jueves, 16 de agosto de 2018

GRANADA EN LA HISTORIA DE AL-ÁNADALUS


Granada en la Historia de al-Andalus
Camilo Álvarez de Morales y Ruiz Matas
Escuela de Estudios Árabes (CSIC)
Granada va a estar presente a lo largo de toda la historia de la España musulmana. Como provincia (cora de Ilbira) dependiente de un poder central, primero los omeyas de Damasco y los de Córdoba, como parte del imperio de los almorávides y los almohades norteafricanos, o como reino independiente en dos ocasiones, el último de los cuales, el Nazarí, cerró el ciclo histórico de presencia musulmana en la Península.
La cora de Ilbira
Territorialmente fue una de las más extensas de al-Andalus. Sus límites eran al norte la cora de Yayyan (Jaén), al este la cora de Tudmir (Murcia) y el Mediterráneo, al sur también el Mediterráneo y al oeste la cora de Rayya (Málaga) y Cabra. Comparándola con la actual provincia, vemos que englobaba algunas plazas que hoy son de Jaén (Alcalá la Real, Alcaudete, Castillo de Locubín y Huelma), mientras que Baza y Huéscar, actualmente de Granada, formaban entonces parte de la de Jaén. Se incluían en la cora de Ilbira gran parte de las tierras que hoy son de Almería, con excepción de las zona norte de la Sierra de Filabres, que se repartía entre Jaén y Tudmir. Otras dos plazas cambiaban de ubicación, respecto a la división provincial de hoy. Eran Priego, actualmente de Córdoba y entonces de Ilbira, y Alhama, hoy en tierras granadinas y en aquellos años dentro de la cora de Rayya. El centro de la cora lo ocupaban las ciudades de Ilbira y Garnata, esta última por entonces una simple aldea fortificada con una población mayoritariamente judía. En general, se puede decir que en el siglo X la cora estaba constituida por una zona central eminentemente agrícola, con la Vega como máximo exponente, rodeada por tierras de explotación ganadera, situadas, básicamente, en la costa, las Alpujarras y los Montes.
Granada se constituye en reino por primera vez
Desde 1013 hasta 1090 Granada fue reino independiente bajo la familia beréber de los Ziríes. Cuando cayó el califato cordobés, en un proceso que duró de 1009 a 1031, el territorio de al-Andalus se fragmentó en diversos reinos independientes, que la historia conoce como Reinos de Taifas. Desaparecido el poder central de Córdoba y con la antigua capital sumida en una terrible guerra interna entre distintos grupos, que acabó con la destrucción y el saqueo de la ciudad y de Medina Azahara, los gobernadores de las principales ciudades de al-Andalus y los personajes más influyentes de la antigua corte omeya se repartieron el poder.
En la antigua cora de Ilbira se asentó la familia Zirí, beréberes norteafricanos llegados a la Península a finales del siglo X. El nuevo territorio pasó a ser reino, cambiando el nombre de Ilbira por el de Granada, por el traslado de la capital del antiguo núcleo al nuevo asentamiento que llevaba este nombre.
En su momento de mayor expansión lo constituía toda la actual provincia de Granada y, además, parte de las de Málaga y Jaén. Los límites los marcaban las proximidades de Baza, Jaén, Málaga y Écija.
Cuatro miembros de la familia zirí ocuparon el trono. El primero fue Zawi ibn Zirí, al que sucedió su sobrino Habus ibn Maksan, a éste su hijo Badis ibn Habus, con el que el reino alcanzó su apogeo, siendo el último su nieto Abd Allah.
El reinado de Badis va a estar marcado por su particular relación con la familia judía de los Banu Nagrella y los sucesos ocurridos con los judíos granadinos. Esta familia tuvo un importantísimo papel en la política y la economía del Reino, creando tensas situaciones que culminaron el 1066 con un levantamiento de todo el pueblo contra ellos y sus hermanos de religión, provocando una gran matanza.
A finales del siglo XI la presión cristiana sobre los reinos taifas obligó estos a pedir ayuda al otro lado del Estrecho, al imperio almorávide, de reciente aparición en el panorama político de su tiempo. Los almorávides vinieron a la Península dos veces entre 1086 y 1088, consiguiendo frenar el avance cristiano, volviendo, por tercera vez, en 1090 para asentarse definitivamente en al-Andalus, eliminando a los reinos taifas e imponiendo su gobierno. El primer reino que ocuparon fue el de Granada.

