L
U C E N A J U D Í A
Por
Francisco López Salamanca, cronista oficial de Lucena, de la Real Academia de
Córdoba
Introducción
Consecuentemente con la
escasez de fuentes que aludan a la misma, son muy escasos los datos utilizables
para reconstruir la historia de Lucena —Eliossana para los hebreos— en el
periodo en que se consideró una Maqom Ysrael, es decir, una ciudad de judíos. Las
noticias que transmite algún cronista o geógrafo árabe, las citas poéticas de
los literatos sefardíes, la correspondencia mantenida entre los judíos de
Lucena con las sinagogas del Oriente Medio, algún fortuito hallazgo
arqueológico o los relatos, más o menos verosímiles que sobre la Lucena judía
han llegado hasta nosotros son las únicas fuentes a las que es posible acudir
para conocer una etapa tan importante del pasado lucentino. Vaya por delante que Lucena carece de una
tradición oral digna de crédito en relación con su pasado hebreo y que muchas
afirmaciones al respecto carecen de la más mínima base real. La gran distancia
en el tiempo, seguida de siglos de oscurantismo, colaboró a encubrir en unos
casos y a deformar en otros su realidad histórica. Frente a la honradez, a
pesar de sus errores, de algunos eruditos de los siglos XVII y XVIII, ciertos
historiadores de Lucena, levantaron en torno a la época judía un muro de
silencio, otorgando unas veces su burla y otras su desprecio a los que trataron
de reivindicar un tiempo pasado considerado por ellos como un baldón para la
historia de la ciudad. Como aproximación al conocimiento de la Lucena judía es
preciso en primer lugar dejar claro un concepto cuyo desconocimiento ha servido
para enmascarar la realidad de las comunidades hebreas españolas: el hecho de
que los judíos constituían una minoría religiosa pero no étnica, y que la
circunstancia de ser minoría fue el principal motivo de la frecuente
ilegitimidad de su fe frente a la religión mayoritaria (en el caso de Lucena,
el Islam) y su posterior desaparición. En consecuencia, no es posible
considerar a los judíos españoles como unos advenedizos. Su distinción
estribaba simplemente en unas creencias cuyo ejercicio les llevó a sucumbir
ante la intolerancia de una macrosociedad en la que se hallaban incluidos. No
obstante, el caso de Lucena reúne una serie de características especiales que
hacen su aljama muy diferente a las de otras poblaciones con comunidades
judías.
Los orígenes míticos. La
opinión de los autores
A la luz de los
conocimientos actuales es necesario considerar poco claro todavía y sometido a
controversias radicales, el origen de la sociedad hebrea lucentina. Nuestro
historiador Jerónimo Antonio Roldán1, en una de sus obras, rechaza su fundación
por hebreos llegados en época de la destrucción del primer templo, el año 587
a.C. por considerarla fabulosa2. En 1708, el licenciado Miguel Jiménez del Pino
Valderrama, abogado lucentino, alcalde mayor que
1 Roldán y Cárdenas, J.A. Manuscrito cit. p.
143. 2 Resulta evidente el conocimiento de la península Ibérica en aquella
época para los pueblos del Maditerráneo oriental. La citas bíblicas referidas a
Tharsis (Tartesos) y a Sepharad son: Jeremías, 10-9; Ezequiel, 27, 12-14; y
Abdías, 20.
2
fue de Málaga y corregidor
de algunas poblaciones andaluzas, en un opúsculo sobre la nobleza de Lucena3,
escribió: Mas porque ay notizias tan relevantes, que es impiedad dexarlas à el
silencio; permitaseme el que con muchos Autores diga: Que Luzena fue fundada
por las gentes que Nabucodonossor rey de Babilonia trajo à España quando vino a
ella en venganza de aver uxiliado sus armas à Nero Rey de Egypto su contrario,
conque aviéndolo sido el reynado de Nabuco desde el año de tres mil trecientos
y cinquenta y cinco de la Creacion de el mundo; y el Nacimiento de Christo
Señor nuestro à los tres mil novecientos y sesenta (segun algunos) le antecedió
esta fundacion en casi seiscientos años4. Por su parte, Villalba, en sus Anales
manuscritos en 1765, amplió lo que aseguraba el licenciado Jiménez del Pino:
que esta ciudad fue fundación de Nabucodonosor, antes del nacimiento de Nuestro
Señor Jesucristo, que fue de gran magnitud y vecindario, en la que había
sinagogas, que no se permite si no es en los pueblos grandes, y concluye:Otros
añaden que consultados por la de Jerusalén si había sido justa o no la muerte
dada en ella a Nuestro Salvador Jesús, fue de sentir la de Lucena que Su
Majestad (había sido) Varón Santo, Arreglador y Milagroso, y la sentencia en su
persona practicada impía y sacrílega y contra las leyes del Imperio Romano, de
lo que y por haber sentido el congreso de esta sinagoga de Lucena lo referido
se patentiza lo capaz de los genios que produce, tan arreglados y justos. Y por
ello se ha servido la piedad divina, después de las calamidades que la
destruyeron, restablecerla y honrarla con los beneficios que apenas logra la
mejor ciudad de estos reinos5. A continuación, para afirmar su tesis, transcribió
lo que relacionado con Lucena publicó Méndez de Silva6: pobláronla hebreos que
trajo a España Nabucodonosor, quinientos noventa años antes de Nuestra
Redención, fabricando una suntuosa sinagoga y universidad de letras cuyo nombre
se ignora. Concluía Villalba asegurando que nuestra población fue erigida y
fundada por las gentes hebreas que Nabucodonosor a España trajo, y es común voz
de los antiguos que esta ciudad se estableció en el sitio que de presente
nombran Prado de los Caballos y en lo antiguo llamaron a este La Vega [...]
Confírmase esta verídica noticia con la continua visible experiencia de
hallarse cada día piedras labradas, mármoles y sepulcros de edificios
suntuosos7. En todos estos textos resulta evidente la influencia del mito medieval,
recogido en las aljamas hispánicas por Cardozo y Abrabanel, según el cual, la
presencia de los judíos en la península Ibérica se remontaba a los tiempos de
la toma de Jerusalén por el rey babilonio Nabucodonosor, quien les obligó a la
primera diáspora importante. Aunque esta
aseveración carece de base cierta y se ideó para justificar ante una sociedad
mayoritariamente cristiana y hostil que los sefardíes eran descendientes de
Judá y no de las otras diez tribus dispersas, así como que no eran responsables
de la muerte de Jesús, la idea surtió efecto en Villalba que encontró en ella
la razón del progreso lucentino a lo largo de los tiempos8, esgrimiendo en
defensa de un para entonces reprobable pasado hebreo de Lucena el fantástico
desacuerdo de su sinagoga con la condena y muerte de Jesús. Otros de nuestros
historiadores, Tomás Fernández Hurtado de Mendoza y Fernando López de Cárdenas,
cura de Montoro, se hicieron eco —aunque sin aceptarlas— de las diversas
fábulas que sobre el nacimiento de Lucena existen; el primero atribuye su
fundación a Siqueo —acaso un judío—, que la denominó Elisa Dido en honor de la
mítica fundadora de Cartago. Cárdenas,
por su parte, niega la presencia de hebreos entre los primeros pobladores de
Lucena. En sus Memorias9 se puede leer Rodrigo Méndez de Silva y otros Autores,
a quienes sigue Salazar de Mendoza, Canónigo de Toledo, en su Monarquía de
España, que se ha publicado poco ha, dice que Lucena fue fundada por los
hebreos que trajo cautivos Nabucodonosor a España, y que fundaron también ella,
como en Toledo, Universidad y Escuelas donde se enseñaba la Ley de Moysés.
¿Pero, quién no ve que esto es una fábula, que introdujo el Moro Rasis en la
Historia de España, engañado de los hebreos de su tiempo? [...] El
3 Jiménez del Pino Valderrama, M. Manifiesto
de algvnos servizios que esta mvy noble y siempre fiel zivdad de Lvzena ha
hecho al Rey Nro. Señor D. Phelipe V. Dedicado a don Luis Francisco de la Cerda
y Aragón, duque de Medinaceli. En Córdoba en la Imprenta de la dignidad
episcopal de Acisclo Cortés de Ribera Prieto, el 1 de marzo de 1708. p. 2. 4
Añade el Lcdo. Jiménez a este mítico relato de la fundación de Lucena, las
poéticas y fantásticas ideas siguientes: Llamóse antes Luzera (y afsi la
mencionan los antiguos Hiftoriadores) nombre tan myfteriofo como adequado à las
excelencias de efta antiquifsima poblacion. Luzera, ò Lucero llaman los
Aftrologos, y nueftro Idioma Caftellano entiende por Eftrella que luce en la mañana.
5 Villalba Bernal, P. Op.cit. pp. 188-189. 6 Méndez de Silva, R. Población
General de España Madrid, 1675. p. 438. 7 Es, al parecer, evidente la confusión
de Villalba sobre el origen de los restos —claramente romanos—, que aparecían
(y aparecen aún), en la zona oriental del Prado de los Caballos. 8
Sorprendentemente se sigue manteniendo por algunos una insostenible relación
entre el perdido pasado judaico de Lucena con su reciente prosperidad
económica. 9 López de Cárdenas. F. J.
Ob. cit. pp. 58-59.
3
Padre Mariana, aunque
asiente en que Nabucodonosor vino a España, se descarta de la especie de la
transmigración de los judíos, fundación de Toledo y de las demás; porque faltan
autores fidedignos que lo autoricen. Con todo, no han faltado quienes, insistiendo
en la venida de Nabuco, defiendan la de los judíos a Toledo, creyendo que
fundaron allí y en otras partes. De este sentir son Floriandro, Pineda, el abad
de Monte Aragón, Salazar y quasi todos los historiadores. Pretenden afianzarlo
con la autoridad de Estrabón (lib. 15), y de Josefo en el libro undécimo de sus
Antigüedades; pero es lo cierto que así el Gentil como el Historiador de los
judíos, no dicen que Nabucodonosor vino a España, sino que Meghástenes dixo que
subyugó una buena parte de España Et bonam parten Hispaniæ subjugasse, lo que
es muy diverso de ser Estrabón y Josefo, autores de aquella noticia. Bien
sabemos que la venida de Nabuco a España no infiere la transmigración de tropas
numerosas de judíos, que se cuentan haber venido con aquel Príncipe, y así
parece defensable su venida sin aquel acompañamiento, pero lo cierto es que se
halla tan desautorizado lo uno como lo otro [...] Convenimos con los clarísimos
autores de nuestra Historia literaria en que es fábula quanto se dice de la venida
de Nabuco a las Españas, por la razones y graves fundamentos que exponen. Con
eso se corta por la raíz la fábula de la transmigración de los hebreos a
España, la fundación de Lucena y otras, y la decantada Universidad y Sinagoga.
Acerca de la noticia de ser Lucena fundación de judíos, Ramírez de Luque10
afirmó: Su origen (de la noticia) es haber dicho a fines del siglo XV el
célebre portugués rabí Ishaq Abrabanel en el prefacio al Comentario sobre
Isaías lo siguiente: Rabí Ishaq ibn Gayyat, de buena memoria, escribe que el
tiempo de la destrucción del primer templo pasaron también a España o Sefarad
dos familias de la casa de David, una de los hijos de David que asentó en
Lucina o Lucena, y otra es la familia de Abrabanel la qual se estableció en Seviliah.
Luego que el docto rabí Josef ibn Gorion, a fines del siglo IX o principios del
X fue el primero en aplicar arbitrariamente a España el nombre de Sefarad se
dio con este yerro ocasión a mil fábulas que sobre tan falso supuesto inventó,
y aumentó después, el genio de los judíos propenso a ficciones para engrandecer
su nación. De ellos tomó muchas el Moro Rasis11, pero está demostrado que hasta
fines del siglo XIV no se oyó hablar de la venida de los judíos a España
reinando Nabuco. Publicaron esta patraña algunos sabios hebreos sólo para
lisonjear su orgullo y consolarse de su miserable estado, como también para
contener con cuentos maravillosos el odio de los españoles que a la sazón
estaba muy exaltado contra ellos [...] De los escritos rabínicos pasaron estas
fábulas a los de los cristianos; el cómo y cuándo no es de mi intento.
Contrasta la habitual fidelidad histórica de Ramírez de Luque con esta posición
cerrada ante la cuestión hebrea lucentina, cuyo reconocimiento —dado su
antisemitismo, comprensible en un clérigo y en su época—, entendía como
denigrante para la historia local. En
general, las actitudes de nuestros historiadores sobre la Lucena judía, sean a
favor o en contra, responden a las contradicciones que, al respecto, se
encuentran en autores más reputados tomados como fuentes. Así, Garibay
escribió: Después, con el discurrir del tiempo, siendo estas gentes en mayor
aumento, se derramaron a otras diversas provincias de España, y destos primeros
fueron a la Andalucía, donde en la villa de Lucena tuvieron universidad de
Letras hebreas, como escribe Josepho Abarbanel, en el Comento de los Profetas
Menores12. Por contraste, Bernardo de Alderete, también a principios del siglo
XVII, llegó a negar que nuestra ciudad se llamase Lucena en el tiempo en que se
dice fundaron acá los Hebreos; y que aquí erigiesen Universidad y sinagoga13,
aduciendo que era Portugal la mencionada Lucena, por asimilación con Lusitania.
Reside, no obstante, un error fundamental en todos los escritos de nuestros
viejos cronistas locales y por otros historiadores antiguos, sobre la aljama
lucentina, y es el remontar la fundación de Lucena por los judíos el siglo VI
a.C., siguiendo la incierta idea medieval, ya aludida, que patrocinaba tal
origen. La mención más antigua sobre los judíos en España se remonta a la época
romana y lo demás es mitología ridícula14.
10 Ramírez de Luque, F. Ob. cit. pp. 38-39. 11
Nombre con el que era conocido Ahmad al-Rasi (+ c. 955); autor de varias obras:
una crónica que contiene una descripción de España; una historia peninsular
desde tiempos remotos hasta el rey visigodo Rodrigo; y una historia de los
árabes hasta al-Hakam II. 12 Garibay, Los Quarenta Libros del Compendio
Historial. T. I, lib. V, cap. IV, p. 110. Barcelona, 1628. 13 Alderete, B.
Origen de la lengua castellana. L. III, cap. IV. Roma, 1606. 14 Suárez
Fernández, L. Judíos Españoles en la Edad Media. p. 16. Madrid, 1980.
4
Los judíos en España
Es sabido que la crisis y el
descrédito de la religión oficial romana, así como el cosmopolitismo de la urbe
cabecera del Imperio, permitieron la entrada de ciertos cultos de origen
oriental que llenaron con su bagaje espiritualista y místico el enorme vacío
que el racionalismo materialista había impregnado en las creencias romanas. La
religión de Roma absorbió un cúmulo de cultos y deidades foráneas tiñéndose de
un vago sincretismo. El judaísmo, sin embargo, no era un culto asimilable;
religión de un dios único, personal y omnipotente, hubo de enfrentarse pronto
—el año 63 a.C.— con la religión oficial del Imperio. Más tarde, salvando el
periodo de intransigencia que dio lugar a la sublevación de Barkokhbá (135
d.C.), sofocada por Adriano y origen de la diáspora definitiva, Roma aceptó la
sinagoga proporcionándole el reconocimiento de religión lícita. Por otra parte,
la destrucción del templo de Jerusalén por Tito puso fin a la ancestral
tradición levítica o sacerdotal, por lo que la religión judaica debió adaptarse
a las nuevas circunstancias, cohesionándose alrededor de la sinagoga y los
rabinos —maestros y no sacerdotes—, a los que muchos años de estudios
preparaban para ejercer la dirección moral de su pueblo. Así, a partir del año 70 d.C. el judaísmo se
trasformó de sacerdotal en escolástico, sustituyendo los sacrificios por la
oración. La tradición sefardí corresponde a esta segunda época por lo que ha de
descartarse la presencia significativa de judíos en la península Ibérica antes
de la última fecha indicada. No obstante, la polémica se ha mantenido hasta
tiempos recientes, si bien bastante apagada por la carencia de datos fidedignos
que confirmen la hipotética llegada de masas de hebreos a Hispania antes del
siglo I de nuestra era. Algunas aljamas
hispánicas aparecen citadas ya en el concilio de Elvira (303-309), si bien
existe constancia epigráfica de la presencia de judíos en el periodo
correspondiente al Alto Imperio en las ciudades de la costa levantina. Este referido concilio, algunos de cuyos
cánones, entre otros de menor dureza, impedían a los cristianos contraer
matrimonio y sentarse a la mesa con judíos —cánones 16 y 50—; prohibía también
que los frutos de la tierra fueran bendecidos por hebreos, así como la
participación conjunta de judíos y cristianos en ceremonias religiosas. Todo
ello revela la preocupación de la Iglesia por esta minoría religiosa que ya
debía poseer la suficiente entidad social como para merecer su atención. En
esta época, según las actas del citado concilio, había judería en las ciudades
siguientes: Llivia, Ampurias, Iluro (Mataró), Tarragona, Ibiza, Mallorca,
Játiva, Elche, Cartagena, Adra, Iliberris (Granada), Lebrija, Ilipa (Alcalá del
Río), Celti (Peñaflor), Segóbriga (Segovia), Ávila y Astorga15. El hecho de no
mencionarse Lucena revela su nula o escasísima entidad hebrea en esta
época. Otro tanto ocurre en los
concilios de Toledo a partir de la conversión de Recaredo al catolicismo
(586601). Desaparecida la tolerancia arriana, sucedió una época en la que la
situación de los judíos empeoró notablemente. Los cánones del concilio IV de
Toledo —año 633— rememoran los del iliberitano. Afortunadamente para los
sefardíes los acuerdos no se cumplieron fielmente dada la casi permanente
anarquía del reino visigodo, pero de tan drásticas determinaciones en materia
política y religiosa se puede deducir la importancia socio-económica de la
microsociedad hebrea. Un dato significativo y digno de ser tenido en cuenta en
los sucesivos concilios toledanos —a pesar de su esporádica presencia en las
sesiones— es el silencio al respecto de la Lucena judía por parte de los
obispos de Egabra (Cabra), dentro de cuya órbita episcopal se encontraba
Lucena. Aunque parece probable que el asentamiento de los judíos en nuestra
ciudad se produjo después de la caída del poder visigodo y, seguramente, como
consecuencia de ésta, no es rechazable la presencia anterior de sefardíes, aun
en pequeño número, que actuaron como cabeza de puente del poblamiento judaico
posterior. No obstante hay un dato que merece ser tenido en cuenta: el fragmento
de la qiná o elegía que compuso el poeta toledano Abraham ibn Ezra con motivo
de la desaparición de los más importantes núcleos judíos de Andalucía, entre
ellos Lucena, víctimas de la intolerancia almohade. En la citada composición, traducida del
hebreo16, se lee:
¡Ay! Sobre Sefarad descendió
una calamidad desde los cielos; mis ojos, mis ojos vierten lacrimosas aguas. El
llanto de mis ojos, como llanto de avestruz, es por la ciudad de Lucena; libre de tachas, aparte allí moró la cautiva
comunidad,
15 García Iglesias. Los judíos en la España
antigua, pp. 59-60. 16 José María Millás Vallicrosa, David Gonzalo Maeso o
Luis Cantera Burgos.
