SAMUEL EL ESPECIERO
Narciso DÍaz de Escovar
Empezaba á correr el Siglo X I y eran grandes las luchas exis -
tentes entre los mismos musulmanes, provocadas por la ambición de los más y el
odio feroz que tantas y tantas veces fué causa de que se ensangrentase la
comarca malagueña. El guerrero que disponía de un centenar de hombres aspiraba
á convertirse en gefe de una monarquía y los hermanos luchaban contra los
hermanos, sin detenerse para ello en ninguna clase de obstáculos. Eslavos y
bereberes, dentro de los límites de nuestra Provincia, se ensañaban de un modo
horrible y conspirabati sin descanso por obtener la victoria ó perpetuar su
influencia. En esta época existió en Málaga un judío, cuyo nombre ha llegado á
ser célebre, no solo en la historia de Málaga, sino en la del Reino Granadino.
Llamábanle el Rabí Samuel ha Levi; los hebreos y los mahometanos lo conocían
por Aben Naghdela. Era dueño de una tienda humilde de especería, la cual se
hallaba situada, junto á una mansión fortificada, propia de Abul Casim ben al
Arif, Wazir de Habbús, Señor de Granada. (1) Era Samuel hombre enérgico,
constante como casi todos los de su raza, y dotado de especiales conocimientos
que en largas boras de estudio había adquirido. (1) Un ilustrado estrangero,
que viene haciendo estudios históricos relativos á Málaga, dá como averiguado
que la tienda del Rabí Samuel ha Levi, se hallaba no lejos de la actual calle
de la Alcazabilla.
CURIOSIDADES MALAGUEÑAS ^5 Los sirvientes del Wazir granadino,
aprovechando la vecindad, pasaban no poco tiempo en la casa de Samuel,
entretenidos con la charla simpática é instructiva de este. Los que no sabían
escribir buscaban la ocasión para que Samuel les redactara y escribiera su
correspondencia, trabajo al cual se prestaba el ju - dio, no sabemos si por
amistad ó por ganar algunas monedas, lo cual es má s probable dada la estrechez
de su posición. El ministro de Habbús apreció en varias ocasiones las cartas
que Samuel escribía. No supo qué admirar más si la letra magnífica y elegante que
usaba, tan apreciada entonces, ó los conceptos admirables que revelaban el
talento no común del modesto especiero. Adivinó lo que aquel judio valía,
comprendió que no era el puesto que ocupaba digno de aquel hombre, y mostró
deseoá de conocerlo. Fácilmente quedó satisfecha su curiosidad. Puso á pruebas
el mérito de Samuel y el éxito le animó á convertir en arma de su influencia al
especiero, que naturalmente aceptó cuanto se le quiso proponer. Tal vez se
realizaban con ello sueños y planes, que en horas de ambición formó el judio,
cauto para no darlos á conocer antes y sagaz en no desperdiciar ocasiones.
Casim vió en Samuel un político hábil y un auxiliar importante. No vaciló, y
haciéndole cerrar su despacho de especería lo condujo á Granada y lo presentó á
sus compañeros, invistiéndolo de honores y lográndole puestos de valía. Samuel,
ya entonces conocido en la corte granadina por Aben Naghdela desempeñó su papel
político con la maestría que Casim ben al Arif esperaba.. Habbús no fué tampoco
esquivo para el hebreo y sus consejos los oía con preferencia, estimando la
adquisición de su Wazir. Murió Casim y el Señor de Granada deseó que no le
reemplazase otro que Aben Naghdela. Revestido este con tan ambicionado cargo,
empezó á mostrarse tal como era y á evidenciar sus energías. Dos enemigos
poderosos trataron de combatir su influencia. Ambos le odiaban á muerte.'Ni
hipócritamente guardaban su odio, ni les contrariaba que Aben Naghdela lo
comprendiese. Era uno de estos enemigos Aben Bacanna, beréber sanguinario, que
gobernaba las posesiones malagueñas de España, como Wazir de Idris I . Era el
otro enemigo irreconciliable. Aben Abbás, ministro del Califa en Almería, más
osado que valiente.
NARCISO DIAZ DE ESCOVAR Una noche, refiere Guillen Robles en sn
notable Historia de Málaga, recibió Aben Naghdela la noticia de la muerte del vizir almeriense. Entregóse al sueño
poco después y le pareció oir una voz que le recitaba tres versos hebreos, cuyo
sentido era el siguiente: «Ya Aben Abbás ha perecido lo mismo que sus amigos y
parciales; alabanza y santificación á Dios.» «El otro vizir que conspiraba
contra él será en breve abatido y reducido á polvo.» «¡Qué se han hecho todas
sus murmuraciones, todas sus maldades, todo su poder; Santificado sea el nombre
de Dios!» (1) Pocos años después, esta predicción estraña, inspirada por el
odio se vió cumplida. Aben Bacanna aclamó por Sultán de Málaga á Yahya, hijo
del difunto IdrisI, pero al entrar en el puerto malagueño los bajeles del
eslavo Nacha con el califa Hasán, huyó Bacanna y se refugió en Gomares. Un dia
fué este invitado por el califa á residir en Málaga. Fióse de la palabra del
soberano y no vaciló en llegar á su lado, sin ver la traición que se le urdía.
