HISTORIA DE UN
MAGNICIDIO FRUSTRADO (MÁLAGA)
López
de Coca Castañer, José Enrique, (Málaga,
Universidad de Málaga, 2008)
El texto recoge la lección inaugural del curso 2008-2009 a cargo del
catedrático de Historia medieval de la Universidad de Málaga José Enrique López
de Coca Castañer, que versó sobre un atentado contra la vida de los Reyes
Católicos, Isabel I y Fernando II, durante el sitio de la ciudad de Málaga en
1487, que, de no haberse frustrado, sin duda habría cambiado el curso de la
historia política y también de la historia institucional europea y americana.
Málaga, sometida a cerco por parte del ejército cristiano desde mayo de 1487,
se rendirá el 18 de agosto de 1487.
Indica López de Coca que, durante el cerco de la ciudad, el 20 de junio de
1487, se entregó a las tropas cristianas un moro, que deseaba trasladar una
información significativa a los monarcas. El sueño de Fernando II aplazó la
comparecencia. Recuerda López de Coca lo que sucedió después: "A
continuación, trasladaron al prisionero a la tienda de Dª Beatriz de Bobadilla,
marquesa de Moya, que en esos momentos departía amigablemente con don Álvaro de
Portugal. El moro dedujo que se trataba del rey y de la reina. Sin pensarlo dos
veces empuñó un arma blanca que inexplicablemente llevaba y arremetió contra
don Álvaro, haciéndole una herida profunda en la cabeza. Acto seguido se volvió
contra Dª Beatriz y le propinó una estocada sin herirla, pues el filo del arma
resbaló sobre el pesado recamado de sus vestidos. Pero antes de que pudiera
repetir el golpe, el magnicida fue acuchillado y muerto por algunos soldados
que acudieron al oír los gritos de la marquesa. Sus restos mortales fueron
lanzados sobre la ciudad mediante una catapulta. Los sitiados respondieron
matando a un cautivo cristiano y echando su cuerpo fuera, atado a la grupa de
un asno" (p. 11).
El regicida frustrado se llamaba Ibrahim Algerbí. Su nombre ha sido
adornado simbólicamente con el apelativo del "moro santo". En la
información disponible queda de manifiesto la imprudencia del marqués de Cádiz,
Rodrigo Ponce de León, a quien con sus declaraciones el "moro santo"
medio convenció de que la toma de Málaga por los cristianos era inminente, sin
que Ponce de León se preocupara de desarmarlo. La presencia de Algerbí en la
tienda de Beatriz de Bobadilla, conocida por ser la gran amiga de Isabel I,
fue, según alguna fuente de información, a solicitud de aquella, quien además
se preocupó de que se le suministrara agua y comida al moro. El despiste de
Ibrahim Algerbí se debió al tratamiento de suma cortesía con que los presentes
deparaban a la marquesa de Moya y al noble portugués. Tras asestar un golpe a
Álvaro de Luna y no alcanzar en el cuerpo, pero sí en el vestido, a la marquesa
de Moya, Ruy López de Toledo retuvo por la espalda a Algerbí, mientras Juan de
Belalcázar lo sujetaba por las piernas. Poco después entraban varios soldados
en la tienda y el moro fue acribillado con cuchillos y espadas. Se indica que
los que lo "hicieron pedazos" fueron Martín de Leceña, Luis Amar de
León y Tristán de Ribera. Fue la marquesa la que dio aviso a Isabel y Fernando.
La iniciativa de arrojar el cadáver del "moro santo" al interior de
la ciudad no está claro si partió del propio Fernando II o de los soldados. A
partir de ese momento se tomaron una serie de medidas de seguridad
extraordinarias en torno a las tiendas de los reyes, temiéndose la posibilidad
no remota de un nuevo atentado.
J. E. López de Coca documenta su trabajo con enorme pulcritud derivada de
las informaciones que proporcionaban Pere Llitrà, notario mallorquín enviado
por el municipio de Ciudad de Mallorques ante la Corte para hacer gestiones,
Hernando del Pulgar, Diego de Valera, Alfonso de Palencia, pero no las fuentes
árabes que, según el autor, no contienen apenas información sobre el magnicidio
frustrado.
Por otro lado, López de Coca reflexiona sobre la preparación del crimen y
considera que la forma de comportarse de Ibrahim Algerbí respondía a la
operativa propia de la "secta ismailí que sembró el terror entre los
gobernantes musulmanes y cristianos del Próximo Oriente en la época de las
Cruzadas. En el ismailismo el crimen tenía un carácter ritual, casi
sacramental. Los ejecutores usaban armas blancas, preferentemente dagas, en vez
de veneno o proyectiles. Tenían que acercarse a sus objetivos y eran atrapados
casi siempre porque no intentaban escapar. Antes de cometer sus crímenes se
ganaban la confianza de las víctimas" (p. 40). En cualquier caso, detrás
del magnicidio frustrado de Málaga, los cronistas recurren con frecuencia a la
leyenda de Cayo Mucio Escévola que dio muerte en una tienda no a Lars Porsenna,
su verdadero objetivo, sino a un secretario o ayudante de cámara suyo.
Muestra también López de Coca el paralelismo entre el crimen contra la
marquesa de Moya, salvada por su vestido, y el que sufrió Isabel II el 2 de
febrero de 1852 por parte del cura liberal Martín Merino, donde la reina salvó
también la vida por la protección de su corsé.
Planteaba al final de su disertación el ilustre catedrático malagueño un
interrogante. Para él, Ibrahim Algerbí sólo pretendía atentar contra Fernando,
pues "para un musulmán de la época tan incomprensible resultaba la forma
de gobierno republicana -propia de las señorías italianas- como el hecho de que
una mujer pudiera reinar. Era don Fernando quien dirigía las operaciones
militares, se ponía al frente de los ejércitos de Castilla y, llegado el caso,
se jugaba la vida" (p. 59). Señala López de Coca que en los cronistas
primitivos, fundamentalmente en Hernando del Pulgar, se incluiría a la reina
Isabel por el interés que ella siempre manifestó de que donde fuera citado el
monarca, también debía de serlo ella.
Manuel J. Peláez
Universidad de Málaga, España.
Universidad de Málaga, España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario