LAS
FUNCIONES DE LA PROMESA EN EL ABENCERRAJE
DULCE MARÍA GARCÍA The City
College of the City University of New York
Las obligaciones morales y
sociales generadas por las promesas han sido prácticamente ignoradas por las
teorías críticas a pesar de que pueden desempeñar varias funciones importantes
en la construcción de una obra literaria. La promesa, además de servir como un
versátil y eficaz recurso para crear y mantener el interés del lector, puede
construir ironías, promover argumentos, poner a los personajes a prueba y abrir
campos temáticos1. Basta una lectura rápida de El Abencerraje para notar la
cantidad de promesas que hacen sus personajes, sobre todo si se considera la
brevedad del relato. Las situaciones, acciones y reacciones que producen la energía
dramática en la historia son promesas o son impelidas por promesas. De hecho,
en la duración completa de la novela todos los personajes están, en su momento,
comprometidos por su palabra o esperando el cumplimiento de la palabra de otro.
El predominio de la promesa en El Abencerraje invita a mirar más de cerca esta
acción discursiva en la novela. Es mi propósito en este trabajo examinar los
distintos aspectos de las promesas que hacen los personajes en El Abencerraje y
describir su funcionalidad técnica y temática. Primero me aproximaré a la
promesa desde la perspectiva de la pragmática con el fin de definirla como una
acción verbal, luego describiré brevemente los contextos históricos en los que
se sitúa el argumento de la novela y en el que se produce la obra, después me
ocuparé de las funciones técnicas de la promesa en El Abencerraje y, por
último, examinaré las implicaciones éticas y sociales de la promesa en la
novela.
LA PROMESA: DEFINICIÓN Y
CONSIDERACIONES TEÓRICAS La promesa ha sido uno de los actos de habla más
estudiados por John Austin, quien, junto a John Searle y sus discípulos,
revolucionaron el campo
1 William Kerrigan explora
las posibilidades literarias de la promesa en el prefacio y el primer capítulo
de Shakespeare’s Promises, Baltimore, The Johns Hopkins Univ. Press, 1999.
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De la pragmática al formular
y perfeccionar la Teoría de los Actos de Habla (TAH) durante la década de los
sesenta. Esta teoría de la comunicación, el marco teórico de este trabajo,
concibe el habla como un tipo de acción y de relación interpersonal, y el
significado como una función del contexto comunicativo. Con el término promesa
me referiré a cualquier locución que genere un sentido de obligación en el
hablante de llevar a cabo una acción en el futuro que corresponda con los
intereses del oyente, ya utilice el verbo per formativo prometo (promesa
explícita) o no (promesa implícita), o se manifieste en tratados, acuerdos,
votos o juramentos2. La promesa es uno de los actos de habla más complejos e
interesantes desde el punto de vista de la pragmática y ha sido el foco de un
diálogo continuo en la filosofía del lenguaje que incluye a los pensadores
Hobbes, Locke, Hume, Godwin, Kant y Nietzche. Aunque las ideas sobre la
naturaleza y las implicaciones sociales de la promesa presentan algunas
variaciones, la mayoría de los teóricos del campo de la pragmática coincide en
clasificarla como un tipo de acción verbal que expresa la intención del hablante
de hacer algo junto con la convicción de que, por meo de esta expresión, está
obligado a hacerlo3. Prometer es un acto compromisorio en el que el hablante
también aspira a que el oyente espere —y se sienta con el derecho de esperar—
que lo haga; es decir, que cumpla su palabra. Por esta razón la promesa es un
acto que “ata” al hablante y al oyente. Esta “atadura” es el elemento cohesivo
que, como veremos, cimienta las relaciones interpersonales más importantes en
El Abencerraje. La propiedad de la promesa, que constituye el eje alrededor del
cual giran la temática y la ejemplaridad de El Abencerraje, es, por otro lado,
su institucionalidad. Prometer, según Searle, es un acto determinado en un
sentido institucional; es un ritual público por el que se contrae una
obligación. El acto de prometer, para Searle, depende de lo que él llama la
intencionalidad colectiva, puesto que el significado social de la promesa es
determinado por reglas constitutivas, las cuales son creadas e impuestas por
una comunidad. Esto es importante al analizar la promesa en El Abencerraje,
pues en el texto se representan dos comunidades, dos colectividades con sus
propias reglas sociales, políticas y religiosas, las cuales determinan en gran
medida el grado de obligación privada y pública contenido en la promesa.
2 La definición clásica de
la promesa puede encontrarse en el trabajo de John Searle, Speech Acts. An
Essay in the Philosophy of Language, Cambridge, Cambridge Univ. Press, 1969,
págs. 54-62. 3 En cuanto a la relación de la promesa con el sentido de
obligación que la genera y que es generado por ésta, véanse los ensayos de A.
I. Melden, «On Promising», Mind, 65, 1956, págs. 49-66.
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La promesa, como afirma
Paolo Di Lucia4, es un acto universal (en el sentido de que existe en todas las
culturas) y a través de la historia ha sido codificada, legalizada,
sexualizada, ritualizada y teologizada. Dice Kerrigan:
Promises crisscross every
life in every society in every historical periodeven to the depths of
unrecorded time. Promising is too close to us to be in every instance a
full-fledge theme. It is impossible to imagine any kind of moral life without
obligations, and impossible to imagine obligations without types of promises5.
Es difícil, pues, imaginar el mantenimiento funcional de cualquier tipo de
comunidad sin la promesa en todas sus manifestaciones. Esto también significa
que el valor ético, social, político, legal o religioso que se le otorga a la
palabra dada varía sincrónica y diacrónicamente según la convención que Marie
Louise Pratt define como “the intentions, attitudes and expectations of the
participants, the relationship existing between participants, and generally, the
unspoken rules that are understood to be in play when an utterance is made and
received”6. Prometer es, por tanto, una práctica gobernada por reglas que
definen la fórmula convencional como aquello que hace que la promesa sea una
promesa. La promesa es un componente básico en los sistemas políticos, en las
congregaciones religiosas, en las gestiones económicas, y a través de la
historia, como indica Walter Burket, la palabra dada ha sido “the one place
where religion, morality, and law definitively met”7. Por esta razón,
principalmente, el estudio de la promesa en El Abencerraje resulta tan
interesante y, como intentaré demostrar, tan importante en el mensaje ejemplar
que ofrece el texto; un texto que se escribe en el s. XVI —y por un autor (o
autores) con ideas bastante avanzadas para su época—, cuya acción se sitúa en
la frontera hispanoárabe de finales del XV, y que trata dos convenciones
diferentes; dos congregaciones religiosas, étnicas, culturales y, en lo
político, enemigas.
CONTEXTO: PROMESAS HISTÓRICAS
George Shepley, centrándose
en el contexto de la producción del texto, considera que El Abencerraje, a
través de la idealización del musulmán, tiene como propósito dignificar las
minorías religiosas perseguidas por la comunidad
4 L’universale della promessa,
Milano, Giuffrè, 1997. 5 Op. cit., pág. 7. 6 Towards a Speech Act Theory of
Literary Discourse, Bloomington, Indiana Univ. Press, 1977, pág. 86. 7 Creation
of the Sacred: Traces of Biology in Early Religion, Cambridge, Harvard Univ.
Press, 1996, pág. 169.
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Dominante. Francisco López
Estrada, en el Prólogo de su edición de El Abencerraje, asevera que la novela
promueve un espíritu de tolerancia y de paz entre la cristiandad oficial y los
moriscos en el s. XVI8. Según los críticos que defienden la autoría conversa,
esta propuesta de paz y conciliación se extiende a los judíos y conversos. Por
otro lado, según Claudio Guillén, El Abencerraje representa los conflictos
religiosos del XVI mediante contradicciones “silenciosas” que resultan de la
superposición de una visión de confianza mutua y de unidad sobre el trasfondo
histórico de animosidad entre musulmanes y cristianos del siglo anterior9. En
todo caso, el agendum político que subyace a manera de sustrato en El
Abencerraje claramente llama a la civilidad y a la tolerancia entre la
cristiandad oficial y las minorías religiosas. El valor de la palabra dada,
como veremos, es clave en la implementación y el mantenimiento de la respetabilidad
entre los personajes cristianos y musulmanes, lo que se extiende, en el plano
metafórico, a la propuesta que ofrece la novela ante una realidad social cada
vez más insoportable para las minorías religiosas en España. El argumento de El
Abencerraje se sitúa en este contexto social sometido a intensas tensiones
entre los musulmanes granadinos y los cristianos de la frontera durante el
siglo XV. La historiadora Ana Corbalán Vélez dice que “a pesar de las
relaciones culturales, no existió ningún tipo de acercamiento y tolerancia
religiosa entre estas dos culturas, sino todo lo contrario: ambas comunidades
vivían en universos totalmente separados y consideraban a la otra de rango
inferior”10. El alejamiento entre los musulmanes, judíos y cristianos se incrementó
notablemente durante el siglo XV en la península. Fue entonces cuando las
relaciones en la frontera hispanoárabe llegaron a la cúspide de la animosidad
mutua. Las rivalidades políticas y religiosas, así como el deterioro continuo
de sus relaciones circunscritas por un ambiente de intolerancia, convirtieron
la frontera en un espacio donde, según Benjamín Campel, existía una fuerte
desconfianza e incluso se envidiaba el uno al otro en una constante competencia
que a menudo se tornaba en odio11. La desconfianza entre la Corona y los
musulmanes fue intensificándose con las promesas que los Reyes Católicos les
hicieran durante los años que
8 «La obra literaria como
monumento histórico: El caso de El Abencerraje», Journal of Hispanic Philology,
2, 1978, págs. 103-20. 9 «Individuo y ejemplaridad en El Abencerraje», en
Collected Studies in Honour of Américo Castro’s 80th Year, Oxford, Lincombe
Lodge Research Library, 1965, págs. 178-182. 10 «Aproximación a la imagen del
musulmán en la España medieval», 2003, C.E.M.A. (Centro de Estudios Moriscos de
Andalucía). <http://www.alyamiah.com/cema>. 11 «Jews, Christians, and
Muslims in Medieval Iberia: Convivencia through the Eyes of Sephardic Jews», en
Convivencia: Jews, Muslims, and Christians in Medieval Spain, Vivian Mann,
Thomas Glick, y Jerrilynn Dodds, eds., New York, George Braziller, 1992, pág
11.
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Precedieron a la invasión de
Granada. Estas promesas, incumplidas repetidamente, condujeron a varias
revueltas de los musulmanes, que fueron utilizadas como casus belli por la
Corona para invadir la capital granadina. A la rendición de Boabdil, el último
rey musulmán de Granada, le precedió un tratado en el que la Corona garantizaba
para siempre a los musulmanes su libertad jurídica económica y religiosa. Sin
embargo, este tratado resultaría ser un pedazo de papel sin valor. Como éstas,
hubo otras promesas de los Reyes Católicos que ofrecían garantías a los
musulmanes y que tampoco se cumplieron. La marginación social y la
discriminación “legal” hacia los moriscos, así como hacia los conversos, fue
empeorando sustancialmente durante y pasado el siglo XVI, cuando se escribe El
Abencerraje12. Las restricciones y obligaciones impuestas por la Corona para
las minorías religiosas eran cada vez más estrictas y la discriminación de la
cristiandad oficial, cada vez más intolerable. Como es de esperar, las
circunstancias entre musulmanes y cristianos en la frontera de Granada a finales
del XV, los repetidos incumplimientos de su palabra por parte de los Reyes
Católicos para con los moriscos granadinos (antes y después de la invasión) y
la terrible situación en que se encuentran las minorías religiosas en la España
del XVI hacen bastante improbable que los miembros de una de las dos
comunidades, como individuos y como colectividad, honraran la palabra del otro.