5
sin cesar hasta cumplir la
fecha de mil setenta años17.
Teniendo en cuenta que la
fecha más probable de la destrucción de Lucena por los almohades fue el año
1147, los 1.070 años a los que alude Abraham ibn Ezra, señalan el momento de la
destrucción del segundo templo de Jerusalén por Tito Flavio el 70 d.C., único
dato que permite remontar a fechas tan antiguas el origen judío de Lucena,
aunque más bien esto puede entenderse como una licencia poética del autor o una
variante más prudente de la tradición medieval sobre la llegada de los
israelitas a la península Ibérica. Es forzoso desechar, por ahora, cualquier
hipótesis que sostenga un importante establecimiento de judíos en nuestra
ciudad en épocas anteriores al siglo VIII, careciéndose por ahora de una explicación
que justifique su presencia en tal cantidad y calidad humanas en siglos
posteriores. La actitud de los monarcas godos, a partir de Recaredo, y de la
Iglesia hispánica, fue, como se ha dicho, absolutamente contraria hacia los
hijos de Israel. Su supervivencia se debió en buena parte al estado caótico de
la sociedad y de las instituciones de la época, especialmente durante los
reinados de Recesvinto (653-672) y Egica (682-702), en que las leyes dictadas
contra los judíos pueden calificarse de auténticamente feroces. Mientras se celebraba el XVII concilio de
Toledo, se recibieron noticias de que los judíos refugiados en el norte de
África conspiraban contra el reino visigodo; en consecuencia, la asamblea
episcopal, de acuerdo con el rey Egica, decretó: Que los judíos serían
desposeídos de todas sus propiedades y que ellos, sus mujeres e hijos, serían
arrebatados de sus hogares y vendidos como esclavos en todas las provincias del
reino. Nunca serían liberados ni tendrían oportunidad de practicar su religión.
El rey elegiría alguno de sus esclavos cristianos para que asumiera su
propiedad y estos hombres pagarían los impuestos que los judíos habían pagado
hasta el momento. Las personas a las que el rey otorgara los esclavos judíos
tendrían que firmar un compromiso de no permitirles nunca practicar sus ritos.
Finalmente, sus hijos les serían arrebatados cuando llegasen a los siete años y
serían entregados a cristianos devotos para ser educados y a su debido tiempo
serían casados con cristianos18. No es de extrañar que la farsa de la
conspiración judaica contra los godos se hiciera realidad algunos años después,
y que los invasores islámicos tuvieran en los hebreos hispánicos sus mejores
colaboradores. Unas crónicas árabes anónimas, los Ajbar Machmúa, que relatan la
llegada de los musulmanes en el año 711, da fe de la presencia de tropas judías
luchando junto a los árabes al mando de Kaula al-Yehudi, y de la creación de
guarniciones hebreas en Granada, Córdoba, Sevilla y Toledo, probablemente con
los elementos judíos de las propias poblaciones, a los que se les unirían algún
tiempo después los grupos de mercaderes hebreos que acompañaban habitualmente a
los contingentes militares islámicos. La llegada de los musulmanes significó
para la oprimida minoría sefardí un alivio en sus persecuciones. Considerados
al par que los cristianos gentes del Libro, con la Biblia como base de sus
creencias, se abrió para ellos bajo el Islam, con ciertas restricciones, una
época de tolerancia: tenían que usar trajes que les identificaran; no podían
utilizar caballos de monta; recitarían sus oraciones en voz baja; nunca sus
casas o sus sinagogas podrían superar una determinada altura19. El nuevo poder
les convirtió en gentes protegidas —ahl al-dimma—. Gracias a esto pudieron desenvolverse
y prosperar algunos centros de población casi enteramente judía como era
Lucena, o de gran densidad judaica como Granada20.
La aljama lucentina
Llega así el momento en que
comienzan a aparecer noticias sobre Lucena, definida ya como ciudad de judíos,
en la que habitaba una pujante comunidad, que alcanzaría su apogeo económico,
político y cultural dos siglos después, y que aparece ya citada, en el siglo
IX, en la correspondencia mantenida por una floreciente comunidad hebrea
lucentina con los geonim de las academias talmúdicas de Oriente Medio. Cabe suponer que antes de la llegada de los
musulmanes existiera un pequeño núcleo sefardí que
17 Traducción de Millás Vallicrosa, La poesía
sagrada hebraicoespañola p. 306. Madrid-Barcelona, 1948. 18 Thompsom E.A. Los
godos en España p. 282. Madrid, 1971. 19 Suárez Fernández, L. Ob. cit. p. 38.
20 Millás Vallicrosa, J. M. Ob. cit. p. 22.
Lápida del obispo Leo… Museo
de la alcazaba de Málaga
6
posteriormente se
incrementó. Tampoco resulta desdeñable la hipótesis de considerar Lucena y su
territorio como una especie de feudo concedido por los emires cordobeses a los
judíos como pago a algunos servicios. De este modo, no resulta extraño que Lucena
gozara de cierta autonomía y se convirtiera en el refugio de aquellos hebreos
que, por motivos políticos o religiosos, debían de huir o apartarse de la corte
cordobesa. Las ya mencionadas crónicas denominadas Ajbar Machmúa citan en
714-715 a una población llamada al-Yussana en los siguientes términos: Cuando
Musas ben Nusayr fue destituido por el enviado de al-Walid regresó por el
camino que había llevado Tariq, a fin de conocer parte de al-Andalus y al
llegar a Córdoba, dijo a Mugit: —Este palacio no te corresponde sino al Wali de
Córdoba. Y aposentándose en él, Mugit trasladó su casa junto a la puerta de
Algeciras (bab al-Yazira), que es la del puente, frontera a la brecha por donde
penetraron sus soldados cuando conquistó Córdoba. Era una casa magnífica, con
abundante agua, olivos y otros árboles frutales y se llamaba dar al-Yussana.
Había sido propiedad del rey malik, a quien hizo cautivo y tenía un soberbio
palacio que tomó el nombre de palacio de Mugit (balat Mugit)21. A juzgar por la
forma en que está redactada la noticia parece que la relación de esta
al-Yussana con Lucena estriba solamente en la denominación. Aunque ya en el
siglo IX se cita a Lucena como una ciudad casi enteramente habitada por judíos,
hay que suponerle, en el territorio de su actual término municipal, una
población islámica y mozárabe, esta última de no poca importancia si se
consideran las lápidas sepulcrales halladas, una en el siglo XVIII y otra en la
segunda mitad del XIX. La primera
perteneció a un obispo cuyo nombre, conservado incompleto, comenzaba por la
palabra LEO... Se halla en la alcazaba malagueña y fue catalogada por Hübner en
su obra Inscriptiones Hispaniæ Cristianæ en los términos siguientes: …es un
fragmento de losa de mármol blanco con el epitafio acróstico del obispo Leo
[...] Se halló en la huerta de Perea, en Lucena, de donde pasó al convento
cordobés de la Victoria [...] Mide 0'42 m de alto por 0'40 de ancho por 0'022
de espesor visible. Conserva restos de la orla que enmarcó su texto. Los
primeros versos, (perdidos), comenzarían por cada una de las sucesivas letras
del nombre del obispo, pero sólo queda un residuo de estos versos
pretendidamente onomásticos, en el que no aparece su letra inicial [...] La era
DCCC, a salvo de los años que pudieran seguir, equivale al 762. Su
interpretación sería:
[ex] CELSUM DOMINUM ME
[n...] POSCIT ER VENIAM XR[ist] I FLEBIL[is...] INCLITE QUEM DIGNIS TUMULABIT
[...] S[an]C[tu]S ET INLUSTRIS HERUS LEO [...] CUNCTIS QUOD PROFUIT AD SPEM
[...] OB QUOD CONTINUE LECTOR DOM[inum...] [pos]CENS UT VENIA MAN EAT[e...]
[vivat perpetue vi]TAM A[...] [sepultus era dccc...]
Y su traducción: ...Al
excelso señor (men) / pide también la gracia de Cristo llorosamente... / de
modo egregio a quien se enterró con los dignos / ...el santo e ilustre padre
Leo... / para todos, que le sirvió de esperanza... / por lo que continuamente
el lector al Señor... / pidiendo que dure su gracia (e...) / viva perpetuamente
una vida (a...) /sepultado en la era ochocientos22 La segunda lápida, fechada en
el 925, se conserva en el museo arqueológico cordobés. Descubierta en 1872
cerca del molino de Castil Anzur, está grabada en un tablero de mármol blanco,
mide 0'59 de alto, 0'32 de ancho y 0'10 de grueso23 y su texto es el siguiente:
+ HOC NEPOS LOCO TENETVR
MAXIMI VIRI ATANA QVEM PRISCA VOCABANT SECVLA ILDVM SINDE PATRE GENITVS MIRO IN
BEATIA RVRE JOHANNES EXIMIVS EX FONTE VOCATVS SAPIENS BENIGNVS QVINEX ORE
MODESTVS
21 Akhbar Machmúa. p. 21 del texto árabe y 33
de la traducción de Lafuente Alcántara. Vid. Arjona Castro, A. Anales de la
Córdoba Musulmana, 711-1008. Córdoba, 1982. Doc. nº 3, p. 15. 22 Hübner. Ob. cit. p. 39, spto. 58. Atencia
Páez, R. Seis piedras medievales cordobesas en la alcazaba de Málaga Boletín de
información municipal. Málaga, III trimestre. 1970. 23 Citada por Rosario
Castejón Calderón en su trabajo Los mozárabes del siglo VIII al X. Boletín de
la Real Academia de Córdoba, nº 102, p. 230.
7
FLORENS ECLESIA DECENTER
MENTE QVIETA CATHOLICVS STRENVVS PRECLARVS MENTE QVI FVIT ALVMNVS ORTODOXVS
LEGITIME ABTVS ETHEREIS IVNGATVR SORTE BEATA LOCATVS CVM XRISTO REGNET PIVM
QVEM COLVIT D(EV)M EXPLEBIT CVRSVM OCTAVO IDVS AGVSTAS SEXDENVM ET SEPTEN
ETATIS VITE PERAGENS NVNGENTESIMA SEX DECIES VEL TRIA SVB ERA
Cuyo significado es como
sigue: Aquí se encierra un nieto de aquel varón máximo, / a quien su siglo, ya
remoto, apellidaba Atanahildo. / Engendróle Sindemiro, su padre, en el campo de
Baeza, / y se le puso en la pila bautismal por nombre Juan el Eximio, / sabio,
benigno, sencillo en sus palabras, / honor de la cristiana Iglesia, cuyas
dignidades no ambicionó jamás, / católico valiente, preclaro alumno, ortodoxo a
maravilla. / Júntese con los bienaventurados en las mansiones celestiales / y
reine con Cristo a quien adoró como a Dios misericordioso. / Pasó de esta vida
cuando contaba 67 años de edad, / el 6 de agosto de 925. Natronai bar Hilai,
gaón24 de Sura, (853-856), remitió en la mitad del siglo IX unas largas cartas
a los hebreos lucentinos como respuesta a una serie de cuestiones de índole
moral, teológica o de meras relaciones humanas que estos le habían
planteado. Es curioso que la comunidad
lucentina se refiriese en muy escasas ocasiones a temas relacionados con las
Escrituras. El gaón era consultado preferentemente acerca de asuntos económicos
o de educación. Al respecto, recuerda a los lucentinos que estaba prohibido
acaparar mercancías con el objetivo de especular con ellas y aumentar los
precios así como pedir un precio exagerado en una transacción relacionada con
crédito, elevando demasiado el interés.
Asimismo se refería Natronai a los castigos que se solían aplicar a los
niños en la escuela y preguntaba si este método era empleado entre los
escolares de Lucena. En pocas ocasiones se alude modo directo al dinero, sin
duda porque resultaba difícil posponer operaciones comerciales hasta que
llegase la respuesta desde Babilonia, y al mismo tiempo porque los geonim
evitaban opinar sobre esta materia con comunidades de tierras distantes. Otras preguntas giraban alrededor del orden
de las plegarias y sus fórmulas para todos los días de la semana, el sábado o
las fiestas, así como sobre las normas que regulaban la lectura de la Torah y
la organización de la sinagoga.
El viaje de un sabio judío
lucentino
Entre los sabios españoles
del siglo IX, uno, Eleazar ibn Samuel, que había nacido en el comienzo de la
centuria y era habitante de Lucena, alcanzó fama. Era Eleazar un hombre de
ciencia que había adquirido gran prestigio por la profundidad de su erudición.
Varias comunidades de España le dirigieron preguntas y él contestó siempre con
detalladas respuestas25. Al mismo tiempo Eleazar mantuvo correspondencia con
los geonim de Babilonia, planteándoles cuestiones sobre la Halakhá. Una de sus
preguntas a Natronai, gaon de la academia de Sura, era si estaba libre de la
obligación del matrimonio levítico alguien que tuviera un hijo de una
sirvienta. Eleazar escribió también a Paltoi, cabeza de la academia de
Pumbedita26. Este intercambio de misivas no le debió satisfacer y marchó a la
lejana Babilonia para conocer personalmente a los sabios de aquellas academias
y discutir con ellos los principios halákhicos.
En su viaje pasó por Kairwan. Sus habitantes hebreos le pidieron que
llevara el dinero destinado a la academia de Sura, a lo que Eleazar accedió.
Más tarde, ya en Sura, Natronai le agradeció el gesto que había hecho posible
pagar las muchas deudas con que la academia se encontraba agobiada27. Eleazar
permaneció en Babilonia fijando su residencia en Sura. Vivió allí durante
algunas décadas, hasta el mandato del gaon Nahshon bar Saddok28. Durante
aquellos años participó en las actividades académicas, en el estudio y en la
dialéctica; por esta razón su nombre se menciona frecuentemente en los
24 El significado del término gaón (en plural
geonim), es excelencia o eminencia, referida a los directores espirituales del
pueblo de Israel en la Diáspora. Los geonim, establecidos en Babilonia desde el
siglo II hasta el IX, daban respuesta a las preguntas que desde los más remotos
lugares les hacían los judíos sobre temas de índole ético y teológico. 25
Shaare Sedek. Parte III, sección 6º, nº 15, 23 y 36. 26 Ibidem. Parte III,
sección 6ª, nº 15 y 17 27 Samuel ibn Djama. Sefer ha-agur. p. 17. 28 Harkavy.
Teshubhot ha-geonim. nº 386.
8
escritos de los geonim de
las generaciones posteriores. Su personalidad causó honda impresión a los
intelectuales de la academia; para ellos era un erudito venido de lejos, un
sabio muy versado en la Guemará, nacido y educado en los círculos académicos,
como si se tratara de un miembro de las viejas familias gaónicas. Aclaró
cuestiones referidas a la Mishná y a la Guemará, de que aquellos círculos
académicos no tenían conocimientos, así como dudas respecto a monedas europeas,
especias y pescados. Una vez que fue conocida en Sura la personalidad de
Eleazar y el alcance de sus vastos conocimientos, le otorgaron uno de los
títulos honoríficos de la academia, el de resh kalla, concedido a una muy
selecta minoría. Preocupado por todas las cuestiones acerca del judaísmo y del
movimiento karaíta en particular, que estimulaba su interés, estudió los
escritos karaíticos en profundididad, algo no acostumbrado por los académicos,
quienes aborrecían tales trabajos. Así, cuando Natronai buscó el modo de
oponerse al punto de vista de Anan, el fundador del karaísmo, recurrió a
Eleazar que conocía bien la obra de aquel el Sefer ha-misvot (Libro de los
Mandamientos). Las actividades de este sabio son un fiel testimonio de los
fuertes vínculos entre los eruditos sefardíes y las academias de
Babilonia29.
