EL CASO DE LA
HERENCIA DE IBN ANTUNYĀN
El visir Hāšim b. ʽAbd al-ʽAzīz recogió testimonios
según los cuales Qūmis b. Antunyān no había muerto como musulmán, sino como
cristiano, y presionó para que se iniciara una investigación. Estaba en juego
una gran herencia
MARIBEL FIERRO
ILC-CSIC (MADRID)
ILC-CSIC (MADRID)
La narrativa
«Muḥammad [b. Ḥāriṯ al-Jušanī] dijo: Me
mencionaron que Hāšim b. ʽAbd al-ʽAzīz trató de hacer caer en una trampa [al
juez] Sulaymān b. Aswad e intentó embaucarlo en el asunto de la herencia dejada
por Qūmis b. Antunyān, aunque ello no le salió como habría querido.
»Lo que sucedió fue que el rango de Hāšim
b. ʽAbd al-ʽAzīz con el emir – ¡Dios tenga misericordia de él! – era elevado,
pues era él quien llevaba las cargas del califato, administrando los asuntos
más serios y estando al frente de la gestión del estado, sin que ninguna
transacción tuviese lugar sin él y sin que el emir decidiese algo excepto
mediante su intervención. Hāšim no encontraba oposición alguna ni se imaginaba
que alguien se pudiese oponer a él. Entonces Qūmis b. Antunyān empezó a
elevarse, los méritos de su adab [conocimiento propio de la
gente cultivada] se hicieron manifiestos, se le nombró para la cancillería,
tomó a su cargo pesadas tareas y se hizo indispensable, alcanzando fama, siendo
muy competitivo y haciendo muchos esfuerzos para elevarse aún más (1).
[A Hāšim] no le agradaba depender de nadie ni someterse a ningún semejante y
empezó a preocuparse de que la posición de Qūmis pudiese oscurecer la suya, por
lo que se puso a maquinar cómo dañar a Qūmis y hacerle caer.
»Cuando Qūmis se dio cuenta de esto, se
llenó de precauciones y se volvió prudente. Su cautela y prudencia llegaron al
punto de que [ocurrió lo siguiente]. Muḥammad b. Yūsuf b. Maṭrūḥ – quien era su
amigo y tenía una estrecha relación con él– llamó una noche a su puerta. Qūmis
fue a ver quién llamaba y habló con él desde detrás de la puerta. Muḥammad b.
Yūsuf b. Maṭrūḥ le dijo: ‘Abre la puerta’. Él dijo: “Por Dios, no la abriré a
menos de que me digas qué te ha traído hasta aquí”. Muḥammad b. Yūsuf b. Maṭrūḥ
contestó: “Asuntos de los que no es apropiado hablar desde detrás de una
puerta”. Qūmis le dijo: “Entonces trataremos de ellos mañana por la mañana”.
Muḥammad b. Yūsuf b. Maṭrūḥ se marchó molesto de que le hubiese dejado allí
[sin permitirle entrar]. Muḥammad b. Yūsuf no durmió en lo que quedaba de
noche. Después de haber rezado la oración de la mañana fue a ver a Qūmis
temprano. Qūmis le recibió con muy buen trato, mostrándole el debido respeto y
honrándole. Muḥammad b. Yūsuf b. Maṭrūḥ le dijo: “Ahora me muestras respeto,
pero cuando ayer por la noche vine a verte no me consideraste lo suficientemente
respetable como para abrirme la puerta”. Qūmis replicó: “Perdóname, soy un
hombre al que le están queriendo perjudicar y tú sabes quien está detrás de
ello, por lo que no te extrañará que me haya vuelto tan precavido como tú mismo
has podido constatar. He considerado que era apropiado mostrarme precavido
incluso contigo, de manera que esta conducta mía justifique que actúe de la
misma manera con otros. No me censures por ello”. A continuación Muḥammad b.
Yūsuf b. Maṭrūḥ trató con él el asunto que se traía entre manos.