Sus respectivas convenciones colectivas no los obligaban13. Esta enemistad y
rivalidad históricas entre ambos grupos en la frontera se establece de
inmediato en la novela, lo que servirá como trasfondo para hacer más visible —y
más trascendental— el inusual intercambio promisorio entre los personajes
musulmanes y los cristianos. En los primeros párrafos del relato dice el narrador
principal que Don Rodrigo de Narváez, “peleando contra moros hizo cosas de
mucho esfuerzo: y
12 Véase al respecto En la
frontera de Granada. Homenaje al Profesor Carriazo, vol. I, Sevilla, Facultad
de Filosofía y Letras, 1971; Barrios Aguilera, Granada morisca, la convivencia
negada. Granada, Comares, 2002; la colección de artículos de María de la
Soledad Carrasco Urgoiti, Los moriscos y Ginés Pérez de Hita, Bellaterra,
Alborán, 2006 y L.P. Harvey, «The Political, Social, and Cultural History of
the Moriscos», en The Legacy of Muslim Spain, Salma Khadra Jayyusi, ed., 2
vols., Leiden, Brill, 1993, vol. I, págs. 201-234. 13 Véanse los estudios
editados por Mark Meyerson y Edward English sobre las interacciones entre las
minorías religiosas y el cristianismo oficial durante la España del XV y XVI:
Christians, Muslims, and Jews in Medieval and Early Modern Spain: Interaction
and Cultural Change, Notre Dame, IN, Univ. of Notre Dame Press, 1999. También
son indispensables los estudios de Mercedes García-Arenal, Los Moriscos,
Madrid, Editora Nacional, 1975; Francisco Fernández Villanueva, El problema
morisco (desde otras laderas), Madrid, Libertarias, 1991; y Antonio Domínguez
Ortiz y Bernard Vincent, Historia de los moriscos: vida y tragedia de una
minoría, Madrid, Alianza, 1985. La historiadora Ana Echevarría en Fortress of
Faith: The Attitude Towards Muslims in Fifteenth Century Spain, Leiden, Brill,
1999, examina varios tratados entre musulmanes y cristianos.
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Particularmente en aquella
empresa, y guerra de Antequera hizo hechos dignos de perpetua memoria [...]”14.
De Don Rodrigo y sus escuderos, dice “y así no dejaban de ofender a sus
enemigos, y defenderse de ellos, y en todas las escaramuzas que entraban salían
vencedores, en lo qual ganaban honra y provecho, de que andaban siempre ricos”
(pág. 133). Don Rodrigo les dice a sus escuderos: “Parésceme (si os paresce)
pues la claridad y seguridad de la noche nos convida, que será bien dar a
entender a nuestros enemigos, que los valedores de Alora no duermen [...]”
(ibíd.). El establecimiento de la enemistad histórica entre cristianos y
musulmanes por parte del narrador principal al inicio del relato es
artísticamente necesario. De no haberlo hecho, las interacciones promisorias
entre Abindarráez y Don Rodrigo carecerían de singularidad ejemplar. El
comportamiento promisorio entre el joven y el capitán, como veremos, representa
un tipo de conducta contraria a la práctica entre musulmanes y cristianos del
XV; una conducta que se hace cada vez más distante del mainstream social,
cultural y político, inclusive dentro de la cristiandad oficial del XVI15. De
hecho, ya para el siglo XV comienza a quebrarse la conexión en la mente
cultural de la cristiandad oficial entre la palabra dada, el honor y la ley.
Las razones son varias, pero las tres principales son la disolución del ethos
de la caballería, el desplazamiento de la cultura oral por la escrita (sobre
todo al tratarse del documento y la firma) y el emergente capitalismo16. Es
imprescindible tomar estos datos en cuenta al examinar el papel de la promesa
en El Abencerraje, en particular al tratar de la conexión entre ésta y la
temática y ejemplaridad de la obra. La frecuencia con que aparece la promesa en
El Abencerraje, la cantidad de promesas que hacen los personajes y, sobre todo,
los efectos que producen estas promesas en los hablantes, en los oyentes, en
otros personajes, y en sus circunstancias, no sólo evidencian que la novela es
un texto preocupado por el aspecto social y cultural del discurso, sino que
también tematiza y dramatiza las implicaciones éticas y políticas de la palabra
dada. Antes de presentar este análisis, describiré las funciones técnicas de la
promesa en la novela.
14 El Abencerraje (Novela y
romancero). Edición de la versión Inventario [1556] e introducción de Francisco
López Estrada, Madrid, Cátedra, 1997, pág. 131. Todas las citas del texto
provienen de esta edición, a no ser que indique otra fuente. 15 Durante el
Medioevo, la fidelidad a la palabra dada se valoraba como eje de la vida en
común y los contratos orales incluso se preferían a los escritos. 16 Varios
escritores del Siglo de Oro, incluyendo a Lope de Vega, Calderón y, sobre todo,
a Cervantes, denuncian en su obra el que se haya perdido el respeto a la
palabra dada.
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TEXTO: LA PROMESA COMO
RECURSO TÉCNICO EN EL ABENCERRAJE Además de tratar los aspectos convencionales
(socioculturales) e intencionales (morales) de la promesa, a lo que regresaré
más tarde, El Abencerraje aprovecha óptimamente sus posibilidades técnicas y su
funcionalidad dramática. Comencemos por la importancia que los personajes y
narradores dan a la promesa en las descripciones de lo que hacen los demás.
Abindarráez, al contarle a Don Rodrigo que esa mañana Jarifa había mandado a su
criada por él, se asegura de decirle que su “señora [l]e cumplió su palabra”
(pág. 148). Luego, en el momento del encuentro entre los amantes, Jarifa le
recuerda a Abindarráez “en qué manera cumplen las captivas de amor sus
palabras” (pág. 151). Lo primero que le dice Abindarráez a Don Rodrigo es:
“mira si te cumplo bien mi palabra” (pág. 158). Los personajes se aseguran de
destacar que las situaciones en que se encuentran en determinados momentos, o
las acciones que llevan a cabo, constituyen el cumplimiento de una promesa.
Esto hace que se incremente el valor moral de estas acciones ante los demás
personajes y ante el lector. El hecho de que los personajes les recuerden a los
demás que están cumpliendo alguna promesa, por otro lado, hace que se
establezca un diálogo entre el presente de la acción (el cumplimiento de la
promesa) y el pasado (la acción de pronunciarla). Las promesas permiten estos
movimientos pendulares del tiempo que contribuyen significativamente a la
unidad temporal de la novela (los tiempos transcurridos en la trama se
interconectan), además de proporcionarle una considerable fuerza dramática. Es
claro que el autor de El Abencerraje utiliza óptimamente la promesa para crear
suspense. La promesa es un acto verbal que de por sí crea expectativa, por lo
que se convierte, en su uso literario, en un mecanismo que genera tensión
dramática por varios motivos. De éstos el principal es su bitemporalidad. Se
crea suspense mediante el uso de una acción verbal que comprende generalmente
dos acciones: la de prometer y la de cumplir o no cumplir lo prometido; por lo
tanto, la promesa encierra los tiempos presente y futuro (desde la perspectiva
temporal de su pronunciación) o los tiempos presente y pasado (desde la
perspectiva temporal del [in]cumplimiento de la promesa). La promesa es un acto
verbal que tiene la propiedad de permanecer aún después de pronunciarse, y lo
hará hasta el momento en que se cumpla o no se cumpla. Esto implica que —en
palabras de Paul de Man—, “all promises and social contracts perform a
metalepsis by which they —el emisor y el receptor de la promesa— illegitimately
find themselves on a future situation that does not yet exist”17. El tiempo que
transcurre entre la pronunciación de la promesa
17 Allegories of Reading:
Figural Language in Rousseau, Nietzsche, Rilke, and Proust, New Haven, Yale
Univ. Press, 1979, pág. 273.
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y el momento de cumplirla se
llena, pues, de una considerable dosis de energía dramática, lo que intensifica
la tensión en el relato. Por esto surge la expectativa; porque algo en el
futuro —potencialmente— se alterará u ocurrirá como efecto de la pronunciación
de unas palabras en el presente. En suma, la promesa en El Abencerraje tiene el
poder de transportar al hablante, a su interlocutor, a los demás personajes y
al lector del presente (prometer) al futuro ([in]cumplimiento), y después del
presente ([in]cumplimiento) de nuevo al pasado (la pronunciación de la
promesa). Además de producir suspense, la promesa ejerce otra función técnica
en la novela que, en mi opinión, es la más importante. Esta función es su
aspecto performativo. Marchese y Forrandellas definen el acto performativo como
“el enunciado que describe una acción del hablante en el mismo acto de habla.
Así una frase que comience por «Te prometo que» es performativa ya que al
emplearla se cumple el acto de prometer”18. Si una función del lenguaje es
informar, significar, la otra es la de actuar por medio de las palabras. La
performatividad se refiere al uso de la palabra como forma de acción que
produce o transforma situaciones y que tiene implicaciones sociales. La TAH se
basa en la premisa de que hablar o efectuar una enunciación es actuar (decir
algo es hacer algo). Prometer es hacer una promesa. Prometer es hacer algo, se
cumpla o no la promesa. La promesa tiene efectos en el hablante, en el oyente,
en otros y en la realidad; es una locución que tiene el potencial de alterar el
mundo. Como veremos, en El Abencerraje las promesas que se hacen los personajes
transforman sus circunstancias. El aspecto performativo del discurso muestra
que el uso de la lengua, además de constituir un acto específico, es un
componente crucial de la interacción social19. La promesa aparece en la novela
como un tipo de acción que a su vez genera otros tipos de acción: prometer
(pronunciar una promesa es hacer una promesa) que se hará o se dejará de hacer
algo en el futuro. Estos dos tipos de acción (las promesas y la acción de
[in]cumplirlas), como veremos, edifican la trama de El Abencerraje. Por otra
parte, las acciones más admirables (más admiradas por el narrador y los
personajes desde la perspectiva moral) son promesas y sus cumplimientos. La
historia ocurre y transcurre directa e indirectamente en virtud de las promesas
que se hacen los personajes. Ésta es la dimensión performativa de la promesa,
que el autor ha escogido para construir el argumento de El Abencerraje. La
estructura argumental de la novela se asienta sobre las dos promesas más
importantes que hace Abindarráez: 1) la promesa de amor (casarse con Jarifa) y
2) la promesa de guerra (entregarse a su enemigo captor). De hecho, la
18 Diccionario de retórica,
crítica y terminología Literaria, Barcelona, Ariel, 1991, pág. 314. 19 John
Searle, «How Performatives Work», Linguistics and Philosophy, 12, 1989, págs.
535-558.
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novela trata sobre estas dos
promesas del musulmán. El siguiente esquema permitirá que visualicemos la
importancia de las promesas del Abencerraje en la disposición estructural de la
obra20:
Durante el tiempo que
transcurre entre la pronunciación y el cumplimiento de estas dos promesas se
lleva a cabo otra serie de promesas que van tejiendo el relato. Además de
efectuar el acto de prometer, todos los personajes, en determinados momentos,
actúan obligados por su palabra; es decir, lo que hacen, lo hacen porque lo han
prometido. Veamos aquí las promesas más importantes que se hacen en la novela.
Señalo aquí cómo las promesas van quedando dentro de otra u otras:
• Abindarráez y Jarifa se
prometen matrimonio. • Jarifa promete a Abindarráez que mandará a buscarlo. •
Jarifa cumple su promesa a Abindarráez de mandar a buscarlo. • Abindarráez:
rumbo a cumplir su promesa de matrimonio. • Don Rodrigo promete a Abindarráez
que lo ayudará. • Abindarráez promete a Rodrigo que se entregará en tres días.
• Abindarráez cumple su promesa a Jarifa. • Jarifa y Abindarráez se casan = se
prometen fidelidad sexual.
20 Para un esquema
alternativo, véase el artículo de Pedro R. León, «‘Cortesía’, clave del
equilibrio estructural y temático en El Abencerraje», Romanische Forschungen,
86, 1974, págs. 255-64. A mi modo de ver, la cortesía en la novela está
inscrita en las promesas que intercambian Abindarráez y Don Rodrigo. 21 La
transcodificación de los vocablos “vencido” y “cautivo” del amor a la guerra, y
viceversa, funciona aquí como un vínculo que une, de hecho, funde, las dos
partes de la trama, que a su vez representan las dos facetas de un caballero
literario. Tras haber consumado su matrimonio, Abindarráez le dice a su esposa:
“De suerte, señora, que vuestro captivo lo es también del alcalde de Álora”.
