miércoles, 4 de marzo de 2020

LA MUJER EN AL-ANDALUS


Desde que en el siglo VIII los musulmanes pisaban suelo hispano, hasta el siglo XV que se marcharon, pasaron ocho siglos que iban a ser determinantes para la posterior historia de España, marcando grandes áreas de conocimiento y de comportamiento que aún pueden apreciarse hoy en día.
La convivencia entre los dos pueblos fue fluida, aunque no pocas y cruentas fueron las batallas entre ambos, pero no fueron raros los matrimonios entre unos y otros, en ocasiones a altos niveles, varias princesas cristianas tuvieron hijos que se convirtieron en emires o califas. Guerreros cristianos se alistaron a las filas musulmanas así como nobles actuando como mercenarios defendieron los intereses musulmanes.
Los reinos bárbaros del norte de Europa, sumidos en una cultura primitiva, intentaron acercarse y apropiarse de una cultura elevada que existía al sur de los Pirineos y que había llegado a Occidente con toda la riqueza de Oriente.
La grandeza de al-Andalus se debió a varios elementos, la belleza de su arquitectura, la literatura y la filosofía, sus avances en el campo de la ciencia y de la medicina, al-Andalus fue el primer país de Occidente en la fabricación de papel y de seda, en contar con molinos de agua y en utilizar un sistema de riego que ayudado por la noria, hizo que en sus huertas se cultivasen productos hasta entonces desconocidos como la caña de azúcar, el azafrán, y algunas frutas y hortalizas inusuales en Europa.
Al-Andalus emanaba un perfume de libertad que quedó impregnado en los patrones de conducta de sus gentes, mejor que en cualquier sociedad islámica del momento, pues se consiguió un modelo de sociedad donde se exaltaron los derechos de igualdad de oportunidades para la mujer musulmana. Al contrario que ocurría en el mundo medieval cristiano donde a la mujer se le asignaba un puesto de clara inferioridad respecto al hombre y fuera de un desarrollo cultural. La mujer cristiana no podía expresarse en público, ni ser educada igual que el hombre ni acceder a la cultura. En el Decretum Gratini, recopilaciones de textos jurídicos del siglo XII, se encuentran textos como éste: “Es conocido que la mujer debe estar subordinada al marido y que no tiene ninguna autoridad; no puede enseñar, no puede actuar ni como testigo, ni como garante ni como juez” (C. XXXII, q. V, c. XVII).
A pesar de no haber quedado mucha documentación sobre la mujer andalusí, en los textos históricos se ven entre líneas nombres de mujeres que cultivaron la medicina, la jurisprudencia, la caligrafía, el canto y la poesía.

INFLUENCIA DE LA MUJER SOBRE LA SOCIEDAD HISPANO-ÁRABE
El proceso de islamización en la España Medieval, no modificó la estructura social ni la mentalidad que permaneció occidental bajo un barniz de civilización oriental. La mujer andalusí no estaba recluida como los preceptos del Islam hacían ver a toda mujer musulmana, por lo consiguiente muy distinta de la que dominaba en el resto mundo islámico1. Esto es debido a varios factores: por un lado, las conquistas musulmanas sólo modificaron las creencias religiosas, al menos en un primer momento, por otra parte, los conquistadores al no ser muy numerosos no podían condicionar la sociedad reinante. Se hispanizaron más los conquistadores que los nativos se arabizaron, y eso se debe a los inevitables matrimonios mixtos y a sus descendientes que se convirtieron en verdaderos andalusíes, pues los niños se formaban en la casa en el entorno de la mujer española. Ejemplo de ello2, es la dinastía omeya en la Península, Abd al-Rahmán I, era hijo de una esclava bereber, por lo que no tenía nada más que un 50% de sangre árabe, su hijo Hisam I era hijo de una esclava española, por lo tanto sólo queda un 25% de sangre árabe y así hasta llegar al último omeya, Hisam II que es mínima su sangre árabe, un 0,09%.
Los musulmanes españoles tenían un concepto diferente de la mujer y del amor con respecto a los orientales, ello es debido a una tradición indígena de inspiración occidental e incluso cristiana que trasmitía la mujer española que desempeñaba en la sociedad el papel de confeccionar la “raza andalusí”.
Una de las características de este amor es la sumisión aceptada con fervor respecto al objeto amado y la exaltación de la debilidad femenina, ante la cual se humilla el amante.
Donde se pone de manifiesto este amor es en el libro El Collar de la paloma de Ibn Hazm, donde se hace un análisis de los sentimientos amorosos y del comportamiento de los amantes con un protagonismo sobre la mujer.