»Cuando Qūmis b. Antunyān murió, Hāšim
puso una demanda contra sus herederos y su herencia, consiguiendo testimonios
por doquier y haciendo que un muḥtasib llevase el caso ante el
juez Sulaymān b. Aswad, diciendo que Qūmis b. Antunyān había muerto como
cristiano y que su fortuna por tanto pertenecía al Tesoro Público (bayt
al-māl). Hāšim también elevó el caso al emir, diciéndole: “Tú tienes más
derecho a su fortuna que sus herederos. Ordena al juez que lo investigue”. El
emir Muḥammad ordenó a Sulaymān b. Aswad que investigase el asunto. El juez
recibió numerosos y serios testimonios de personas importantes (wuŷūh al-nās)
y de testigos notables (aʽlām al-ʽudūl) que aseguraban que Qūmis había
muerto siendo cristiano. Pocos de entre los notables y los juristas (bayāḍ
al-nās wa-fuqahāʼi-him) se abstuvieron de testificar en este caso. Muḥammad
b. Yūsuf b. Maṭrūḥ fue uno de ellos. Cuando se sentaba en la mezquita aljama,
no dejaba de decir a esos principales (ruʼūs al-nās) [que habían declarado
en contra de Qūmis]: “¡Que de un hombre como Qūmis que siempre estaba rezando y
haciendo devociones, la paloma de esta mezquita, digáis ahora que murió siendo
cristiano!”. Y lo repetía varias veces. El pueblo (al-nās) estaba
atónito ante los testimonios que se habían hecho contra Qūmis. Todo esto llegó
a conocimiento del emir, quien encargó a sus visires que llamaran al juez
Sulaymān b. Aswad y le preguntasen cuál era en su opinión lo que se había
podido establecer contra Qūmis b. Antunyān. Sulaymān b. Aswad compareció y los
visires le dijeron: “El emir —¡que Dios le de larga vida!— ha ordenado que te
hiciésemos comparecer para que podamos saber por tí qué se ha establecido en tu
tribunal en relación al caso de Qūmis”. Sulaymān sacó un rollo (ṭūmār)
de su manga y dijo: “Aquí está lo que se ha testimoniado en mi tribunal sobre
su caso. Hay que hacérselo llegar al emir de manera que pueda examinarlo y en
función de las conclusiones que saque que actúe en consecuencia”.
»Hāšim quiso pararle y le dijo: “Oh, juez,
el rollo es largo y los testimonios muchos, sin que el emir conozca a todos los
que han declarado. Limítate a aquellos testigos que has considerado aceptables,
dinos quiénes son y escoge sus testimonios”. Sulaymān se dio cuenta de lo que
pretendía Hāšim y le dijo: “No haré tal cosa, es indispensable que el emir lea
todos los testimonios por sí mismo”. El juez envió el rollo con la totalidad de
lo que había sido registrado. Muy poco después, un paje salió del lugar donde estaba
el emir y dijo al juez: “El emir te pide que extractes los testimonios dado su
volumen y me informes de lo que en tu opinión ha quedado establecido gracias a
ellos”. Sulaymān b. Aswad dijo al paje: “Informa al emir de que en mi opinión
nada reprehensible ha podido ser establecido contra Qūmis, sobre todo teniendo
en cuenta que es bien sabido que Dios no tomaría en cuenta nada de ninguno de
los testimonios que han sido recogidos en este rollo”. Hāšim le dijo entonces:
“¡Dios sea exaltado, oh, juez! Ibn Qulzum y otros tales como él se cuentan
entre los que prestaron testimonio en tu tribunal”. El juez replicó: “He
informado al emir de lo que creo es lo correcto”. Un edicto (tawqīʽ)
[del emir] fue enviado al juez diciendo: “Divide la fortuna de Qūmis entre sus
herederos”. Así lo hizo el juez. La fortuna era considerable.»
La fuente
La fuente es un diccionario biográfico
dedicado a los jueces de Córdoba que estuvieron activos en un periodo
comprendido entre la conquista islámica (iniciada en 92/711) y el reinado del
primer califa omeya cordobés ʽAbd al-Raḥmān III (r. 300/912-350/961). El autor
es Ibn Ḥāriṯ al-Jušanī (m. 361/971) (2). La obra de la que está
tomada la historia es su Ta’rīj al-quḍāt bi-Qurṭuba o Historia
de los jueces de Córdoba en la entrada dedicada al juez Sulaymān b.
Aswad. La fuente de Ibn Ḥāriṯ al-Jušanī no se especifica.
·
El contexto
Cuando empezó a gobernar, el emir omeya
cordobés Muḥammad (r. 238/852-273/886) confirmó a los visires que habían
servido a su padre. Su secretario, ʽAbd Allāh b. Umayya b. Yazīd, era un
miembro de una de las familias de mawālī(clientes) omeyas a las que habitualmente se recurría para
ocupar puestos en la administración omeya. ʽAbd Allāh b. Umayya b. Yazīd cayó
enfermo al cabo de dos años. El emir nombró entonces al cristiano (al-naṣrānī)
Qūmis b. Antunyān b. Yulyāna (así se llamaba su abuela) para que ayudase al
secretario durante su enfermedad. Cuando ʽAbd Allāh b. Umayya b. Yazīd
falleció, el emir dio a entender que si Qūmis b. Antunyān se convirtiese al
islam, lo nombraría para ocupar el puesto. Qūmis se convirtió entonces al islam
y fue nombrado secretario. Se destaca su excelente conocimiento de la lengua
árabe y sus habilidades para desempeñar el cargo. Sin embargo, el poderoso
visir y comandante militar Hāšim b. ʽAbd al-ʽAzīz, miembro de uno de los
linajes de mawālī omeyas más poderosos e influyentes, estaba
en contra de Qūmis. También lo estaban los miembros de otras influyentes
familias de árabes y clientes de la corte omeya, resentidos porque un
converso reciente hubiese sido nombrado para una posición tan elevada en la
administración (jidma). Ese resentimiento llevó a Hāšim a intrigar
contra Qūmis, aunque no tuvo éxito mientras el secretario vivió. Tras la muerte
de Qūmis, Hāšim sugirió que el secretario había muerto como cristiano (es decir,
le acusó de haber apostatado del islam) y por ello afirmó que sus herederos no
estaban legitimados para recibir la herencia de Qūmis de acuerdo con la
normativa legal de que la herencia de quienes abandonan el islam revierte al
Tesoro Público.