Este mismo gaon remitió a
los judíos lucentinos un formulario de cien bendiciones para recitar
diariamente. Sin embargo, más interesante para nuestra historia es la alusión a
Lucena como ciudad enteramente habitada por hebreos Natronai lo hace en los
términos siguientes:Y respecto a vuestra pregunta relativa al hecho de que hace
tiempo al—Yussana es una ciudad judía que cuenta con gran población [...] sin
ningún gentil. Más adelante escribe: Hay en al-yusana algún gentil que prohiba
vuestras actividades?30. Como puede deducirse por estos testimonios, en el
siglo IX Lucena era una población de cierta entidad humana, con una notable
preponderancia judía. Más tarde, en el siglo XII, el viajero árabe al-Idrisí
insistirá en esta característica de casi absoluta dominancia hebrea frente a
comunidades de otras religiones dentro de las murallas lucentinas. Ciertas
fuentes históricas permiten arrojar alguna luz sobre las muchas incógnitas que
la distancia en el tiempo acumula sobre la Lucena judía; así, un documento
puede ilustrar, al menos con carácter orientativo, acerca del número de
habitantes de la cora o distrito al que pertenecía Eliossana. Tal es el censo
realizado el año 863, en tiempo del emir Muhammad I, con el objeto de efectuar
una leva de jinetes para la expedición de verano contra Galicia. A tal efecto y
teniendo en cuenta las circunscripciones administrativas, el referido censo se
expresa así: Cora de Elvira, 2.900; de Yayyan, 2.280; de Qabra, 1.800; de
Baguh, 900; de Takarunna (Ronda), 299; de al-Yazira (Algeciras), 290; de
Ishtiyya (Écija), 1.200; de Qarmuna, 185; de Shiduna (Medina Sidonia), 6.790;
de Rayya, 2.600; de Fahs al-Ballut (valle de los Pedroches), 400; de Mawrur
(Morón), 1.40031. La cora comprendía
varios iqlims o unidades administrativas menores, que hoy podrían asimilarse a
aldeas o caseríos de alguna importancia, recibiendo la denominación de qarya
las simples viviendas rústicas o cortijos. Es de suponer que cada cora
aportaba, incluso la capital, un número de jinetes proporcional a su
población. Lucena pertenecía —al menos
la ciudad y el norte del actual término— a la cora de Cabra, circunscripción
provincial basada en las divisiones administrativas heredadas de los romanos y
visigodos y que, junto con las de Córdoba y la de Fahs al Ballut, abarcarían la
mayor parte de la actual provincia cordobesa.
La superficie de la cora de Cabra era reducida en comparación con las
demás por lo que, analizando el número de jinetes con que contribuía a esta
campaña, su densidad de población debía ser alta. Sus límites territoriales
eran los siguientes: por el este lindaba con la cora de Yayyan (Jaén) cuyo
límite se hallaba entre Baena (más tarde capital de la cora) y Martos; también
por el este limitaba con la cora de Elvira a la que pertenecían Priego y
Alcaudete; por el sur lindaba con la cora de Rayya (Málaga), marcando la
frontera el río Genil, lo mismo que por el oeste, que limitaba con la cora de
Ishtiyya (Écija). Los límites por el
norte resultan más imprecisos, pero parece que la cora egabrense alcanzaba
Montilla, pero no Uliya (Montemayor) ni Bujalance. Quedaban, pues, dentro de la circunscripción
Cabra la capital, Baena, Lucena, Luque, Castil Anzur,
29 Asthor, E. The Jews of Moslem Spain. pp.
134-136. Philadelphia, 1973. (Tradución del autor) 30 Enciclopedia Judaica.
Vol. XI, p. 550. Jerusalén, 1971. Cif. Teshuvot Gionet Mizral u-Maarav. (1888).
31 Ibn Idari. Bayan II p. 109 del texto árabe. Vid. Arjona Castro, A. Ob. cit.
p. 54.
9
Monturque y Aguilar.
Adjudicando a la leva una proporción del 10 % de la población, ésta alcanzaría
un total de 18.000 habitantes32, aunque no es posible saber cómo se repartían
entre los diferentes núcleos y, lo que sería interesante conocer, si madina
al-Yussana, dados sus particulares circunstancias, había de contribuir con sus
gentes a las campañas militares árabes o, lo que era más probable, si lo hacía
exclusivamente mediante aportación económica.
Queda fuera de toda duda la importancia estratégica de Lucena como paso
obligado desde las serranías penibéticas hacia la Campiña y la capital de
al-Andalus. Tres importantes vías de
comunicación corrían desde Córdoba hacia el sur, con destino a Málaga y Granada
para, desde esta última ciudad, dirigirse al importantísimo puerto de Pechina,
en Almería; y al menos dos de estos caminos cruzaban el actual término de
Lucena. Uno de ellos era la tantas veces citada vieja vía iberorromana
Antequera-Córdoba que corría de norte a sur al poniente de la ciudad
atravesando el río Genil por el luego llamado pontón del Maestre, cerca de
Benamejí; el segundo era el camino que procedente de Bulay (Aguilar) debía pasar
junto a las murallas de la propia Lucena bifurcándose luego en dos ramales, uno
con rumbo a Benamejí y otro, hacia Granada, por Rute e Iznájar. Durante los
emiratos de Abd al-Rahman I (822-852) y Muhammad I (852-886), la
correspondencia conservada, mantenida por los intelectuales lucentinos con las
academias orientales de Sura y Pumbedita, y la figura de Eleazar ibn Samuel
expresan claramente una situación de estabilidad social y de progreso económico
que debió verse muy afectada por la sublevación del caudillo nacionalista Umar
ibn Hafsun. El cronista árabe ibn al-Qutiyya escribió a propósito: La empresa
de Umar ibn Hafsun comenzó a tener gran resonancia, cada día la cosa se hacía
más grave y formidable, pues llegó a hacerse dueño de las comarcas que hay
entre Algeciras y Tudmir33. La muerte de Muhammad I fue la señal a la que el
rebelde Umar se lanzó a la conquista de las comarcas de Priego y Cabra en
agosto del año 886, lo que consiguió fácilmente uniendo a su movimiento, en un
principio de mero carácter social, los deseos nacionalistas de los muladíes.
Desde Priego, inb Hafsun realizó frecuentes incursiones sobre las coras de
Cabra, Córdoba, Jaén y Rayya. La comarca de Lucena debió verse afectada por la
situación bélica, que describe así ibn Idarí: Todos estos procedimientos
sirvieron mucho a ibn Hafsun que llevó sus incursiones a Cabra y aun más allá,
hasta la qarya de al-Yaliya (Torre Alta en Priego). Atacó al-Qabdiq (Alcaudete)
de Elvira, y los alfoces de Yayyán, e hizo prisionero a Abd Allah ibn Sam,
gobernador de Baguh.Y en las cercanías del castillo de Hisn Ashar (Iznájar),
del alfoz de Rayya y cerca de Cabra se reunieron gran número de malhechores
partidarios de ibn Hafsun, lo que aterrorizó a los habitantes de Cabra y les
impedía salir de ella. Cuando llegó la noticia al emir al-Mundir, envió a Asbag
ibn Futais con numeroso cuerpo de caballería hacia Hisn Ashar, que fue sitiada
hasta su conquista, y dio muerte a los que había en ella. Igualmente envió
al-Mundir fuerzas de caballería al mando de Abd Allah ibn Muhammad ibn Mudar, y
por el fata Abdun a la nahiya (comarca) de Luyana (Lucena), de Cabra, donde se
hallaba un grupo de partidarios de ibn Hafsun, que fueron sitiados y combatidos
hasta su exterminio34. Se infiere, pues, que dada la gran anarquía reinante, la
comarca lucentina estaba en manos de los rebeldes musulmanes y muladíes; sin
embargo, no se tiene certeza de que cayese en poder de los partidarios de ibn
Hafsun a pesar de que entre los años 889-890 una gran ofensiva les llevó a
conseguir apoderarse de las ciudades de Estepa, Écija, Osuna, Baena y Aguilar,
desde donde dominaban la Campiña y hostigaban a menudo los muros de la capital
cordobesa. Lucena, enclave judío en la cora de Cabra, parece que permaneció
fiel a los emires de Córdoba, a pesar del aislamiento al que la sometió ibn
Hafsun. Así, entre los años 890-891, desde Bulay, castillo que cada día se
fortificaba más, asedia y bloquea la cora de Cabra y sus castillos, y madinat
al-Yussana, cuyos habitantes eran judíos, y otras ciudades y castillos próximos
a los alfoces de Córdoba. La situación iba cada día peor y la gente empezó a
sentirse acosada por la miseria y escasez de víveres35. La situación general
era de auténtica guerra civil: el emir Abd-Allah apenas si dominaba la Campiña,
de tal modo que muchos historiadores, entre ellos P. Chalmeta, hablan sobre una
casi feudalización política de al-Andalus a finales del siglo IX, destacando la
importancia del tassil (señorío), mediante el cual el emir de Córdoba reconocía
y concedía un poder que, de hecho, detentaban ciertos señores o comunidades
32 Para realizar este cálculo se ha
considerado como incluidos en la leva algo más de la mitad de los hombres en
edad de pelear, teniendo en cuenta que estos significarían casi el 17 % de la
población. 33 Ibn al-Qutiyya, Iftitah. pp.93-94 del texto árabe, y 78-79 de la
traducción de Ribera. Vid. Arjona Castro, A. Ob. cit. p. 57. 34 Ibn Idari.
Bayan II. p. 115 del texto árabe. Vid. Arjona Castro, A. Ob. cit. p. 59. 35 Ibn
Hayyan. Muktabis, edición Antuña, p. 93. Vid. Arjona Castro, A. Ob. cit. p. 68.
10
autónomas. Es posible que en estas circunstancias de
guerra y anarquía, la fidelidad de Lucena al emir, mantenida a pesar del aislamiento
con la capital al que la sometía Umar, fuese el origen de la relativa autonomía
lucentina frente al poder árabe, situación que habría de acentuarse aún más
tras los días del califato, en la época de los reinos de taifas.
Visión literaria del asedio
de Lucena por las tropas de Umar ibn Hafsun
Al comienzo del año 891, la
situación del emir Abd-Allah era bastante difícil. Muchas de las ciudades de
Andalucía, al sur de Córdoba, habían sido tomadas por Umar ibn Hafsun. Cuando
Écija fue capturada se convirtió en cuartel general de los rebeldes; Estepa,
Osuna y Baena también fueron tomadas. Sin embargo, una ciudad permaneció fiel
al poder del emir: Lucena, cuya población era eminentemente judía. A primera vista, el estado de la ciudad era
desesperado, teniendo en cuenta que los muladíes de Córdoba habían conquistado
la fuerte posición de Bulay (Aguilar), a 20 km al Oeste (sic) de Lucena. Un día de primavera, varios cientos de
soldados rebeldes, algunos en mulas y otros a pie, aparecieron ante los muros
de la ciudad. Muchos llevaban puestas cotas de malla y yelmos de acero, pero
muchos otros vestían solamente el traje ordinario de los campesinos andaluces:
una tosca capa de piel. Los hombres de ibn Hafsun no sitiaron la ciudad, aunque
tomaron posiciones frente a una parte de las murllas, a una distancia de varios
cientos de metros; al principio no hicieron signo alguno de acción,
permanecieron inactivos todo el día; pero a la noche siguiente, en la tercera
vela, cuando los habitantes de la ciudad dormían, los hombres de Ibn Hafsun
abandonaron sus posiciones y, rápidamente, se acercaron a los muros, arrojaron
dentro del muchos sacos llenos de tierra para facilitar el acceso a lo alto de
la muralla, apoyaron las escalas contra ella y procuraron subir; pero los
guardias estaban alertas; algunos comenzaron a lanzar enormes piedras sobre los
atacantes, otros pedían ayuda y, al momento, el intento de sorprender por
asalto a los habitantes de Lucena quedó malogrado. Al día siguiente los hombres
de Umar ibn Hafsun comenzaron a montar instrumentos de asedio cuyas partes
habían traído consigo en carromatos; también instalaron escudos móviles de
protección, debajo de los cuales podían aproximarse a las murallas. Emplazaron
dos grandes catapultas y con ellas lanzaron piedras contra la ciudad [...] Al
mismo tiempo, formaciones de arqueros, desde detrás de los escudos móviles,
lanzaban sus jabalinas y flechas cuatro veces más grandes que las usuales.
Durante algunas horas dispararon contra los defensores, pero estos no perdieron
el coraje ya que estaban preparados para el asedio. Todos los hombres, incluso
los jóvenes y los viejos, tomaban parte en la defensa arrojando piedras y
flechas sobre los atacantes, y saetas incendiarias contra los escudos.
Entretanto, las tropas de Ibn Hafsun comenzaron a utilizar un ariete, también
cubierto con un escudo; del mismo modo que los atacantes se afanaban por
acercarse a batir el muro para abrir una brecha, los defensores se esforzaban
por incendiar los manteletes de protección. Los sitiados lograron incendiar los
escudos bajo los que se cobijaban los arqueros, pero no conseguían destruir la
protección del ariete. Finalmente alcanzaron su propósito al prender las
flechas incendiarias de los sitiadores en el escudo que protegía el ariete.
Pasaban los días y los hombres de Umar ibn Hafsun no progresaban en su intento.
Tratando de penetrar en la ciudad construyeron un nuevo ariete y una mañana muy
temprano, lo emplearon contra una de las puertas, esperando desquiciarla, pero
no lo consiguieron. Dos días después,
las tropas rebeldes, amparadas en la noche, recogieron sus pertrechos, los
cargaron en carros y bestias y desaparecieron. La ciudad judía de Lucena fue
salvada de las garras de Umar ibn Hafsun quien, algunas semanas más tarde, resultó
severamente derrotada en batalla por el emir Abd-Allah36.
Estas circunstancias de
evidente inseguridad e inquietud social dieron, quizás, lugar al ocultamiento
del tesoro llamado del cortijo de la Mora, en el partido rural de Prado
Quemado, hoy en el Museo Arqueológico Provincial de Córdoba37, cuya datación
coincide con la etapa de la rebelión de ibn Hafsun e ibn Mastana en el siglo X.
El conjunto está constituido por dirhams (monedas de plata), diez anillos de
diversos tipos con chatón sin piedra; cuatro brazaletes, todos de plata de baja
ley; dos pomos de perfume, el
36 Asthor, E. Ob. cit. pp. 109 y siguientes.
Philadelphia, 1973 (Tradución del autor). 37 Fue adquirido para el Museo
Arqueológico Provincial por O. M. de 10 de mayo de 1956. Consta su ingreso en
el Inventario General con fecha del 25 de octubre de 1964.
11
más hermoso de plata y el
otro de bronce; y un par de arracadas de oro de figura semicircular que
combinan en su decoración labores de troquelado, repujado y cincelado. El
problema causado por la sublevación de Umar ibn Hafsun, al que se unieron
personajes como Said ibn Mastana y otros significados muladíes de la propia
Córdoba, no se resolvió, pese a los esfuerzos del emir Abd-Allah, el cual mandó
fortificar la sierra de Aras para prevenir los posibles ataques rebeldes. Ibn Hayyan proporciona noticias sobre este
particular: En este mismo año (910), se conquistó la ciudad de Baeza de la cora
de Yayyan [...] también en este mismo año se alió el jefe mayor de los
sediciosos con Said ibn Mastana y Sad ibn Hadil en contra de la gente adicta a
la obediencia. Al iniciar los rebeldes sus ataques contra los adictos al emir,
les salió al paso el ejército real que los acometió por todas partes y los
arrojó hacia la cora de Yayyán donde los rebeldes se apoderaron de rehenes,
vacadas y acémilas, para luego refugiarse en el castillo de Harisa con todo el
botín. Luego los persiguió a ambos el qaid Abu al-Abbas ibn Abi Abda, que los
combatió, cercándolos y obligándoles a presentar batalla, huyendo después
dejando detrás muchos muertos. Luego el general citado se dirigió este mismo
año hacia yabal Arush38 de la cora de Cabra donde construyó varios castillos
para atacar a ibn Hadil y estrecharlo39. El desorden generalizado de las
últimas décadas del siglo IX, al menos hasta la muerte de Umar ibn Hafsun el
año 917, obligó al uso del camino de Lucena a Granada puesto que la ruta a
través de Priego estuvo con-trolada por el cabecilla rebelde ibn Mastana,
partidario de Umar, hasta el 919. La subida al trono de Abd al-Rahman III el
año 912 significó el comienzo del fin de tan amplio periodo de desgobierno en
al-Andalus. El mismo año de su encumbramiento en el califato se realizaron las
primeras expediciones a la sierra de Almadén y a la cora de Cabra para desembarazarse
rápidamente de los malhechores y gentes de guerra civil y del desorden en estas
dos regiones40. En estas circuntancias era más seguro seguir el camino de
Lucena, para evitar el relieve montuoso de la comarca prieguense, teniendo en
cuenta además, la fidelidad de los judíos lucentinos al gobierno de
Córdoba. Hay constancia documental de
que dicho camino había sido ya utilizado en los tiempos del emir Abd Allah en
que se realizaron diferentes aceifas en territorios granadinos y malagueños.