PRESENCIA DE LA MUJER EN EL ÁMBITO PÚBLICO
Las mujeres musulmanas de al-Andalus, practicaron todas las funciones públicas, incluidas las funciones de dirigentes religiosas y portavoces de la comunidad. En las Crónicas se habla de mujeres que interpretaron la Sharia 4 e impartieron justicia durante siglos5. Ibn Jaldum cita en su Muqadima algunas alfaquíes del Magreb, dedicadas a la aplicación práctica de la Saria, entre ellas una destacada jurisconsulta que era mujer del Cadí de Loja, una mujer tan brillante que superaba en los dictámenes a los propios ulemas. Su conocimiento del derecho malikí era tan grande que a ella acudían los estudiosos para aprender, su marido, que ejercía como juez, nunca daba las resoluciones de los casos que se le presentaban en el acto, antes los consultaba con su mujer. Um al Darda al Sugra es conocida como mujer alfaqui y muchas de ellas han sido estudiadas por Ma Luisa Avila, mujeres que actuaron como funcionarios públicos e incluso como imanes.
Pilar Coello, en su libro “Las actividades de las esclavas, según Ibn Butlan y Al Saqati de Málaga”, indica que las mujeres de al-Andalus que vivían en palacio, representaban una fuerza con la que había que contar.
Desde el comienzo destacó la participación de la mujer en el campo político, aunque su participación estaba restringida a ciertos círculos y con unos límites claros. En tiempos de la conquista, el emir en al-Andalus, Abd al-Aziz, al firmar un tratado con los cristianos, se casó con Ijlona, reina cristiana, conocida como Um Asim entre los árabes, con su gran influencia consiguió doblegar la voluntad de su esposo, siendo generoso con los cristianos y extendiéndose el rumor entre el pueblo de que el emir se había convertido al cristianismo, lo que le llevó a ser separado de los omeyas de Oriente.
Destaca el papel de la mujer del gobernador de al-Andalus, Yusuf al-Fihri, con una posición política relativamente destacada junto a su marido y con cierta capacidad de actuación en la dirección de asuntos de Estado en ausencia de éste.
Aixa Bint Muhammad Aben Al-Ahmar, “la Horra” (la Honesta), conocida por ser la madre del último rey de Granada, Boabdil. Madre de rey, hija y esposa de reyes de Granada, fue una mujer muy poderosa, no sólo por su lugar en el palacio, sino por las propiedades que tenía.
Uno de los aspectos más negativos de la influencia política de la mujer en las altas esferas del poder, era influenciar sobre la sucesión al trono de los hijos, sobre todo las esclavas más cercanas al califa, con lo que aumentaron las intrigas y los espías en la corte. Abd al-Rahman ibn al-Hakam (792-852) tenía en su corte muchas mujeres que él mismo escogía por su origen y familia, la más famosa era Tarub que disfrutaba de un lugar privilegiado a su lado con mucho poder y autoridad. Para intentar conseguir la sucesión al trono de su hijo Abd Allah, se alió con uno de los esclavos de la corte, Nasr Al-Jasi, muy cercano al emir e intentó que se aliaran con ella los líderes del ejército y los más altos cargos del Estado. En un principio consiguió que el emir nombrara a Abd Allah su sucesor, aunque cambió de opinión nombrando su sucesor a su otro hijo Muhammad6.
Entre las esclavas más influyentes en el campo político en al-Andalus, se encuentra Subuh, de origen vasco, esclava del califa Al-Hakam, ambiciosa y con un gran poder en la corte, consiguió que su hijo accediera al trono. Ante la negligencia del califa Al-Hakam en los asuntos de Estado a consecuencia de su gran interés por las ciencias y los libros, Subuh aprovechó la ocasión para hacerse con el poder y para ello necesitaría ayuda. La ayuda la encontró en el joven Al-Mansur Ibn Abi Amir (Almanzor), de origen árabe, culto y educado que sabía utilizar a la gente según su voluntad con el objetivo de alcanzar el dominio sobre Al-Andalus. Se especula con la posibilidad de que fueran amantes, en cualquier caso, Al-Mansur consiguió que el hijo de Subuh llegara al trono con alrededor de diez años y así hacerse cargo de él, de ella y del Estado.
Para poder destacar y llamar la atención del gobernante dentro del harim, no era suficiente para la mujer la juventud y la belleza. Para el hombre árabe el conocimiento, la cultura y la inteligencia eran elementos importantes que valoraban en las esclavas. Una inteligencia que necesitaban y resultaban fundamentales para desenvolverse en un mundo tan complejo como el de la corte, muchas de las esclavas que llegaron hasta los corazones de los califas, sabían con exactitud todo lo que sucedía en el califato.
LA PARTICIPACIÓN DE LA MUJER EN LOS ESTUDIOS RELIGIOSOS
La mujer en Al-Andalus participó en la evolución de los estudios religiosos destacándo su papel desde el comienzo, desde la lectura del Corán a la escritura. Para una mujer es obligatorio adquirir un conocimiento completo de sus obligaciones religiosas, como el salat (oración), el saum (ayuno de Ramadán), el zaqat (impuesto) y el hayy (peregrinación). La mujer le dio una especial importancia a la escritura del Corán y la dominó, seguramente por que era una tarea que les estaba permitida y la supo aprovechar. La escritura del Corán no se ciñó a una clase social, la practicaban tanto campesinas como cortesanas.