Para Israel Burshatin “vencer” en la amistad y en la guerra funciona como una
metáfora constante en la obra en cuanto a la relación amistosa que se establece
entre el musulmán y el cristiano, mientras propone que esta relación es de
“domesticador” (Don Rodrigo = la cristiandad oficial) y “domesticado”
(Abindarráez = la población morisca).Véase «Power, Discourse, and Metaphor in
the Abencerraje», Modern Language Notes, 99, 1984, págs. 195-213.
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• Abindarráez recuerda y
comunica a Jarifa su promesa a Rodrigo. • Jarifa le promete a Abindarráez la
hacienda de su padre para pagar el rescate. • Jarifa promete a Abindarráez
entregarse con él. • Jarifa y Abindarráez: rumbo a cumplir la promesa a
Rodrigo. • El caminante promete implícitamente que les contará a la pareja la
historia que mejor ejemplifica la virtud de Rodrigo. • Mujer cristiana rompe la
promesa matrimonial al prometerle amor eterno a Don Rodrigo. • Rodrigo se
promete a sí mismo (y al marido de la dama) no deshonrarlo. • Abindarráez y
Jarifa cumplen su promesa a Rodrigo: llegan a Álora y se entregan. • Rodrigo
promete curar las heridas de Abindarráez. • Rodrigo promete ayudar a
Abindarráez y a Jarifa: interceder por ellos con el padre de Jarifa. • Rodrigo
cumple su promesa a Abindarráez y a Jarifa: logra que el padre los perdone. •
Rodrigo promete amistad eterna y hacer de su casa, de ahí en adelante, la de la
pareja musulmana.
Además de constituir el
motor de la trama, la promesa, necesaria para cualquier tipo de sociabilidad,
es un factor determinante en la construcción de la caracterización y de las
relaciones interpersonales en El Abencerraje. De hecho, la relación clave
(Abindarráez-Rodrigo) se fundamenta en las promesas que se hacen el uno al
otro, particularmente 1) la promesa de Rodrigo de ayudar al moro (ofreciéndole
la oportunidad de prometer que se entregará a los tres días) y 2) la promesa
que le hace Abindarráez a Rodrigo de entregarse.
RELACIONES PROMETIDAS:
ASPECTOS SOCIALES Y PSICOLÓGICOS DE LA PROMESA A pesar de las diferencias
constitutivas y convencionales que dictan el comportamiento promisorio, el
valor que se le otorga a la palabra dada, y el grado de obligación pública y
privada que este valor representa tanto para el que promete como para el que
recibe la promesa, los personajes en El Abencerraje hacen promesas afortunadas
que sobrepasan las expectativas pragmáticas (comunicativas y situacionales) del
lector y los demás personajes. Según Austin22, una promesa no puede ser cierta
o falsa, sino afortunada (felicitous) o infortunada (infelicitous). Para que
una promesa sea afortunada
22 John Austin, How to Do
Things with Words, J. O. Urmson y Marina Sbisa, ed., 2ª ed., Cambridge, Mass,
Harvard Univ. Press, 1975, págs. 26-36.
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(válida, satisfecha,
exitosa) tiene que cumplir con varias condiciones. Searle las explica de la
siguiente manera: 1) el hablante tiene que ser sincero (al pronunciar la
locución que constituye la promesa; debe tener la intención de cumplir su
palabra y debe estar convencido de que tiene la habilidad para hacerlo); 2) el
oyente tiene que reconocer la promesa como tal y aceptarla; 3) el oyente debe
creer en la intención del hablante de cumplirla y en su capacidad de hacerlo;
4) ambos deben compartir la “convención” o las tácitas reglas culturales y
subculturales (i.e. la caballería) que dictan la carga moral, religiosa y
social que conlleva toda promesa, lo cual está directamente relacionado con el
sentido de obligación que siente el que promete; 5) el hablante tiene que
cumplir lo prometido; y 6) la promesa también hace que el oyente (a quien se le
promete) se sienta con el derecho de albergar la expectativa de que el hablante
haga lo prometido. Una promesa se lleva a cabo al pronunciarla, se cumpla o no.
Pero sólo cumpliendo con estos requisitos una promesa dada puede considerarse
afortunada23. Las relaciones amorosas y amistosas en El Abencerraje van
desarrollándose y profundizándose mediante promesas y se sellan por medio de
ellas. Desde el comienzo del relato las promesas aparecen como pruebas (de
virilidad, de moral, de amor, de fidelidad, de honor...) por las que pasa el
Otro o uno mismo, pero siempre “atado” —a través de la palabra dada— a alguien
más, usualmente al oyente o el beneficiario de la promesa. Desde el inicio de
la historia, aunque al lector se entera después, Abindarráez está ligado por
una promesa; está (com)prometido con Jarifa, quien le había dicho:
Irás donde yo estuviere y
allí yo te daré lo que solamente llevo conmigo, debajo de nombre de esposo, que
de otra suerte ni tu lealtad ni mi ser lo consentirían, que todo lo demás
muchos días ha que es tuyo (pág. 167).
Abindarráez acepta
complacido y, tras comprometerse a casarse con su dama (de esto también nos
enteramos más tarde), la joven musulmana parte con su padre rumbo a Coín. Es
significativo el impacto afectivo que producen en Abindarráez estas palabras de
Jarifa, como él mismo reconoce: “Con esta promesa mi corazón se sosegó algo y
beséla las manos por la merced que me prometía” (pág. 147). Esta promesa,
además de ser objeto en sí de deseo, constituye una garantía (subordinada
siempre a la Fortuna o a las acciones de otro) de un deseo futuro. Durante el
tiempo en que permanecen separados los amantes, es esta promesa, según
Abindarráez, lo único que tiene el poder de mantenerlo con fuerza para vivir, a
la vez que intensifica su ansiedad y desesperación:
23 Op. cit., 1969, pág. 62.
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Verdad es, que la esperanza
que me dio de llamarme [su promesa], me sostenía: y con ella engañaba parte de
mis trabajos, aunque algunas veces de verla alargar tanto me causaba mayor
pena, y holgara que me dejara del todo desesperado: porque la desesperación
fatiga hasta que se tiene por cierta, y la esperanza hasta que se cumple el
deseo (pág. 148)24. Las promesas, además de desempeñar su función pragmática en
el texto, también influyen en los conocimientos, acciones y emociones de los
receptores. Samuel Hayakawa afirma que el poder afectivo “embebido” en toda
promesa es un factor determinante en las importantes implicaciones sociales de
este acto verbal25. El subproducto psicoafectivo de las promesas pronunciadas
en El Abencerraje se manifiesta de diferentes maneras. Las promesas
intercambiadas en la novela tienen el poder de conmover, alegrar, entristecer,
sostener, dar fuerza, aumentar y refrenar el deseo, sorprender, causar
admiración, y sentir y expresar agradecimiento. Todo esto es esencial en la
construcción de la caracterización en la novela. En el caso de Abindarráez, la
promesa de Jarifa produce en él fuertes efectos emotivos porque de alguna
manera le garantiza que su dolor no durará para siempre, restándole así
incertidumbre a su futuro; pero, al mismo tiempo, la anticipación provocada por
la promesa de su dama hace que incremente, como él dice, su dolor y su deseo26.
Jarifa cumple su promesa de enviar por él. Dice Abindarráez: “Quiso mi ventura,
que esta mañana mi señora me cumplió su palabra, embiándome a llamar con una
criada suya [...] Yo resuscitado con esta buena nueva apercebime” (pág. 148).
El feliz Abindarráez se encamina hacia Coín cuando lo sorprenden Don Rodrigo y
sus hombres. La escaramuza, aparentemente, va a impedir que el joven musulmán
cumpla su palabra de reunirse con su dama para casarse. Pero es precisamente
otra promesa lo que le permite a Abindarráez cumplir la primera. Una vez
“vencido” por Don Rodrigo, a petición de éste y bajo la promesa de ayudarlo
(“fialde de mí, que yo os prometo como hijodalgo de hazer por remediarle lo que
en mí fuere”, pág. 138), Abindarráez le cuenta su historia. Pero antes, el
narrador principal se encarga de describir la sorpresa del joven moro ante la
promesa del capitán cristiano: “¿Cómo os llamáis caballero que tanto
sentimiento mostráis de mi mal?” (pág. 139), le pregunta sobrecogido por lo
inusitado de recibir una promesa del enemigo captor.
24 Todos los subrayados de
El Abencerraje son míos. 25 Language in Thought and Action, New York, Harcourt,
1990, pág. 67. 26 La psicología de la promesa ha sido muy poco estudiada.
Kerrigan propone la idea de que las promesas encierran ciertos beneficios
psíquicos, el mayor de los cuales es que éstas “supply a local and a focus for
general or free-floating anxiety […]”. Y añade: “[t]here must also be a certain
relief in being bound by a promise. Behavior gains a structure. The worry of
self-invention lessens”. Por otro lado, nos dice: “But anxiety will never be
entirely pacified. Meant to quell anxiety, promises create a new anxiety of
their own —the fear or suspicion that they will be broken”.
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PROMESA EN EL ABENCERRAJE
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Como señala Hayakawa, las
connotaciones afectivas de los actos de habla como la promesa añaden una
compleja dimensión a cualquier indagación que trate de grupos religiosos,
raciales, nacionales y políticos27. Las reacciones afectivas son
particularmente importantes en el caso de las promesas intercambiadas entre Don
Rodrigo y Abindarráez puesto que éstas rompen con las expectativas de ellos
mismos, del resto de los personajes y, sin duda, del lector de la época. Ambos
saben que no tienen que honrar la palabra del Otro, ni prometerle al Otro con
la intención de cumplir28. Es por esta razón que tanto Don Rodrigo como
Abindarráez reaccionan con asombro y admiración ante el comportamiento
promisorio de su interlocutor. Y es interesante notar el hecho mismo de que
estas reacciones sean reportadas al lector. Ante el ofrecimiento de Don
Rodrigo,
[e]l moro quando lo oyó, se
quiso de contento echar a sus pies, y le dixo, Rodrigo de Narváez, si vos eso
hacéis, habréis hecho la mayor gentileza de coraçón, que nunca hombre hizo, y a
mí me dareys la vida. Y para lo que pedís, [la promesa] tomad de mí la
seguridad que quisiéredes, que yo lo cumpliré (pág. 149).
PALABRA DE ENEMIGO: PROMESAS
DE GUERRA Las transacciones promisorias entre Abindarráez y Don Rodrigo dan
comienzo inmediatamente después de haberse conocido. Como parte de la
miniautobiografía que relata Abindarráez tras su captura, éste le participa a
su captor las promesas que ha intercambiado con su dama y expresa su tristeza
de no poder cumplir, a causa de su condición de prisionero, su promesa de
matrimonio. Esto último conmueve al capitán al punto de que, aun teniendo
autoridad discursiva y poder físico sobre él, le promete ayudarlo ofreciéndole
la oportunidad de cumplir su promesa de amor a cambio de otra promesa, esta vez
dirigida al mismo Don Rodrigo:
Si tú me prometes como
caballero de volver a mi prisión dentro de tercero día, yo te daré libertad
para que sigas tu camino: porque me pesaría de atajarte tan buena empresa (pág.
129).
El que Rodrigo le haya
pedido a Abindarráez que prometa “como caballero” es muy significativo si lo
miramos a través de la lente de la pragmática. Como señalé en la introducción,
para que una promesa sea afortunada, tanto el
27 Op. cit. pág. 48. 28
Recuérdese, por ejemplo, el caso del Cid quien no cumple su promesa a Raquel y
Vidas. Aunque se hace mención del «trato» más tarde en el poema, el caballero
no devuelve el dinero a los judíos. Esto no parece afectar en nada la
caracterización –idealizada– del Cid ni como héroe ni como hombre de honor.