También ibn Hayyan al describir el itinerario del príncipe al-Mutarrif, hijo
del citado emir, en la expedición contra Simyila (lugar de la costa malagueña),
en marzo del 894, indica que el ejército cordobés marchó por el camino de
al-Yussana hacia Hisn Ashar donde acampó en un lugar llamado Mahllat Kurtish
[...] donde sería atacado por las tropas de Umar ibn Hafsun41. El mismo ibn
Hayyan alude también a Lucena cuando relata que en el año 908 las tropas del
caid Ahmad ibn Muhammad ibn Abi Abda se dirigieron a Bobastro, la fortaleza
inaccesible de ibn Hafsun. El mencionado cronista añade que el ejército
realista derrotó a los habitantes de Turrush, fuerte enclave entre Iznájar y
Loja, pero no pudo apoderarse de su fortaleza por lo que marchó hacia Massana,
qarya de las aldeas de Cabra42. El propio Abd al-Rahman III utilizó el camino
de Lucena para lanzar sus ejércitos a aniquilar los últimos focos de
resistencia rebelde; así ocurrió en las campañas contra Belda (asimilable a la
actual Cuevas de San Marcos), Hins ban Bashir (Benamejí) o la propia Bobastro
en plena y más arriscada serranía malagueña43.
38 Yabal o shabal Arush es con seguridad la
denominación árabe de la sierra de Aras. Las crónicas cristianas aluden a la
existencia en su cima, en el lugar donde hoy se encuentra el santuario
aracelitano, de una atalaya de origen árabe. 39 Ibn Hayyan. Ob. cit. p. 146.
Vid. Arjona Castro, A. Ob. cit. p. 78. 40 Ibn Idari. Bayan II. p. 159. Ibn
Hayyan. Muqtabis, V. p. 53. Vid. Arjona Castro, A. Ob. cit. p. 83. 41 Ibn Hayyan. Vid. Arjona Castro, A. Boletín
de la Real Academia de Córdoba, nº 100. vol. I. p. 259. 42 Ibn Hayyan.
“Muqtabis”, V. Vid. Arjona Castro, A. Ob. cit. p. 260. 43 Ibídem.
Piezas del tesorillo del
cortijo de la Mora: anillo, arracadas, pulsera y ungüentario. S. IX. Museo
Arqueológico. Córdoba
12
Apogeo de la Lucena judía.
Ibn Shaprut
A partir del aniquilamiento
de los últimos reductos de la resistencia de ibn Hafsun comienza la ascensión
de la Lucena judía hacia su apogeo. Una
circunstancia que justifica inicialmente esta evolución radica en el influjo
que ejercía sobre el califa el judío ibn Shaprut, merced a sus dotes
intelectuales y diplomáticas, y a la protección que ejerció sobre su
pueblo. Abu Joseph Hasdai ibn Shaprut
(915-970), natural de Jaén, dominador de las lenguas hebrea, árabe, latina y
romance, además de los secretos de la medicina y la farmacia, legados por los
antiguos sabios griegos, cuyos viejos escritos habían llegado a Córdoba
traducidos en los dominios islámicos del Medio Oriente, contaba con el carácter
y la simpatía natural que, junto a sus conocimientos, le permitieron escalar
altas esferas en el contexto social de la corte de Abd al-Rahman III. Sus dotes
diplomáticas y el conocimiento de las lenguas le convirtieron en la pieza clave
en la política exterior del califa; así lo demostró al hacerse cargo del
recibimiento de los embajadores del emperador de Oriente Constantino VIII, el
año 944, y, más tarde, del emperador de Alemania Otón I. La curación de la enfermiza obesidad de
Sancho el Craso y la intervención política en asuntos internos de los reinos
cristianos de León y Navarra, fueron éxitos de Abd al-Rahman imputables a los
buenos oficios tanto diplomáticos como médicos de Hasdai ibn Shaprut. Las influencias de este personaje en la corte
califal se reflejaron en la comunidad hebraica cordobesa que, durante el
reinado del califa al-Nasir, y luego en el califato de al-Hakam II, gozó de una
de sus épocas más felices. Hasdai ibn Shaprut fue investido como nasí
(príncipe) de los judíos cordobeses y ejerció su jurisdicción, delegada del
poder del califa, sobre todas las comunidades hebreas de al-Andalus. Como
mecenas, protegió a los ingenios de su raza y enriqueció la comunidad judaica
de Córdoba con aquellos talentos foráneos que pudo atraer llamados tanto de su
generosidad como de la opulencia de Córdoba y de la tolerancia del califa
omeya. Por otra parte, las academias orientales, que habían mantenido encendida
la llama del judaísmo, iluminando con su sabiduría a muchas comunidades de la
diáspora —entre ellas a la de Lucena—, habían ido sufriendo a lo largo del
siglo IX y parte del X una larga decadencia que anunciaba su desaparición. A la
muerte de Saadia, su último gran rabino, considerado como el príncipe de los
talmudistas, la academia de Sura desapareció como centro de ciencia y de
tradición, manteniéndose, no obstante, la de Pumbedita gracias a la ayuda de
las comunidades hebreas de El Cairo y Bagdag. Los últimos intelectuales de Sura
trataron desesperadamente de hallar los medios para restituir el viejo
esplendor a su academia y con tal pretensión se embarcaron, quizás rumbo a
Europa, a la búsqueda del apoyo de las aljamas occidentales. Tras un naufragio,
apresados por el almirante de la armada cordobesa, ibn Rumahis, fueron
conducidos con su jefe, el rabí Mosseh ibn Hannoch, a Córdoba, para ser
vendidos como esclavos en el zoco; pero, reconocidos por los de su raza, fueron
comprados y redimidos, incorporando su bagaje cultural al de la comunidad
cordobesa. De este modo la cultura talmúdica del Oriente Medio se desplazó al
extremo occidental europeo, convirtiendo a al-Andalus en el centro espiritual
del judaísmo. No obstante, la academia
de Sura mantuvo su antiguo esplendor hasta la muerte el año 1033 de su último
gaon, el rabí Hai, aunque para entonces, la dirección espiritual de los judíos
había desaparecido de Córdoba y se encontraba en Lucena, ya denominada Perla de
Sefarad. Es de notar la importancia de nuestra ciudad en la segunda mitad del
siglo X en cuanto al influjo que podía ejercer en las determinaciones de la
comunidad de Córdoba. A la muerte del rabí Mosseh ibn Hannoch, ocurrida en el
965, hubo fuertes disensiones entre Córdoba y Lucena sobre la elección del
rabino sucesor, que era el mismo tiempo juez dayan. Encabezaba el partido de
las apetencias lucentinas Joseph ibn Ishaq ibn Abi Tur, que pretendía que se
alzara con el rabinato Menahem Abi Sharuk. Las discusiones debieron ser
apasionadas, de tal modo que, al resultar elegido el rabí Hannoch, hijo del
difunto, ibn Abi Tur, desairado, emigró a través del puerto de Pechina hacia el
norte de África, viajando por Palestina, Siria e Irak, y acabando sus días en
Damasco, alrededor del año 101244. Muchos judíos notables debieron abandonar
Córdoba para refugiarse en Lucena cuando el califato cordobés se desmoronó en
medio de las luchas facciosas de beréberes y eslavos, movidos por las
ambiciones de diversos aspirantes al trono, que no dudaron en comprar la ayuda
de los cristianos catalanes y leoneses
44 Para ampliar estas noticias ver Amador de
los Ríos, J. Historia social y religiosa de los judíos de España y
Portugal. Lib. I, cap. III, pp. 81-92; y
Millás Vallicrosa, J. M. Ob. cit. pp. 25 y 34.
13
para verse encumbrados en
una hegemonía imposible. Los cronistas
árabes del momento son muy expresivos en la descripción de los hechos —aunque
no de las causas—, que hundieron el califato cordobés: La ruina lo ha
trastocado todo. La prosperidad se ha cambiado en estéril desierto; la
sociedad, en soledad espantosa; la belleza en escombros dispersos; la
tranquilidad en encrucijadas aterradoras. Ahora son asilo de los lobos, juguete
de los ogros, diversión de los genios y escondite de las fieras los parajes que
habitaron hombres como leones y vírgenes como estatuas de marfil, cuyas manos
derramaban innumerables favores45. Fruto trágico de esta crisis política fue el
pogrom del año 1013, que lanzó a una nueva diáspora al resto de la comunidad
israelita de Córdoba y, con ella, a sus intelectuales. Las luchas entre
Sulayman ibn alHakam al-Mustain, que encabezaba el partido de los beréberes, y
Muhammad ibn Hixan al-Mohdi, por parte de los eslavos conocieron diferentes
alternativas en las que el intervencionismo cristiano influyó militar y
económicamente. Amador de los Ríos señala que la causa de la matanza y la
expulsión de los judíos de Córdoba había sido la colaboración que estos habían
prestado a Muhammad ibn Hixan, procurando por medios diplomáticos la
participación en el bando eslavo de Ramón Borrell, conde de Barcelona. Por este
motivo, cuando Sulayman logró deshacerse de sus adversarios, los judíos fueron
implacablemente perseguidos por los beréberes: Vencido al-Mohdi en las márgenes
del Guadiaro vieron zenetes y berberíes abierto de nuevo el camino de Córdoba.
Asediada ésta con extremado rigor, era entrada a saco el 19 de abril de 1013,
derramándose por todas partes la violación, la muerte y el incendio. Tres meses
después, confiscados a favor de los berberíes los bienes que había perdonado el
fuego, eran desterrados todos los moradores de Córdoba, exceptuando sólo los
que vivían en el alcázar y los que se habían acogido al arrabal de Oriente. La
venganza de Sulayman respecto a los judíos estaba cumplida. Envueltos éstos en
la proscripción común, cual lo había sido antes en asaltos, saqueos y
violaciones de la ciudad querida, destruidos sus hogares e incendiadas sus
tiendas eran arrojados de Córdoba con extraña sevicia. En medio de tanta
desolación, buscaban asilo, ya en las comarcas orientales, donde imperaban los
eslavos, ya en la ciudad de Granada, que había arrebatado a Elvira su antigua
capitalidad, ora en Toledo, competidora con Córdoba así en el poder como en la
protección concedida a los judíos, ora en el centro mismo del imperio
cristiano, donde había comenzado a brillar para ellos [...] nueva era de
tolerancia46. En estas circunstancias,
a, como otras ciudades de tradición judaica, Lucena, medio camino entre Córdoba
y Granada, en un fértil territorio y con una población casi enteramente
sefardí, recibiría, dada su proximidad, un importante contingente de hebreos
cordobeses que huían de la persecución. De la evidencia de Lucena como ciudad
refugio de judíos no sólo de Córdoba y más tarde de Granada, sino en otros
lugares de la geografía andalusí, es muestra una lápida sepulcral hallada en la
casa número 2 de la calle de Santiago47. El profesor Cantera Burgos remonta sus
arcaizantes caracteres al siglo XI, e indica que la inscripción está dedicada a
un maestro hebreo emigrado desde el norte de España a Lucena donde falleció. Su
traducción, realizada por el citado profesor es la que sigue: RABÍ AMICOS /
DUERMA EN PAZ / Y DESCANSE EN PAZ / HASTA QUE VENGA / EL CONSOLADOR / PREGONERO
DE PAZ / EN LA PUERTA DE SALEM / ALBRICIADOR DE PAZ / Y DÍGASELE: / SEA SU
MORADA LA PAZ48. Así pues, Lucena constituía ya en los comienzos del siglo XI
un importante emporio judío. Sometida hasta entonces al poder directo del califa,
con la desaparición de esta figura y la disgregación de al-Andalus en múltiples
centros de gobierno, Eliossana debió caer en la órbita del poder zirí
granadino, pero aumentando considerablemente su autonomía y sus libertades de
modo paralelo al crecimiento de su poder económico.
45 Ibn Hazam. Vid. "Historia de
Andalucía" Ed. Planeta, T. I. p. 278 46 Amador de los Ríos, J. Ob. cit.
Lib. I, Cap. V, p. 116. 47 El decenario Luceria
nº 147 –p. 4– de fecha 21 de junio de 1959, se hace eco de este hallazgo
arqueológico, hoy en depósito en el Museo Arqueológico Provincial. Se trata de
una lápida de caliza blanca de 0'38 cm de ancho, de 0'84 de alto y 0'11 de
grosor, partida aunque completa, con inscripción en ambas caras. 48 Cantera
Burgos, F. Rev. Sefarad, nº 27, p. 142.
Lápida del rabí Amicos.
Museo Arqueológico de Córdoba
14
No se podría explicar de
otra manera la rebelión, a finales del siglo XI, de los judíos lucentinos
contra el emir de Granada, Abd Allah, como consecuencia de un abusivo aumento
de los impuestos. La economía lucentina de la época, como la de muchas ciudades
durante la Edad Media, se basaba fundamentalmente en la agricultura. Los
alrededores de Lucena estaban al parecer sembrados de viñedos; su cultivo para
el consumo directo de los frutos y la elaboración de vinos y aguardientes eran
actividades practicadas frecuentemente por los judíos, que obtenían de la
venta, seguramente clandestina, de bebidas alcohólicas, una importante fuente
de ingresos, ya que, pese a la prohibición coránica, era frecuente, y así lo
corroboran bastantes fuentes literarias, la transgresión de este precepto por
parte de los musulmanes andaluces. En un
Manual de hechos escrito en Lucena en el año 1021 se hallan varios contratos
relacionados con el trabajo agrícola; tales los referidos a arrendamientos de
viñedos, a la circulación comercial de piedra para la fabricación de prensas y
molinos aceiteros, a la venta de ganado y al modo de conseguir carneros sementales
para obtener la descendencia a medias entre el dueño y el ganadero49. Pero sin
duda eran las actividades comerciales unos de los pilares fundamentales de la
economía judía lucentina Existían muchos
mercaderes que mantenían relaciones comerciales con las más grandes ciudades de
España: Granada, Sevilla y Toledo, así como con países del Oriente Medio. Los
judíos de Lucena viajarían hasta el cercano Oriente, especialmente a Egipto,
realizando sus negocios, comerciado con los judíos locales y estableciendo
amistades. Era frecuente que a su regreso mantuvieran intensa correspondencia
durante años. Un judío lucentino, que visitó el Oriente Medio durante la
segunda mitad del siglo IX, fue Samuel ibn Samuel ibn Salomon ibn Abraham ibn
Salomon, el cual llegó a tener gran amistad con Mebhorakh ibn Saadya, un
respetado médico y una influyente personalidad en la corte real en la que
servía desde hacía algunas décadas como nagid príncipe de los judíos de Egipto.
Samuel ibn Salomon escribió sus cartas desde Lucena50. Al comercio de productos
elaborados de origen agrícola como el vino, los licores y el aceite, habría que
añadir los de naturaleza ganadera, en especial la lana y el queso, y, sobre
todo, el de objetos de lujo cuyo consumo, propiciado por el exquisito
refinamiento de las diferentes cortes de los taifas andalusíes, eran objeto de
gran demanda: pieles finas, especias, drogas usadas en medicina, piedras y
metales preciosos, tejidos y esclavos, que llegaban a al-Andalus gracias a las
inquietudes comerciales de los judíos lucentinos los cuales, a juzgar por las
noticias conservadas, poseían una amplia red de agentes en todos los países
ribereños del Mediterráneo y utilizaban básicamente el puerto de Pechina como
base de su comercio, distribuido luego por los principales núcleos judíos de la
península Ibérica y de allende los Pirineos.
Afirman algunos historiadores que en Lucena se practicaba la castración
de esclavos con objeto de atender la gran demanda de eunucos en el mundo
islámico. No es extraño que así fuese porque esta práctica quirúrgica estaba
bastante extendida entre pueblos de todas las naciones y credos, pero sobre
todo, según ibn Hankal, en la región de los francos (se refiere a Verdún en
Francia), donde se realizaba con esclavos capturados fundamentalmente en el
este europeo. No obstante, la noticia
que pone en relación la castración con Eliossana es vaga y procede del geógrafo
al-Muktaddasi quien indica que era realizada en una ciudad detrás (sic) de Pechina,
cuyos habitantes eran judíos. Casi todo
el siglo XI y parte del XII puede considerarse como el siglo de oro del
judaísmo español. En lo literario, siguiendo el valioso criterio de Moseh ibn
Ezra (+ 1140), estos años señalan el máximo florecimiento de las letras
hebraicas, teniendo a nuestra ciudad como foco cultural de primera magnitud.
Una vez extinguida la prestigiosa academia de Sura, que se trasladó con el rabí
Moseh ibn Hannoch a la Córdoba de al-Hakam II, la desaparición de la de
Pumbedita dio lugar a que el centro de la espiritualidad judaica se trasladase
desde el Medio Oriente a Lucena, donde, gracias a la figura de s, se recogió y
conservó la tradición intelectual talmúdica. El último gaon rabí Hai, había
muerto en 1033, y con él desapareció la tradición de las encuelas orientales;
Lucena se convirtió en la directora espiritual del judaísmo e Ishaq ibn Gayyat
en el primero de los grandes maestros sefardíes51.
49 Assaf. Mekorot legorot ha-Yehudim
bi-Sefarad. Rev. Sion, 6-33-34. Cif. Asthor E. The Jews of moslem Spain. Cap.
IX. p. 143. 50 Assaf. Ob. cit. p. 37. Cif. Asthor E. Cap. IX. p. 143. 51 Suárez
Fernández, L. Ob. cit. p. 66.