El velo islámico era obligatorio en las mujeres andalusíes al igual que para las orientales, pero ésta ley era mucho más permisiva en al-Andalus que en Oriente.
LA IGUALDAD DE LA MUJER EN LA EDUCACIÓN Y LA ENSEÑANZA
Se tiene conocimiento de mujeres en los campos de la ciencia, la literatura y la poesía, así como maestras dedicadas a la enseñanza,”Por naturaleza y por necesidad ha recaído en manos de la mujer la responsabilidad de iniciar a los niños en el uso de la lengua y en la práctica de la religión musulmana y el mantenimiento del acervo folklórico. Pero sobre todo, la misión de inculcar el orgullo de pertenecer a la comunidad islámica, como principal factor de defensa de identidad en una minoría marginada”8. La cultura de la mujer gozó de gran importancia ya que destacaron muchas mujeres en la enseñanza, es un ámbito en el que la mujer pudo actuar y destacar.
El proceso de enseñanza superior en Al-Andalus, se certificaba con el permiso para enseñar (iyaza), autografiado en los bordes del manuscrito que el alumno había aprendido. Las fases del proceso de enseñanza pasaba por las escuelas coránicas o con profesores particulares en su ciudad, una posterior estancia en otra ciudad de Al-Andalus y un período de formación fuera del país que podía ir unido a la peregrinación a la ciudad santa de la Meca. A las clases que se impartían en las mezquitas como en las casas de los profesores, acudían tanto varones como mujeres, así como las enseñaban mujeres y hombres. Muchas personas de las clases altas contrataban a profesoras para la enseñanza de sus hijas. Las mujeres que se dedicaban a la enseñanza recibían el nombre de adiba.
De las escritoras (katibat) se dice que fueron aquellas que realizaron un trabajo de hombres. La escritora tenía que tener educación, conocimientos caligráficos y minuciosidad para copiar ejemplares del Corán e incluso se les encargaba escribir cartas. Las que pertenecían a familias de ulemas tenían una situación económica holgada que les permitía dedicar tiempo y esfuerzo al estudio y el ambiente cultural era el indicado para incentivarlas. Algunas ocuparon en algunos casos posiciones importantes, como Lubna, que era la escritora del califa Al-Hakam que tenía amplios conocimientos de gramática y matemáticas y era poetisa y calígrafa, escribió desde cartas y comunicados hasta libros. Debido al desarrollo cultural que tuvo lugar con el califa Al-Hakam Al- Mustansir, conocido por su interés en la ciencia y la colección de libros que le venía desde los tiempos de su padre, algunas mujeres trabajaron como escritoras en el palacio califal. Durante su mandato se incrementó la lectura de libros antiguos y se extendió el interés por seguir los acontecimientos políticos lo que aumentó la demanda de escritores destacando la mujer gracias a su capacidad ortográfica y mental.