El antiguo Wazir de Málaga fué inmediatamente preso y decapitado. Los
asesinatos de Aben Abbás y Aben Bacanna, dejaron al malagueño Samuel libre el
campo de enemigos poderosos, sin que él tuviese parte en sus fines trágicos.
Algunos años más debió durar en Granada la influencia de Aben Naghdela, pero
sin que la historia nos dé nuevo dato sobre su vida, ni llegue á fijar la época
de su muerte.
LA MORA GARRIDA AL ESCRITOR D.JUAN DENAMIEL DE CASTRO Este nombre
vá unido á una romántica aventura ocurrida durante el sitio de Antequera. El
historiador D. Cristóbal Fernandez dedicó preferente atención, en el Gapítulo
XVII I de su Historia de Antequera, á este ori- (1) Esta tradición la copiamos
de la Historia de Málaga y su provincia, por el Académico D. Francisco Gnillen
Robles, pág. 169.
CURIOSIDADES MALAGUEÑAS g7
ginal hecho. De sus páginas copiamos, ó estractamos, cuanto vamos á referir.
Deseaba con ardor el Infante D. Fernando descubrir las avanzadas de los árabes
para salir al combate. El plan de ataque estaba dispuesto. Mientras se
presentaban los moros gTanadinos*y se preparaban los nuestros á rechazarles, se
paralizaron bastante las operaciones de guerra. Un alférez de laCompañía de D.
Pedro Ponce de León, llamado Pedro Montalvo, recorricTsolo la línea de los
enemigos y detenidosá los márgenes del río, entre el cerro de San Cristóbal y
los peñascos donde las murallas se asentaban, se entretenía en ver los adarves,
cuando le pareció divisar una hermosa mora. Como la muralla era baja por aquel
sitio, á causa de que los peñascos, que la servían de cimiento, impedían la subida
y la hacían inaccesible, tuvo oportunidad Montalvo para examinar detenidamente
á la mora. * Favoreció ella misma su curiosidad, porque incorporándose sóbrel a
superficie del muro, y descubriendo su talle, quedó perfectamente á la vista
del cristiano. Montalvo despreciando el peligro atravesó el rio y se detuvo al
pié de los riscos. Le dirigió la palabra en árabe y la musulmana le contestó.
Supo entonces que aquella mora se llamaba Daifahalema y se le conocía por la
mora Garrida. Era esposa de Alí Reduan, vecino de Antequera. El Rey de Granada
Juseph la había pretendido, ofreciéndole el esplendor de una corona, sin que
esta la deslumhrase. Daifahalema añadió que despreciaba la Religión del Coran,
por creerla absurda y supersticiosa y en cambio era admiradora de Jesús y de
sus máximas. Espuso su conformidad en huir de la plaza y su deseo de ser
bautizada. Apenas había pronunciado estas palabras, cuando silbó una flecha
disparada desde cercana torre. Montalvo quedó ileso, pero la mora comprendió
que estaba perdida. Dirigipse entonces hacia el jarabe, fingió halagarlo para
comprar su silencio y aprovechando una ocasión favorable, con increíble fuerza,
arrojó al moro por la muralla al precipicio, donde se hizo pedazos. Montalvo
pudo de nuevo hablar con Daifahalema y ambos convinieron en la huida de esta
para la noche siguiente, en que Montalvo iría provisto de escala. § 8
NARCISO DÍAZ DE ESCOVAR Cuando el noble alférez cristiano,
dejando el campamento, marchó en la noche convenida hacia las murallas de
Antéquera^ para librar á la esposa de Al i Reduan, se encontró en el camino á
Guillermo de Renes, soldado de nuestro ejército, pero de origen francés. Renes
y Montalvo se consideraban con derecho á aquella mujer. Riñeron y si
Daifahalema no hubiese detenido el brazo de Montalvo mal lo hubiese pasado el
francés. Acudió la ronda y apaciguando á los reñidores los llevó á la presencia
del Infante. Montalvo alegó su derecho, refirió su entrevista del dia anterior
y su propósito concertado con la mora de contraer matrimonio. A su vez
Guillermo de Renes contó que el dia antes se apercibió del diálogo de Montalvo
y Daifahalema y quiso ser su libertador, lo cual había realizado. Concluyó
declarándose enamorado de la mora y pidiendo al Infante su mano. D. Fernando
aplazó la contestación, hasta tanto que viese cual de los dos guerreros se
distinguía más en la conquista de Antequera. Daifahalema fué bautizada con toda
solemnidad por el Obispo de Falencia, siendo sus padrinos el Infante y el
Almirante de Castilla D. Alonso Enriquez. Se le puso por nombre Leonor, en
recuerdo de la esposa del Regente. Los pretendientes de la nueva cristiana
hicieron proezas en el asalto de Antequera. Ambos se distinguieron tanto que el
Infante no se atrevió á fallar y dejó la resolución á D.a Leonor. Esta escogió
á Montalvo, que ascendido á Capitán, colmó su dicha llamando esposa á la bella
Leonor. Esta aventura ha sido origen de romances é historietas. La musa
popularla adornó de nuevos detalles y los historiadores confirmaron el relato
que he apuntado. En esta aventura tuvo origen aquella quintilla de Juan Galindo
que dice: Viendo cosa tan lucida toda mi vida estuviera: abajo en la descendida
, vióle á raorica Garrida
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