15
El florecimiento cultural de
Eliossana. Samuel ibn Nagrella e Ishaq
ibn Gayyat. La academia de estudios
talmúdicos
Para analizar del
florecimiento cultural de la Lucena judía se ha de seguir forzosamente el
camino trazado por el referido poeta y preceptista granadino ibn Ezra, a cuya
formación lucentina se refiere en su obra Kitab al muhadara wa-l-mudakara.
Mosseh indica que las causas de la superioridad literaria sefardí proceden del
profundo conocimiento que de la lengua árabe poseían los judíos, así como de la
investigación sobre la gramática hebrea que patrocinó e impulsó Hasdai ibn
Shaprut. Siguiendo el quinto capítulo de su Kitab, según ibn Ezra es posible
distinguir cuatro etapas literarias en las letras hebraico-sefardíes: I.- Un periodo de juventud, que abarca las
fronteras cronológicas del califato de Córdoba (929-1009) II.- Un periodo de florecimiento, cuya
amplitud acoge los primeros taifas, la invasión almorávide y los segundos
taifas hasta la llegada de los almohades, a mediados del siglo XII en la que se
inscribe la desaparición de la aljama lucentina. III.- Un periodo de cansancio,
desde la mitad del siglo XII, el siglo XIII y parte del XIV. IV.- Un periodo de
decadencia con el que finaliza el siglo XIV y todo el siglo XV52.
Ishaq ibn Chicatella e Ishaq
ibn Levi ibn Mar Saul
Uno de los más renombrados
intelectuales de las comunidades judaicas de al-Andalus entre los siglos X y
XI, fue Ishaq ibn Chicatella discípulo en su juventud de Menahen ibn Saruq,
tomando parte en la redacción de la defensa de su profesor y maestro. Se dedicó
al estudio y enseñanza de la Biblia y, a finales del siglo X, era considerado
como uno de los más renombrados eruditos y escritores hebreos. Su propio nombre
es la prueba de que descendía de una vieja familia sefardí. Cuando Ishaq ibn
Chicatella tomó parte en la polémica contra Dunash ibn Labrat, era ya un hombre
maduro. Había nacido alrededor del año
930 y gozó de longevidad, viviendo, al parecer, hasta el final de la primera
década del siglo XI. Lucena era su sitio fijo de residencia y en ella
profundizó en el estudio de la filología árabe, que influyó notablemente en su
obra. Enseñó durante muchos años a cuantos jóvenes, sedientos de cultura se
acercaron a la academia lucentina, sobre todo gramática hebrea y exégesis bíblica.
Su influencia entre los estudiantes fue notoria; les incitó a seguir sus pasos
y a adquirir uno conocimiento básico de la filología y literatura árabes, para
facilitar el conocimiento de las Escrituras y de la gramática hebrea. Compuso
azharot53 a imitación del que a finales del siglo IX escribió el gaon Saadya.
Así, cada uno de sus versos comienza con la última palabra de la estancia
precedente y, de la misma forma, cada estancia termina con un verso de las
Escrituras. Claro está que Ishaq ibn Chicatella sigue al gaon con tanta
libertad que creó un estilo propio. En el mismo tiempo vivió en Lucena otro
famoso filólogo y poeta: Ishaq ibn Levi ibn Mar Saul, que había nacido
alrededor de la mitad del siglo X y también fue maestro, impartiendo enseñanzas
de lengua hebrea y explicando las Escrituras a sus discípulos. Como se suele
deducir de las citas que de sus trabajos realizan otros autores posteriores, su
influencia cultural debió ser grande. Ishaq ibn Mar Saul realizó comentarios a
las Escrituras, pero ninguna de sus glosas se ha conservado. Estaba dotado de
una sorprendente habilidad de poeta y compuso tanta poesía religiosa como
profana. Sus poemas no aportan nuevas ideas, pero se distinguen por la
elegancia y el talento de su expresión. Su lenguaje es bello y claro, y denota
un gran conocimiento de los recursos del arte poético de tal modo que algunas
de sus obras llegaron a ser modelos de la poesía hebrea española. En el himno
Mi ka-Mokha (Quién como Tú), cada estrofa finaliza con un verso de las Escrituras,
cuya última palabra es el nombre de Dios. Otro himno muy conocido es la baqasá
(suplicación), Dios mío no me juzgues de acuerdo con mis culpas, que se usó en
el servicio litúrgico del Año Nuevo. Este himno, escrito con medidos versos, se
incluyó en los
52 Millás Vallicrosa, J.M. Ob. cit. p. 26. 53
Ahzarot significa literalmente admoniciones-; tipo de poesías religiosas
correspondientes a la fiesta conmemorativa de la Ley del Sinaí.
16
libros de plegarias de
algunos ritos judíos. La obra de ibn Mar Saul es una clara evidencia del
influjo de la poesía árabe entre los autores hebreos, como se puede apreciar
sobre todo, en su poesía profana. Compuso, a la usanza árabe, poemas dedicados
a personajes distinguidos y a sus amigos de diversas ciudades de España; en
ellos aparecen ideas e imágenes familiares a la poesía arábiga como el secreto
del amor o la conflagración que estalla dentro del corazón del amante, así como
el deseo de la grata compañía de los amigos. Este eximio lucentino también
poetizó sobre la belleza de los jóvenes, tema completamente nuevo en la poesía
sefardí, que imitaron autores posteriores, de manera que, en cierto sentido,
fue un precursor que gozó en vida de la admiración y la fama que lo otorgaron
sus contemporáneos54.
A la primera generación
aportó Lucena dos figuras de renombre —siempre según el citado Moseh ibn Ezra—:
Ishaq ibn Levi ibn Mar Saul e Ishaq ibn Chicatella, sin contar otros, como el
emeritense ibn Abi Tur que, sin ser naturales de Lucena, vivieron y estudiaron
en ella. Ibn Mar Saul e ibn Chicatella
fueron con frecuencia contendientes literarios y —a tenor del criterio de ibn
Ezra— el primero destacó como poeta, mientras que el segundo, formado en la escuela
de Menahem ibn Saruq y considerado comoel más agudo de los dos y de mayor
información arábiga, destacó como filólogo55.
Del mismo modo que, ya en las postrimerías del califato, la disolución
de la aljama cordobesa influyó notablemente en la consolidación y en el
enriquecimiento sociocultural de la comunidad judía lucentina, en la segunda
mitad del siglo XI fue Granada —dentro de cuya órbita de poder se encontraba
ahora Lucena— la que dejó sentir sobre ella su poderosa influencia, gracias
especialmente a la acción de Samuel ibn Nagrella, nagid o príncipe de los
judíos granadinos, mecenas de los intelectuales de su época, a quien Lucena
debió sin duda su apogeo en todos los órdenes. Samuel ha-Levi ibn Nagrella, que
probablemente estudió en Córdoba en la academia de ibn Hannoch, había huido de
la capital de la Mezquita como consecuencia de la proscripción beréber del año
1013. Quince años después se hallaba investido del cargo de visir (primer
ministro), del emir de Granada Habbus ibn Maksan. Había conseguido su ascenso
fulgurante al poder gracias a sus conocimientos lingüísticos y escriturarios y
a sus dotes políticas y diplomáticas, de las que había dado muestras ante el
gobernador de Málaga, ciudad en la que residió antes de trasladarse a Granada.
Ibn Nagrella, desde sus cargos políticos, nunca alcanzados anteriormente por
ningún judío bajo el poder musulmán, protegió abiertamente a su pueblo: Samuel,
comprendiendo los altos deberes de su nueva posición y no olvidando los deberes
de su sangre, si bien se jactó una vez de traer origen arábigo, declaróse
abiertamente protector de los hebreos desvalidos, acallando no solamente sus
presentes necesidades, sino acudiendo generoso a la educación de sus hijos para
asegurarles lo porvenir en la estimación de los berberíes, que empezaban a
saborear los goces de las ciencias y las letras56. Como nagid, ibn Nagrella
tenía jurisdicción sobre todos los judíos del reino zirí y, por tanto, sobre la
comunidad lucentina. Su política proteccionista debió reportar indudables
beneficios a Lucena, enclave judío de primer orden en aquellos momentos. La
preponderancia de los judíos lucentinos sobre los musulmanes, obligados estos a
vivir como ciudadanos de segunda clase en el arrabal, sin posibilidad de
pernoctar dentro del recinto amurallado; el mantenimiento de una fuerza militar
propia, y otras prerrogativas de índole jurídica y de gobierno, que hicieron de
la hebrea Eliossana una especie de república teocrática con un alto nivel de
autonomía, fueron logros debidos seguramente al visir granadino, mantenidos con
más o menos fortuna hasta la invasión almohade. Son conocidas los cordiales e
intensos vínculos entre el rabí lucentino Ishaq ibn Gayyat y Samuel el
Príncipe, así como el apoyo que Lucena prestó, como en casos anteriores, a los
judíos granadinos huidos de su ciudad en el pogrom del año 1066. Estas
relaciones a alto nivel político y cultural evidencian otras conexiones
menores, no de menor interés, que suponen un trasvase constante de
intelectuales y comerciantes, entre una y otra ciudad de los judíos a partir
del siglo XI. Paralela en el tiempo y relacionada directamente con la de Samuel
ibn Nagrella, es la figura del citado ibn Gayyat, nacido en Lucena el año 1038,
fue elevado al cargo de dayan o juez de los hebreos lucentinos y durante gran
parte de su vida se constituyó en la piedra fundamental sobre la que se levantó
el prestigio de la yeshivá o academia de estudios talmúdicos, de Lucena. En el
plano literario y didáctico Ishaq es calificado por Moseh ibn Ezra en los siguientes
términos: En
54 Ob. cit. de E. Asthor y J.M. Millás
Vallicrosa. 55 Ibn Ezra, M. Libro de la consideración y el recuerdo. Cif.
Millás Vallicrosa, J.M. Ob. cit. p. 36. 56 Amador de los Ríos, J. Ob. cit. Lib.
I, Cap. V, p. 120.
17
los últimos años de esa
generación (se refiere a la primera de intelectuales judíos) apareció otra
pléyade de poetas que anduvieron en pos de los primeros e imitaron sus obras. A
veces lograron aventajarles en el modo de disponer los cánticos, en la suavidad
de sus palabras, en la fuerza de sus conceptos y en la pureza de sus
expresiones. El más antiguo de esta esclarecida pléyade fue rabí Ishaq ibn
Gayyat —sea bendita su memoria— de Lucena. Esta ciudad era por antonomasia la
ciudad de la poesía, por el número de poetas que produjo. Dicho poeta era una
fuente de elocuencia, dominaba los secretos de la lengua hebrea y también de la
aramea; escribió diferentes composiciones literarias y brillantes poesías, Con
gran sentimiento cantó a los sabios de su tiempo y endechó a los primates de su
generación. Compuso varios tratados sobre la Halakhá y el lenguaje, no dándose
punto de reposo hasta que lograba esclarecer en lo posible alguna cosa.
Sobrepasó a sus predecesores en el número de composiciones didáctico-morales y
laudatorias, en las poesías panegíricas y elegiacas, si bien no compuso gran
número a causa de que sus conocimientos de la lengua arábiga eran escasos. Pero
supo emplear palabras llenas de suavidad y de fácil comprensión; sus poesías
eran recitadas y transmitidas de boca en boca. La parte de sus escritos que yo
he podido poseer no es sino una gota en comparación del mar o como una chispa
junto al fuego. Él murió en Córdoba en el año 4849 (1089-1090) y fue sepultado
en Lucena57.
Rabi Ishaq ibn Gayyat
El más importante de los
eruditos de Lucena en la primera mitad del siglo XI fue sin duda Ishaq ibn
Judah ibn Gayyat. Miembro de una vieja y
estimada familia lucentina, usaba a veces su nombre arábigo, que él mismo traducía
al hebreo haciéndose llamar ibn Moshia. Profundo conocedor del Talmud y
principal entre los sabios hebreos de la España musulmana, no se limitó al
estudio de la Halakhah sino que poseía una amplia cultura habiendo examinado
con detenimiento los tratados de los filósofos árabes. El hecho de haber permanecido en Lucena
durante su infancia y su juventud le privó de contactos con los sabios
musulmanes, careciendo por lo tanto de conocimientos profundos de la literatura
arábiga. Amante de la tradición judaica, profundizó en los comentarios de los
geonim, en sus respuestas y en los trabajos de los que les sucedieron, de modo
que, en este sentido, no hubo en su generación nadie que se le pudiera
comparar. Desde su particular punto de vista, los dictámenes de aquellos
directores espirituales del pueblo de Israel —a pesar de sus creencias
supersticiosas— eran preferibles a las opiniones de los filósofos e
intelectuales. Uno de los textos que más influyeron en su formación y en su
obra fue el Sefer ha-yesirá (Libro de la Creación), en el que hace concordar
sus ideas con las Sagradas Escrituras. Ishaq ibn Gayyat se relacionó
íntimamente con Samuel ha-Levi ibn Nagrella, el intelectual primer ministro
judío de la corte zirí granadina, visitándole en la ciudad del Darro y
estudiando con él. Citado como una autoridad en la ley oral y conocido como un
agudo talmudista, en su madurez fue elegido rabí de Lucena y jefe de la su
academia, en la que enseñó durante muchas décadas. Ibn Gayyat fue un prolífico
escritor y poeta. En árabe escribió un comentario a la Mishná y a la Guemará
titulado Kitab as-Siradj; este trabajo que se denomina en hebreo Sefer ha-ner
(Libro de la lámpara) o Sefer ha-meor (Libro de la iluminación) era
ocasionalmente citado por los más doctos talmudistas de su tiempo y de
generaciones posteriores. Sus respuestas a la academia, al igual que la obra
citada, estaban escritas en árabe; pero lo que le concedió mayor fama entre la
intelectualidad de su tiempo fue su colección de halakhot —halakhot Kelulot–,
en la que intenta explicar las prácticas halákikas más en boga, no siguiendo el
orden de la Guemará, sino citando una halakat y explicándola en los términos de
otras referencias de la Guemará, del Talmud de Jerusalén o de las opiniones de
los geonim; para ello cita las respuestas y comentarios de estos con gran
profusión aunque no teme diferir de sus opiniones. Hace así mismo alusión a las
decisiomes y comentarios del rabí Hananel, pero parece depender especialmente
de las opiniones del gaon rabí Hai; por ello doquiera que las opiniones de Hananel
y Hai entra en conflicto, Ishaq ibn Gayyat acepta las del segundo. Sus halakhot
Kelulot fueron bien recibidos por las autoridades judaicas, especialmente los
concernientes a las fiestas. También en árabe, ibn Gayyat realizó comentarios a
los libros bíblicos. En el del Eclesiastés, que se ha conservado, estudia los
aspectos conceptuales y gramaticales, basando sus conclusiones en pruebas
entresacadas del pensamiento filosófico. Su trabajo clarifica cada verso desde
su aspecto lingüístico usando sinónimos árabes para las palabras hebreas que,
según su criterio, requerían aclaración. El trabajo de este primer gaon de
al-Andalus revela una intención psicológica semejante a la de los intelectuales
contemporáneos que se unieron a la escuela neoplatónica del pensamiento,
desarrollada por los
57 Ibn Ezra, M. Ob. cit. Cif. Millás
Vallicrosa, J.M. Ob. cit. p. 85.
18
árabes. Ishaq ibn Gayyat
mantenía que todos los humanos eran poseedores de un alma animal, que muere con
el cuerpo, y un alma espiritual, que asciende a los cielos. En sus escritos
sobre estas materias omite los nombres de los filósofos en los que se basa,
refiriéndose a ellos como los mayores. Sus comentarios fueron apreciados en la
Edad Media y en particular por aquellos escritores que mostraron interés por la
valoración psicológica de sus explicaciones. También fue un inspirado y
exquisito poeta —escribió pequeños poemas profanos—, pero son especialmente
destacables sus poesías religiosas que alcanzan número algo superior a 400.
Escribió himnos para las fiestas y para los cuatro sábados anteriores a la
Pascua; lamentaciones para el Tisha Bab; himnos penitenciales para el mes de
Elul y un ciclo completo de himnos para el Yom Kippur. Todos los tipos hímnicos
están representados en su poesía religiosa. La mayor parte de sus poemas no son
métricos, empleando los recursos estilísticos que los poetas hebreos habían
tomado de la poesía árabe, y utiliza un lenguaje de características bíblicas
insistiendo en una simplicidad y calidad del lenguaje que imprime cierta
nobleza a sus versos. Rabí Ishaq ibn Gayyat canta en sus poemas las maravillas
de la Naturaleza en las que se revela la grandeza del Creador. Fue, sin duda, la figura más importante de la
Lucena judía58.
Abu Amr ibn Sahl, un poeta
de la escuela de Ishaq ibn Gayyat
Entre los discípulos de ibn
Gayyat, que llevaron su renombre y el de Lucena por todo el mundo islámico, se
encuentra el poeta y preceptista Moseh ibn Ezra, autor de una breve semblanza
del, a su juicio, mejor discípulo del rabí: El discípulo más preclaro de ibn
Gayyat en aquel tiempo (y en realidad de los más preclaros de Sefarad) fue Abu
Amr ibn Sahl, de familia noble, dotado de clara inteligencia, elocuente en
poesía, sabio en halaká. Era hombre elocuente y su lengua hablaba la verdad
[...] En las poesías de ibn Sahl se dan la mano la energía y la suavidad, la
firmeza y la libertad. Son escuchadas por doquier y todos le prestan atención.