El grado social que alcanzó la mujer andalusí fue considerable lo que llevó a la aparición de muchas e importantes poetisas que escribieron con suma libertad y en competencia con los hombres. Decía Al-Maqqari: “la superioridad literaria en Al-Andalus es como el instinto y la poseen hasta las mujeres y los niños”.
La gran mayoría de las poetisas son mujeres libres, con frecuencia de familias importantes o nobles, aunque también se conocen poetisas que eran esclavas como: Al-Abbadiyya, Gayat al-Muna, Hind, Lubna, Mut’a, Qamar y Uns al-Qulub. La mayoría de estas poetisas son de Códoba, Sevilla y Granada.
La poesía que se ha conservado confirma la libertad de la que gozaba la mujer andalusí y prueba de ello son tres ejemplos de poetisas “libertinas”: Wallada bint al-Mustakfi, Muhya bint al-Qurtubiyya y Hafsa bint al-Havy ar- Rakuniyya.
Wallada bint al-Mustakfi: Mujer de la nobleza, princesa hija del califa Muhamma III al-Mustakfi, es una de las poetisas más originales de la Córdoba Omeya. Reunió a su alrededor a los escritores más importantes de su época y gozaba de un alto nivel literario y cultural. Rompiendo con los cánones de la mujer musulmana y saliéndose de todos los cánones, gozó de una libertad e independencia desconocidas, hasta el punto de que se buscaba su agradable compañía y era admirada por su nobleza y su belleza. Usaba su literatura para expresar abiertamente lo que pensaba y sus sentimientos más íntimos. Una de las primeras en romper las barreras de la vergüenza, se mostraba con total indiferencia ente las críticas y decía que la vida no era más que un trago del vaso de los placeres. Se paseaba por Córdoba con los versos bordados en las mangas de su vestido. En la manga derecha llevaba: “Estoy hecha, por Dios, para la gloria, y camino orgullosa, por mi propio camino”. En la izquierda: “Doy poder a mi amante sobre mi mejilla y mis besos ofrezco a quien los desee”. Pertenecía a una clase que le permitía gozar de cierta independencia, tenía bienes y dinero y gozaba de abundantes privilegios.
La relación que marcó la vida de Wallada y su poesía, fue la que mantuvo con Ibn Zaydum, uno de los grandes poetas de su época. Es una historia de amor con un trágico final que llevó al poeta a exiliarse de Córdoba y acogerse al mecenazgo de Al-Mu’tamid en la corte abbadí de Sevilla. Una historia de amor que ha llegado contada por ambas partes.
Muhya bint al-Qurtubiyya: Hija de un vendedor de higos, que tuvo la suerte de que Wallada se fijara en ella y se ocupara de que recibiera una buena educación y aprendiese el arte de la poesía. Pero la protegida termina empleándose fuertemente contra ella en poemas satíricos, posiblemente por celos o por despecho o simplemente por el uso de la sátira que tanta aceptación tenía entre los poetas.
Hafsa bint al-Havy ar-Rakuniyya: Vivió en el siglo XII, perteneciente a una familia noble de Granada, de enorme belleza y muy eficaz escritura que alcanzó éxito y consideración por sus propios méritos. En uno de sus poemas se enfrenta con coraje a un hombre de cierto renombre por su actividad poética y su cultura y lo hace sin el menor decoro. Su poesía resulta refinada, aunque no faltan palabras picantes o francas, entre los géneros literarios que practicó destacan la elegía y la sátira. Este tipo de literatura y de exposición no existía en Oriente, pues era considerado como un escándalo y se castigaba a quien cometiera tal acto. Incluso el hombre tenía sus trabas, pues no podía mencionar el nombre de su amada en su poesía lo que se consideraba una vergüenza y no podría contraer matrimonio con la amada.

TRABAJOS QUE EJERCIERON LAS MUJERES EN AL-ANDALUS
Las mujeres en al-Andalus desempeñaron diferentes trabajos que aportaban al hogar un beneficio económico y que podían realizarse dentro y fuera del hogar. Siempre dentro del medio urbano, pues la información sobre el mundo rural es nula. La mejor fuente de información sobre los trabajos realizados por las mujeres, nos la brinda Ibn Hazm en su obra El collar de la paloma.
La actividad hogareña por excelencia era el hilado pues no solo representaba el vestido para la familia, sino que podía ser vendido para ganar un dinero13. Era una tarea que se hacía en la casa.
La profesión de qabila o comadrona se extendía a varios campos, no sólo se dedicaban a asistir en los partos, también sus servicios eran requeridos en el ámbito legal para testificar en el caso de que un niño muriera al nacer o para verificar el embarazo en una mujer, ambos casos relacionados con los derechos de herencia. Sus servicios podían solicitarse para el reconocimiento de posibles defectos de una esclava antes de ser comprada, pues solamente la qabila era la autorizada para ver y analizar su cuerpo y así poder fijar un precio. Otra función era la de albergar a las mujeres condenadas a presidio en su casa.
El oficio de nodriza era una de los más importantes socialmente. Sus servicios eran contratados si la madre estaba enferma o no tenía leche. También la nodriza era contratada por aquellas mujeres que por su condición social no deseaban hacerlo. Poseía también este trabajo importancia legal, pues el parentesco de leche se asimilaba al natural, así, no se podían casar un hombre y una mujer que hubieran sido amamantados por la misma nodriza, igualmente estaba prohibido casarse un niño con su nodriza o con parientes directos de ella. Condición indispensable era tener un excelente estado físico, buenas costumbres y ser profundamente religiosas. También era necesaria la autorización del marido y un compromiso de no romper la cláusula de abstinencia en sus relaciones sexuales.

