LA EDAD DE ORO DE LA GRANADA JUDÍA (SIGLO XI)
En el siglo X se conocía con el nombre de Granada un asentamiento
urbano de pequeña importancia, ubicado en los cerros que encauzan el Darro y
habitado fundamentalmente por judíos. Puede ser que se tratara de una ciudad de
judíos, como conocemos el caso de Lucena. En los agitados comienzos del siglo
XI, una dinastía bereber, la de los ziríes, establecerá en ella la capitalidad
de su reino, trasladando allí a los habitantes de Elvira, la antigua capital de
la cora. Es ése el momento fundacional de Granada: a partir de entonces la
ciudad mantuvo un proceso constante de crecimiento y no hubo más sobresaltos.
De ahí que muchos autores árabes hablen de Granada como una fundación reciente.
EN TÉRMINOS GENERALES, la desintegración del califato y la atomización política
de al-Andalus en el siglo XI fue favorable a los judíos. Fue éste el siglo de
los cortesanos judíos en las cortes de taifas y entre todas las comunidades
judías, destaca la de Granada. LA HISTORIA de ascenso y caída de los judíos de
Granada es un buen ejemplo (“un ejemplo de libro”) de las características de la
vida judía en la Diáspora: una minoría indefensa que se refugia en la
protección de los poderosos y paga por ella, convirtiéndose en activos agentes
del poder. Ese acercamiento al poder tiene, en un plazo más o menos largo, consecuencias
nefastas para la comunidad que ha osado salir de la situación de inferioridad
que, de acuerdo con su estatuto de infieles, le está reservada. JUNTO A LA
UTILIDAD que para los ziríes tenía una población judía numerosa, en el
desarrollo y florecimiento de la comunidad de Granada se une otro factor: la
labor de una figura excepcional e irrepetible, la del judío Samuel (Abu
Ibrahim) ben Yosef ibn Nagrella ha-Naguid (993-1055). Conocemos bastante bien
su biografía. Nació en Córdoba, aunque su familia, de pretendido origen
levítico, era originaria de Mérida. En Córdoba estudió con Rabí Hanok y alcanzó
una muy completa formación en cultura hebrea y árabe. Debido a los disturbios
de la época, abandonó Córdoba instalándose finalmente en Málaga, donde abrió
una tienda y se dedicó al comercio de especias. Si hemos de creer la leyenda
que nos relata Abraham Ibn Daud, fue en Málaga donde empezó a cambiar su
suerte: allí destacó como calígrafo en árabe y llamó la atención de los
servidores del visir de Habus, Abul-Qasim ibn al-Arif. Éste se interesó por la
persona que había escrito cartas tan admirables y, tras un viaje a sus
posesiones en Málaga, se lo llevó a la corte como su secretario, dando comienzo
así una carrera ascendente en tiempos de Habus (1025-1038) que culmina durante
el reinado de su sucesor Badis (1038-1077). Muchos cortesanos judíos gozaron de
la consideración de reyes musulmanes, pero ninguno como Semuel ibn Nagrella:
como hombre de confianza alcanzó oficialmente el más alto cargo de la corte (visir).
ADIFERENCIA de otros cortesanos judíos, sobre Semuel ibn Nagrella tenemos
abundantes testimonios tanto de autores musulmanes como judíosy todos coinciden
en destacar sus cualidades. Prueba de su carácter excepcional son testimonios
como los del historiador Ibn Hayyán al Qurtubi (m. 1076), recogido en al-Ihata
de Ibn alJatib: “Este maldito judío era un hombre superior, aunque Dios no le
informó sobre la verdadera religión. Poseía amplios conocimientos y toleraba la
conducta insolente con paciencia. Combinaba un carácter sólido y sabio con un
espíritu lúcido y un trato educado y amistoso. Dotado de una exquisita
cortesía, era capaz de aprovechar cualquier circunstancia para halagar a sus
enemigos y apaciguar su odio con una conducta afable. Era un hombre
extraordinario. Escribía en ambas lenguas, árabe y hebreo. Conocía la
literatura de los dos pueblos. Penetró profundamente en los principios de la
lengua árabe y estaba familiarizado con las obras de los gramáticos más
sutiles. Hablaba y escribía árabe clásico con la mayor facilidad, empleando
esta lengua en las cartas que redactaba en nombre de su rey. Utilizaba las
fórmulas islámicas habituales, las eulogías de Dios y de Muhammad, nuestro
Profeta, y recomendaba a los destinatarios de sus epístolas que vivieran de
acuerdo con el Islam. En resumen, podría pensarse que sus cartas estaban
escritas por un musulmán piadoso. Descolló en las ciencias de los antiguos, en
matemáticas y astronomía, y también en el terreno de la lógica poseía amplios
conocimientos. En dialéctica superaba a sus adversarios. A pesar de la
vitalidad de su espítiru, hablaba poco y reflexionaba mucho. Reunió una hermosa
biblioteca”. ASÍ PUES, como visir al servicio del rey zirí, los musulmanes de
Granada no podían tener queja del judío Semuel. Aunque en su juventud había
tenido una disputa teológica con Ibn Hazm, ahora en su madurez distinguía
perfectamente el ámbito privado de su judaísmo y su puesto oficial como visir
de un reino musulmán. POR OTRA PARTE, aunque es posible que los viejos linajes
judíos granadinos vieran con cierto recelo el ascenso de un advenedizo como ibn
Nagrella, éste no dio motivos de queja y todos los autores judíos, tanto
contemporáneos como posteriores, lo retratan de manera muy positiva. No sucedió
con él lo que suele ser motivo de queja
Fuente: José Ramón AYASO MARTÍNEZ
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