Escribió panegíricos y sobresalió; compuso elegías y comunicó su dolor; disparó
sátiras y logró hacer sufrir [...] No dominó su pasión en las sátiras sino que
las disparó según le venían a la cabeza. La mayor parte de ellas van dirigidas
contra el círculo de los que criticaban la literatura y censuraban la obra de
los poetas. Cuando describe la manera de ser de estos hombres, divierte a los
que lo leen y, haciendo patentes sus ignominias hace reír mucho; pero si se
hubiese abstenido de tales cosas, hubiera ganado la gloria. Sin embargo, hizo
con tino todo lo que se proponía. Él fue el último de los ilustres ancianos
citados antes [...] Murió en Córdoba el año 4882, (1122-1123)59.
Desde alrededor del año
1050, ibn Gayyat era ya el rabí mayor de la prestigiosa academia de estudios
talmúdicos de Lucena, continuadora de las ya entonces desaparecidas de Sura y
Pumbedita. En las escuelas judías el estudio se basaba en la lectura de la
Mikrá (Ley Escrita), de la que existían comentarios llamados globalmente Mishná
(Repetición). La colección de estudios y enseñanzas en torno a la Mishná se
fijó por escrito entre los siglos II y VII d.C. constituyéndose así el Talmud
que, a su vez, se compone de la Mishná propiamente dicha y el comentario
halákhico y aggádico denominado Guemará60. En las escuelas rabínicas, el
diálogo con los discípulos constituía el eje de la investigación —Mesdrás—
sobre la Biblia y sobre la Tradición. Estas escuelas se organizaban en dos
niveles: el inferior, de la bet ha-Sefer (casa del Libro); y el superior de la
bet ha-Midrás y de la bet ha-Talmud. Como escuela de tradición semítica, la
academia judaica basaba su prestigio en el de los maestros que impartían
enseñanza en ella; por ello, no se ha de entender la denominada erróneamente
universidad hebrea de Lucena, en el concepto moderno y occidental de este tipo
de centros de enseñanza, sino en otros más humildes. En el caso lucentino, la calidad intelectual
de Ishaq ibn Gayyat y de sus sucesores en el rabinato: alFasí e ibn Migash, así
como de los alumnos: Jehudá ha-Leví, ibn Gabirol, los ibn Ezra y muchos otros,
justifica sobradamente la fama de una academia en la que impartieron su
docencia figuras importantes del judaísmo español como Jonah ibn Yanah
(985-1050), a quien los musulmanes denominaron Abu al Walid Marwan ibn Yanah,
autor del sefer ha-Diqduq (Libro de la investigación minuciosa), fue quien
llevó la
58 Extractado de las obras citadas de E.
Asthor, D. Gonzalo Maeso y J.M. Millás Vallicrosa. 59 De Moseh ibn Ezra. 60 Se
distinguen en la Guemará, la Halakhá o norma de conducta incluido el Derecho, y
la Aggadá o enseñanza moral, que contiene la tradición histórica.
19
Gramática hebrea a su plena
madurez, presentando en su obra los resultados de un paciente y prolongado
trabajo dirigido a dilucidar el verdadero sentido de las raíces de la lengua
hebrea y a restablecer los textos en su integridad. Es sabido que el citado eminente poeta y
filósofo Salomón ibn Gabirol, calificado por la crítica contemporánea y la
posterior como la cumbre de la poesía hebraica, vino a morir —según Moseh ibn
Ezra— a Lucena el año 1050, aunque más probablemente en 105861. Posteriormente,
alrededor de 1090, también habitó en Lucena el médico, poeta y pensador, gloria
la literatura hebraico-española, Jehudá ha-Leví.
Eliossana, ciudad de
refugio, en equilibrio entre Granada y Sevilla
Nunca había dejado
Eliossana, fiel a su tradición de ciudad refugio, de acoger a la salvaguarda de
sus muros y sus fueros a todos aquellos judíos que, a causa de la intolerancia
de cristianos y musulmanes, debían abandonar sus hogares. La importante
comunidad hebrea de Granada, que gozó de la mayor prosperidad al socaire del
poder casi omnímodo del visir ibn Nagrella, conoció, pasada la mitad del siglo
XI, días terribles de persecución. Las
memorias del último rey de la dinastía zirí, Abd-Allah, ilustran sobre algunas
de las causas que originaron el pogrom del año 1066. Había muerto Samuel ibn
Nagrella y sucedido en el cargo de visir su hijo Yusuf, quizás con menos
cualidades diplomáticas que su padre. Yusuf se había ganado las antipatías
populares por su partidismo militante a favor de Badis y contra Buluggin, ambos
hermanos y el segundo, padre de Abd-Allah.
La muerte por envenenamiento de Buluggin, el temor al intervencionismo
militar de los abbadíes sevillanos, las intrigas palaciegas y una amplia
campaña difamatoria hicieron caer en desgracia a Yusuf ibn Samuel ibn Nagrella.
El pogrom de 30 de diciembre del año 1066 contra los judíos se cerró con un
saldo de alrededor de 4.000 víctimas, incluido el detestado primer
ministro. Un poderoso acicate para tales
acontecimientos fue un insultante poema escrito por el alfaquí de Elvira, Abu
Ishaq del cual son los párrafos siguientes:
Lleva, mensajero, a todos los Simhaya, lunas llenas y leones de nuestro
tiempo, estas palabras de un hombre que los estima y que creería faltar a sus
deberes legítimos si no les diera saludables consejos. Vuestro príncipe ha
cometido un yerro del que los malévolos se regocijan: pudiendo elegir su
secretario entre los creyentes, lo ha tomado de entre los infieles. Gracias a
este secretario, los judíos, desde el fondo de su vilipendio, se han convertido
en grandes señores, hasta el extremo que ya su orgullo y arrogancia rebasan
todo límite. De la noche a la mañana y sin sospecharlo siquiera, han conseguido
cuanto pudieran apetecer; han llegado al ápice de los honores, de tal manera
que el mono más vil de esos infieles cuenta entre sus servidores una multitud
de piadosos y devotos musulmanes. Llegado a Granada, vi que allí señoreaban los
judíos. Se habían repartido la capital y provincias; en todas partes mandaba
uno de esos malditos. Ellos recaudaban las contribuciones, comían opíparamente,
vestían con todo lujo, en tanto vuestra indumentaria estaba vieja y
deteriorada. Todos los secretos de Estado les eran conocidos; ¡Qué imprudencia
confiarlos a los traidores! Los creyentes malcomían a razón de un dirham por
cabeza; ellos en cambio, banquetean suntuosamente en palacio. Os han suplantado
en el favor de vuestro soberano. ¡Oh, musulmanes!, ¿y vosotros no los recusáis,
les dejáis hacer?62. En la tensa situación de que da idea la proclama del
alfaquí, el penúltimo día de aquel año, las turbas asaltaron el palacio de
Yusuf y le dieron muerte; luego, se ensañaron con la judería cuyos
supervivientes huyeron a otros lugares, especialmente a Lucena. Si, por una
parte, como había acontecido en otras ocasiones, Lucena se benefició con la
llegada de un nutrido contingente humano entre el que, sin duda, debían
hallarse muchos intelectuales que habían dado lustre a la prestigiosa aljama
granadina, por otra, en cambio, perdió la eficaz protección de sus más
destacados valedores ante la monarquía zirí, de tal manera que los trágicos
sucesos del pogrom del 1066 podrían considerarse el punto de arranque de la
decadencia de Eliossana. Fiel a su amistad con la familia ibn Nagrella y al
deber que le correspondía con respecto a sus hermanos de religión, Ishaq ibn
Gayyat acogió en Lucena con todos los honores a la esposa y al hijo, Abu Nasr
Azariah, hijo de Yusuf, encargándose de su educación con el objetivo de
promoverlo como su sucesor en el rabinato. La temprana muerte de Abu, apenas
cumplidos los 20 años, impidió a ibn Gayyat conseguir su
61 Suárez Fernández, L. Ob. cit. p. 53. 62
Versión de R. Dozy, traducida por Gonzalo Maeso. Garnata al-Yahud. pp. 69-72.
20
propósito. Dos
acontecimientos ilustran acerca de la situación de Lucena en esta época
—finales del siglo XI y rabinato de Ishaq ibn Gayyat (+1089)— con respecto al
emirato de Granada, y sobre su importancia económica en el conjunto de pueblos
bajo la órbita de poder zirí, además de su valor estratégico ante el
expansionismo sevillano de los abbadíes. La Ihata de ibn al-Jatib relata que
Muqatil ibn Attiyya, conocido con el apodo de el Royo por una mancha roja en el
rostro, y tenido como el más valeroso guerrero musulmán del momento, era
gobernador militar de Lucena, plaza codiciada por ibn Abbas. Por su parte, ibn
Idarí, en su Bayan, indica que Abd-Allah, rey de Granada, celoso de los
triunfos de ibn Attiyya, lo destituyó y desterró, en 1090, a Lucena, ciudad que
mantenía, quizás por la inestabilidad de las fronteras entre los reinos de Sevilla
y Granada, una importante guarnición berberisco-zanata destinada a disuadir en
lo posible los deseos expansionistas de los militares sevillanos, siendo
probable que la fortaleza de sus murallas, a la que alude al-Idrisí, tenga como
origen este periodo especialmente difícil para la monarquía granadina63. El
mismo Abd-Allah, en el destierro de Agmat (Marruecos), donde le había confinado
el invasor almorávide, relata en sus Memorias la sublevación de los habitantes
de Eliossana como respuesta a la imposición de unos elevados tributos. Al respecto, Abd-Allah escribió: Entre tanto
ocurrieron unos sucesos que acreditaron mi caída. Fue en primer lugar la
rebelión de los habitantes de Lucena. Bajo el pretexto que voy a referir y por
un motivo fútil y sin importancia. He aquí lo que pasó: Cuando di orden de
construir la muralla continua de la Alhambra, en vista de acontecimientos
demasiado conocidos para que los comente yo, la suerte hizo descubrir una olla
llena de oro a los albañiles que trabajaban en los cimientos del muro. Fui
notificado y encontré allí tres mil mizcales chafaríes. Me alegré del suceso y
lo juzgué buen augurio para la realización de mis deseos; (pero este bajo mundo
se ríe de nosotros, como se ha burlado de quienes nos han precedido en él); y
me dije: Este dinero hallado en los cimientos va a servir para pagar la
construcción. Además, la casa del judío Abu al-Rabbí, tesorero durante el
reinado de mi abuelo —Alá lo perdone—, se elevaba antes en el emplazamiento de
los cimientos del muro. Supe así que el dinero descubierto procedía de sus
riquezas ocultas en tierra. Ibn al-Marra me vino a buscar para aconsejarme que
enviara a buscar a los hijos de Abu al-Rabbí y les ordenara me hicieran conocer
dónde se hallaban las riquezas escondidas por su padre. Le llamé (sic) a
Granada con un pretexto cualquiera. Por otra parte, tal personaje era yerno de
ibn Maymum, que yo había conocido en calidad de zaim a la cabeza de la
población judía de Lucena y que yo había llenado de favores para honrarle. Pero
él había traído a su servicio en aquella ciudad bandas de extranjeros, con cuya
ayuda hacia pesar su yugo sobre sus correligionarios. Ibn Maymun, que era muy
suspicaz, sospechó el motivo por el que yo llamaba a su yerno, se alarmó y le
impidió acudir a la convocatoria. Por otra parte, antes de mi regreso de Aledo,
había impuesto yo a los habitantes de Lucena el pago de una considerable suma
de oro, a título de contribución excepcional que no estaba prevista en su
derecho consuetudinario y yo les había invitado a pagarla como si fuera un
impuesto obligatorio y normal. Su repugnancia a pagarme fue la ocasión
aprovechada por ibn Maymun para empujarlos a la revuelta. Acataron su llamada y
se reunieron armados, e ibn Maymum les habló así: —Sed enérgicos, hijos de Israel,
en la defensa de vuestros bienes. Esta actitud de ibn Maymum me lo hizo tan más
odioso cuanto él tenía a su cargo un crimen, pues había matado a ibn Abi Laula,
intendente de mis bienes personales para mostrar su ambición de mandato y
enemistad conmigo. En fin de cuentas, Lucena se hallaba enteramente rebelada
contra mi autoridad. Ante tal situación, me pareció necesario arreglar el
asunto sin emplear la violencia. Abd-Allah continúa relatando que envió para
reducir a los lucentinos, tropas al mando de su general Muhammal y cómo él
mismo se puso en camino contra Lucena: Salí con tropas reunidas al efecto, pero
encontré a mi enviado (Muhammal), que me apartó de mi propósito diciéndome: He
arreglado el asunto con ibn Maymum y tu salida para Lucena excitaría más
todavía a sus habitantes que acaso solicitarían ayuda a las tropas de ibn
Abbad, tanto más cuanto que ahora se encuentran en Córdoba y entonces no
podrías tomar la plaza sitiándola y combatiéndola. En consecuencia, el emir
decidió utilizar medios diplomáticos. Su relato termina así: Cuando los judíos
de Lucena, siguiendo su costumbre, vinieron nuevamente a visitar Granada, di la
orden de detener a ibn Maymun, lo mismo que a su hijo, con el asentimiento de
los sayjs; les indiqué igualmente que no tendrían jefe militar en adelante,
sino que todo sería antepuesto a los intereses de Lucena. Esta decisión no
63 Cantera Burgos, L. La judería de Lucena.
Sefarad, p. 345.
21
podía menos que ser ventajosa
para ellos, que me agradecieron y aceptaron mi propósito. Yo escribí a los
habitantes de Lucena el provecho que obtendrían de esta decisión. Nuestras
relaciones permanecieron desde entonces pacíficas y estables hasta el momento
en que todo se perdió64. Destaca especialmente en el relato el hecho de la
presencia de un jefe militar que, en este caso, incitaba a los lucentinos a la
rebelión. Sin duda el poder económico de la comunidad israelita lucentina debía
ser suficiente como para permitir el impuesto extraordinario al que alude
Abd-Allah: una considerable suma de oro. Por otra parte, de su importancia
poblacional da fe el hecho de que ante la rebelión fuese el propio emir
granadino el que se colocó al frente de sus tropas, actuando luego diplomáticamente
para no perder Lucena en beneficio del taifa sevillano. En tiempos del último
monarca zirí, la exorbitante presión fiscal que recayó sobre judíos y mozárabes
estaba motivada por la difícil tesitura a que le sometía el integrismo
almorávide en materia de impuestos. Los
beréberes habían respetado hasta entonces las fronteras del reino de Granada
por razones de afinidad tribal con sus habitantes, pero habían abolido en los
territorios por ellos dominados, todos los tributos que gravaban a los musulmanes
a excepción de los prescritos en el Corán: la limosna legal, el diezmo, el
tributo de los protegidos (que se aplicaba sobre los judíos de Lucena), y el
quinto de las presas de los infieles. Abd-Allah, con prudencia y a fin de
evitar disturbios y enfrentamientos con los faquíes, abolió también en su reino
los impuestos ilegales desde el punto de vista coránico, pero se encontró con
que en la ausencia de las tropas africanas, el rey castellano Alfonso VI volvía
a exigirle el pago de onerosas parias, por lo que hubo de acudir a las minorías
no islámicas, de judíos y mozárabes, con impuestos extraordinarios, y, más
tarde, a su propia fortuna personal.
Ishah al-Fasí. La invasión
almorávide
El rabí mayor y juez dayyan
de Eliossana, Ishaq ibn Gayyat, había fallecido en 1089; no obstante, un año
antes de su muerte llegó a Lucena quien le sucedería al frente de la aljama:
Ishaq ibn Rabí Jacob haKohem al-Fasí, uno de los mejores talmudistas de todos
los tiempos, sólo aventajado por Maimónides.
Al-Fasí había nacido en Qalat-Hammad, cerca de Fez —de donde proviene su
sobrenombre—. Discípulo del rabí Nissim ibn Rabí Jacob y del rabí Hananel, fue
denunciado en su país por al-Ajab ibn alKhalfa y por su hijo póstumo Hayyim,
circunstancia por la que se exilió a Córdoba el año 1088, siendo recibido con
grandes honores por el rabí Joseph al-Nasí. Desde Córdoba pasó a Lucena
—entonces ciudad orgullo de los judíos de occidente—, en la que permaneció
hasta el día de su muerte, en el mes de Nisan (primavera) del 1103. Gracias al Libro de la Tradición de ibn
Daud65 se conoce que al-Fasí tuvo algunas controversias con ibn Gayyat, quizás
por motivos intelectuales, aunque tampoco debieron ser ajenas las causas
políticas y la influencia que ambos debían ejercer sobre la comunidad hebrea
lucentina. Fuera de su labor cultural y docente, las noticias sobre al-Fasí son
realmente escasas. El profesor Gonzalo Maeso escribe al respecto: Al-Fasí fue
una verdadera lumbrera del talmudismo medieval. La obra que le dio fama e
influyó extraordinariamente en sus discípulos y en las generaciones siguientes
fue la titulada Halakot, a manera de sistematización de todas las leyes y
prescripciones jurídicas; es decir: un pequeño Talmud, como se le ha llamado
por contener lo esencial del gran Digesto judaico. Maimónides, que había de
superarle con creces, le llama nuestro gran maestro rabí Ishaq, y dice de él
que superó a todos los que antes de él habían intentado compilaciones análogas.