 Hay algunos datos de mujeres que ejercieron la medicina, especialmente en el tratamiento de las enfermas. Estudiaron la ciencia con hombres de su familia, como una hermana y una sobrina de Al-Hafid Ibn Zahr, médico famoso, que iban al palacio de al-Mansur para curar a sus mujeres y los niños. Umm Amr bt Abi Marwan Ibn sur, era consultada con relación a las enfermedades de los hombres, pero no trataba con ellos. Entre los siglos XV y XVI, las campesinas mudéjares, conocedoras de las propiedades de las plantas por su contacto directo con la naturaleza y herederas de una tradición farmacológica islámica, jugarán un papel decisivo en el campo de la asistencia sanitaria y terapéutica. En sus prácticas curativas se mezclan la medicina empírica, los productos vegetales y las oraciones lo que produce una mezcla perfecta de química y psicología.

FAMILIA Y COSTUMBRES.
La mayoría de los hogares en al-Andalus eran humildes y estaban conformados por personas libres que en algún caso, podían tener esclavas o sirvientes. La condición de mujer libre (hurra) suponía una diferenciación y un estatus frente a la esclava (yawari), pero tenía menos libertad de movimientos dentro de la sociedad, pues las salidas y entradas de la casa las hacían las esclavas que no estaban sujetas a la moralidad que debía de tener la mujer libre.
En las familias humildes no era frecuente la poligamia, condicionada a las familias ricas donde los hombres se podían permitir mantener a más de una mujer. Según Lévi-Provençal, la mujer andalusí tuvo mejor suerte que el resto de mujeres musulmanas, debido a que en al-Andalus no estaba extendida la poligamia. Un juez llamado Ibn Sahl, cuenta en su libro Al-ahkam Al-kubra, que una de los condiciones para contraer matrimonio con una mujer andalusí libre, era que el cónyuge no pudiera contraer matrimonio con otra mujer, ni satisfacer su necesidades sexuales con una yawari , pues si ésta concebía un hijo suyo pasaría a ser libre y obtendría los derechos matrimoniales iguales a su esposa. Esto demuestra que la mujer andalusí tenía mucha consideración, su opinión era tenida en cuenta y tenía el poder de exigir condiciones a su futuro cónyuge. El juez podía dictaminar sentencia de divorcio solicitada por la mujer si resultaba ser una solución para ambos cónyuges.
La mujer disfrutaba de la libertad de recurrir a la justicia para reclamar sus derechos. En la época de al-Mustansir, una mujer recurrió a la justicia para reclamar un terreno que le pertenecía y que le fue quitado por la fuerza por un funcionario del emir, debido a que el terreno estaba ubicado muy cerca de los palacios emirales. Finalmente ella pudo recuperar sus propiedades.
Las alianzas y uniones matrimoniales mixtas entre distintas culturas fueron comunes en la sociedad andalusí que le imprimieron un carácter plural, este fenómeno fue común tanto a las clases altas como a las capas más populares. Las nuevas culturas introdujeron en el pensamiento islámico nuevas costumbres y tradiciones que la mujer dejó en herencia a sus hijos.
Para el matrimonio era costumbre social la petición de mano (jitba) que era testimoniada por dos testigos (udul) en presencia del tutor, pero antes debía haberse obtenido el consentimiento de la novia. En caso de que la familia de novia prohibiese el matrimonio con un hombre elegido por ella o de que el tutor
La poligamia requiere el poder afrontar la manutención a más de una esposa en cuestión de vivienda, vestimenta, manutención de los hijos, etc. La religión musulmana permite el matrimonio legítimo a la vez con cuatro mujeres libres, además de una número indeterminado de concubinas o esclavas.