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hablante como el oyente
deben compartir la convención del Otro; de otro modo, el peso de la obligación
generado por la promesa no será el mismo y ésta carecerá de todo valor
compromisorio. El prometer “como caballero” es lo que iguala el sentido de
obligación que acarrea la promesa de Abindarráez a la del capitán; es decir,
Don Rodrigo le pide al mozo que se convierta en alguien como él antes de
prometer; sabe que tiene que establecer un terreno compromisorio común antes de
llevar a cabo el acto de prometer y de honrar la promesa del Otro. Esto supone,
en palabra de Richard Glenn, “the mutual recognition of human dignity by
enemies at a time when Christians did not normally recognize unconverted moors
as equals”29. Metafóricamente —que es el plano donde se halla la ejemplaridad
de la obra— este hecho puede verse como un llamamiento, una invitación por
parte del autor a la asimilación o aculturación que tanto se esforzaba la
Corona por evitar. La promesa “de guerra” que le permitirá a Abindárraez
cumplir su promesa de amor no es una gratuita, como la amorosa, que es gratuita
y mutua. La promesa que está por hacerle Abindarráez a Don Rodrigo es una que
se requiere de él a cambio de algo que favorece sus intereses: tres días de
libertad que le permitirán cumplir su promesa con Jarifa. Lo único que el
capitán requiere de su cautivo es su palabra. Abindarráez en realidad no tiene
otra opción que la de pronunciar la promesa requerida por el capitán. Su
carácter ético sólo se revelará en su intención y voluntad de cumplirla, lo que
incrementa la tensión en el relato. Porque se trata de una promesa entre
enemigos militares y porque es una promesa contractual (hay dinero de por
medio), ésta se ritualiza en una corta pero solemne ceremonia frente a testigos
(los escuderos de Don Rodrigo). A través de esta promesa-contrato se da un derecho
a cambio de un beneficio30. Dice el narrador principal que
29 «The Moral Implications
of El Abencerraje» Modern Language Notes, 80, 1965, pág. 203. El fata’ o joven
guerrero musulmán, durante la Edad Media, poseía un código ético muy parecido
al de la caballería medieval cristiana, particularmente en cuanto la
importancia que se le daba a la palabra dada. En Los jardines de los justos
(Ryyad As Sálihin), Imam Al-Nawawî (Syria, 1233-1278) hace una recopilación de
hadices del Profeta Mahoma sobre la modelación del carácter y el comportamiento
del musulmán. En este libro, muy popular desde su producción hasta nuestros
días, hay un capítulo dedicado al “respeto a los pactos y el cumplimiento de
las promesas” (cap. 86), en el que se subraya la importancia de cumplir la
palabra, aun para con el enemigo o el infiel. La ruptura de la palabra dada
(Gadr) equivalía a un gran deshonor entre los musulmanes durante la Edad Media,
sobre todo entre los militares. 30 En la versión intercalada en La Diana
(edición de Francisco López Estrada. El Abencerraje y la hermosa Jarifa [1559].
Cuatro textos y su estudio, Madrid, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos,
1957. pág. 380), como ha señalado D. Darst («The Literariness of El
Abencerraje», Estudios sobre el Siglo de Oro en homenaje a Raymond R. MacCuryd,
Alburquerque, Univ. of New Mexico Press, 1983, págs. 265-73) los escuderos
exigen que se les garantice, por medio de una promesa, sus ganancias por haber
vencido al musulmán pues “tenían más ojo al interesse que tan buena presa les
prometía”.
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[e]l Alcayde llamó a sus
escuderos, y les dixo. Señores fiad de mí este prisionero, que yo salgo fiador
de su rescate. Ellos dixeron que ordenasse a su voluntad. Y tomando la mano
derecha entre las dos suyas al moro, le dixo. ¿Vos prometéisme como caballero
de volver a mi castillo de Alora a ser mi prisionero dentro de tercero día? Él
le dijo. Sí prometo (pág. 150).
Don Rodrigo responde a esta
promesa (explícita) con otra promesa (implícita) dirigida al moro: “Pues id con
la buena ventura, y si para vuestro negocio tenéis necesidad de mi persona, o
de otra cosa alguna, también se hará” (ibíd.), lo que rafirma la gentileza del
captor para con su cautivo. La reacción emocional de Abindarráez ante la
promesa que le hace el capitán de ayudarlo revela, hasta cierto punto, la
sinceridad de las intenciones del hablante en el momento de prometer, que, como
señalé, es uno de los requisitos para llevar a cabo promesas afortunadas. Es
importante notar la elocuente ausencia en esta ceremonia de la acostumbrada
invocación a un poder mayor (Cristo; Alá) como testigo de la promesa y del
futuro comportamiento del que promete. Durante la Edad Media la invocación de
un testigo divino era la norma en ceremonias que comprendían promesas solemnes
entre caballeros. La fuerza performativa de la promesa depende de la creencia
en que los poderes sobrenaturales castigarán la falsedad al pronunciar la
promesa o la violación de la misma al no cumplirla. El Abencerraje, en vez de
colocar el peso moral de la promesa sobre una deidad, enfatiza el papel de la
conciencia individual, que, en la ética cristiano-humanista del XVI,
“inevitably shifted the ultimate sanction for truthfulness from the external
fear of divine punishment to the godly man’s internal sense of responsibility.
A man should keep his word —dice Kerrigan— simply because he had given it”31.
La secularización de la promesa entre caballeros por parte del autor es un
factor muy significativo, como se verá, en la ejemplaridad de la obra. De esta
promesa se benefician ambos caballeros: Abidarráez cumplirá su palabra con
Jarifa y ella tendrá la oportunidad de cumplir su palabra con el musulmán; y
Don Rodrigo, al idear y honrar esa promesa, pone de manifiesto, como él mismo
afirma, el poder de su virtud: “Abindárraez, quiero que veas que puede más mi
virtud, que tu ruin fortuna” (pág. 149), le dice al joven musulmán tras
prometer ayudarlo. Don Rodrigo arriesga bastante al proponer y aceptar la
palabra de su cautivo enemigo, pero sus ganancias serán mayores si éste la
cumple. Al dar cabida, y luego al honrar la promesa de un prisionero enemigo,
el capitán cristiano pone en juego su renombre como alcaide y caballero, la lealtad
de sus escuderos, las posibles ganancias monetarias y materiales del rescate,
su relación con sus superiores y la honra que ganaría al tener como prisionero
a un Abence
31 Op. cit. págs. 76-77.
DULCE MARÍA GARCÍA60
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rraje. La fama que ganará
por este acto de generosidad (dejar en libertad al musulmán bajo palabra) de
hombre de virtud es y será de mayor impacto en ambas comunidades. De haber
decidido llevar a Álora a Abindarréz como cautivo (aunque atacado por cinco
soldados suyos) ganaría, sin duda, honra, pero el capitán prefiere ganar la
oportunidad de hacer muestra de su virtud. Y lo hace de una manera bastante
espectacular: haciendo posible una imposibilidad social, política y cultural:
prometer ayudar al enemigo musulmán, aceptar su promesa y ser capaz de inspirar
tal respeto en el joven que éste llegará a entregarse voluntariamente como
cumplimiento de la palabra que el capitán se arriesga a honrar. No hay que
perder de vista que la promesa de Don Rodrigo de ayudar a Abindarráez y la
oportunidad que le ha dado al musulmán de hacerle una promesa que lo dejará
temporalmente libre constituyen asimismo formas tácitas, pero poderosas, de
ejercer control sobre el joven moro. En efecto, como indica Kerrigan, “[t]here
is automatically an established control relationship between promiser and
promisee”32. En este caso, la promesa de Abindarráez (su requerimiento y su
aceptación por parte del capitán) es una manera de controlar la conducta y el
futuro del joven musulmán, desafiando de paso a la Fortuna. Israel Burshatin
asegura que es ésta la motivación primordial de Don Rodrigo, puesto que él
inscribes himself in
Abindarráez’s world, comes to dominate it, and turns into a metaphor of his own
power. The ability to destroy or to do good deeds are the alternatives
available to the conqueror. Still, the choice is an act of power33.
Este poder de Don Rodrigo
sobre Abindarráez se deriva, según el crítico, de su “mastery in the realm of
discourse”34. Y la promesa es, en mi opinión, la manifestación discursiva
escogida —y eficazmente efectuada— por el capitán para lidiar con su prisionero
musulmán, cualesquiera que sean sus motivaciones. Si el capitán idea, honra y
ofrece la palabra a Abindarráez para autopromoverse como un hombre de virtud, o
para ejercer un control menos patente pero más prolongado y trascendente sobre
el joven musulmán, no significa, como señala Avilés35, que el capitán haga de
Abindarráez una víctima. Aunque con ello se esté ayudando a sí mismo, don
Rodrigo usa su autoridad discursiva para ayudar al joven moro a resolver sus
problemas y, de paso, le proporciona a éste la oportunidad de (de)mostrar
públicamente su virtud.
32 Op. cit, pág. 41. Al
respecto véase también Hayakawa, op. cit, pág. 71. 33 «Power, Discourse, and
Metaphor in the Abencerraje», Modern Language Notes, 99, 1984, pág. 204. 34
Ibíd., pág. 206. 35 «Los suspiros del Abencerraje», Hispanic Review, 71, 2003,
pág. 463.
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PROMESA EN EL ABENCERRAJE
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Las promesas que se hacen,
cumplen, aceptan y honran Abindarráez y Don Rodrigo requieren confianza
recíproca, lo cual hace posible la cooperación que teje, con la gente, una
sociedad36. Esta confianza mutua, como el mutuo respeto que exhiben los
caballeros mediante sus transacciones promisorias, son elementos claves en la
temática y la ejemplaridad de la obra. Este fenómeno es significativo en el
(con)texto de El Abencerraje, puesto que el quid de la historia es la relación
—idealizada— entre un musulmán y un cristiano en la frontera granadina37 . Esta
relación, como el aspecto idealizado de su naturaleza, se fundamenta en
promesas. La confianza del uno en el otro en este caso ha superado, no sólo la
norma social, política y religiosa, sino también la ansiedad que produciría el
considerar traicionar al interlocutor o el ser traicionado por él. Por esto el
texto requiere también de la confianza —o desconfianza— del lector para con el
personaje que promete. Sin el sentido de obligación que debería ser generado en
mayor o menor grado por la promesa, ésta sería sólo un formalismo vacío; es
decir, esta promesa sería infortunada desde el mismo momento de su
pronunciación, una especie de promesa ilusoria, como la llamaría la TAH, o simplemente
un nudum pactum. Por esta razón la promesa constituye un tipo de acción que
acarrea una actitud ética, tanto en su pronunciación (intención: sinceridad /
insinceridad) como en la realización de lo prometido (cumplir / no cumplir).
Ambos caballeros han cooperado mucho más de lo predecible en sus transacciones
promisorias. Por esto, la trascendencia del valor ético de la promesa en El
Abencerraje está en su uso por parte de los personajes como un poderoso
instrumento para hacer el bien. Por otro lado, el ser “hombre de palabra” se
presenta en la novela como una valiosa pieza de capital social, como se
comprobará al final del relato.
LA PROMESA COMO EMBLEMA DE
VIRTUD
La promesa es uno de los
actos verbales más destacados —en la TAH— por su carga ética. En la mayoría de
las culturas, prometer, aceptar, rechazar, cumplir o no cumplir una promesa son
acciones que se constituyen esencialmente en contextos en los que se pone a
prueba —en mayor o en menor grado— la constitución moral de un individuo. El contenido
ético de toda prome
36 Hayakawa, op. cit., pág. 67. 37 Sobre la
literatura maurófila se ha escrito múltiples estudios desde diferentes
perspectivas. Entre los fundamentales se encuentran los de Carrasco Urgoiti, El
moro en la literatura, Madrid, Revista de Occidente, 1956 y The Moorish Novel:
El Abencerraje and Pérez de Hita, Boston, Twayne, 1976. En cuanto a El
Anbencerraje en particular, véase el importante estudio de Joaquín Gimeno
Casalduero, «El Abencerraje y la hermosa Jarifa: composición y significado» en
n. 21, Nueva Revista de Filología Hispánica, 1972, págs. 1-22.