La gloria principal de al-Fasí estriba en haber promovido brillantemente el
estudio del Talmud en al.Andalus, creando un lazo de unión entre otras
florecientes academias de Oriente y el rabinismo hispánico y europeo. Todos los
talmudistas posteriores se beneficiaron grandemente de la obra de al-Fasí66.
Pese a que en aquellos momentos la situación política general en relación con
los judíos distaba mucho de ser pacífica, y a que se carecía del antiguo
proteccionismo que los altos cargos israelitas habían ejercido desde la corte
granadina, el tránsito del siglo XI al XII constituyó un momento espléndido en
el ambiente intelectual lucentino, con notabilísima influencia en otros centros
judaicos intra y extrapeninsulares. A la
cabeza de la academia de estudios talmúdicos, Ishaq al-Fasí, segundo gaón de
Eliossana,
64 Memorias de Abd-Allah. Al-Andalus, IV, pp. 115-116. Vid. también Arjona Castro,
A. Actas I Congreso Historia de Andalucía, T. I. pp. 67-68.; y Cantera Burgos,
L. Ob. cit. p. 347. 65 Ibn Daud, Abraham. Sefer ha-Qabbalah. (Libro de la
Tradición) p. 84. 66 Gonzalo Maeso, D. El legado del judaísmo español. Madrid,
Editora Nacional, 1972. Colección Ritmo Universitario. p. 91.
22
irradiaba su sabiduría hacia
los reinos cristianos del norte y los lugares del Mediterráneo musulmán en que
moraban hebreos. La categoría intelectual de al-Fasí y sus dotes políticas y
diplomáticas revelan la importancia de la Lucena judía, a cuyo rabinato mayor
se accedía no sin disputa, siendo preciso gozar de reconocido prestigio.
Prominentes discípulos de al-Fasí fueron: David ibn Madjar, rabí adscrito a
Granada, que dedicó su tiempo a escribir sobre Gramática; Eleazar, hijo de
Nahman ibn Azhar, rabí de Sevilla, rico, altamente estimado y de gran talento
poético, amigo de Moseh ibn Ezra y de Jehudá ha-Leví; Baruch, hijo de Ishaq ibn
al Bailla, de Córdoba (1077-1124), el cual a su vez educó muchos discípulos
[...] De ellos el que adquirió más imperecedera fama fue el historiador Abraham
ibn Daud. Aventajando a todos en esta instrucción del Talmud, Joseph, hijo de
Mair ibn Migash ha-Leví (1077-1141), quien a la edad de veinte y seis años
sucedió a al-Fasí en el gobierno de Lucena. Fue expreso deseo de al-Fasí que
este distinguido discípulo ocupara su puesto después de su muerte, aunque el
maestro dejó tras de sí un erudito hijo propio. Es cierto que algunos miembros
de la comunidad realizaron objeciones a tal sucesión, pero Joseph salió airoso
de ellas, y la victoria fue conmemorada por el eximio poeta Jehudá ha-Leví67.
No asistiría al-Fasí al saqueo legal de la ciudad de Lucena por parte del jefe
almorávide Yusuf ibn Tesufin, el año 1107. Fallecido poco antes, se conserva el
texto laudatorio de su lápida sepulcral, cuya traducción es la siguente:
!Inscribid con pluma de hierro sobre diamante un quebranto digno de
recuerdo! Pasan los tiempos antiguos,
renuévase su duelo a cualquiera generación última que llega. Decid: En esta sepultura está la fuente de la
sabiduría enterrada y el mundo cayó en ceguera
el día en que desapareció el ornato, se amordazó la Ley y se retiró el
adorno de la garganta. ¡Venid, hijos de
Sión, y amargamente por él plañid en tal quebranto!, pues es de ley gemir y
llorar sobre el lugar en que se quebrantaron las tablas del arca. Escóndese en
esta tumba el caudillo de los caudillos, y príncipe de los santos, e instructor
de los experimentados, y artesano experto, diadema y corona, prodigio y
milagro, único en el mundo y maravilla del mismo desde el orto del sol hasta su
ocaso, montaña de la Ley, hontanar de la inteligencia (o de los conocimientos),
y cuya fama recorre todas las regiones, maestro grande, fortaleza, torre,
adalid nuestro, brillo de nuestro rostro, estrella de nuestro crepúsculo y luz
de nuestros párpados, justo, humilde, semejante al cual no ha existido antes de
él; maestro Rab Ishaq, hijo del honorable Rab Ishaq, hijo del honorable Rab
Ya'aqob, ¡sea el descanso de ellos en el Edén! Anheló a su Santo y su alma
tornó a Dios el día tercero de la semana (martes), a diez días del mes de Siwan
del año 3484 de la Creación del mundo68.
Día de cólera (divina) fue tal día; día de angustia y aflicción; día de
tinieblas y oscuridad; día de nubes y nebulosidad; día en que se oscurecieron
los cielos y sus luminarias, y se cubrieron como de un cilicio; las estrellas
guardaron luto y las colinas se conmovieron, y todo Israel se consternó.
Ascendió él a la Morada Superior anciano y colmado de días, revestido de
elogios y alabanzas, y un renombre grande entre el renombre de los magnates;
para darle acceso acudieron los serafines y los ángeles. Al abrigo del Altísimo
será su descanso, y a la sombra del Omnipotente morará su eternidad, y el
resplandor de la presencia divina caminará delante de él. Su Ley será su
confianza; mientras esté acostado velará sobre su espíritu, y cuando despierte
ella platicará con él. Se mantendrá para su destino y a la edificación de su
domicilio remontará el camino de su territorio. Tal sea el beneplácito
(divino)69. Prácticamente incólume en sus libertades, quizás todavía con mayor
fortaleza, había salido Eliossana de las disensiones que, a causa de las
imposiciones tributarias, había mantenido con el rey de Granada AbdAllah. El
temor zirita al imperialismo del reino de Sevilla debió dotar a Lucena de un
importante sistema
67 Mangolds y Marx. History of the Jewish
People. p. 325. 68 La fecha hebraica de la muerte de al-Fasí equivale al 19 de
mayo del año 1103. 69 Edic. Offenbach. 1767. fol. 80. Texto de la lápida
sepulcral del rabí al-Fasí
23
defensivo a base de murallas
y fosos. Asimismo, su importancia
económica, la calidad de sus intelectuales y su reconocida magistratura
religiosa sobre otras comunidades hebraicas, la habían ascendido a las cotas
más altas de su historia. El poder almorávide, cuya ortodoxia religiosa le
obligaba estrictamente a imponer a los creyentes sólo los impuestos autorizados
por el Corán, buscó los medios para llenar las vacías arcas del Estado,
acudiendo para ello, con el acicate de los fanáticos alfaquíes, a las minorías
religiosas y, por lo tanto a Eliossana, las riquezas de cuya población podían
ayudar a paliar el enorme déficit estatal. Por este motivo, apoyado en una
tradición —paradójicamente nada ortodoxa— recordada por el alfaquí cordobés ibn
Massara, Yacub Yusuf ibn Tasufin obligó a comprar a los judíos lucentinos su
libertad religiosa y su relativa autonomía a precio de oro. Amador de los Rios
refiere así este suceso: No le eran, en verdad, más simpáticos los hebreos (a
Tasufin), a quienes odiaban también profundamente los faquíes, y ya cediendo a
las reiteradas sugestiones de estos, ya dejándose llevar de su propio impulso
en que no tuvo acaso pequeña parte la codicia, resolvíase a obligarlos a
renunciar en un solo día a la religión de sus padres. Valíase Yusuf al
propósito de tan peregrino como artificioso pretexto, ministrado por uno de los
faquíes de Córdoba. Consistía aquel en declarar con solemnidad un tanto
irrisoria, que habiéndose comprometido los judíos con el profeta Mahoma (al
tiempo de predicar éste su religión) a recibir la ley del Corán, si fenecido el
siglo V de la hégira, no había venido el Mesías por ellos suspirado. Era
llegado el momento de cumplir tan solemne promesa, pues que no se había
realizado aquella supuesta profecía. Yacub, armado del rayo exterminador,
buscaba la cabeza más alta para dispararlo contra ella, y no vaciló en
dirigirse en 1107 personalmente a la ciudad de Lucena, donde se hallaban, en
efecto, hermanadas la riqueza y la ciencia de la raza israelita. Los jueces,
rabinos y sabios de la opulenta colonia escucharon de labios del temido
conquistador la terrible amenaza, y discretos y solícitos, como el caso pedía,
acudieron prontamente a conjurar la tormenta; el oro de la ciudad de Lucena,
hartando la codicia de Yacub ibn Yusuf ibn Tasufin, quitaba toda su eficacia al
inquebrantable compromiso que, quinientos años antes, habían contraído los
judíos con el prófugo de Medina70. Conde, en la Historia de la dominación de
los árabes en España, indica que intervinieron en este asunto el visir y el
secretario de Yacub ibn Yusuf, con los cuales compusieron los judíos por una
gran suma de doblas, que no se les molestara sobre esto. Dozy, por su parte,
alude sólo al cadí ibn Hamdin, a quien llama el citado Conde, Abd-Allah ibn
Ali, pero no fija la suma, contentándose con decir que fue enorme. Lo mismo
escribe el historiador Graetz, mas observando que sólo medió el visir en el
negocio71.
Joseph ibn Migash. La
descripción de Eliossana por al-Idrisi.
Los últimos años de Eliossana. Los almohades
Tocó a Joseph ibn Mair ibn
Migash ha-Leví asistir como rabino mayor al pago del rescate con que obligaban
los almorávides a la comunidad hebraica lucentina. Pasado el temporal y, aunque
los gravosos impuestos continuaron pesando sobre las minorías en tiempo de Ali
(1106-1143), los hebreos vivieron en paz en Lucena hasta prácticamente la
desaparición de su judería. Acerca de la personalidad de Joseph ibn Migas se
conocen escasísimos datos; se sabe que contó con un amplio número de discípulos,
entre ellos el padre del celebérrimo Maimónides, Maymum. La impresión que causó
el maestro en tal discípulo fue recogida por Maimónides en uno de los capítulos
de su Ketubot y en un comentario en el tratado de erobin. En ellos se testifica
sobre el gran saber y la inteligencia de ibn Migash. Contemporáneo de su
rabinato, un acontecimiento de
70 Amador de los Ríos, J. Ob. cit. p. 161. 71
Ibidem.
24
nota la fragilidad del poder
al-morávide y la osadía de los cristianos: la batalla de Arnisul o Arinzol,
dada en 1126 en las proximidades de Lucena entre las tropas de Alfonso I de
Ara-gón y un ejército almorávide sevillano. Según los autores musulmanes, el
motivo de la expedición era la creación de un principado cristiano en las
Alpujarras con el apoyo de la población mozárabe granadina. No obstante, parece
que esta colaboración, si se produjo, no fue efectiva y la campaña real se
redujo casi exclusivamente a actividades de destrucción y saqueo, así como a la
curiosa acción de tomar posesión del mar Mediterráneo en la costa de Motril o
Salobreña.
Rabí Joseph ibn Migash
Rabí Joseph ha-Leví ibn Rabí
ibn Migash nació en I Adar, 4837. Su padre, Rabi Mair fue un docto e influyente
personaje, no así su abuelo, un hombre humilde que había huido de Granada en
tiempos del Rey Badis y que había entrado al servicio del Rey de Sevilla ibn
Abbas. Rabí Ishaq ibn Rabí Baruk reconoció los grandes valores de Joseph e
invitó a su padre, con el que le unía gran amistad, a que velara por su
instrucción día y noche. Cuando al-Fasí vino a España y se estableció en
Lucena, Joseph ha-Leví, que contaba doce años, se trasladó junto a él y
permaneció con él, y estudió bajo él, día y noche, durante catorce años. Llegó
a ser como un hijo para Rabí Ishaq, el cual le transmitió su sabiduría y le
nombró rabino sucesor suyo antes de morir. En su carta de nombramiento
manifestó que ni aun en la generación de Moisés no había existido su igual.
Después de la muerte de Rabí Ishaq, Rabí Joseph ha-Leví ocupó su puesto durante
38 años, desde Sivan 4863 hasta Yar 4901. Durante todos estos años el estudio
de la Torah fue su profesión, y su fama se extendió desde España hasta Egipto,
incluso hasta Babilonia y a otros muchos países. Además de su gran saber, sus
rasgos personales atestiguaron repetidamente el hecho de que era Joseph ibn
Migash de las semillas de nuestro Moisés (que esté en paz), y fue el más
humilde de los hombres. El Santo, bendito sea Él, le concedió amplio
entendimiento y un corazón indulgente. Ojalá el Santo, bendito sea Él, le
recompense por todo lo bueno que realizó por Israel72.
La campaña de Alfonso I, en
la que, según una crónica cristiana tardía, del siglo XIV, intervinieron 20.000
hombres, y en concreto la batalla, dieron lugar a difíciles elucubraciones por
parte de los historiadores de Lucena, en especial por Ramírez de Luque, como consecuencia
de confundir a Alfonso I de Aragón con Alfonso VII de Castilla, y por no
alcanzar a conocer el verdadero motivo de la presencia cristiana en tierras de
al-Andalus73. La referida crónica, a pesar de que equivoca fechas y situaciones
—nombra Almería por Guadix y se refiere al jefe del ejército almorávide como
rey de Córdoba— pone de manifiesto un hecho frecuente en la época: la razia en
territorio enemigo: Después desto legó sus gentes en la era de 1164, e vino con
él don e el ovispo de Zaragoza, don Pedro, e don Estevan, ovispo de Jaca; en el
mes de octubre entraron en la tierra de los moros, talando e destruyendo
llegaron a Valencia. Después pasaron Xúcar e talaron Denia. Después pasaron a
Almería, que la llamaban en aquel tiempo Accitana, a la rayz de una penna e
montanya fincaron sus tiendas; en el lugar que dizen Alzazar tenió la Nadal con
grant gozo e con abastamiento de viandas. Después fueron a Granada. Después
cerca de Córdoba, corriendo, tallando e astragando. Et el rey de Córdova,
sennyor de todos los reyes de Espanya moros con todo su poder, exió a dar
batalla en el lugar que es dito Arinzol, e venciéronse los moros; fuyó el rey
de Córdova e murieron grandes gentes de moros, que no habían conta74. Para
entonces, los días de la Lucena judaica estaban contados, Continuaba, sin
embargo, funcionando la academia dirigida por Joseph ibn Migash75, produciendo
ingenios poéticos que recoge Moseh ibn Ezra, entre ellos su propio hermano
primogénito, al que distingue por la belleza y la suavidad de sus poesías, que
vivió, y murió en Lucena en 1123. Contemporánea es la célebre descripción que
el viajero y geógrafo al-Idrisí76 realizó de Eliossana.
72 Abraham ibn Daud Libro de la
Tradición. pp. 85-86. 73 Ramírez de
Luque, F. Ob. cit. pp. 50-60. 74 Crónica de los Estados peninsulares. Ed. A.
Ubieto. Granada 1955. pp. 127-128. 75 Millás Vallicrosa, en su obra citada
indica erróneamente como fecha de su fallecimiento el año 1114, debiendo decir
1141. 76Al-Idrisí (1099-1166) trabajó como geógrafo al servicio del rey Roger
II de Sicilia. Escribió una descripción del mundo, conocido como "Libro de
Roger".