El caso
Cuando murió el secretario Qūmis b.
Antunyān, dejó una gran herencia. El visir Hāšim b. ʽAbd al-ʽAzīz recogió
testimonios según los cuales Qūmis no había muerto como musulmán, sino como
cristiano e incitó a un muḥtasib a que llevase el caso ante el
juez de Córdoba Sulaymān b. Aswad al-Gāfiqī. El término muḥtasib significa
la persona que lleva a cabo el precepto islámico de ordenar el bien y prohibir
el mal (ḥisba), es decir, que reprueba a quien se aparta de la normativa
islámica, reprobación que puede limitarse a ser interna (‘en el corazón’), de
palabra (‘con la boca’) o conllevar una acción coercitiva (‘con la mano’).
El muḥtasib puede ser un individuo que actúa por su cuenta
bien de palabra o bien de obra, pero también se refiere a un cargo urbano
encargado de vigilar que en el ámbito público y en especial en el mercado se
sigue una conducta moral adecuada. El muḥtasib que actúa por
encargo de Hāšim b. ʽAbd al-ʽAzīz parece ser un individuo sin posición oficial
alguna que lleva un caso ante el juez escudándose en el cumplimiento del
precepto de la ḥisba para que el juez inicie un proceso contra
aquél a quien acusa de haber hecho algo reprobable. En este caso, ese muḥtasib declaró
que Qūmis b. Antunyān había fallecido como cristiano y que su fortuna – al ser
la de un apóstata – pertenecía no a sus herederos sino al Tesoro Público (bayt
al-māl).
Al mismo tiempo, Hāšim b. ʽAbd al-ʽAzīz
llevó el caso ante el emir, informándole de que si Qūmis b. Antunyān había
muerto siendo cristiano, entonces el emir podía reclamar su herencia y por
tanto debía ordenar el juez que iniciase el proceso correspondiente. Las
palabras puestas en boca de Hāšim b. ʽAbd al-ʽAzīz sugieren que para él el
Tesoro Público y la fortuna del emir eran lo mismo, lo cual refleja el concepto
patrimonial del estado que se tenía entonces. El emir Muḥammad siguió el
consejo de Hāšim b. ʽAbd al-ʽAzīz y ordenó a Sulaymān b. Aswad que se ocupase
del asunto.
Hāšim b. ʽAbd al-ʽAzīz, por tanto, actuó a
través de dos canales para que se iniciase un proceso judicial: un canal fue
incitar a un individuo a que se erigiese en muḥtasib y llevase
ante el juez su acusación de que Qūmis b. Antunyān había muerto siendo
cristiano; el otro canal fue sugerir al emir que ordenase al juez investigar el
asunto.
Lo que el juez hizo fue reunir los
testimonios versados contra Qūmis. Muchos notables cordobeses (es decir,
aquellos que trabajaban en la administración omeya y en el mundo del
conocimiento legal y religioso) declararon que Qūmis había muerto como
cristiano, siendo pocos los que se abstuvieron de declarar en ese sentido.
Entre ellos estaba Muḥammad b. Yūsuf b. Maṭrūḥ, conocido por su amistad con
Qūmis b. Antunyān, quien publicamente se quejó de las acusaciones lanzadas
contra el fallecido y proclamó que Qūmis había sido un musulmán convencido,
señalando su piedad y su frecuente presencia en la mezquita cordobesa para
rezar. Muḥammad b. Yūsuf b. Maṭrūḥ estaba así subrayando la importancia de las
acciones externas a la hora de decidir sobre la fe interna de las personas.
El asunto de Qūmis no se limitó a los
círculos de la corte y de los notables, también se convirtió en objeto de
atención por parte del pueblo llano, sorprendido por las declaraciones hechas
contra Qūmis. Esto preocupó al emir quien ordenó a sus visires que le
informasen sobre qué tipo de evidencia había recogido el juez Sulaymān b. Aswad
en relación a este caso. El juez entonces mostró a los visires un rollo que
llevaba en la manga de su vestimenta (la anchura de las mangas permitía que
estas fuesen usadas como bolsillos) y les dijo que se lo llevasen al emir, pues
en él había registrado los testimonios. Leyéndolos, el emir podría sacar sus
propias conclusiones y tomar una decisión. Dado que la acusación contra Qūmis
era de apostasía, Sulaymān b. Aswad remitía la decisión al emir de quién él en
tanto que juez era solo un delegado.
Hāšim b. ʽAbd al-ʽAzīz sugirió que el juez
debía seleccionar previamente aquellas declaraciones que considerase aceptables
por estar hechas por testigos fiables. Lo que parece haber querido Hāšim b.
ʽAbd al-ʽAzīz con esta sugerencia es que el juez sólo diese a leer al emir
aquellos testimonios que no eran favorables a Qūmis hechos por gentes de peso a
quién él había previamente indicado lo que tenían que decir.
El juez Sulaymān b. al-Aswad rechazó la
sugerencia, insistiendo en que el emir debía leer todos los testimonios. Un
paje del emir le informó que Muḥammad I deseaba saber cuál era la conclusión
que el cadí había sacado de aquellas declaraciones. El juez Sulaymān b. Aswad
informó entonces al emir a través del paje que no se había probado la acusación
hecha contra Qūmis y que quienes habían dado testimonio no eran fiables como
testigos. Hāšim b. ʽAbd al-ʽAzīz replicó que entre ellos había gente importante
y dio el nombre de algunos. Pero el juez insistió en que había informado al
emir de lo que él consideraba era lo correcto. El emir entonces promulgó un
edicto (tawqīʽ) que ordenaba al juez que dividiese la fortuna de Qūmis
entre sus herederos como así se hizo.
Durante todo este proceso, el juez nunca
tuvo un encuentro directo con el emir. Ibn Ḥāriṯ al-Jušanī retrata al cadí como
alguien que no ‘visita’ al sultán, que es lo que los encargados del ‘poder
legislativo’ (los ulemas) no deben hacer, es decir, deben mantener las
distancias con el gobernante.
Dada la forma en que nos ha llegado el
asunto de Qūmis (una fuente literaria), aunque no hay motivo para suponer que
no tuvo lugar, los detalles han estado sujetos a un proceso de redacción cuya
posible intencionalidad ha de ser tenida en cuenta.
NOTAS:
1.
La traducción es provisional. Ya
Reinhart Dozy señaló los problemas que presenta el texto en su Supplément
aux dictionnaires arabes. La frase puede entenderse como una velada crítica
a Qumis, sugiriendo que se esforzaba en hacer sólo su trabajo, pero que
en realidad lo que pretendía era medrar (agradezco a Luis Molina su ayuda con
este texto).
2.
Sobre él puede verse “El
caso del cristiano que quería ser ejecutado”.
FUENTES:
- Ibn Ḥāriṯ al-Jušanī, Kitab al-qudat
bi-Qurtuba, ed. y trad. J. Ribera, Historia de los jueces de
Córdoba, Madrid, 1914, pp. 130-133 (texto árabe) y pp. 159-164
(traducción).
- Ibn al-Qūṭiyya al-Qurṭubī (m. 367/977), Taʼrīj
iftitāḥ al-Andalus, ed. P. de Gayangos (con la colaboración de E.
Saavedra y F. Codera); trad. J. Ribera, Historia de la conquista
de España de Aben al-Cotia el cordobés, seguida de fragmentos históricos
de Abencotaiba (y la noble carta dirigida a las comarcas españolas
del wazīr al-Gassānī), Madrid, 1926, pp. 83-84/68-69. Trad.
inglesa David James, Early Islamic Spain: the History of Ibn
al-Qūṭīya, Routledge, 2009, pp. 115-116.
PARA AMPLIAR:
- Borrut, Antoine y Fred M. Donner, Christians
and others in the Umayyad state, Chicago, 2016 (se incluyen estudios
sobre el empleo de no musulmanes en la administración omeya de Damasco).
- Chalmeta, Pedro, El señor del zoco en
España: edades media y moderna, Madrid, 1973.
- Fierro, Maribel, La heterodoxia en
al-Andalus durante el periodo omeya, Madrid, 1987, pp. 77-80.
- Fierro, Maribel, “The judge, the vizier and the
ruler”, Sharia Source at Harvard Law School, en https://beta.shariasource.com/documents/3365.
Cuando copias un artículo que se ha publicado en otra web (Al-Andalus y la Historia), lo ético es indicar la procedencia.
ResponderEliminar