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sa depende, más que de la
expresión misma, del contexto pragmático donde se efectúa y de la intencionalidad
del hablante, la cual, según Searle, es vital en el éxito de este acto
comunicativo38. La intención al hacer la promesa y la voluntad de cumplirla son
los dos elementos clave que conectan la palabra dada con la constitución moral
de un individuo. El Abencerraje ilustra acentuadamente el papel de la intención
y la voluntad en la imagen ética que los personajes tienen de sí mismos y de
los demás al hacer y recibir promesas. Las maneras en que los personajes
utilizan la promesa en la novela asimismo arrojan luz sobre el código que se
ejemplifica en El Abencerraje como ideal moral. La forma en que reaccionan Don
Rodrigo y Abindarráez ante las promesas y los cumplimientos de las promesas del
Otro revela la importancia del comportamiento promisorio en la imagen que se
harán los personajes y el lector de ambos caballeros, así como el concepto del
honor que se promueve en el texto. Este concepto, y su relación con la palabra
dada, como vimos, poco o nada tiene que ver con la situación histórica que sirve
como trasfondo a la trama, y menos con la realidad social española del XVI,
pero sí, como apunta Mervyn James, con la relación entre la palabra dada y el
nuevo concepto renacentista del honor: “the importance of ‘promise’ —dice— was
that this gave the essence of honor, will and intention”39. La intención y la
voluntad van a ser los rasgos más sobresalientes en el comportamiento
promisorio entre Abindarráez y Don Rodrigo, así como en la manera en que se
concibe la virtud en el texto. Como muestra la novela, aún existía en la
mentalidad cultural del XVI un residuo del concepto de honor de la caballería
que enfatizaba la importancia del linaje, así como también la de la fuerza
física, la valentía y las habilidades guerreras. Al principio del relato el narrador
principal establece que ambos caballeros poseen estos dos componentes de la
virtud, el genealógico (ambos son nobles) y el competitivo (el de Rodrigo lo
describe el narrador en los primeros párrafos; el de Abindarráez lo describe
mientras narra la escaramuza). El resto —y la mayor parte— de la obra se
ocupará del componente moral de la virtud, que describe Glenn como “more
powerful and more deserving of praise than courage alone”40. La elevación de la
palabra dada como algo quasi espiritual en la idealidad del Renacimiento y su
paulatina des-integración del mundo militar y económico hace que ésta se
integre casi exclusivamente en el ámbito de la conciencia individual. La virtud
se va apartando del linaje y la fuerza para moverse hacia
38 Intentionality: An Essay
in the Philosophy of Mind, New York, Cambridge University Press, 1983, pág.
228. 39 Society, Politics and Culture: Studies in Early Modern England,
Cambridge, Cambridge University Press, 1988, pág. 340. 40 Op. cit., pág. 207.
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el terreno —cada vez más
exclusivo— de la ética41. Señala Kerrigan que, durante el Renacimiento, y
dentro de los parámetros del humanismo cristiano, “[k]eeping a promise is one
of the simplest empirical test for virtue”42. En este contexto ideológico se
halla el concepto senequista de honestas (respetabilidad) como el único
contendiente a la altura de la Fortuna. Sólo queda libre de su control aquél
que reconozca honestas como el único bien que vale la pena seguir43. La
respetabilidad se representa en el texto como principio ético y como código
social, ambos fundamentales en la creación y el mantenimiento de mejores
relaciones entre enemigos. La respetabilidad en la novela se crea, se muestra y
se prueba mediante las promesas que se hacen Abindarráez y Narváez. Abindarráez
vence la Fortuna con su lealtad a su palabra. El capitán cristiano también
exhibe honestas en sus intercambios promisorios con el joven musulmán. Los
caballeros se han hecho miembros respetables, no sólo de su comunidad, sino de
la humanidad y lo han hecho por medio de promesas y en su papel como
prometedores y como prometidos. La respetabilidad, inscrita al valor que se le
otorga a la palabra dada, es un factor crucial en el concepto del honor al que
se suscriben los caballeros; es algo que el texto parece querer rescatar de su
deterioro en la realidad histórica, cuestión sobre la que volveré más tarde. El
honor de los personajes en El Abencerraje, tanto en las situaciones amorosas
como en las bélicas, se prescribe a la nueva definición de lo que es ser un
“hombre respetable” y se percibe primordialmente a través de las maneras en que
éstos usan las promesas y responden a las promesas de los demás. La relación entre
el honor y la promesa en El Abencerraje no ha sido propiamente estudiada a
pesar de que, a través de ésta, los protagonistas definen lo que significa ser
un hombre de honor. Ambos caballeros, el musulmán y el cristiano, usan la
promesa como el instrumento más poderoso para ejercitar y demostrar su
constitución moral. De hecho, la manifestación más significativa de la virtud
de Abindarráez en el texto es el cumplimiento de su promesa a Don Rodrigo y la
manifestación más significativa de la virtud de Don Rodrigo es el idear,
permitir y honrar la promesa del joven musulmán. Rodrigo de Narváez, al
prometerle ayuda a un enemigo y al honrar su palabra, sobrepasa las demandas
sobre su comportamiento, impuestas no sólo por la sociedad en general, sino
también, como señala Glenn, por el código de caballería44. Las implicaciones
temáticas de la promesa aquí se hacen más visibles. La
41 Para Cicerón (De officis,
1.7), por ejemplo, la base de la justicia es la lealtad, la cual consiste en
ser constantemente firme en cuanto a la palabra dada. 42 Op. cit., pág. 8. 43
Seigel, Jerrold E. «Virtú in and Since the Renaissance», Dictionary of the
History of Ideas, vol. 4, Philip P. Wiener, ed., New York, Charles Scribner’s
Sons, 1973-74, págs. 477-485. 44 Op. cit., pág. 208.
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obligación de la que habla
varias veces Abindarráz al referirse a la promesa que le hace a su captor y la
obligación que sintiera Don Rodrigo de prometerle ayuda se relacionan directamente
con el aspecto ético del acto del habla de prometer. Como han notado varios
críticos, la relación captor (cristiano)-cautivo (moro) puede funcionar aquí
como una metáfora para la relación de la cristiandad oficial con las minorías
religiosas en el siglo XVI. Las soluciones que el autor propone para los
conflictos interpersonales en El Abencerraje funcionarían asimismo
—metafóricamente— en el plano colectivo. De ahí se desprende, como veremos, el
mensaje que lleva a la ejemplaridad de la obra. Aunque no lo sepa Abindarráez,
la promesa que le ha hecho a Don Rodrigo, y la fuerza de la obligación que
representa para él, le ofrecen la oportunidad de demostrar y de dar a conocer
su virtud. Recordemos que Don Rodrigo no ha oído hablar del mozo cuando lo conoce
y que Jarifa le advierte que el problema que tendrá con su padre (por haberse
casado en secreto con Abindarráez) se basa más que nada en el desconocimiento
de la virtud de su esposo, como ella misma le dice al moro: “que como no tiene
tanto conoscimiento de vuestro valor y experiencia de vuestra virtud como yo”
(pág. 152). Ésta es la única vez en que se relaciona la palabra virtud/virtuoso
con el musulmán, lo que contrasta con lo que le dice Abindarráez a su captor:
“aunque nunca os vi, sino ahora gran noticia tengo de vuestra virtud y
expiriencia de vuestro esfuerzo” (pág. 139). El relato puede verse como la
historia de la iniciación de Abindarráez al “salón de la fama” por medio de la
oportunidad que le da su mentor cristiano de probar su virtud. Por otro lado,
el cumplimiento de Abindarráez de la promesa que le ha hecho a Don Rodrigo
determinará literalmente su libertad y el perdón del padre de Jarifa, así como
relaciones amistosas permanentes entre la pareja mora y el alcaide de Álora.
Abindarráez, por su linaje, por su rendimiento físico y militar y, sobre todo,
por su comportamiento promisorio, demostrará que es merecedor del atributo de
virtuoso, al menos lo suficiente como para que se empiece a saber de él y se
cuente por escrito estos días de su vida. Recordemos que la historia “del
Abencerraje y de la hermosa Jarifa” es “un retrato de virtud”, como dice el
narrador principal al inicio del relato, y que éste comienza conspicuamente con
las palabras “Dize el cuento”. Todo esto implica que ya es conocida la virtud
de Abindarráez, que ya se ha establecido su fama. Y es precisa e irónicamente
el enemigo cristiano quien le da la oportunidad de que se tenga experiencia de
la virtud del joven musulmán. Su apellido, Abencerraje, significa ‘hijo de
capitán’, y Narváez actúa aquí como una especie de mentor del joven moro,
puesto que “la esencia y efecto de ella [la virtud] es como el grano que
cayendo en la buena tierra, se acrescienta, y en la mala se perdio” (ibíd.). El
comportamiento de Abindarráez en torno a sus promesas prueba que es “buena
tierra”, donde ha atinado Narváez al sembrar en ella la semilla de la virtud, o
más bien la de la fama de hombre virtuoso.
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La promesa que le hace el
joven musulmán al capitán cristiano, y la intención y voluntad que ha
demostrado el moro de cumplirla, integran una especie de rito de pasaje para
Abindarráez en los dos aspectos que comprenden la vida de un caballero (literario):
el amor y la guerra45. Las dos promesas de Abindarráez, que consumen la mayor
parte del argumento de la novela, constituyen la prueba por la que tiene que
pasar el joven moro para merecer el atributo de virtuoso. El papel de Don
Rodrigo como oyente o receptor de la promesa de Abindarráez es un factor clave
en la relación que se establecerá entre ellos. No es una fórmula verbal
particular lo que convierte un enunciado en una promesa, sino más bien el
contexto en el que estas palabras son pronunciadas; más específicamente, a lo
que Austin se refiere como el uptake del receptor; es decir, la manera en que
éste toma o interpreta estas palabras en términos performativos. Recordemos que
uno de los requisitos para efectuar una promesa afortunada es que el oyente
reconozca la promesa del hablante como tal. Por esto es el receptor quien
permite que la promesa sea, es decir, que el enunciado de su interlocutor se
convierta en promesa. Visto de esta manera, el comportamiento de Don Rodrigo
como receptor de la promesa de Abindarráez pone de manifiesto su constitución
moral, como Jarifa le dice a su amante: “y le fiastes este negocio, que le
obliga ahora [a Don Rodrigo] a usar de mayor virtud” (pág. 154). Las dos
promesas del moro, por otro lado, sirven, como vimos, para demostrar la virtud
de Don Rodrigo: la primera porque ha sido Don Rodrigo quien le ha dado libertad
para cumplirla y la segunda porque posibilita el cumplimiento de la primera. La
reacción de asombro de Abindarráez ante la promesa de su captor de ayudarlo se
debe, claro está, a que su interlocutor es su enemigo político y religioso, su
vencedor y captor. Por esto, como señala Avilés, esta promesa “se convierte en
una especie de sorpresa de parte de Don Rodrigo, porque significa un compromiso
inesperado de ayuda que transforma la relación entre el vencedor y el vencido”.
Esto se debe a que esta promesa es “hecha por un militar a su prisionero, la
cual llevará a una obligación que no forma parte de las funciones militares de
la frontera”46. Al respecto también señala Glenn: “It is, however, practically
unprecedented for a knight to accept the promise of an enemy, particularly that
of a non-Christian, one not bound by the same religious ethics”47. A pesar de
esto, las promesas entre Abindarráez y Don Ro
45 Para Georges Cirot, El
Abencerraje representa una especie de síntesis de la narrativa sentimental y la
de caballerías. Véase su artículo «La maurophilie littéraire en Espagne au XVIe
siècle», Bulletin Hispanique, 40, 1938, pág. 434. Véase también el estudio de
Walter Holzinger, «The Militia of Love, War, and Virtue in the Abencerraje y la
hermosa Jarifa: A Structural and Sociological Reassessment», Revista Canadiense
de Estudios Hispánicos, 2, 1978, págs. 227-238. 46 Op. cit., pág. 462. 47 Op.
cit., pág. 207.