25
Dice así: Entre el Sur y el
Oeste (de Cabra) está Lucena, la ciudad de los judíos. El arrabal está habitado
por musulmanes y por algunos judíos; en él se encuentra la mezquita, pero no
está rodeado de murallas. La villa, por el contrario, está ceñida de buenas
murallas, rodeada por todas partes por un foso profundo y por canales cuyos
excedentes de agua vierten en este foso. Los judíos viven en el interior de la
villa y no dejan penetrar en ella a los musulmanes. Son allí los judíos más
ricos que en algún país sometido a la dominación musulmana y están muy sobre
aviso de las empresas de sus rivales. De Lucena a Córdoba se cuentan veinte
leguas77. De modo claro al-Idrisí hace referencia directa a la situación de la
ciudad: en el interior de las murallas los judíos eran los únicos propietarios,
y mantenían sus guardias para vigilar a sus enemigos, que no podían ser otros
que los musulmanes, obligados a vivir en el arrabal. La existencia de canales y
fosos, puede explicarse teniendo en cuenta que el cauce natural del arroyo
Maquedano, seguiría la calle actual de este nombre, para, tras rodear la muralla,
continuar por la calle de san Francisco, cuyo tramo final, previo a la
desembocadura en el río Lucena, se denomina todavía Maquedano bajo. Razones de
lógica llevan a la conclusión de que tanto la sinagoga como la yeshivá debían
encontrarse dentro del recinto amurallado de la ciudad, probablemente bajo y en
el contorno de la parroquia de san Mateo. Por su parte, el trazado de las
murallas es bien conocido; las noticias que hacen mención expresa de la
situación de las puertas y las torres que protegían el núcleo urbano principal
de Lucena, son relativamente recientes (apenas traspasan en antigüedad el
umbral de la Edad Moderna); pero, a pesar de que durante el transcurso del
Medievo estas construcciones defensivas sufrieron modificaciones en su trazado,
así como sucesivas ampliaciones y reparos, los cambios debieron realizarse
sobre o muy próximamente a lo ya construido. En cuanto a la ubicación del
arrabal, de manera general es localizable con facilidad, ya que se conoce el
trazado de la muralla, de la que estaría separado por un espacio, vacío de
edificaciones, exigible como elemental sistema estratégico defensivo. Los
restos de sus edificaciones o bien se han perdido en épocas pasadas o estaban
construidas con materiales tan deleznables que no sobrepasaron los más de dos
siglos que Lucena quedó reducida a un simple puesto fronterizo avanzado sobre
la frontera con Granada. Pasado el primer tercio del siglo XII, el poderío
almorávide se encontraba en franca decadencia; por el contrario, los almohades,
como seguidores de un nuevo movimiento integrista islámico nacido en las
montañas del sur marroquí, pasaron el estrecho de Gibraltar y se extendieron
por la Península. Ante su intolerancia y
fanatismo, la Lucena hebrea poco pudo oponer. El Azote, como lo denominan los
cronistas contemporáneos forzó a la conversión o a la muerte a los no
musulmanes que habían habitado en al-Andalus durante siglos, y que no habían
emprendido ante su presencia la huida hacia el exilio. Coincide este momento
con el de las piezas numismáticas de un tesorillo78 que apareció en el lugar
que ocupa el mercado municipal de abastos, detrás de la parroquia de san Mateo
y que fue ocultado con la esperanza de recuperarlo con posterioridad. Consistía
en un total de 53 piezas en las que se incluye el continente: un acetre de
bronce de 16 cm de altura, 18 cm de diámetro máximo y 13 cm de boca, con un asa
gruesa unida al cuerpo por dos anillas; y el contenido: un rico conjunto
numismático de dirhams, dinarines y kirateres; así como gran cantidad de cuentas
de collar de oro de distintos tipos79. Las monedas señalan el momento de la
tesaurización, mediados siglo XII, a finales del cual se produjo la expulsión
de los judíos lucentinos por los almohades. Las academias de Lucena, Sevilla,
Córdoba y Granada fueron clausuradas para siempre y los judíos, perseguidos,
buscaron asilo en los reinos cristianos. En relación con el final de la judería
lucentina, escribió Abraham ibn Daud Halevi († Toledo, 1180): Después de la
muerte del rabí Joseph ibn Migash hubo años de guerra, decretos malignos y
persecuciones contra los judíos, los cuales fueron forzados a abandonar sus
casas, yendo de espada en espada, de hambre en hambre y de cautiverio en
cautiverio. A esta profecía de Jeremías había que añadir ahora el abandono de
nuestra fe.
77 Abu Abd-Allah Muhammad Idrisí,
"Descripción de África y España". Trad. Dozy y Gorje. Amsterdam,
1969. 78 Fue depositada en el Museo Arqueológico Provincial constando como fecha
de ingreso el mes de enero de 1963. 79 Un total de 223 cuentas de collar de
oro: 55 de ellas presentan motivos decorativos y formas diversas: cilíndricas,
esféricas o con tendencia a la esfericidad, y con diámetros comprendidos entre
8 y 12 mm.; 168 son lisas y de forma esférica.
Monedas de oro, y pulsera y
collar, con cuentas de oro, del hallado junto al casillo del Moral. Museo Arqueológico. Córdoba
26
Todo esto sucedió con el
despertar de la espada de ibn Tumart, que había nacido el 873, el cual decretó
apostasía contra los judíos diciendo: Venid y dejadnos poner fin a una nación;
que el nombre de Israel no sea más que un recuerdo; y así aniquiló a todos los
judíos de su Imperio, nombres y restos desde la ciudad de Silves, en el final
del mundo, hasta la ciudad de al-Madhiya. Ante esta situación, los hijos del
rabí Joseph ibn Migash, incapaces de mantener sus academias, fueron los
primeros en huir a la ciudad de Toledo80. La qiná que, precisamente en Toledo,
refugio entonces de muchos judíos lucentinos, escribió Abraham ibn Ezra (+
Calahorra, 1164), puso el acento patético en el final de esta etapa de la
historia de Lucena. Dice así: ¡Ay!, sobre Sefarad descendió una calamidad desde
los cielos; mis ojos, mis ojos vierten lacrimosas aguas.
El llanto de mis ojos, como
llanto de avestruz, es por la ciudad de
Eliossana; libre de tachas, aparte allí moró la cautiva comunidad, sin cesar
hasta cumplir la fecha de mil setenta años;
pero vino su día, huyó su gente y ella quedó como viuda, huérfana de Ley,
sin Escritura, sellada la Misná, el
Talmud estéril se tornó y todo su esplendor perdió. Sicarios y hombres de violencia recorren acá
y acullá; el lugar de la oración y de la
loanza en casa de orgía se convirtió.
Por eso lloro y se crispan mis manos y en mi boca hay siempre un
lamento y no tengo reposo diciendo: —¡Oh
si mi cabeza se tornara aguas!
¡Ay!, sobre Sefarad
descendió una calamidad desde los cielos;
mis ojos, mis ojos vierten lacrimosas aguas81.
Aunque la comunidad judía
abandonó Lucena de manera definitiva, la ciudad no fue totalmente asolada por
los almohades, que debieron conservar edificios como la sinagoga, convertida en
mezquita, y las fortificaciones. De
hecho, en 1195 tras la victoria almohade de Alarcos sobre Alfonso VIII de Castilla,
se constata la caída en desgracia y el destierro en Lucena del gran médico,
jurista y filósofo musulmán Abu-l-Walid Muhammad ibn Rushd, más conocido como
Averroes. Según la versión más
extendida, este destierro, que duró dos años, fue provocado por el radicalismo
de alfaquíes y ulemas por su afirmación de que la razón prima sobre la
religión. Sin embargo, recientemente, el profesor Martínez Lorca82 sostiene que
la persecución a que se vio sometido al final de su vida y que le trajo a una
Eliossana de la que hacía varias décadas que habían desaparecido los judíos,
contó en su origen, además, con la animadversión de los juristas y,
especialmente, de la oligarquía cordobesa, contra la cual arremetió en su
Comentario a la República de Platón, afirmando que explotaba a las masas. El citado Abraham ibn Daud, en los párrafos
finales de su sefer haQabbalah, refiere cómo el judaísmo, tras el terrible
golpe infringido por los almohades, florecía nuevamente en tierras cristianas.
Es sabido que Mair ibn Joseph, último rabino de Lucena, impartía sus enseñanzas
talmúdicas en Narbona, en el sur francés: el gaón rabí Mair ibn Joseph, de
bendecida memoria, permanece en Narbona y ha conseguido que la luz de la Torah
brille en sus discípulos, así como el estudio del Pentateuco, la Escritura, la
Misná y los Talmud babilónico y palestino83. La crítica situación derivada de
la intransigencia almohade, dirigió a los judíos andaluces hacia Cataluña,
Aragón y Castilla, en donde ya existían comunidades hebreas. Sin embargo, fue
Castilla, que contaba ya con el precedente de la política proteccionista hacia
los israelitas por parte de Alfonso VI y su fuero de Nájera, la principal
receptora de esta corriente migratoria.
80 Abraham ibn Daud. "Libro de la
Tradición" p. 88. 81 Abraham ibn Ezra. "Qiná" (por la ruina de
las comunidades judías de España causada por los almohades). Trad. de Millás
Vallicrosa. Ob. cit. pp. 306-307. 82 Martínez Lorca, A. “Averroes, el sabio
cordobés que iluminó Europa”. Ed. Almuzara, 2011, 83 Abraham ibn Daud. Ob. cit.
p. 89.
Monedas de plata
pertenecientes al tesoro hallado junto al casillo del Moral. Museo Arqueológico. Córdoba
27
Calatrava, en la Mancha,
donde actuaba como intendente Judah ibn Joseph ibn Ezra, se convirtió en el
punto de distribución de los judíos huidos de Andalucía. La calidad literaria o
científica de muchos de los emigrantes fue la base del esplendor de la Escuela
de Traductores de Toledo, en cuyo origen se halla el arzobispo, de origen
borgoñón, Raimundo de Salvetat, que protegió a los judíos, interesado por sus
conocimientos en filosofía y en las lenguas árabe y hebrea, ocupándolos en
traducir al romance los tratados antiguos. De este modo Aristóteles irrumpió en
la ciencia cristiana. La labor de los sabios judíos lucentinos en esta magna
tarea cultural es evidente, aunque difícil de precisar: las investigaciones más
recientes están dilucidando una cuestión decisiva, la de las relaciones de
estos eruditos (de Lucena) y los que forman la llamada Escuela de Traductores
de Toledo [...] Este eslabón, que une Lucena y Toledo, es de importancia para
la cultura europea84.
Los restos de Eliossana
La casi totalidad de las
evidencias arquitectónicas de época judía debieron arruinarse lentamente en los
últimos siglos de la Edad Media, desapareciendo bajo las nuevas construcciones
que propició el gran crecimiento urbano de Lucena durante el XVI, en el que la
población creció enormemente y la fisonomía urbana se acercó a la que presentó
la ciudad hasta mediados del siglo XX85.
En la actualidad, a tan considerable distancia en el tiempo desde el
momento de la marcha de los judíos —cerca ya del primer milenio— los únicos
restos del pasado judaico lucentino que ha sido posible conocer, junto a
escasos testimonios menores, pueden ser, algunos fuertes muros hallados en el
transcurso de unas catas realizadas en el alcázar del Moral y los restos
aparecidos en el subsuelo durante la construcción del mercado municipal de
abastos, de los que se carece de noticia oficial y los aparcamientos
subterráneos de la plaza Nueva. Previamente a la realización de esta última
obra se llevó a cabo una actuación arqueológica preventiva¸dirigida por los
arqueólogos Daniel Botella y José A. Riquelme, los cuales, en su informe86,
señalan como resultado una secuencia histórica que abarca desde el periodo
emiral hasta el siglo XVI. La intervención
fue autorizada por la Dirección General de Bienes Culturales, el 11 de febrero
de 2005, realizándose en el espacio de la plaza trece cortes y dando por
concluida la actuación el 21 de julio siguiente.el informe señala que la
excavación reveló una mayor densidad de restos estructurales en la zona más
inmediata a la parroquia, en cuyos tres cortes, se concentran estratos
correspondientes a la fase medieval andalusí, en los que fue posible delimitar
todo el periodo de la Lucena judía en los horizones emirales (756-929),
califales (729-1031), postcalifales (1031-1145) y almohades (1212-1145). En la
parte opuesta —occidental— de la plaza, según el referido informe, se
constataron muy especialmente pozos de agua, pozos negros y depósitos que, en
la mayoría de los casos se adscribieron a época altomedieval y moderna. Nuestros antiguos historiadores coinciden en
considerar la parroquia de san Mateo, único templo importante dentro del
recinto amurallado, como edificada sobre el solar de una mezquita. De ello parece
quedar como testimonio el yamur, es decir, las tres bolas de metal que coronan
tradicionalmente los alminares y que hoy rematan el campanario parroquial87. Si
se tiene en cuenta que Lucena, tras la forzada huida de los judíos, se mantuvo
en poder musulmán en torno a 100 años, y es habitual que el conquistador adapte
a su culto el templo del vencido, nada tiene de extraño que en el lugar en que,
según nuestros cronistas, se ubicó la mezquita, se hallase anteriormente la sinagoga.
84 Suárez Fernández, L. Ob. cit. p. 69. 85
Como es evidente, aún en momentos como los actuales, en que, teóricamente,
existe una escrupulosa conciencia de respeto hacia todo tipo de monumentos,
toda etapa de crecimiento lleva consigo la desaparición de elemento urbanos
pasados que a su vez se construyeron sobre otros más antiguos. 86 Anuario
Arqueológico de Andalucía. Córdoba, 2005. 87 En los documentos derivados de la
visita general del obispado de 1590 consta, entre otras obras realizadas en la
torre de la parroquia, haberse añadido la tercera de estas bolas por encargo
del conde de Prades, acaso por deterioro de otra anterior. Realizada en cobre,
fue sobredorada, todo por un valor de 1.994 maravedíes.
Fragmento de cerámica
vidriada almohade. Plaza Nueva. Lucena
Restos de pozos hallados en
la zona occidental de la plaza Nueva
28
Avala esta hipótesis su
situación dentro de la villa, pues no es lógico el emplazamiento en el arrabal,
habitado básicamente por musulmanes. También es tradicional en el mundo judaico
que la yeshivá se sitúe junto a la sinagoga, por lo que, aceptando que la casa
de oración hebrea se hallase en el emplazamiento actual de la parroquia de san
Mateo, la academia debía encontrarse en algún edificio anejo a ella, en el
centro de la villa. La demolición de la mezquita, convertida en templo
cristiano tras la conquista, y la construcción de nueva planta de la iglesia
actual, a finales del siglo XV, acabó seguramente con los testimonios que
pudiera
quedar de la sinagoga. En
cuanto al arrabal, pese a que consta documentalmente su existencia en el siglo
XII, faltan datos en cuanto a su emplazamiento, y es de suponer que en los dos
siglos y medio que Lucena permaneció como plaza fronteriza, habitada casi
exclusivamente por la guarnición militar que custodiaba el alcázar, el arrabal,
despoblado, desaparecería. En relación
con el urbanismo, el trazado de calles estrechas y sinuosas no señala por sí
mismo a un pueblo concreto, por lo que es imposible adjudicar a ningún barrio
lucentino el calificativo de judío que, en todo caso se hallaría algunos metros
por bajo del nivel del suelo actual. Los núcleos urbanos medievales tienen
caracteres comunes, sean árabes, hebreos o cristianos. En tiempos recientes se
ha pretendido sostener que la sinagoga lucentina estuvo ubicada en un edificio
de la calle del Mesoncillo, casa blasonada del siglo XVII, en el interior de la
cual pueden apreciarse todavía una serie de arcos de ladrillo sustentados por
toscas columnas ochavadas, la mayor parte de las cuales se hallan enmascaradas
por obras más recientes. Salvo, acaso, la referida tosquedad de las columnas,
nada en este edificio puede relacionarse con épocas anteriores al siglo
XVI88. Igualmente, un pequeño tramo del
lienzo occidental de la muralla de Lucena, también perdido, quizás, aunque con
grandes reservas, pueda incluirse en la escasa relación de testimonios de la
época judía. Fue descubierto al efectuar la apertura de un sótano en la calle
de las Torres. Esta parte del muro defensivo fue derribado seguramente en el
siglo XVII, desmochándolo hasta el nivel del suelo para construir viviendas en
su emplazamiento. Presentaba orientación N-S y sus dimensiones evidentes eran
7'75 m de longitud y 1'90 m de grosor medio.
Conservaba los cimientos a base de sillarejos cohesionados con una
argamasa a base de cal y arena. Sobre este cimiento de 1'25 m de altura y 2'90
m de anchura se levantaba el lienzo del muro, conservado hasta una altura de
1'15 m El lienzo de este muro había sido
elaborado mediante un encofrado de piedra y argamasa, relleno con piedras y una
mezcla más pobre de cal. En el su extremo norte, el muro doblaba en ángulo
recto en dirección oeste, giro cuyo significado —podría ser la base de un cubo
defensivo o torre— no se ha podido apreciar verdaderamente por continuar el
trazado bajo otras edificaciones. Aunque la arqueología local poco aporta a la
larga etapa histórica de la Lucena judía, a veces surgen, no obstante, restos
cerámicos: recipientes, candiles y otros objetos de alfarería, junto a piezas monetales
de la época, cuya dispersión, bien documentada, de haberse podido llevar a
efecto, permitiría delimitar la verdadera situación y extensión del arrabal.
88 La tipología de este fuste ochavado se
mantiene en Lucena desde los primeros años del siglo XVI (iglesia de Santiago),
hasta el XVIII (pórtico del santuario aracelitano). Por otra parte, es
presumible que esta casona —probable vivienda de los administradores de los
señores de Lucena— se conectase a través del patio con los antiguos alhoríes
del duque, obra monumental, seguramente trazada por Hernán Ruiz II, que se
conservan en propiedad particular.
Corte y alzado del cimiento
y parte de la muralla localizada en una obras en la calle de las Torres
Estructuras de muros y pozos
hallados en la zona oriental de la plaza Nueva entre los años 2005 y 2006
Las tres bolas que coronan
el chapitel de la torre de san Mateo pueden ser el tradicional yamur de los
alminares de las mezquitas
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Dos ilustres musulmanes
lucentinos
Muhammad ibn Abraham
Alhadharami Nacido en Lucena.
Jurisconsulto y sabio historiador. Editó una Biblioteca de Jurisprudencia.
Falleció en la batalla de las Navas de Tolosa, en 1212.
Muhammad ibn Iahia ibn
Hissam Alkhazaragita. También conocido
como ibn Albardhai. Natural de Eliossana; doctísimo en lengua árabe. Viajó
hasta Asia llevado del deseo de perfeccionarse en el arte de la Oratoria,
consultando allí con los más afamados oradores y trayéndose abundantes textos
sobre elocuencia. Fue autor de unos Fundamentos de Gramática que completó con
un Diccionario Etimológico. Murió en Túnez, el año 124989.
(Los textos corresponden al capítulo VI de la Historia de
Lucena, de Francisco López Salamanca, cronista oficial de Lucena. Editado como
separata de la revista Araceli desde el
número 78, de mayo de 1982, al 83, de septiembre de 1983. También en la Historia de Lucena I, tomo IV
de la colección Biblioteca Lucentina pp.
87 a 139)
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