lunes, 15 de octubre de 2018

MÁLAGA MUSULMANA


MÁLAGA MUSULMANA

 POR D. FRANCISCO GUILLÉN Y ROBLES.

Excmo. Sr.: Cuitó á la verdad, amor á la patria, son los lemas que ha estampado nuestro correspondiente D. Francisco Guillén y Robles al frente del libro, lleno de erudición y dotado' de vivo interés, que se titula Málaga Musulmana. Más qué en parte al
guna necesita la historia salir en España del angosto cauce de los moldes convencionales en que la tenía encerrada la tradición de las escuelas retóricas, más dadas á considerarla como campo donde lucir las galas del ingenio, que como asunto de pacientes pesquisas y serias meditaciones; y para alcanzar tan indispensable resultado, no hay otro camino que multiplicar los estudios parciales y las monografías ó historias particulares, y llegar, por la suma y comparación de las partes, á la creación ordenada y sólida del conjunto á que aspira la crítica moderna. Málaga Musulmana es obra de aquel género; pues se concreta, no sólo á la historia de una ciudad, sino á limitado período histórico, el de la dominación árabe, tan menospreciado por nuestros clásicos como exageradamente encomiado por los primeros renovadores de estos estudios, y que hoy empieza á verse con aspecto de verdad y medida de justicia, gracias á las numerosas publicaciones de textos bien compulsados. La consumada pericia del autor en letras orientales le ha per* mitido aumentar con rico caudal lo que hasta ahora se sabía de aquellos revueltos tiempos, y su lozana imaginación andaluza da á la verdad de los hechos tan vivo colorido, que impide dejar el libro de las manos, una vez empezada la lectura de cualquier capítulo. De los más importantes, por su extensión y novedad, son los que contienen la larga historia de la dinastía hamudí, preciada do nobilísima ascendencia, tenaz en su empeño de ocupar en Córdoba un trono que hubo al íin de asentar en Málaga. El verdadero concepto de las costumbres de aquellas edades resulta bien claro cuando trae á la vista la caballeresca bizarría de la familia de Esquirol ó Escallola, de pura sangre indígena, como tantas otras, procedentes de la gran masa de españoles islamizados y progenitora ésta, por línea femenina, de la brillante casa real, en cuyas manos acabó el poder musulmán en España. Con la justa severidad propia de quien ejerce el augusto ministerio de la historia, lanza el Sr. Guillén merecida censura, aun á costa de aminorar en mucho su tradicional aureola, sobre aquella gente nazarita, cuyas pasiones raheces precipitaron la catástrofe que lloran todavía los nietos de los desterrados. Preparación y anuncio de este último paso de la épica reconquista fué el asedio y ex

pugnación de Málaga; ocasión de insignes proezas y crueles desventuras, campo donde la codicia de unos y la flaqueza de otros empañaron el lustre que por igual alcanzaran para todos el honor, el ardimiento, la obstinación y el amor de la patria. La conquista de Málaga fué de las últimas en que, conforme á las costumbres antiguas, una población entera, desposeída de todos sus bienes, muebles y alhajas, era arrancada de cuajo do sus bogaros y condenada á la servidumbre ó al destierro; y el corazón generoso del autor, movido por tanta lástima, marca con duro estigma la crueldad de los vencedores al cargar de cadenas al constante y valeroso Zegrí, indomable caudillo de la defensa, no menos quo su avaricia, no saciada con cuantas ropas, joyas y dineros poseía la mísera y extenuada población civil, obligada á mendigar sin fruto en Granada el complemento de un rescate, quo en tiempos más felices recibieran todos los cautivos muslimes de la pródiga mano de los malagueños. No basta hoy la investigación atenta de los sucesos políticos y militares para dar por acabado un trabajo histórico; el lector entendido quiere conocer la sociedad en su vida interna, con sus costumbres, sus obras, sus instituciones y sus ideales. Persuadido de esto nuestro docto correspondiente, dedica la mitad del volumen á cuanto saberse puede acerca de arqueología y letras de la Edad Media. Una de las cosas en que ha puesto mayor diligencia es en estudiar la topografía de la ciudad y sus contornos, y consultando relaciones antiguas, noticias geográficas, mapas y planos, inéditos muchos, y sobre todo, estudiando y comparando vestigios que quedan aún en algunos parajes, levanta de nuevo á los ojos del lector atento la activa cuanto estrecha factoría fenicia, el ostentoso municipio romano y la rica, populosa é inquieta ciudad árabe, transformada, por obra do las armas, en colonia de caballeros cristianos procedentes de todos los reinos de la península. La cerámica, la indumentaria, la arquitectura, y muy especialmente la numismática, nada dejan que desear en este libro, donde el número de láminas, de grabados y hasta do trozos do difícil composición en caracteres arábigos, demuestra que no se ha perdonado dispendio ni fatiga para llegar dignamente al fin deseado.

No meaos atención que á las obras de manos se dedica en esta monografía á las del ingenio, dando á conocer la vida y escritos de los literatos malagueños, especialmente desde el tiempo en que la disolución del califato llevó á la hermosa ciudad del Mediterráneo un centro político importante. Entre multitud de teólogos y poetas descuella la simpática figura del infortunado filósofo y poeta hebreo Aben Chobirol, con la despreciable del desatentado cortesano de D. Juan I de Castilla, Garci-Fernández de Gerona, cristiano y moro, casado y ermitaño, renegado y penitente; ocupan digno puesto las memorias del docto naturalista Ebn Albéi- tar, cuyas obras se pueden ya disfrutar por la perseverante laboriosidad de la erudición alemana; y sobre este campo de atildados prosistas, sutiles jurisconsultos, delicados rimadores y sabios austeros, brillan como luciente constelación dos poetisas insignes, cuyas composiciones hacen pensar que, si las españolas manejaron la pluma con mayor frecuencia relativa que las demás mahometanas, consiste en que la mujer mantuvo en nuestra tierra la dignidad del puesto á que la había levantado la ley evangélica, con lo cual se ve cómo la buena semilla, si ha arraigado con vigor y lozanía, no se deja extirpar del todo por la cizaña. Las consideraciones precedentes, en que la afición á los estudios orientales no ha sido parte para exagerar por estilo alguno el mérito del nuevo libro, muestran sobradamente que es acreedor, como pocos, á la protección del Gobierno, y que merece una declaración explícita de hallarse comprendido en la letra y en el espíritu del Real decreto de 12 de Marzo de 1875. La Academia resolverá, como siempre, lo más acertado.
Madrid, 27 Abril 1888. Eduardo Saavedra

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