viernes, 5 de julio de 2019

ABU-L-KASIM



Abû-l-Kâsim al-Zahrâwi Khalf ibn ‘Abbâs.
Médico andalusí.
Nació en Madînat Al-Zâhyra, cerca de Córdoba, en el 936. Murió en el año 1013.

Al-Zahrâwi –conocido en Occidente por Abulcasis por derivación de su nombre Abû-l-Kâsim-, médico de la corte de Al-Hakam II, se hizo famoso sobre todo como autor de tratados de cirugía. Sus obras fueron traducidas ya en la Edad Media al latín, provenzal y hebreo, e impresas repetidas veces durante el Renacimiento. De hecho la cirugía árabe se hallaba considerablemente adelantada con respecto a la latino-europea; los árabes ya practicaban la autopsia desde época temprana y conocían tanto la narcosis como los antisépticos.


 Tomado de wikipedia

Posible hijo del propio Abderramán III (nació dentro del harem de 
Medina Zahara), Abulcasis fue uno de los médicos más eminentes de Al Andalus.
Su vida transcurre durante el periodo del Califato, educándose en las madrasas creadas por los propios califas a los que termina por servir como médico personal (como también lo será de Almanzor y su sucesor)
A la herencia grecolatina aprendida, Abulcasis unió las más modernas técnicas aprendidas en sus viajes (Fez, Oriente en su peregrinación a la Meca, visita, ya en plena vejez, a Avicena) y una constante investigación. Todo ello le convirtió en uno de los más afamados cirujanos de la Edad Media, cuya influencia en el Renacimiento fue poderosa a través de sus escritos (reunidos en los más de 30 volúmenes Al Tasrif).
Entre sus numerosas aportaciones se podría destacar la operación de cataratas y diversos tumores, nuevos métodos de anestesia, sutura y cauterización, los forceps para los partos, las trepanaciones, el tratamiento del famoso cólico miserere...


También ideó una amplísima gama de instrumental quirúrgico, siendo muchos de sus diseños utilizados aún.



Interesado por las plantas, escribió todo un tratado de botánica médica.

Es el principal tratadista andalusí de medicina quirúrgica, que constituye precisamente el tema de su obra más importante, Al-Tasrîf. El amplio relieve que se da en ella a las heridas de guerra, hacen suponer que su autor fue cirujano militar.

Al-Tasrîf es una vastísima enciclopedia en treinta libros, que es, por lo general, una obra de recopilación de los conocimientos de sus sucesores –sobre todo de Al-Râzî-, pero importante por las observaciones originales sobre las enfermedades del oído y de la garganta, y sobre las técnicas operatorias.

La primera parte de la obra trata, en especial, de la cauterización de las intervenciones quirúrgicas, en las apoplejías y en la epilepsía. El segundo libro trata de cirugía, recordando al operado la santidad de su obra, inspirada en Allah y que, por consiguiente, no debe ser comenzada con fines lucrativos, sin un planteamiento maduro y sin conocimiento de las causas de la enfermedad y de la anatomía de ni la zona afectada. No debe usarse la cirugía antes de tener la prueba de que todos los demás remedios no producen efectos. De ningún modo se debe realizar una operación por desesperación, ya que la cirugía sólo es admisible cuando el estado general del enfermo hace probable el deseado éxito de la misma. Si el médico no ha reconocido de antemano la naturaleza de la dolencia, si no ha sido capaz de reconocer su causa verdadera y si tiene en su conciencia alguna duda acerca de ella, sería un crimen intentar una operación que pueda poner en peligro la vida de un prójimo.

Se describe a continuación las intervenciones que deben realizarse cuando se trata de heridas de abdomen, de la litotomía, de la trepanación del cráneo, de las amputaciones, de las operaciones de hernia, de las fístulas, etc. Se aconsejan las prótesis de hueso de buey y el uso del catéter de plata en las enfermedades de la vejiga.

El tercer libro trata de las luxaciones y fracturas. Otros capítulos tratan extensamente de farmacología. El último libro es el más interesante para la historia de la cirugía, y que puso a su autor a la altura de Hipócrates y Galeno. Contiene una descripción bastante clara de las técnicas operatorias y una preciosa reproducción del instrumental quirúrgico de la época. La obra fue traducida al latín por Gerardo de Cremona en 1181, y al hebreo por Sem Tob.

Otra obra suya es su libro Liber Servitoris –sólo ha llegado hasta nuestros días la traducción latina de Pablo de Egina-, donde describe la preparación de medicamentos a base de plantas, minerales y animales. Para Al-Zahrâwî, como para el resto de los médicos andalusíes, el equilibrio exacto de los alimentos constituía el fundamento de la salud. Clasifica los medicamentos simples –con arreglo a sus cualidades: calientes, fríos, secos o húmedos: 

El higo es de  naturaleza caliente y húmeda de primer grado. La mejor clase es el blanco con la boca abierta. Es empleado para los riñones, cuyos cálculos disuelve. Su inconveniente es que llena y ceba; ello se pede contrarrestar tomando caldo salado y bebida de vinagre.

La ciruela es de  naturaleza fría en primer grado. La mejor es la ciruela pasa dulce. Se emplea para evacuar la bilis. Tiene el inconveniente de perjudicar al estómago. Esto se contrarresta tomando azúcar de rosas.

La pera es de naturaleza fría en primer grado y húmeda en segundo. Las mejores son naturalmente las pasas. Se emplean en casos de debilidad de estómago. Tienen el inconveniente de producir cólicos. Esto se contrarresta tomando después de la peras frutas de  otra clase.

La violeta es de naturaleza fría en primer grado y húmeda en segundo. La mejor clase es de color azul, como el lino, con muchas hojas. El olor a violeta adormece y un jarabe fabricado a base de ella fomenta la evacuación de bilis. Sus inconvenientes es que enfría y produce catarros. Esto se contrarresta utilizando grano de sauco y clavos.
Las lentejas son de naturaleza fría y seca en segundo grado. Las mejores son las rojas, gordas. Se emplean para aliviar la acidez de la sangre y fortalecer el estómago. Tienen el inconveniente de dificultar el coito y de disminuir la visión. Esto se contrarresta comiendo berros y tomando duchas.

El melocotón es de naturaleza fría y húmeda en segundo grado. La clase mejor es la que huele a almizcle. Los melocotones se emplean en casos de fiebre ardiente. Tienen el inconveniente de descomponer los humores; esto se contrarresta con vino aromático.

La albahaca que huele a limón es de naturaleza caliente en segundo grado. La mejor es la fresca, roja y cultivada. Disuelve la gota, pero perjudica al cerebro. Esto se contrarresta con un remedio preparado de almendras y vinagre...

Un simple estudio estadístico, acerca de la esperanza de vida que alcanzaban los andaluces –cuando en el continente europeo apenas si se llegaba a los 30 años- era de una media de 70 años, lo que nos debe hacer pensar tanto en las condiciones sanitarias de las ciudades andaluzas como en el nivel alcanzado por la medicina en este período. Cuando leemos relatos acerca de los éxitos andalusíes en sus curaciones, debemos suponer la exactitud de sus métodos e hipótesis, pues éstos, y en general todos los médicos musulmanes, entendían que la constitución del cuerpo humano formaba parte de un todo indivisible.


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