jueves, 30 de agosto de 2018

IBN HAFSUN



Rebelde muladí. Umar b. Hafsun. Turriyilla (Málaga), c. 846-Bobastro, Ardales, (Málaga), 1-II-918. Rebelde muladí contra el emirato de Córdoba. Se trata del más importante de los rebeldes andalusíes contra el emirato de Córdoba, que llegó a enfrentarse con cuatro de ellos desde el inicio de su revuelta en el año 878 hasta su rendición en 916 a Abderramán III.
Esa importancia se refleja en la relativamente abundante información que suministran las fuentes árabes sobre este personaje, si bien algunas noticias han sido puestas en duda por determinados historiadores, al igual que han permitido contradictorias interpretaciones en la historiografía desde el s. XIX.
Entre estas, se encuentran las que lo consideran un héroe nacional, caudillo de la raza española en lucha contra los árabes invasores, hasta las que lo entienden como un bandido con éxito depredador de las clases menesterosas, mientras que últimamente se considera como un ejemplo de la crisis que sufrieron los herederos del protofeudalismo visigodo ante la consolidación del estado islámico.
Según esas fuentes, el origen de su familia se remonta a un comes de época visigoda, un tal Alfonsus, asentado en la zona de la serranía de Ronda, del que se transmite su descendencia directa hasta el biografiado. Se informa también que un miembro de esa genealogía, Ya´far, se islamizó, al añadirle el apodo al Islam, y se trasladó a la zona de los montes de Málaga en tiempos del emir al Hakam I, apareciendo ya el resto de sus descendientes con onomástica árabe.
Otro cambio en la onomástica tuvo lugar con el padre de Umar, Hafs, del que se dice que, ya en el nuevo asentamiento de la familia, se engrandeció, por lo que pasó a denominarse Hafsun, si bien no se tiene constancia clara de en qué consistió ese engrandecimiento, pues las fuentes tan solo aluden a que construyó una iglesia en una almunia que poseía, aunque la familia si debía ostentar un cierto control sobre los hombres, pues en el inicio de la rebeldía de Ibn Hafsun, su tío Mutahir le cedió cuarenta jóvenes, operación que volvió a repetir tras el abandono del ejército cordobés y la instalación definitiva de Umar en Bobastro.
En esta zona tuvo lugar el nacimiento de Ibn Hafsun en la aldea de Turriyilla (Torrecilla), topónimo que alude a una posible residencia aristocrática, cerca de la fortaleza de Awta, que se ha querido identificar con el actual cortijo de Auta (término municipal de Ríogordo, Málaga).
Los primeros datos de su biografía se asemejan a un relato novelesco, pues huido de la justicia por haber asesinado a un convecino, se refugió en lo que será luego el centro de su rebelión, Bobastro, si bien, en busca de mayor seguridad, se trasladó a Tahart, capital de Estado Rustami, en la actual Argelia, donde permaneció un tiempo oculto, hasta que decidió volver al territorio originario debido a la doble coyuntura del temor a ser reconocido y entregado a la justicia y a un relato premonitorio del éxito como rebelde en al Andalus.
La vuelta se produjo en 878, iniciando la rebelión con los jóvenes cedidos por su tío en Bobastro, donde se rodeó de sospechosos y malvados a los que ataría con la promesa del botín, según las fuentes, con los cuales consiguió los primeros objetivos, la ocupación de las fortalezas de AwtaComares y Mijas, en las proximidades.
El inicio de la rebelión coincidió con la revuelta generalizada que se estaba dando en todo el territorio de al Andalus, en la que participaron grupos sociales de los más diverso, como tribus beréberes, importantes linajes árabes y poblaciones autóctonas, tanto cristianas como mozárabes, musulmanas o muladíes, entre los que se encuentra Ibn Hafsun.
El punto en común de esos diversos grupos era su oposición al reforzamiento del estado emiral cordobés, en especial tras las reformas introducidas por Abderramán II, entre las cuales se encontraba una fiscalidad novedosa y homogénea, basada en el Derecho islámico, y que puso fin a los privilegios de diverso tipo que venían gozando desde el momento de la conquista y la instalación de los musulmanes en la Península. 
La diversidad de grupos en liza se manifestó en una multitud de revueltas que, en su momento más álgido, finales del s. IX, tuvieron como consecuencia que el estado emiral solo controlase la ciudad de Córdoba y sus inmediaciones, lo que se tradujo a su vez en la casi desaparición de las acuñaciones monetarias y con ello los ingresos fiscales.
Pero pese a la generalización de las revueltas por todo el territorio, no se observaron uniones o actuaciones conjuntas que obedecieran a motivos étnicos, o religiosos, aunque si se dieron alianzas entre los elementos más diversos, bien duraderas o coyunturales, al igual que enfrentamientos entre unos grupos y otros. En lo que se puede constatar, para el caso de los muladíes, en la evolución de la revuelta de Umar b. Hafsun.
Su primera etapa como rebelde saqueador de caminos y consecución de botín de las poblaciones de los alrededores tuvo su final cuando fue derrotado en 883 por el general del ejército emiral Hashim b. Abd al Aziz, quien le ofreció el perdón a cambio de trasladarse a Córdoba con su gente y alistarse como mercenario en el ejército emiral.
Era esta una práctica que tenía antecedentes en la política del emirato, con el fin de integrar a través del ejército a importantes linajes muladíes, como había sucedido con el rebelde de Mérida Ibn Marwan al-Yilliqi, aunque sin éxito, al igual que sucederá con Ibn Hafsun, pese a haberse distinguido militarmente frente a Pancorbo y contar con el patrocinio del general aludido, pero las diferencias con un oficial del palacio tuvieron como consecuencia el abandono del ejército y su vuelta a Bobastro, para seguir con la rebelión en 885.
En esta nueva etapa, amplió algo más su radio de acción, consiguiendo apoderarse de la vecina ciudad de Archidona y de las fortalezas-refugio que se encontraban entre él y la costa, lo que consiguió, según las fuentes, atrayéndose a la gente por el lado de la concordia.
Dichas fortalezas-refugio respondían a un fenómeno generalizado en todo el Mediterráneo occidental de minúsculos establecimientos campesinos en lo alto de los montes, cuya principal defensa consistía en su ubicación, que comenzaron a implantarse en la Península en la época visigoda y se incrementaron a raíz de la conquista islámica.
Pese a la ausencia de violencia en la ocupación, la situación de rebeldía aumentaba prestando ayuda a los rebeldes árabes Banu Rifa de Alhama de Granada, por lo que se van a repetir los ataques del ejército contra el territorio de Ibn Hafsun, llegando el emir al Mundir a retomar Archidona y a poner cerco a su centro de Bobastro, si bien la muerte del emir en el asedio el año 888 impidió si propósito.
Con el nuevo emir Abdállah, se dio un nuevo intento de atracción, nombrado a Ibn Hafsun cogobernador de la kura (provincia) de Málaga, al igual que hará con el jefe de los árabes rebelados de Elvira (Granada), en clara muestra de debilidad del emirato. Fue la ocasión que aprovechó Ibn Hafsun, tras deshacerse del cogobernador árabe, para conquistar toda la kura, ahora mediante operaciones militares, e iniciar la expansión de su sistema, por muy diversos medios.
Así, atacó a otros rebeldes menores de la zona de Algeciras y Sidonia, aceptando algunos de ellos su autoridad, se alió con los beréberes Banu Jali del occidente malagueño, y consiguió también la alianza de los más importantes linajes muladíes, como Ibn Mastana de la sub-bética cordobesa, e Ibn al Saliya y los Banu Habil en el territorio jienense.
Con ellos consiguió expandirse por el valle del Guadalquivir, es especial desde la plaza fuerte de Poley (Aguilar de la Frontera), conquistando lugares como Écija, Baena, Lucena y llegando con sus algaras hasta la campiña cordobesa y las inmediaciones de la ciudad, donde se atrevió a atacar la tienda de campaña del emir Abdállah, saliendo derrotado en esta ocasión.
También con sus aliados jienenses consiguió conquistar la capital, Jaén, mientras que en Elvira (Granada), donde los habitantes muladíes de la ciudad se enfrentaban a los árabes rebeldes del territorio, obtuvo por un tiempo la ciudad, gracias al apoyo de un sector de sus habitantes, contrarios al perecer de la mayoría.
Dicha expansión se llevó a cabo indiscriminadamente sobre todo tipo de poblaciones de diverso origen y confesionalidad, mediante el uso de la fuerza, de la que existen relatos de especial crueldad, como el sufrido por los pobladores de Baena tras su artera conquista.
Pero la expansión se acompañó de transformaciones en el sistema, pues de una primera fase de bandolerismo y saqueo que implicaba la rebeldía, se pasó a la usurpación de los impuestos ordinarios y, en ocasiones, a imponer multas y requisiciones excesivas, según los cronistas, como en los casos de Jaén y Elvira.
Ello se hizo necesario ante la concentración de población militarizada y jerarquizada en Bobastro, que se transformó en una enorme fortaleza, con alcázares, arrabales, mezquitas e iglesias, modelo de plaza fuerte que se reprodujo en el territorio donde se ubicaban los dependientes de b. Hafsun en fastuosos palacios y admirables mansiones.