El territorio granadino durante el gobierno de los almorávides y los almohades
Al integrase en el nuevo imperio, Granada albergó a un gobernador almorávide y tuvo un papel importante en las operaciones militares de su época. Tras unos primeros éxitos militares, los almorávides sufrieron varias derrotas a manos cristianas y ello, unido a una relajación de costumbres y al descontento de la población andalusí, condujo a su final. Mientras ocurría todo esto, en el Magreb se empezaba a fraguar un nuevo imperio, el almohade.
Los almohades llegaron a al-Andalus empujados por su afán expansivo y llamados por los andalusíes ante la ineficacia de los almorávides en su lucha contra el avance cristiano. Se puede considerar que ya desde 1146 la Península estaba ocupada por los almohades, aunque Granada se mantuvo a favor de los almorávides hasta 1156, en que, viéndose aislada, se entregó.
Durante el período de dominación almohade, como del almorávide, pocas son las noticias que tenemos relativas al territorio granadino, pero hay que resaltar que Granada siempre fue tomada como base de operaciones norteafricanas en el dominio y control de la zona nordeste peninsular.
El Reino nazarí
Tras la marcha de los almohades de al-Andalus, en 1228, siguió un breve período de lucha entre varios señores musulmanes por la hegemonía de lo que quedaba de territorio islámico. Uno de los personajes que más sobresalió fue Muhammad b. Nasr, sublevado en 1232 en Arjona. Tras un pacto de vasallaje con Fernando III el Santo, se consolidó en 1237 como soberano y fundador de la dinastía nazarí de Granada, último bastión musulmán de la Península, con categoría de reino. Fue la segunda vez que Granada ostentó este título.
El Reino nazarí, abarcaba las actuales provincias de Granada, Málaga y Almería, además de algunas áreas pequeñas de Cádiz y Jaén. El número de gentes que habitaban aquellas tierras se calcula en unas 300.000. Los grandes núcleos urbanos eran Málaga, con 20.000 habitantes, Almería, con 9.000 y Guadix, con una población que oscilaba entre 6.000 y 10.000 habitantes. Granada, la capital, tenía 50.000.
Desde los primeros años de su existencia hasta su desaparición en 1492 en su historia los periodos de paz alternaron con otros en los que las tensiones estuvieron presentes, formando parte de un cuadro de luchas internas y externas. En el exterior hizo y deshizo alianzas con Castilla, Aragón y los benimerines de Marruecos, unas veces amigo, otras enemigo de cada uno de ellos, buscando su supervivencia. En el interior, se vivieron graves situaciones provocadas por las intrigas cortesanas, instigadas y mantenidas por las familias poderosas, con los Abencerrajes, los Comixa, los Alamines y los Venegas, como más representativos, que subían al trono o lo arrojaban de él a los soberanos según sus intereses. Eran situaciones alentadas por Castilla en algunos casos, porque favorecían su relación con Granada. Varios soberanos reinaron en dos ocasiones distintas y uno, Muhammad IX, lo hizo en cuatro.
Fueron veintitrés los sultanes de Granada. Trece llevaron el nombre de Muhammad, cinco el de Yusuf, dos el de Ismail, uno el de Nasr, otro el de Sa`d y otro el de Abu l-Hasan Ali. Algunos han sido más conocidos por un nombre distinto al que le correspondía oficialmente, siendo los más destacados los de Abu l Hasan Ali, conocido generalmente por Muley Hacén, que corresponde a la expresión árabe mi señor Hasan, y su hijo Muhammad, el tan conocido Boabdil, equivalente a Abu `Abd Allah.
La última guerra civil y el fin del reino
La última guerra civil del Reino nazarí de Granada se desarrolló entre 1482 y 1489. Los protagonistas directos fueron, por un bando, Muley Hacén y su hermano El Zagal, y, por el otro, Boabdil, hijo de Muley Hacen, que en 1482 huyó de Granada y se rebeló contra su padre. Mientras, seguía la lucha contra los Reyes Católicos, al fin los beneficiados de esta situación.
La muerte de Muley Hacén en 1485 hizo que sus partidarios reconocieran como soberano a El Zagal, que, al mismo tiempo que luchaba contra los cristianos, siguió su enfrenamiento con Boabdil. Instalado el primero en la Alhambra y el segundo en el Albacín, por las calles de Granada corrió la sangre de sus habitantes alineados con uno u otro.
No pudiendo mantener los dos frentes, El Zagal se entregó a los Reyes Católicos en 1489, quedando como único soberano Boabdil. La postura de éste fue siempre ambigua. Una política de vasallaje con los Reyes Católicos, que arrancaba de los primeros momentos de su reinado, le llevó a una situación de alianza con ellos, en los que las víctimas fueron los granadinos.
La figura de Boabdil presenta un triste análisis. A lo largo de su reinado participó más activamente en su lucha fratricida que contra los cristianos, y en las contadas ocasiones que lo hizo contra estos siempre fue derrotado. Por sus intereses personales comprometió la suerte de su reino en provecho de los Reyes Católicos, sintiéndose más obligado a cumplir sus pactos con ellos que con los musulmanes de sus tierras, a los que traicionó varias veces. Mal visto por sus contemporáneos, de uno y otro bando, juzgado culpable por los alfaquíes, entregado a voluntades ajenas, los granadinos más motivos tuvieron para reprocharle que para agradecerle. A finales de 1491, a espaldas de los habitantes, pactó con los monarcas cristianos la entrega de la ciudad, que se hizo efectiva el 2 de enero de 1492.
Así terminaba la presencia de territorios musulmanes con dominio efectivo y oficialmente reconocido sobre tierras de la Península.


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