Desde que en el siglo
VIII los musulmanes pisaban suelo hispano, hasta el siglo XV que se marcharon,
pasaron ocho siglos que iban a ser determinantes para la posterior historia de
España, marcando grandes áreas de conocimiento y de comportamiento que aún
pueden apreciarse hoy en día.
La convivencia entre
los dos pueblos fue fluida, aunque no pocas y cruentas fueron las batallas
entre ambos, pero no fueron raros los matrimonios entre unos y otros, en
ocasiones a altos niveles, varias princesas cristianas tuvieron hijos que se
convirtieron en emires o califas. Guerreros cristianos se alistaron a las filas
musulmanas así como nobles actuando como mercenarios defendieron los intereses
musulmanes.
Los reinos bárbaros del
norte de Europa, sumidos en una cultura primitiva, intentaron acercarse y
apropiarse de una cultura elevada que existía al sur de los Pirineos y que
había llegado a Occidente con toda la riqueza de Oriente.
La grandeza de
al-Andalus se debió a varios elementos, la belleza de su arquitectura, la
literatura y la filosofía, sus avances en el campo de la ciencia y de la
medicina, al-Andalus fue el primer país de Occidente en la fabricación de papel
y de seda, en contar con molinos de agua y en utilizar un sistema de riego que
ayudado por la noria, hizo que en sus huertas se cultivasen productos hasta
entonces desconocidos como la caña de azúcar, el azafrán, y algunas frutas y
hortalizas inusuales en Europa.
Al-Andalus emanaba un
perfume de libertad que quedó impregnado en los patrones de conducta de sus
gentes, mejor que en cualquier sociedad islámica del momento, pues se consiguió
un modelo de sociedad donde se exaltaron los derechos de igualdad de
oportunidades para la mujer musulmana. Al contrario que ocurría en el mundo
medieval cristiano donde a la mujer se le asignaba un puesto de clara
inferioridad respecto al hombre y fuera de un desarrollo cultural. La mujer
cristiana no podía expresarse en público, ni ser educada igual que el hombre ni
acceder a la cultura. En el Decretum Gratini, recopilaciones de textos jurídicos
del siglo XII, se encuentran textos como éste: “Es conocido que la mujer debe
estar subordinada al marido y que no tiene ninguna autoridad; no puede enseñar,
no puede actuar ni como testigo, ni como garante ni como juez” (C. XXXII, q. V,
c. XVII).
A pesar de no haber
quedado mucha documentación sobre la mujer andalusí, en los textos históricos
se ven entre líneas nombres de mujeres que cultivaron la medicina, la
jurisprudencia, la caligrafía, el canto y la poesía.
INFLUENCIA DE LA MUJER SOBRE LA SOCIEDAD
HISPANO-ÁRABE
El proceso de
islamización en la España Medieval, no modificó la estructura social ni la
mentalidad que permaneció occidental bajo un barniz de civilización oriental.
La mujer andalusí no estaba recluida como los preceptos del Islam hacían ver a
toda mujer musulmana, por lo consiguiente muy distinta de la que dominaba en el
resto mundo islámico1. Esto es debido a varios factores: por un lado, las
conquistas musulmanas sólo modificaron las creencias religiosas, al menos en un
primer momento, por otra parte, los conquistadores al no ser muy numerosos no
podían condicionar la sociedad reinante. Se hispanizaron más los conquistadores
que los nativos se arabizaron, y eso se debe a los inevitables matrimonios
mixtos y a sus descendientes que se convirtieron en verdaderos andalusíes, pues
los niños se formaban en la casa en el entorno de la mujer española. Ejemplo de
ello2, es la dinastía omeya en la Península, Abd al-Rahmán I, era hijo de una
esclava bereber, por lo que no tenía nada más que un 50% de sangre árabe, su
hijo Hisam I era hijo de una esclava española, por lo tanto sólo queda un 25%
de sangre árabe y así hasta llegar al último omeya, Hisam II que es mínima su
sangre árabe, un 0,09%.