El ajuar era aportado por la familia de la novia y su cantidad y calidad dependía de la posición económica familiar. La fecha de la boda debía establecerla un astrólogo. La boda se celebraba con el mayor esplendor posible y los festejos duraban una semana.
EL PAPEL DE LA MUJER ANDALUSÍ DENTRO DE LA FAMILIA
La mujer es el núcleo principal en la estructura social, desempeñando un papel importante como formadora, educadora y trasmisora de la cultura y los valores sociales. La familia, como el resto de la estructura social, era patriarcal. El padre era el responsable de cubrir todas las necesidades de la familia y si esto no se cumplía era repudiado por parte de la sociedad. El cabeza de familia era el señor absoluto, fuera cual fuese su condición social. Su mujer estaba disponible para servirlo en cualquier momento y se dirigía a él con respeto al igual que sus hijos. Si el padre recibía la visita de la madre, su categoría era más elevada que la de la esposa.
Al casarse, la mujer contrae determinadas obligaciones respecto al marido a cambio de recibir de éste la dote y la nafaqa o manutención. Pero la obligación más importante, es el cuidado de los hijos. Al-Maqqari afirma: “La mujer es la que siembra a los hijos, es ella la flor del paraíso y la paz de un corazón cansado por el pensar”.
El niño debe ser amantado durante dos años, tiempo en el que el padre tendrá la responsabilidad de su sustento, aunque hubiera habido repudio. Según el derecho Malikí, una madre repudiada o viuda conserva la custodia de su hijo hasta la pubertad y la de su hija, hasta el matrimonio.
La mujer es la encargada de iniciar a sus hijos en la vida socio-cultural, siempre bajo la vigilancia del hombre. Enseña los principios de lectura y escritura.
Cuando una mujer se divorcia, deberá esperar tres menstruaciones (por si estuviera embarazada) para estar en disposición de volverse a casar. Su esposo tiene más derecho que cualquier otro pretendiente a volver con ellas dentro de este plazo si quieren rectificar. Entre las causas de divorcio, la mujer podía alegar malos tratos por parte del marido, así como la incompatibilidad de caracteres, el alejamiento del marido, la omisión del pago de la dote, etc.

Cuando una mujer se queda viuda, debe esperar un plazo de cuatro meses y diez noches para poder disponer de ellas mismas. Una vez concluido este plazo, los tutores no tienen responsabilidad en lo que hagan consigo mismas.
Las mujeres andalusíes poseían sus propios bienes, pues el Coran dota a los mujeres de un status legal de igualdad en lo económico, estableciendo el derecho a la autogestión e independencia. En cuanto a los datos de propiedades de fincas, hay textos sobre posesiones a gran escala de mujeres. Como ejemplo, la viuda de Al- Mansur, Al-Dalfa, las fuentes la describen como la financiadora de la rebelión contra Sanchuelo, con la cifra de una millón de dinares, y era dueña de incalculables riquezas acumuladas en varias villas que poseía en las grandes ciudades de al-Andalus. También destaca la dote de la hija del conde Teodomiro, señor de la kora de Tudmir, que se casó con Abdel Gabba y recibió una alquería en Orihuela y otra en los alrededores de Elche.
COSTUMBRES
El baño: Los baños públicos eran muy numerosos en al-Andalus, un ejemplo es la Córdoba califal donde se cuentan más de seiscientos. En ellos, los clientes no sólo se lavaban, sino que se relajaban con masajes.
La tarde estaba destinada a las mujeres y solían acudir uno o dos veces por semana. Eran atendidas por personal femenino que las acicalaban, las depilaban, les deban masajes y hasta eran servidas par merendar. Se empleaban aceites, ungüentos y perfumes y para embellecerse usaban henna, jabón arcilloso para el cabello, kohol para realzar la mirada, corteza de nuez para tintar los labios, etc. La jornada de una mujer en el baño estaba llena de múltiples experiencias y sensaciones.
Perfumes y aceites: Los perfumes preferidos por las mujeres andalusíes eran el ámbar y la esencia de rosas, también se utilizaban las esencias de limón, violeta y almizcle. El pelo se perfumaba con aceite de algalía y las uñas se pintaban con alheña. Hasta el aliento se perfumaba a fuerza de mascar goma olorosa.

María Isabel Cabanillas Barroso



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