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drigo producen compromisos
de igual fuerza tanto en el hablante como en el oyente; las expectativas del
hablante sobre su propio comportamiento futuro son tan firmes como las expectativas
que intentará crear en su interlocutor. Las reglas —tácitas y expresadas— por
la convención sociocultural y religiosa a la que pertenecen el hablante y el
oyente que sistematizaban el comportamiento promisorio entre culturas son
reemplazadas por un sentido de obligación que los caballeros establecen en ese
momento y que históricamente no existió. Puesto que, como indica Austin, “the
prestration promised must be understood by both parties”48, se explica aquí el
que ambos caballeros hayan creado un terreno promisorio común, una
supraconvención al hacerse y aceptar promesas. El texto busca puntos de
convergencia entre las dos culturas. La importancia que las tres religiones le
otorgan a la palabra dada puede ser uno de ellos. Como sabemos, la fidelidad a
la palabra dada y su trascendencia ética y espiritual constituyen un notable
denominador común entre las tres religiones. Tanto el judaísmo, como el
cristianismo y el Islam valorizan la palabra dada como parte esencial del
código de comportamiento dictaminado por sus sistemas éticos; como el
fundamento de la relación hombre-Dios; y como la garantía divina sobre el
futuro de la humanidad. La fe en el cumplimiento de la Promesa —de Yahvé (la
llegada del Mesías), de Cristo (la Segunda Venida), de Alá (la felicidad plena
en el Paraíso)— es el móvil espiritual de las tres religiones.
PROMESAS DE AMOR Una vez
físicamente libre de sus captores, y obligado por su palabra, Abindarráez
retoma el rumbo hacia Coín para cumplir la primera de sus dos promesas, promesas
que irán a definir su destino y el de su esposa. Jarifa reacciona con
exhaltación ante el cumplimiento de la palabra de su amante y se asegura de que
el cumplimiento de la promesa que le había hecho a él signifique para el joven
lo mismo que ha significado para ella el haberla pronunciado. Jarifa relaciona
directamente el grado de obligación que conlleva su promesa con el amor que
siente por Abindarráez; es decir, equipara el valor de su palabra con el de su
amor: “He querido Abindárraez, que veáis en qué manera cumplen las captivas de
amor sus palabras, porque desde el día que os la di por prenda de mi corazón,
he buscado aparejos para quitárosla” (pág. 151). Nótese que la muchacha dice no
sólo que “cumple”, sino “en qué manera cumple”. La “prenda del corazón” que le
ha dejado a su amante durante su separación es la promesa que le ha hecho. El
valor que Jarifa le otorga a la palabra dada es el rasgo más sobresaliente de
su comportamiento; de hecho, luego hará suya la promesa de guerra de su esposo,
con lo que demostrará que la lealtad y la valentía son asimismo atributos que
conforman su carácter.
48 Op. cit., pág. 446.
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PROMESA EN EL ABENCERRAJE
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Los jóvenes están a punto de
casarse. Un casamiento, en términos de la pragmática, es una celebración
promisoria de exclusividad sexual entre un hombre y una mujer. La «boda» de
Jarifa y Abindarráez consta de un intercambio oral de promesas frente a la
dueña, un testigo, quien desempeña la función aquí de desposorio de palabra49.
Una vez ante su dama, Abindarráez
la tomó entre sus brazos, y
besándola muchas veces las manos por la merced que le hacía, la dijo. Señora
mía, en pago de tanto bien como me habéis ofrescido, no tengo que daros que no
sea vuestro, sino sola esta prenda, en señal que os rescibo por mi señora y
esposa. Y llamando a la dueña se desposaron (pág. 152).
El comportamiento promisorio
de los amantes para con el otro revela la naturaleza de su relación, sobre todo
al tratarse del grado de obligación que para ambos representa la promesa
matrimonial. Es evidente que Don Rodrigo entiende y acepta la obligación que
esta promesa representa para la pareja musulmana. Esta actitud ante el
matrimonio musulmán no era la norma en la cristiandad oficial del XV y el XVI.
De hecho, durante la España del Renacimiento, como explica E.
Rudelle-Berteaud50, existía una oposición dogmática entre el cristianismo y el
Islam en cuanto al tema del matrimonio. Para el cristiano, el matrimonio era un
sacramento religioso, un compromiso entre dos seres ante Dios. Por esto era
irrevocable, excepto en algunos casos de nulidad que el Papa tenía que aprobar.
En cambio, en el Islam, durante la Edad Media el matrimonio era un contrato
jurídico, en su más estricta acepción, que regulaba la convivencia de dos
personas y se integraba en la jurisprudencia. Al casarse a la manera musulmana,
es decir, sin respetar la ley cristiana, los moriscos se veían culpados de
fornicación por los tribunales de la Inquisición y de bigamia, al romper el
contrato y casarse otra vez. El matrimonio musulmán, según Rudelle-Berteaud,
era sinónimo de amancebamiento para los cristianos, pues Cristo no era llamado
como testigo a esta promesa. Por eso se estigmatizaba el matrimonio entre musulmanes
con la palabra vicio. La promesa matrimonial de una pareja musulmana, inválida
para la cristiandad oficial en la época de producción del texto es, en cambio,
reconocida, validada y respetada en El Abencerraje. El capitán —y el texto—
trata el compromiso y el matrimonio de la pareja musulmana con la misma
consideración y urgencia que le daría a un matrimonio cristiano.
49 Este tipo de casamiento
per verba [de] presenti (frente a un solo testigo), era válido pero ilícito en
la cristiandad oficial hasta 1564, cuando el Concilio de Trento comienza a
requerir que el casamiento sea un acto público. 50 «Divergencias moriscas y
cristianas sobre erotismo y afectividad», 2003, C.E.M.A. (Centro de Estudios
Moriscos de Andalucía) <http://www.alyamiah.com/cema>.
DULCE MARÍA GARCÍA68
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Puesto que Jarifa y
Abindarráez se han criado como hermanos y se han casado en secreto, ambos
anticipan que su casamiento tendrá repercusiones graves, sobre todo por lo que
respecta al padre de la joven. Sin embargo, los amantes pronuncian la promesa
de amor y de lealtad y se disponen a afrontar sus posibles consecuencias. La
primera parte de la trama ha llegado a su clímax: Abindarráez ha cumplido su
promesa de amor. La segunda parte ha comenzado ya, pero su más perceptible
arranque es el momento en que, en presencia de Jarifa, Abindarráez suspira de
tristeza al recordar la promesa que lo obligará a partir al día siguiente. Es
entonces cuando el mozo le comunica a su esposa que tendrá que entregarse como
prisionero al alcaide de Álora. Ante la promesa que su esposo le hiciera a Don
Rodrigo, Jarifa propone hacer otra promesa para salvarlo: No te congoxes
Abindarraez, que yo tomo el remedio de tu rescate a mi cargo [...] Yo digo así,
que cualquier caballero que diere la palabra de volver a la prisión, cumplirá
con enviar el rescate que se le puede pedir: y para esto ponedle vos mismo el
nombre que quisiérdes, que yo tengo las llaves de las riquezas de mi padre, yo
os las ponré en vuestro poder, embiad de todo ello lo que os paresciere (pág.
154). A Abindarráez se le ha multiplicado el sacrificio, como él mismo dice,
así como el esfuerzo que representa cumplir su palabra, puesto que su felicidad
apenas comienza, y como si esto fuera poco, Jarifa lo ha tentado con una
alternativa al cumplimiento cabal de la palabra que le ha dado al capitán; le
ha propuesto sustituir su persona por dinero como pago del rescate. Pero el
musulmán ha dado su palabra de caballero a un caballero, aunque el receptor de
su promesa sea “de leyes diferentes”. Le dice a Jarifa: “si cuando venía a
verme con vos que iba por mí solo estaba obligado a cumplir mi palabra, ahora
que soy vuestro se me ha doblado la obligación” (pág. 154). El sentido de
obligación que para él conlleva la promesa que le ha hecho al capitán se ha
doblado, lo que a su vez dobla la significación moral del cumplimiento de su
palabra ante su captor cristiano (y ciertamente ante el lector). Esto pone de
manifiesto la sinceridad de la intención del musulmán al haber pronunciado la
palabra prometo ante Don Rodrigo y sus escuderos. Sabemos en este punto que
Abindarráez aún tiene la intención de cumplir la promesa hecha a su captor
cristiano, pero no sabemos si la Fortuna le permitirá hacerlo. Este rehacer presente
de la promesa que se ha hecho en el pasado lleva al lector a especular sobre el
futuro del joven; es decir, la remembranza verbal y cinésica que Abindárrez
hace frente a su esposa también sirve para recordarle al lector que lo que
hace, lo hace obligado por su palabra, cuyo valor está ligado a su constitución
moral. Con esta inyección de tensión dramática, el lector se da cuenta de que
tanto el futuro de Abindarráez, como el de su esposa, están determinados por
las promesas que han hecho.
69LAS FUNCIONES DE LA
PROMESA EN EL ABENCERRAJE
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Al informarle a Jarifa sobre
la promesa que lo obligará a separalos, el espacio bélico en la novela comienza
a invadir el sentimental, y de ahora en adelante la acción se centrará en el
futuro cumplimiento de la promesa de guerra de Abindarráez. En presencia de su
reciente esposa, el joven musulmán rearticula la promesa que le hiciera a su
captor, como si el sonido de sus palabras fortaleciera su voluntad de cumplirla:
“Yo volveré a Álora y me ponré en las manos del Alcaide della y tras hacer yo
lo que debo, haga él lo que quisiere” (pág. 155). Así se dispone a hacerlo, a
pesar del intento de disuasión de su esposa y de que apenas comienza su vida de
casado junto a ella (algo sin duda deliberado por parte del autor), Abindarráez
no deja de mostrarse firme en su intención de cumplirle su promesa a Don
Rodrigo: Señora mía si yo no os quisiera más que a mí, no huviera hecho este
sentimiento: porque el pesar que comigo traía, sufríale con buen ánimo, cuando
iba por mí solo; más ahora que me obliga a apartarme de vos, no tengo fuerzas
para sufrirle, y así entenderéis que mis sospiros se causan más de sobra de
lealtad que de falta della (pág. 154). Con lealtad y falta de ella se refiere a
la obligación de cumplir su palabra, o, como se le llama en el código
caballeresco medieval, comitatus, que aquí se extiende al enemigo. En esa frase
Abindarráez implica que la fuerza moral o la lealtad que ha generado en él su
promesa al capitán es mayor que la generada por su promesa a Jarifa y, por lo
tanto, que su deseo y su libertad para ser feliz con su esposa. Al comprobar la
intención de su esposo de cumplir su palabra al capitán, Jarifa hace una de las
promesas más significativas de la novela: acompañarlo en su jornada hacia Álora
y entregarse junto con él. Ante las palabras de su esposa, el joven, “llorando
de contentamiento, la abrazó y le dijo: —Siempre vais, señora mía,
acrescentándome las mercedes; hágase lo que vos quisierdes, que así lo quiero
yo. Y con este acuerdo, llevando lo necesario, otro día de mañana se partieron”
(pág. 155). A través de las promesas que hace (todas dirigidas a Abindarráez),
incluyendo la que éste rechaza, Jarifa se percibe como una esposa fiel, una mujer
valiente y activa, capaz de tomar la iniciativa ante las precarias y dolorosas
circunstancias en que vive la pareja musulmana y ante el destino de su esposo.
En cierto sentido Jarifa emula el comportamiento promisorio de Abindarráez:
hace y cumple su promesa de amor y hace y reclama como suya la obligación de
cumplir la promesa de guerra de su esposo. Ella también ha pasado una prueba
—de amor y de lealtad— y las promesas han sido el instrumento de su ejecución:
1) la promesa que cumple de mandarlo a llamar para casarse con él, 2) su
promesa de matrimonio que también cumple, 3) la promesa (fallida) de poner a la
disposición del moro la hacienda de su padre para pagar su rescate, y 4) la
promesa de entregarse como prisionera junto con él, que también cumplirá sin
titubear.
DULCE MARÍA GARCÍA70
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El acontecimiento que narra
el viejo caminante, a quien la pareja mora encuentra camino a Álora, será otra
muestra de la relación promesa-constitución moral que se exhibe en el texto.
Jarifa le pide al viejo que le cuente una historia que ilustre la virtud del
captor de su esposo. El viejo les cuenta la historia —dice— “por donde
entenderéis todas las demás” (pág. 156); es decir, la historia que mejor
ejemplificará la virtud de Don Rodrigo. Pero este relato no tiene que ver con
la guerra, sino con promesas hechas, rotas y rechazadas en un contexto
erótico-amoroso. Este episodio, como se verá, es artísticamente necesario para
el paralelo ético-situacional que el autor establece entre Abindarráez y
Narváez. La historia del viejo trata sobre el único personaje que rompe una
promesa en la novela: la dama de Antequera, a quien el capitán ama y desea.
Ella está casada y le hará una promesa de amor a Don Rodrigo con la que romperá
su promesa matrimonial. Recordemos que durante el Renacimiento la promesa
matrimonial es sagrada en todos los sentidos; es una promesa con Cristo como
testigo. Si esta promesa se quiebra emergerán graves consecuencias legales,
morales, religiosas y sociales. La ruptura de la promesa matrimonial, según
Richard Wasserstrom, es la base del mal en la comisión del adulterio51. El
narrador del relato (el viejo caminante) revela el grado de intencionalidad en
la promesa de amor de la dama de Antequera y de su voluntad para cumplirla;
ella se detiene a pensar, reconoce y articula para sí las consecuencias de esta
promesa antes de hacerla: “pensaba también en la fama que descubre todas las
cosas, temía la inconstancia de los hombres y la ofensa del marido y todos
estos inconvenientes (como suelen) aprovecharon de vencerla más” (pág. 157). A
pesar de ello, en un encuentro secreto con el caballero cristiano, le dice:
“Señor Rodrigo de Narváez, yo soy vuestra de aquí adelante sin que en mi poder
quede cosa que no lo sea” (ibíd.). La dama ha cometido adulterio al remplazar
su promesa de matrimonio que le hiciera al esposo por la que ahora hace al
capitán. Esta imagen de la mujer en relación a la palabra dada, al menos en la
cristiandad oficial, corresponde, claro está, al estereotipo de la mujer, cuya
palabra no es confiable por su naturaleza frágil y su actitud “animalesca”. La
promesa de la dama de Antequera dirigida a Don Rodrigo queda, sin embargo,
infortunada; se aborta con el rechazo del receptor y con la promesa que éste
hará posteriormente de guardar el honor del esposo. El que Don Rodrigo se
niegue a aceptar o a recibir la promesa de su dama sirve, como han
51 «James Baldwin: Stepping
Out on the Promise», Black Fiction: New Studies in the AfroAmerican Novel since
1945, A. Robert Lee, ed., New York, Barnes & Noble, 1980, pág. 95. Véase
también al respecto su artículo «Is adultery immoral?», Philosophy and Sex,
Robert Baker y Frederick Elliston, eds., Buffalo, Prometheus Books, 1984.
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EN EL ABENCERRAJE
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visto ya la mayoría de los
críticos, para recalcar la contención, otro integrante importante del nuevo
código de conducta renacentista. Recordemos que Abindarráez se encontraba en circunstancias
similares cuando le toca cumplir su palabra con el capitán. A pesar de que Don
Rodrigo “estuvo en poco de tornarse loco de placer” (ibíd.), no acepta la
promesa de su amada y para esto se contiene reforzando su voluntad con la
obligación generada por una promesa que él mismo hace en voz alta, y cuyo
beneficiario es el esposo de su receptora, ausente: “Antes de oy más he de
procurar la honra de vuestro marido como la mía propia” (ibíd.). Aunque esta
promesa está dirigida a ella, no concuerda con los intereses de la dama, sino
con los del esposo ausente, desconocedor de esta situación, por lo que esta
promesa se supermoraliza52. Por otro lado, ella queda moralmente desfalcada
ante el lector y los otros personajes, puesto que ha cometido adulterio en
términos discursivos, lo que lleva a las mismas consecuencias y estigmas
sociales a los que llevaría el adulterio físico. Para Rodrigo no basta con
rechazar la promesa de amor de su dama; también le hace una promesa: “Por
cierto señora yo os quiero mucho y os querré de aquí adelante” pero también le
dice: “más nunca Dios quiera que a hombre que tan afficionadamente ha hablado
en mi haga yo tan cruel daño” (pág. 157). Rodrigo promete quererla y no tocarla
por no deshonrar a aquél que de él se ha expresado tan bien. La yuxtaposición
de ambas promesas (las que se hacen la dama y Don Rodrigo) ilustran la visión
de la virtud que se promueve en el texto. A medida que se expande la
temporalidad (el tiempo que transcurre entre la pronunciación de la promesa y la
hora de cumplirla) inscrita en toda promesa como acto performativo, aumenta su
peso moral y su valor como inversión en el capital social. Para Shoshana
Felman, toda promesa es inherentemente temporal en cuanto a que está
constituida por el acto de anticipar el acto de concluir, por lo tanto
traiciona “the noncoincidence of desire with the present”53. Don Rodrigo
anticipa que seguirá sintiendo el mismo deseo en el futuro, pero desde el
presente controla —y en el futuro, controlará— sus pasiones reforzado por la
obligación moral que para él —y sin duda para el autor— conlleva la palabra
dada. El móvil de Don Rodrigo para hacer esta promesa ha sido las palabras del
marido (“pues en ninguna cosa le puedo pagar mejor el bien que de mi dixo”,
pág. 157). Resulta irónico y significativo desde el punto de vista de la
pragmática que las palabras del esposo de la dama de Antequera hayan sido tan
52 Evidentemente este suceso
se hará vox popoli puesto que lo conoce y lo cuenta el caminante –y el narrador
principal–, por lo tanto Narváez sí recibirá el beneficio social de haber hecho
esta promesa. 53 The Literary Speech Act: Don Juan with J. L. Austin, or
Seduction in Two Languages, Ithaca, Cornell Univ. Press, 1983, pág. 49.
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poderosas como para que 1)
su esposa se emamore de Narváez y prometa entregársele, y 2) Narváez prometa
contenerse (al esposo ausente, a sí mismo) y así obligarse a guardar su honra.
Las palabras que llevan a la mujer a romper su promesa por Narváez son las
mismas que llevan a Narváez a rechazar la promesa de la dama, no sólo en ese
momento, sino de ahí en adelante. Don Rodrigo ha hecho una promesa que
concuerda con los intereses de una tercera persona cuando en la situación pragmática
sólo hay una segunda (la dama). Es notable el aspecto homosocial de esta
promesa del capitán, así como el de la promesa de Abindarráez dirigida a él.
Recordemos que el joven comienza a cumplir su promesa con Narváez desde el
momento en el que la repite ante su nueva esposa, en el lecho amoroso y tentado
por la promesa alternativa de Jarifa.
LAS PROMESAS Y EL GÉNERO El
intercambio promisorio entre el caballero y la dama cristianos, así como el de
la pareja musulmana, sirven para delinear la caracterización de los personajes
femeninos vis a vis los masculinos en la novela, y revelan la relación de los
sexos con el discurso social sobre la palabra dada. Todas las promesas que se
hacen en El Abencerraje son afortunadas con la excepción de dos, ambas pronunciadas
por los personajes femeninos que aparecen en la novela. La promesa que le hace
la dama de Antequera a Don Rodrigo, como la que hace Jarifa de enviarle dinero
al capitán en lugar de que su esposo se entregue, son las únicas dos promesas
infortunadas en la novela. Son infortunadas porque no son aceptadas por sus
receptores, quienes se beneficiarían de éstas. Las promesas de ambas mujeres
concuerdan con los deseos de sus respectivos oyentes, pero son rechazadas por
ellos porque no se ajustan a su constitución moral y, en ambos casos, por los
poderosísimos vínculos homosociales que dominaban en la época de la producción
y de la ambientación del texto54. Se proyecta aquí la imagen estereotipada de
la mujer que seduce al hombre con promesas que apelan a sus sentidos, instintos
o deseos. Corbalán Vélez lo explica espléndidamente: “Las mujeres del
Abencerraje evidencian una singular fractura en la tensión que cruza su deseo
erótico y la contención de las pasiones que determina la legitimidad
vigente”55. Esta imagen de la superioridad moral masculina sobre la femenina se
manifiesta en el comportamiento promisorio de los personajes. Jarifa y la dama
cristiana les hacen promesas tentadoras a sus amantes, quienes las rechazan.
Este
54 Al respecto véase Laura
R. Bass, «Homosocial Bonds and Desire in the Abencerraje», Revista Canadiense
de Estudios Hispánicos, 24, 2000, págs. 453-71. 55 Op. cit.
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PROMESA EN EL ABENCERRAJE
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rechazo de Abindarráez y
Rodrigo le resta moralidad a la mujer y resalta la virtud de los caballeros.
Además, con las promesas a sus caballeros, Jarifa y la dama de Antequera
traicionan a un tercero: Jarifa traiciona a su padre; la dama cristiana, a su
esposo: las dos figuras masculinas con mayor autoridad social en sus vidas, los
guardianes de su honra, cuya honra también depende del comportamiento, en este
caso, promisorio, de ellas. Jarifa traiciona a su padre también al prometerle
la hacienda de éste a su esposo para pagar su rescate. La virtud de Abindarráez
y de Rodrigo también se pone a prueba en su papel de receptores y beneficiarios
de las promesas de sus damas. Recordemos que el aspecto ético de la promesa se
inscribe mayormente en la intención y en la voluntad de cumplirla en el momento
de pronunciarla, así como en su cumplimiento. Los narradores (el narrador
principal y el viejo caminante) hacen resaltar la intención y la voluntad de
ambas mujeres de cumplir las promesas que les hacen a sus caballeros. Si estas
promesas no se cumplen, es porque sus receptores y beneficiarios no las han
aceptado. Por lo tanto, la promesa misma, aun incumplida, es su traición. Esta
pequeña ventana a la sexualización de la promesa permite visualizar la forma en
que ésta se asocia —como institución social— con los sexos en El Abencerraje.
Los actos de prometer, romper, cumplir, aceptar o rechazar promesas aparecen
marcadamente sexualizados en la novela. No sorprende que las promesas femeninas
que tienen más impacto pragmático en el texto se reduzcan al contexto amoroso,
aunque el de Jarifa se extiende al bélico pero dentro del amoroso. Por otro
lado, tanto Abindarráez como Don Rodrigo se encuentran cada uno, en tiempos
diferentes, situaciones promisorias equivalentes: A ambos les toca comenzar a
cumplir su palabra de honor, a un hombre, a un rival (militar en un caso y
amoroso en el otro), en el momento preciso en el que se sienten más consumidos
por la “rabiosa enfermedad” del deseo, como diría Abindarráez. El narrador
principal resalta el sacrificio que representa para ellos el rechazar las
promesas de sus damas para cumplir su palabra. Los dos vencen las pasiones
ayudados por el sentido de obligación de las promesas que hacen, además de a
otros hombres, a sí mismos. En el contexto del relato y en el de la producción
del texto, la promesa representaba una fórmula hecha por el hombre para otro
hombre únicamente, un valor fundamentalmente homosocial. Por eso se oye hablar
—al menos en los Siglos de Oro— de “un hombre de palabra” y no de “una mujer de
palabra”. Las frases hombre de palabra y palabra de honor y la carencia de sus
equivalentes femeninos en la literatura de la época evidencian que la palabra
era un valor y una práctica —apartando los votos matrimoniales y los
religiosos— exclusivamente masculinos. La mujer se consideraba, desde la
antigüedad, un ser no-confiable por naturaleza, lo que se ha manifestado en los
códigos de conducta de la mujer establecidos por las tres religiones durante
siglos, que en el Me
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dioevo y en los Siglos de
Oro se interpretaban y se implementaban de un modo considerablemente estricto.