Los musulmanes
españoles tenían un concepto diferente de la mujer y del amor con respecto a
los orientales, ello es debido a una tradición indígena de inspiración
occidental e incluso cristiana que trasmitía la mujer española que desempeñaba
en la sociedad el papel de confeccionar la “raza andalusí”.
Una de las
características de este amor es la sumisión aceptada con fervor respecto al
objeto amado y la exaltación de la debilidad femenina, ante la cual se humilla
el amante.
Donde se pone de
manifiesto este amor es en el libro El Collar de la paloma de
Ibn Hazm, donde se hace un análisis de los sentimientos amorosos y del
comportamiento de los amantes con un protagonismo sobre la mujer.
PRESENCIA DE LA MUJER EN EL ÁMBITO
PÚBLICO
Las mujeres musulmanas
de al-Andalus, practicaron todas las funciones públicas, incluidas las
funciones de dirigentes religiosas y portavoces de la comunidad. En las
Crónicas se habla de mujeres que interpretaron la Sharia 4 e impartieron
justicia durante siglos5. Ibn Jaldum cita en su Muqadima algunas alfaquíes del
Magreb, dedicadas a la aplicación práctica de la Saria, entre ellas una
destacada jurisconsulta que era mujer del Cadí de Loja, una mujer tan brillante
que superaba en los dictámenes a los propios ulemas. Su conocimiento del
derecho malikí era tan grande que a ella acudían los estudiosos para aprender,
su marido, que ejercía como juez, nunca daba las resoluciones de los casos que
se le presentaban en el acto, antes los consultaba con su mujer. Um al Darda al
Sugra es conocida como mujer alfaqui y muchas de ellas han sido estudiadas por
Ma Luisa Avila, mujeres que actuaron como funcionarios públicos e incluso como
imanes.
Pilar Coello, en su
libro “Las actividades de las esclavas, según Ibn Butlan y Al Saqati de
Málaga”, indica que las mujeres de al-Andalus que vivían en palacio,
representaban una fuerza con la que había que contar.
Desde el comienzo
destacó la participación de la mujer en el campo político, aunque su
participación estaba restringida a ciertos círculos y con unos límites claros.
En tiempos de la conquista, el emir en al-Andalus, Abd al-Aziz, al firmar un
tratado con los cristianos, se casó con Ijlona, reina cristiana, conocida como
Um Asim entre los árabes, con su gran influencia consiguió doblegar la voluntad
de su esposo, siendo generoso con los cristianos y extendiéndose el rumor entre
el pueblo de que el emir se había convertido al cristianismo, lo que le llevó a
ser separado de los omeyas de Oriente.
Destaca el papel de la
mujer del gobernador de al-Andalus, Yusuf al-Fihri, con una posición política
relativamente destacada junto a su marido y con cierta capacidad de actuación
en la dirección de asuntos de Estado en ausencia de éste.
Aixa Bint Muhammad Aben
Al-Ahmar, “la Horra” (la Honesta), conocida por ser la madre del último rey de
Granada, Boabdil. Madre de rey, hija y esposa de reyes de Granada, fue una
mujer muy poderosa, no sólo por su lugar en el palacio, sino por las
propiedades que tenía.
Uno de los aspectos más
negativos de la influencia política de la mujer en las altas esferas del poder,
era influenciar sobre la sucesión al trono de los hijos, sobre todo las
esclavas más cercanas al califa, con lo que aumentaron las intrigas y los
espías en la corte. Abd al-Rahman ibn al-Hakam (792-852) tenía en su corte
muchas mujeres que él mismo escogía por su origen y familia, la más famosa
era Tarub que disfrutaba de un lugar privilegiado a su lado con mucho poder y
autoridad. Para intentar conseguir la sucesión al trono de su hijo Abd Allah,
se alió con uno de los esclavos de la corte, Nasr Al-Jasi, muy cercano al emir
e intentó que se aliaran con ella los líderes del ejército y los más altos
cargos del Estado. En un principio consiguió que el emir nombrara a Abd Allah
su sucesor, aunque cambió de opinión nombrando su sucesor a su otro hijo
Muhammad6.
Entre las esclavas más
influyentes en el campo político en al-Andalus, se encuentra Subuh, de origen
vasco, esclava del califa Al-Hakam, ambiciosa y con un gran poder en la corte,
consiguió que su hijo accediera al trono. Ante la negligencia del califa
Al-Hakam en los asuntos de Estado a consecuencia de su gran interés por las
ciencias y los libros, Subuh aprovechó la ocasión para hacerse con el poder y
para ello necesitaría ayuda. La ayuda la encontró en el joven Al-Mansur Ibn Abi
Amir (Almanzor), de origen árabe, culto y educado que sabía utilizar a la gente
según su voluntad con el objetivo de alcanzar el dominio sobre Al-Andalus. Se
especula con la posibilidad de que fueran amantes, en cualquier caso, Al-Mansur
consiguió que el hijo de Subuh llegara al trono con alrededor de diez años y
así hacerse cargo de él, de ella y del Estado.
Para poder destacar y
llamar la atención del gobernante dentro del harim, no era suficiente para la
mujer la juventud y la belleza. Para el hombre árabe el conocimiento, la
cultura y la inteligencia eran elementos importantes que valoraban en las
esclavas. Una inteligencia que necesitaban y resultaban fundamentales para
desenvolverse en un mundo tan complejo como el de la corte, muchas de las
esclavas que llegaron hasta los corazones de los califas, sabían con exactitud
todo lo que sucedía en el califato.
LA PARTICIPACIÓN DE LA
MUJER EN LOS ESTUDIOS RELIGIOSOS
La mujer en Al-Andalus
participó en la evolución de los estudios religiosos destacándo su papel desde
el comienzo, desde la lectura del Corán a la escritura. Para una mujer es
obligatorio adquirir un conocimiento completo de sus obligaciones religiosas, como
el salat (oración), el saum (ayuno de Ramadán), el zaqat (impuesto) y el hayy
(peregrinación). La mujer le dio una especial importancia a la escritura del
Corán y la dominó, seguramente por que era una tarea que les estaba permitida y
la supo aprovechar. La escritura del Corán no se ciñó a una clase social, la
practicaban tanto campesinas como cortesanas.
El velo islámico era
obligatorio en las mujeres andalusíes al igual que para las orientales, pero
ésta ley era mucho más permisiva en al-Andalus que en Oriente.
LA IGUALDAD DE LA MUJER
EN LA EDUCACIÓN Y LA ENSEÑANZA
Se tiene conocimiento
de mujeres en los campos de la ciencia, la literatura y la poesía, así como
maestras dedicadas a la enseñanza,”Por naturaleza y por necesidad ha recaído en
manos de la mujer la responsabilidad de iniciar a los niños en el uso de la
lengua y en la práctica de la religión musulmana y el mantenimiento del acervo
folklórico. Pero sobre todo, la misión de inculcar el orgullo de pertenecer a
la comunidad islámica, como principal factor de defensa de identidad en una
minoría marginada”8. La cultura de la mujer gozó de gran importancia ya que
destacaron muchas mujeres en la enseñanza, es un ámbito en el que la mujer pudo
actuar y destacar.
El proceso de enseñanza
superior en Al-Andalus, se certificaba con el permiso para enseñar (iyaza),
autografiado en los bordes del manuscrito que el alumno había aprendido. Las
fases del proceso de enseñanza pasaba por las escuelas coránicas o con
profesores particulares en su ciudad, una posterior estancia en otra ciudad de
Al-Andalus y un período de formación fuera del país que podía ir unido a la
peregrinación a la ciudad santa de la Meca. A las clases que se impartían en
las mezquitas como en las casas de los profesores, acudían tanto varones como
mujeres, así como las enseñaban mujeres y hombres. Muchas personas de las
clases altas contrataban a profesoras para la enseñanza de sus hijas. Las
mujeres que se dedicaban a la enseñanza recibían el nombre de adiba.
De las escritoras
(katibat) se dice que fueron aquellas que realizaron un trabajo de hombres. La
escritora tenía que tener educación, conocimientos caligráficos y minuciosidad
para copiar ejemplares del Corán e incluso se les encargaba escribir cartas.
Las que pertenecían a familias de ulemas tenían una situación económica holgada
que les permitía dedicar tiempo y esfuerzo al estudio y el ambiente cultural
era el indicado para incentivarlas. Algunas ocuparon en algunos casos
posiciones importantes, como Lubna, que era la escritora del califa Al-Hakam
que tenía amplios conocimientos de gramática y matemáticas y era poetisa y
calígrafa, escribió desde cartas y comunicados hasta libros. Debido al
desarrollo cultural que tuvo lugar con el califa Al-Hakam Al- Mustansir,
conocido por su interés en la ciencia y la colección de libros que le venía
desde los tiempos de su padre, algunas mujeres trabajaron como escritoras en el
palacio califal. Durante su mandato se incrementó la lectura de libros antiguos
y se extendió el interés por seguir los acontecimientos políticos lo que
aumentó la demanda de escritores destacando la mujer gracias a su capacidad
ortográfica y mental.
El grado social que
alcanzó la mujer andalusí fue considerable lo que llevó a la aparición de
muchas e importantes poetisas que escribieron con suma libertad y en
competencia con los hombres. Decía Al-Maqqari: “la superioridad literaria en
Al-Andalus es como el instinto y la poseen hasta las mujeres y los niños”.
La gran mayoría de las
poetisas son mujeres libres, con frecuencia de familias importantes o nobles,
aunque también se conocen poetisas que eran esclavas como: Al-Abbadiyya, Gayat
al-Muna, Hind, Lubna, Mut’a, Qamar y Uns al-Qulub. La mayoría de estas poetisas
son de Códoba, Sevilla y Granada.
La poesía que se ha
conservado confirma la libertad de la que gozaba la mujer andalusí y prueba de
ello son tres ejemplos de poetisas “libertinas”: Wallada bint al-Mustakfi,
Muhya bint al-Qurtubiyya y Hafsa bint al-Havy ar- Rakuniyya.
Wallada bint al-Mustakfi: Mujer de la
nobleza, princesa hija del califa Muhamma III al-Mustakfi, es una de las
poetisas más originales de la Córdoba Omeya. Reunió a su alrededor a los
escritores más importantes de su época y gozaba de un alto nivel literario y
cultural. Rompiendo con los cánones de la mujer musulmana y saliéndose de todos
los cánones, gozó de una libertad e independencia desconocidas, hasta el punto
de que se buscaba su agradable compañía y era admirada por su nobleza y su
belleza. Usaba su literatura para expresar abiertamente lo que pensaba y sus
sentimientos más íntimos. Una de las primeras en romper las barreras de la
vergüenza, se mostraba con total indiferencia ente las críticas y decía que la
vida no era más que un trago del vaso de los placeres. Se paseaba por
Córdoba con los versos bordados en las mangas de su vestido. En la manga
derecha llevaba: “Estoy hecha, por Dios, para la gloria, y camino
orgullosa, por mi propio camino”. En la izquierda: “Doy poder a mi amante sobre
mi mejilla y mis besos ofrezco a quien los desee”. Pertenecía a una clase
que le permitía gozar de cierta independencia, tenía bienes y dinero y gozaba
de abundantes privilegios.
La relación que marcó
la vida de Wallada y su poesía, fue la que mantuvo con Ibn Zaydum, uno de los
grandes poetas de su época. Es una historia de amor con un trágico final que
llevó al poeta a exiliarse de Córdoba y acogerse al mecenazgo de Al-Mu’tamid en
la corte abbadí de Sevilla. Una historia de amor que ha llegado contada por
ambas partes.
Muhya bint al-Qurtubiyya: Hija de un vendedor de higos, que tuvo la suerte de que Wallada se fijara
en ella y se ocupara de que recibiera una buena educación y aprendiese el arte
de la poesía. Pero la protegida termina empleándose fuertemente contra ella en
poemas satíricos, posiblemente por celos o por despecho o simplemente por el
uso de la sátira que tanta aceptación tenía entre los poetas.
Hafsa bint al-Havy ar-Rakuniyya: Vivió en el siglo XII, perteneciente a una familia noble de Granada,
de enorme belleza y muy eficaz escritura que alcanzó éxito y consideración por
sus propios méritos. En uno de sus poemas se enfrenta con coraje a un hombre de
cierto renombre por su actividad poética y su cultura y lo hace sin el menor
decoro. Su poesía resulta refinada, aunque no faltan palabras picantes o
francas, entre los géneros literarios que practicó destacan la elegía y la
sátira. Este tipo de literatura y de exposición no existía en Oriente,
pues era considerado como un escándalo y se castigaba a quien cometiera tal
acto. Incluso el hombre tenía sus trabas, pues no podía mencionar el nombre de
su amada en su poesía lo que se consideraba una vergüenza y no podría contraer
matrimonio con la amada.
TRABAJOS QUE EJERCIERON
LAS MUJERES EN AL-ANDALUS
Las mujeres en
al-Andalus desempeñaron diferentes trabajos que aportaban al hogar un beneficio
económico y que podían realizarse dentro y fuera del hogar. Siempre dentro del
medio urbano, pues la información sobre el mundo rural es nula. La mejor fuente
de información sobre los trabajos realizados por las mujeres, nos la brinda Ibn
Hazm en su obra El collar de la paloma.
La actividad hogareña
por excelencia era el hilado pues no solo representaba el vestido para la
familia, sino que podía ser vendido para ganar un dinero13. Era una tarea que
se hacía en la casa.
La profesión de qabila
o comadrona se extendía a varios campos, no sólo se dedicaban a asistir en los
partos, también sus servicios eran requeridos en el ámbito legal para
testificar en el caso de que un niño muriera al nacer o para verificar el
embarazo en una mujer, ambos casos relacionados con los derechos de herencia.
Sus servicios podían solicitarse para el reconocimiento de posibles defectos de
una esclava antes de ser comprada, pues solamente la qabila era la autorizada
para ver y analizar su cuerpo y así poder fijar un precio. Otra función era la
de albergar a las mujeres condenadas a presidio en su casa.
El oficio de nodriza
era una de los más importantes socialmente. Sus servicios eran contratados si
la madre estaba enferma o no tenía leche. También la nodriza era contratada por
aquellas mujeres que por su condición social no deseaban hacerlo. Poseía
también este trabajo importancia legal, pues el parentesco de leche se
asimilaba al natural, así, no se podían casar un hombre y una mujer que hubieran
sido amamantados por la misma nodriza, igualmente estaba prohibido casarse un
niño con su nodriza o con parientes directos de ella. Condición indispensable
era tener un excelente estado físico, buenas costumbres y ser profundamente
religiosas. También era necesaria la autorización del marido y un compromiso de
no romper la cláusula de abstinencia en sus relaciones sexuales.
Hay algunos datos
de mujeres que ejercieron la medicina, especialmente en el tratamiento de las
enfermas. Estudiaron la ciencia con hombres de su familia, como una hermana y
una sobrina de Al-Hafid Ibn Zahr, médico famoso, que iban al palacio de
al-Mansur para curar a sus mujeres y los niños. Umm Amr bt Abi Marwan Ibn sur,
era consultada con relación a las enfermedades de los hombres, pero no trataba
con ellos. Entre los siglos XV y XVI, las campesinas mudéjares, conocedoras de
las propiedades de las plantas por su contacto directo con la naturaleza y
herederas de una tradición farmacológica islámica, jugarán un papel decisivo en
el campo de la asistencia sanitaria y terapéutica. En sus prácticas curativas
se mezclan la medicina empírica, los productos vegetales y las oraciones lo que
produce una mezcla perfecta de química y psicología.
FAMILIA Y COSTUMBRES.
La mayoría de los
hogares en al-Andalus eran humildes y estaban conformados por personas libres
que en algún caso, podían tener esclavas o sirvientes. La condición de mujer
libre (hurra) suponía una diferenciación y un estatus frente a la esclava
(yawari), pero tenía menos libertad de movimientos dentro de la sociedad, pues
las salidas y entradas de la casa las hacían las esclavas que no estaban
sujetas a la moralidad que debía de tener la mujer libre.
En las familias
humildes no era frecuente la poligamia, condicionada a las familias ricas donde
los hombres se podían permitir mantener a más de una mujer. Según
Lévi-Provençal, la mujer andalusí tuvo mejor suerte que el resto de mujeres
musulmanas, debido a que en al-Andalus no estaba extendida la poligamia. Un
juez llamado Ibn Sahl, cuenta en su libro Al-ahkam Al-kubra, que una de los
condiciones para contraer matrimonio con una mujer andalusí libre, era que el
cónyuge no pudiera contraer matrimonio con otra mujer, ni satisfacer su
necesidades sexuales con una yawari , pues si ésta concebía un hijo suyo
pasaría a ser libre y obtendría los derechos matrimoniales iguales a su esposa.
Esto demuestra que la mujer andalusí tenía mucha consideración, su opinión era
tenida en cuenta y tenía el poder de exigir condiciones a su futuro cónyuge. El
juez podía dictaminar sentencia de divorcio solicitada por la mujer si
resultaba ser una solución para ambos cónyuges.
La mujer disfrutaba de
la libertad de recurrir a la justicia para reclamar sus derechos. En la época
de al-Mustansir, una mujer recurrió a la justicia para reclamar un terreno que
le pertenecía y que le fue quitado por la fuerza por un funcionario del emir,
debido a que el terreno estaba ubicado muy cerca de los palacios emirales.
Finalmente ella pudo recuperar sus propiedades.
Las alianzas y uniones
matrimoniales mixtas entre distintas culturas fueron comunes en la sociedad
andalusí que le imprimieron un carácter plural, este fenómeno fue común tanto a
las clases altas como a las capas más populares. Las nuevas culturas
introdujeron en el pensamiento islámico nuevas costumbres y tradiciones que la
mujer dejó en herencia a sus hijos.
Para el matrimonio era
costumbre social la petición de mano (jitba) que era testimoniada por dos
testigos (udul) en presencia del tutor, pero antes debía haberse obtenido el
consentimiento de la novia. En caso de que la familia de novia prohibiese el
matrimonio con un hombre elegido por ella o de que el tutor
La poligamia requiere
el poder afrontar la manutención a más de una esposa en cuestión de vivienda,
vestimenta, manutención de los hijos, etc. La religión musulmana permite el
matrimonio legítimo a la vez con cuatro mujeres libres, además de una número
indeterminado de concubinas o esclavas.
El ajuar era aportado
por la familia de la novia y su cantidad y calidad dependía de la posición
económica familiar. La fecha de la boda debía establecerla un astrólogo.
La boda se celebraba con el mayor esplendor posible y los festejos duraban una
semana.
EL PAPEL DE LA MUJER
ANDALUSÍ DENTRO DE LA FAMILIA
La mujer es el núcleo
principal en la estructura social, desempeñando un papel importante como
formadora, educadora y trasmisora de la cultura y los valores sociales. La
familia, como el resto de la estructura social, era patriarcal. El padre era el
responsable de cubrir todas las necesidades de la familia y si esto no se
cumplía era repudiado por parte de la sociedad. El cabeza de familia era el
señor absoluto, fuera cual fuese su condición social. Su mujer estaba
disponible para servirlo en cualquier momento y se dirigía a él con respeto al
igual que sus hijos. Si el padre recibía la visita de la madre, su categoría
era más elevada que la de la esposa.
Al casarse, la mujer
contrae determinadas obligaciones respecto al marido a cambio de recibir de
éste la dote y la nafaqa o manutención. Pero la obligación más importante, es
el cuidado de los hijos. Al-Maqqari afirma: “La mujer es la que siembra a los
hijos, es ella la flor del paraíso y la paz de un corazón cansado por el
pensar”.
El niño debe ser
amantado durante dos años, tiempo en el que el padre tendrá la responsabilidad
de su sustento, aunque hubiera habido repudio. Según el derecho Malikí, una
madre repudiada o viuda conserva la custodia de su hijo hasta la pubertad y la
de su hija, hasta el matrimonio.
La mujer es la
encargada de iniciar a sus hijos en la vida socio-cultural, siempre bajo la
vigilancia del hombre. Enseña los principios de lectura y escritura.
Cuando una mujer se
divorcia, deberá esperar tres menstruaciones (por si estuviera embarazada) para
estar en disposición de volverse a casar. Su esposo tiene más derecho que
cualquier otro pretendiente a volver con ellas dentro de este plazo si quieren
rectificar. Entre las causas de divorcio, la mujer podía alegar malos tratos
por parte del marido, así como la incompatibilidad de caracteres, el
alejamiento del marido, la omisión del pago de la dote, etc.
Cuando una mujer se
queda viuda, debe esperar un plazo de cuatro meses y diez noches para poder
disponer de ellas mismas. Una vez concluido este plazo, los tutores no tienen
responsabilidad en lo que hagan consigo mismas.
Las mujeres andalusíes
poseían sus propios bienes, pues el Coran dota a los mujeres de un status legal
de igualdad en lo económico, estableciendo el derecho a la autogestión e
independencia. En cuanto a los datos de propiedades de fincas, hay textos sobre
posesiones a gran escala de mujeres. Como ejemplo, la viuda de Al- Mansur,
Al-Dalfa, las fuentes la describen como la financiadora de la rebelión contra
Sanchuelo, con la cifra de una millón de dinares, y era dueña de incalculables
riquezas acumuladas en varias villas que poseía en las grandes ciudades de
al-Andalus. También destaca la dote de la hija del conde Teodomiro, señor de la
kora de Tudmir, que se casó con Abdel Gabba y recibió una alquería en Orihuela
y otra en los alrededores de Elche.
COSTUMBRES
El baño: Los baños
públicos eran muy numerosos en al-Andalus, un ejemplo es la Córdoba califal
donde se cuentan más de seiscientos. En ellos, los clientes no sólo se lavaban,
sino que se relajaban con masajes.
La tarde estaba
destinada a las mujeres y solían acudir uno o dos veces por semana. Eran
atendidas por personal femenino que las acicalaban, las depilaban, les deban
masajes y hasta eran servidas par merendar. Se empleaban aceites, ungüentos y
perfumes y para embellecerse usaban henna, jabón arcilloso para el cabello,
kohol para realzar la mirada, corteza de nuez para tintar los labios,
etc. La jornada de una mujer en el baño estaba llena de múltiples
experiencias y sensaciones.
Perfumes y
aceites: Los perfumes preferidos por las mujeres andalusíes eran el ámbar
y la esencia de rosas, también se utilizaban las esencias de limón, violeta y
almizcle. El pelo se perfumaba con aceite de algalía y las uñas se
pintaban con alheña. Hasta el aliento se perfumaba a fuerza de mascar goma
olorosa.
María Isabel Cabanillas
Barroso
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