAGIOS .
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Los musulmanes de Granada
vivieron sus últimos años presagiando el fin de su mundo. Los cronistas y los
poetas dejaron constancia de ese dolor ante la imparable decadencia y el
inminente del desastre.
Existen algunas manifestaciones y
síntomas que permiten entrever cómo los granadinos, desde la segunda mitad del
siglo XIV y sobre todo durante el XV, captaban el grave peligro en que vivían y
se sentían amenazados por la fragilidad de sus fronteras, eso es evidente, pero
además, aunque expresado con más sutileza, se sentían intimidados por la propia
fragilidad de sus estructuras. No es difícil recorrer las fuentes textuales
andalusíes escritas en árabe para ir recogiendo una antología de frases y de
pasajes que nos advierten de esta inquietud propia, convertida en claro
presagio del final.
En la segunda mitad del siglo
XIV, el gran visir lbn al-Jatib intercala a veces en sus escritos su desánimo
por Granada. En su recargada prosa, generalmente profunda y además disgustada,
porque nunca creyó lograr cuanto el considero que merecía, lbn al Jatib
lamentaba, en su Rayhanat al kuttab la situacion candente imposible arreglar
los jirones del Estado de al-Andalus lo cual es elocuente síntoma de
desesperanza. Los granadinos como dice en sus Prolegómenos el magrebi lbn
Jaldun que muere en 1406 se hallaban ya "ahítos de humillación", lo
cual es también sintomático, pues lbn Jaldún los conoció bien, en al-Andalus y
fuera de allí.
Otro escritor cortesano
granadino, lbn Hudayl, tiene que disimular todas esas preocupaciones, pues
escribe para la propaganda oficial, pero en el colofón de su antología sobre
caballos y armas titulada Hilyat al-fursán traducido como "Gala de
caballeros, blasón de paladines", al dedicar la remodelación de su libro
al sultán Muhammad VII por su ascensión al trono granadino, en 1392, le augura
éxitos, que contrapone a la deficiente realidad, y le dice que ojalá
"asistido por Allah, liberará este país de los lazos que le mantienen en
la inferioridad, traerá la abundancia después de la esterilidad, librará estas
tierras del puño de la consunción con sus guerreros y sus embajadas, y las
colocará tras el abismo, a la altura del planeta Saturno, gracias a sus héroes
y a sus ejércitos. A él se deberá la constancia que sacudirá al tiempo y
removerá la situación en somnolencia, pues el valor y la nobleza son dos
aliados inseparables de su personalidad, dos compañeros de su modo de ser. La
adversidad con el hierro de su lanza se esfuma. Las crónicas registran todo en
su elogio. Voces muy diferentes se elevan aclamándole. Y las manos se alzan,
sometidas y amigas, para que Allah humille en el polvo la cerviz de los ídolos
y, gracias a la lealtad de Su Afortunado servidor, realice los propósitos del
Islam, por el filo de su espada".
Decadencia y fracasos bélicos
Este párrafo no disimula la
ilusión de sus buenos deseos frente a las circunstancias existentes y
reconocidas de inferioridad", "esterilidad" y
"consunción" granadinas, citadas literalmente en el texto, y que
lejos de arreglarse fueron empeorando. Al poco, el siglo XV traerá la
desesperada certeza de la derrota absoluta tras cada fracaso bélico en la
desmoronada frontera, mientras las otras tierras islámicas contemplan la ruina
de al-Andalus. Así cuando en 1464 Juan de Guzmán ocupa Gibraltar para Enrique
IV de Castilla, un viajero de origen maltés y afincado en El Cairo, llamado Abd
al-Basit, que visita Granada a finales de 1465 y principios de 1466, describe
el enclave de Gibraltar como un lugar magnífico, uno de los más poderosos
castillos del Islam", y asegura que su pérdida es "una de las mayores
calamidades por el Islam sufridas, porque desde aquel castillo comenzó a
conquistarse la tierra de al-Andalus de manos de los infieles, en los primeros
tiempos". Abd al-Basit añade que "llegada, esta noticia a Tremecén y
a otro sitios islámicos de aquella parte cundió el dolor por ellos y la
aflicción por la debilidad del Islam en al-Andalus y por cómo descuidaban
conservar los castillos musulmanes".