Aquí ambas mujeres violan estos parámetros de comportamiento mediante sus
promesas infortunadas.
PROMESAS FINALES: LA PALABRA
DADA COMO SOLUCIÓN La promesa es el vehículo principal que lleva a un
acercamiento al Otro en El Abencerraje y que implica, además de la práctica de
valores éticos o espirituales, la de valores civiles como la confianza, la
respetabilidad y la tolerancia. La relación de la promesa con la ejemplaridad
de la obra quizá se vea más claramente al examinar los acontecimientos que
tienen lugar inmediatamente después de que la pareja musulmana llega a Álora,
es decir, desde el momento en que cumple su promesa a Narváez. Al llegar al
castillo del capitán, es decir, al cumplir su promesa de entregarse, “[e]l
Abencerraje tomando su esposa de la mano, se fue a él, y le dijo: Rodrigo de
Narváez, mira si te cumplo bien mi palabra, pues te prometí de traer un preso,
y te trayo dos, que el uno basta para vencer otros muchos” (pág. 159). He aquí
el segundo clímax de la novela. Al comprobar algo que ya sospechaba (que
Abindarráez habría de cumplir sus dos promesas), Rodrigo de Narváez holgó mucho
de verlos, y dixo a la dama: Yo no sé quál de vosotros deve más al otro: más yo
devo mucho a los dos. Entrad y reposaréis en esta vuestra casa: y tenelda de
aquí adelante por tal, pues lo es su dueño56. Es en este momento cuando se
lleva a cabo la segunda demostración más significativa de la virtud de Don
Rodrigo (la primera fue prometer ayudar a su cautivo y el haber honrado su
promesa), pues el capitán des-obliga a Abindarráez —y a Jarifa— de cumplir su
promesa por haber demostrado su intención de cumplirla. Esto sugiere que, para
Don Rodrigo, el comprobar que comparten el mismo sentido de obligación moral
que encierra la palabra dada es suficiente para perdonarlos. En su papel de
posibilitador y de receptor de la promesa de Abindarráez, Don Rodrigo pone en
práctica los atributos necesarios para ser un hombre de virtud de acuerdo con
los nuevos parámetros renacentistas. Por otro lado, esta acción tan generosa
del capitán no deja de tener beneficios propios. Aparte de servir para mostrar
su virtud, como él mismo dice, ha de ser gratificante para él demostrar que ha
atinado en confiar en el joven musulmán; que ha inspirado tal respeto y lealtad
en un Abencerraje valiente, fuerte, joven, y recién casado como para que éste
se entregue ante él por su propia voluntad.
56 Pág. 159. Lo que les deve
es únicamente el cumplimiento de sus promesas.
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PROMESA EN EL ABENCERRAJE
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Sea por ejercitar su virtud,
por autopromoverse como hombre virtuoso, o por ambas razones, Narváez hace que
el mero cumplimiento de la promesa de Abindarráez de entregarse como prisionero
lo transforme en huésped. El joven musulmán ha pasado la prueba, ha cumplido
dos de las promesas más importantes de esta etapa de su vida: su palabra de
amor y su palabra de guerra, rebasando las expectativas de los oyentes, los
lectores y los demás personajes. Así, el joven se viste especialmente para ir
al encuentro de Jarifa y casarse con ella aunque es un prisionero y está
herido; en el caso de su promesa a Narváez, el joven le lleva dos prisioneros
en vez de uno. Tras recibir a la pareja en su castillo, Don Rodrigo le hace dos
promesas (gratuitas) a Abindarráez que recalcan, una vez más, la virtud del
capitán. Al enterarse de las heridas que trae el moro, el alcaide le dice que
“verná un zurujano que hay en el castillo” (ibíd.). Como respuesta a la súplica
de Abindarráez de que interceda por él y su esposa ante el Rey de Granada,
“[e]l alcaide les dijo: —Consolaos, que yo os prometo de hacer en ello cuanto
pudiere” (pág. 160). Don Rodrigo Narváez no sólo cumple esta promesa en el
acto, sino que asume esta situación familiar como suya. Y tomando la pluma le
escribe al Rey de Granada que interceda con el padre de Jarifa para que perdone
a la pareja. Así lo hace por medio de una promesa condicional dirigida al Rey
en su carta: “Yo les perdonaré el rescate, y les soltaré graciosamente” a
cambio de que éste haga “que el padre de ella los perdone y resciba en su
gracia” (pág. 161). El Rey honra la promesa de Don Rodrigo y accede a su
petición. En la carta que le escribe al padre de Jarifa, al igual que Don
Rodrigo, hace una promesa condicional: “en pago de este servicio, a ellos y a
ti haré siempre merced” y le dice que estará “obligado a agradescerlo, y servirlo”
(ibíd.) a cambio de que éste vaya a Álora, se vea con él, perdone a sus hijos,
y los lleve a su casa. El perdón para los recién casados resulta directamente
de las promesas que hace inicialmente el alcaide cristiano al Rey musulmán de
Granada. Tras haber conseguido el perdón del padre de Jarifa, Don Rodrigo hace
una de las promesas más trascendentales de la trama: “De hoy más vos señor
Abindárraez sois libre de mí para hazer de vos lo que quisierdes” (pág. 162).
Aunque esto constituye, como sabemos, una manera de ejercer control sobre el
futuro del joven, esta promesa le devuelve y le garantiza la libertad a
Abindarráez y a Jarifa. La virtud de Rodrigo, que se manifiesta exclusivamente
en su comportamiento promisorio para con Abindarráez, la dama de Antequera y
finalmente para con la pareja, no deja de acarrear la enorme recompensa de que
se extienda su fama de hombre virtuoso, la única fama que va más allá de sus
contornos culturales, políticos y religiosos. Recuérdese que es “su virtud”,
por lo que “lo ama” el rey enemigo.
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págs. 45-78, ISSN: 0210-9174
CONCLUSIÓN En más de un
sentido, El Abencerraje trata sobre promesas, sobre sus cumplimientos,
incumplimientos y rupturas, sus poderosos efectos psicológicos, sus
consecuencias sociales y morales, sus repercusiones interpersonales y sus
implicaciones sexuales, intra e interculturales. La promesa es también un
versátil y eficaz recurso literario que el autor ha aprovechado al máximo, pues
constituye el motor que genera el mayor grado de suspense en la trama. La
dinámica temporal creada por la promesa permite la interconexión de los tiempos
presente, pasado y futuro en la novela, lo que produce una considerable tensión
dramática. Además, las promesas que hacen y reciben los personajes en la novela
dan forma a elocuentes ironías y constituyen la base de la caracterización y de
la naturaleza de las relaciones entre los personajes. Pero la función técnica
más importante de la promesa en El Abencerraje es la de edificar el argumento.
Las promesas son las acciones más recurrentes, significativas y trascendentes
en la novela; son las acciones que construyen la trama y transforman la
realidad de los personajes. La promesa en El Abencerraje se presenta como una
especie de instrumento mágico que crea y cimienta relaciones, que permite pasar
de soltero a casado, de prisionero a libre, de enemigo a amigo, de desconocido
a famoso, de diferente a igual. Pero quizá la función más trascendental de la
promesa en el texto sea la de constituir la prueba más significativa de la
virtud de ambos caballeros. El autor ha escogido la práctica del valor a la
palabra dada como una herramienta moral capaz de vencer el deseo amoroso, el de
ser libre y hasta la Fortuna. Metafóricamente y en el plano colectivo, la
palabra dada se presenta en el texto como el mecanismo conciliador que crea y
sostiene mejores relaciones entre los musulmanes y cristianos, incluyendo a
aquéllos con cargos políticos. Vista como un tema en sí, la preponderancia de
la promesa y el poder que se le da en el texto quizá sea parte de un llamado al
regreso del valor a la palabra dada que ha comenzado a perderse para formar
parte de una propuesta ética nueva, idealizada, que dista de la práctica común,
un código moral al que se suscribe el autor de la obra. La trascendencia
temática y ejemplar de la promesa en El Abencerraje también podría constituir
una denuncia de la terrible situación en que se hallan las minorías religiosas
al concebirse la novela, debido a las rupturas de las promesas de paz y
libertad que les hiciera la Corona española a los musulmanes antes y después de
la invasión de Granada. Lo que es evidente es que la promesa se presenta en el
texto como emblema de virtud, “de liberalidad, esfuerzo, gentileza y lealtad”,
en el plano individual. Y en el colectivo, la palabra dada se muestra como la
solución a los conflictos
77LAS FUNCIONES DE LA
PROMESA EN EL ABENCERRAJE
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externos (sociales) e internos (emocionales);
como el fundamento de la civilidad; como manifestación de respeto, de
confianza, de buena fe, y de tolerancia, lo que constituye, según la mayoría de
los críticos, el mensaje ejemplar de la novela57. Para Carrasco Urgoiti la
ejemplaridad de la novela radica más que nada en la lealtad mutua de un
cristiano y un moro que no renuncia a serlo. Esta lealtad se practica y se
exhibe exclusivamente por medio de las promesas que se hacen Abindarráez y Don
Rodrigo. La palabra dada se ve aquí como un acto comunicativo vital y como un
valor moral que trasciende la religión y la cultura, la lealtad al estado, el
amor y el deseo. De esta manera, el autor de El Abencerraje corrobora lo que un
siglo después diría Locke: The promises and bargains for truck, etc., between
the two men in Soldania, in or between a Swiss and an Indian, in the woods of
America, are binding to them, though they are perfectly in a state of Nature in
reference to one another for truth, and keeping of faith belongs to men as men,
and not as members of society58. El peso de la obligación en el acto de
prometer debe ser universal, nos dicen el pensador inglés y El Abencerraje. Por
esto la novela subvierte las nociones políticas, sociales y morales de las
promesas interculturales de las épocas en que se sitúa la trama y se produce la
novela para trascender estas nociones a un terreno, ya no social, sino humano.
En El Abenceraje se reemplaza la convención y las normas sociales y políticas
con respecto al intercambio de la promesa entre enemigos por un nuevo espacio
común que crean Abindarráez y Don Rodrigo para legitimizar —pragmática, moral y
socialmente— las promesas que se hacen el uno al otro. A través de su
comportamiento promisorio para con el Otro, ambos caballeros promueven la
posibilidad de entablar transacciones confiables entre enemigos. La importancia
que en el texto se le da al comportamiento promisorio de ambos caballeros
revela que, para el autor, como dice Kerrigan haciéndose eco de Montesquieu,
“what honor forbids is more rigorously forbidden when the laws do not agree in
proscribing it, and that what honor requires is more strongly required when the
laws do not require it”59. El Abencerraje, por medio de las promesas que se
hacen Abindarráez y Don Rodrigo, exhibe un concepto más autónomo de la
voluntad.
57 «Las cortes señoriales de
Aragón y El Abencerraje», en Homenaje a Joaquín Casalduero, Madrid, Gredos,
1972, págs. 115-128. Véase también al respecto el importante artículo de Claudo
Guillén, «Individuo y ejemplaridad en El Abencerraje», Collected Studies in
Honour of Americo Castro’s Eightieth Year, M. P Hornik, ed., Oxford, Lincombe
Lodge Research Library, 1965, págs. 175-97. También véase la introducción a la
obra de Francisco López Estrada a la edición de Inventario. 58 John Locke, Two
Treatises of Government [1680-1690], Libro II, Cap. 2. 59 Op. cit., pág. 42.
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ral que supera, en la
práctica, la exigida por sus respectivos grupos religiosos para con el Otro,
por su enemistad política y militar, por su condición de captor y cautivo.
Ambos caballeros se muestran en un intento fructuoso de mantener la habilidad
de resistir las demandas y las presiones del mundo externo al adherirse a unos
principios éticos personales, internos, que por ser universales (humanos) les
atañen a ambos y, por lo tanto, a todos.
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