Las fuentes expresan claramente la jerarquización de los dependientes de Ibn Hafsun, situándose a su cabeza los propios hijos del rebelde, pero destacándose de entre los dependientes los importantes y notables, un número limitado de personajes, entre los que se encontraban un obispo, mercenarios, rebeldes menores englobados, y algunos que lo consiguieron por méritos militares en una especie de promoción interna.
Para mantener este complejo sistema, se buscaron legitimidades y alianzas externas, como el intento de ser reconocido por el califa abbasí a través de los príncipes aglabíes de al Qayrawan, contactos con un príncipe Idrisí de Marruecos, o, dentro de la Península, la búsqueda de apoyos, sin éxito, del gran linaje muladí de los Banu Qasi del valle del Ebro, o del propio Alfonso III de Asturias, aunque si conseguiría la alianza y el apoyo con hombres y dinero de los Banu Hayyay, árabes rebeldes de Sevilla, al igual que reconoció al recién proclamado califato fatimí en Túnez en el año 910, por lo que en la mezquitas de Bobastro se dictaron prédicas si´íes, y ello pese a que desde el año 899 Umar b. Hafsun había renegado del Islam y adoptado el cristianismo de sus ancestros.
Sin embargo, las alianzas y legitimidades no iban a permitir la expansión de b. Hafsun, quien sufrió una estrepitosa derrota en Poley ante el ejército emiral en el año 891, advirtiéndose con el cambio de siglo un giro en la situación, ahora favorable para el estado cordobés, e iniciándose con la llegada al poder del emir Abderramán III en 912, una lucha sistemática contra todo tipo de rebeldes.
En efecto, recién llegado al poder organizó las campañas sucesivas de Algeciras, con las que obtuvo todo el territorio gaditano, y la llamada de Monteleón, en la que consiguió la rendición de los rebeldes muladíes de la zona de Jaén y de los árabes de Elvira, con lo que el territorio de Ibn Hafsun quedó aislado de sus más importantes aliados.
En los años siguientes se inició el cerco de Bobastro con la construcción de varias fortalezas a su alrededor, lo que trajo consigo la división de sus ocupantes, apareciendo una sección partidaria de pedir la paz encabezada por el obispo Ibn Masqim, quienes consiguieron convencer a Ibn Hafsun, el cual envió cartas en tal sentido al emir, asentándose las paces en el año 916, situación que se mantuvo hasta que murió en total lealtad y rectitud, al decir de las fuentes, dos años después, lealtad que se manifestó al combatir con el ejército emiral a su propio hijo Sulayman, rebelde en la fortaleza de Úbeda.
El pacto fue bastante generoso, pues, además de los intercambios de regalos en los que se mostró la munificencia del emir, este le permitió la conservación con carácter hereditario, de un total de ciento sesenta y dos fortalezas de su territorio.
Sin embargo, los hijos de Ibn Hafsun mantuvieron la rebeldía en Bobastro durante diez años más, donde se sucedieron en un ambiente de rivalidades cada vez más enrarecido, hasta la rendición final del último de ellos, Hafs, ante el Ejército sitiador en 928, poniendo fin a la más importante revuelta contra el emirato de treinta años de duración.
Ese mismo año Abderramán III se presentó en Bobastro y, tras mandar destruir las fortificaciones y la mezquita mayor, porque en ella se habían lanzado proclamas si´íes, ordenó abrir las sepulturas de Umar y de su hijo Yafar, decidiendo exhumar los cadáveres al observar que estaban enterrados según el rito cristiano, y trasladarlos a Córdoba, donde fueron colocados en sendas cruces, hasta que una riada los hizo desaparecer.
Al año siguiente de la conquista de Bobastro, Abderramán III decidió autoproclamarse califa, adoptando el título que habían llevado sus antecesores en Oriente, y, si bien no se puede establecer una relación directa entre ambos hechos, puesto que la causa fundamental fue la rivalidad con el recién creado califato fatimí en el Magreb, la victoria sobre los hafsuníes significaba el inicio de la pacificación definitiva de al Andalus.
Esta se llevó a cabo mediante la combinación de dos procedimientos, pues, por una parte, los cabecillas de los rebeldes fueron ejecutados o llevados a Córdoba, como sucedió con el último de los hijos de Umar, mientras que al común de la población se le obligó a bajar al llano y vivir en las alquerías, tras la destrucción de la mayoría de las fortalezas en que se habían instalado durante la revuelta, iniciándose así el siglo más pacífico en la historia de al Andalus.
ACIÉN ALMANSA, Manuel, Diccionario Biográfico Español, Real Academia de la Historia, 2010, Vol XXVI, págs. 790-793.

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