Dolor, pues, ante la ineficacia
reconocida que señalan, acusadoras también, muchas páginas de la crónica
anónima llamada Fragmento de la época, sobre noticias de los Reyes Nazaritas o
Capitulación de Granada y Emigración de los andalusíes a Marruecos, que pone de
manifiesto las querellas internas, el descuido político y militar de algún
sultán, entre ellos el penúltimo, Abu I-Hasan o Muley Hacén (1464-85), cuya
actuación disoluta vitupera esta crónica anónima, señalando cómo "se
dedicó a los placeres, se entregó a sus pasiones y se dio a divertirse con cantoras
y danzaderas. Sumido en el mayor ocio y descuido destrozó el ejército, del cual
suprimió gran número de esforzados caballeros. Por otra parte, abrumó al país
con tributos y a los zocos con impuestos. Cometió, en una palabra, una serie de
errores con los cuales no puede subsistir un reino bien ordenado". La
situación final granadina y su crítica resultan bien explícitas: así no podía
subsistir Granada. Además, esa crónica lo advierte con claridad: la cohesión
estaba partida entre el sultán y su visir por un lado y los demás por otro,
pues "el engaño —por parte del sultán y su visir— iba dejándose entrever
poco a poco hasta mostrarse patente como la luz del sol, ante los ojos del
vulgo y de las personas notables. Todo el mundo empezó a pensar mal, y abundaron
las palabras gruesas. Hasta el maligno espíritu de sedición hizo entonces su
aparición entre la gente (...) ante ese mal estado de opinión de las tropas,
urdieron una trama, sultán, y visir: falsificaron cartas (...) entonces dio el
visir la orden de partir y de retirarse del teatro de la guerra, lo que (los
súbditos) efectuaron tristes y llorosos y, abrumados con una pena y angustia
inenarrables, cada cual marchó a su lugar".
Traición
y discordia entre musulmanes
Este es el estado de ánimo de los
granadinos del siglo XV que dolientes asisten a su propia impotencia, de lo
cual, traeremos algún testimonio más, como el expresado por el cadí Abu Yahya
lbn Asim en su enciclopedia literaria Jardín de la satisfacción, donde
reflexiona sobre las desgracias que al ser humano pueden ocurrir, hablando de
los errores granadinos y dando pie, con algunos textos, a que el arabista
Gaspar Remiro en 1911 tradujera algunos de ellos bajo el expresivo título de
Presentimiento y juicio de los moros españoles sobre la caída inminente del
reino de Granada, donde el cadí lbn Asim (+ 1453) avisa: "Es sabido que
los cristianos no hubieran tomado la revancha sobre los muslimes (...) ni les
hubiesen arrebatado sus ciudades y comarcas a no facilitarles todo esto las
causas de la discordia interior, su empeño en suscitar entre los muslimes la
lucha y división internas, en producir entre sus reyes el dolo y la traición y
mantener entre sus defensores la perfidia y la doblez en medio de la guerra civil
destructora".
En fin, ya desde la perspectiva
de un siglo después de la caída de Granada, el literato al Maggari, de
Tremecén, también según tradujo Remiro, concluía sobre al-Andalus que "el
más tremendo infortunio ha azotado a esta región que no tiene semejante en
hermosura y por su maridaje con aquel (infortunio) todo le ha nacido jorobado y
corrupto. De todo esto ha sido causa la discordia entre sus arraeces y grandes,
entre sus adelantados y alcadíes, entre sus emires y alguaciles, porque cada uno
ha buscado el poder para sí, y ha arrimado su fuego a su alcorza, y entre tanto
los cristianos han sembrado entre ellos el dolo, la astucia y artería (...)
hasta que les ha sido posible tomarles las ciudades y enseñorearse de lo
recientemente adquirido y de lo patrimonial o solariego".
También al-Maggari quiere
transmitir el presentimiento del final de al-Andalus contando la anécdota del
derribo en Granada del talismán o veleta del Gallo de viento, que llevaba en su
inscripción: "El palacio de la muy noble Granada es realmente de
importancia; su talismán, según el tiempo, da vueltas sin cesar. Y es un
jinete, cuyo espíritu es el viento que le dirige con su fresco impulso. Más en
él existen arcanos. Es seguro que ha de permanecer poco tiempo; pronto le azotará
el más terrible infortunio, que ha de borrar de ella el imperio y la
vivienda". Se ha relacionado esta veleta con la figura ecuestre que, según
Mármol Carvajal, coronaba en Granada una torrecilla de las Casas del Gallo, y
que también llevaba una inscripción premonitoria, que él transcribía:
"Dijo al-Badisi lbn Habbus: así acabará al- Andalus". No cabe duda de
que los granadinos del siglo XV vivieron con el presentimiento del final de su
mundo y que supieron dar cuenta escrita de tan triste como seguro augurio.
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