ASEDIO Y CONQUISTA DE LA PLAZA DE ANTEQUERA
«Con la toma de Antequera, quedaba abierta la puerta
para dar el gran salto a la conquista de Granada, en el Reino Nazarí, y acabar
de ese modo con la dominación árabe en nuestra Patria»
FRANCISCO A. CAÑETE PÁEZ
Con la toma de Antequera, quedaba abierta la puerta
para dar el gran salto a la conquista de Granada, en el Reino Nazarí, y acabar
de ese modo con la dominación árabe en nuestra Patria. Sin embargo, ni Don Juan
II de Castilla, y mucho menos su hijo y sucesor Don Enrique IV «El Impotente»
fueron capaces de llevar a efecto una empresa tan fabulosa, que se vería
demorada nada menos que en ocho décadas, pues no sería hasta 1492, cuando la
hermana de Don Enrique, Doña Isabel y su esposo Don Fernando, culminaran esa
larguísima guerra de «Reconquista», con la toma de Granada, y la expulsión
total de los árabes de la Península.
En los primeros días de abril de 1.410, estableció el
Infante Don Fernando su Real en el alcázar de Córdoba, donde convocó a Consejo
a sus nobles y capitanes, para definir el objetivo de la campaña. Reunido éste,
opinaron unos que la plaza a conquistar debía ser Baza, por ser tierra llana y
mas fácil su ataque, otros, que fuese Gibraltar, ya que podría atacarse también
por mar con el apoyo de la flota castellana, otros, en fin, que Ronda por su
indudable importancia estratégica. Sin embargo, el Infante se decidió por
Antequera.
Zanjada pues la cuestión sobre la plaza a conquistar,
el 21 de abril de 1.410, salió de Córdoba Don Fernando con su ejército, plantó
su Real en Alhonoz, en término de Estepa. Allí se detuvo el Infante, al ser
sorprendido por un gran temporal de agua y viento.
Aún no había amanecido en la larga madrugada del 25 de
abril, cuando el Infante Don Fernando ya se encontraba al frente de su ejército
en las inmediaciones del Río Yeguas, cuando, al parecer, surgió una fuerte
controversia entre sus capitanes sobre la conveniencia o no de retrasar el
cruce del río. El Infante los cortó en seco diciendo: «Partimos, señores,
crucemos el río» sálganos el sol por Antequera y sea lo que Dios quiera». El
ejército cristiano cruzó el rio sin novedad, y desde entonces, la célebre frase
de Don Fernando quedará para la historia. A comienzos del Siglo XV, la Villa de
Antequera estaba situada sobre una antigua plaza roman, cuyos vestigios hacen
suponer que era de mayor extensión que la musulmana.
Llegado el ejército cristiano ante las murallas de
Antequera, el Infante Don Fernando, mandó plantar sus tiendas en la falda del
cerro de la Cruz, junto al convento de Padres Franciscanos. Al día siguiente de
su llegada, ordenó reconocer con detalle el terreno que circunda la plaza así
como la ocupación, por parte de su ejército, de dos alturas dominantes de gran
importancia estratégica. Ahora, setenta y un años más tarde se repetía dicha
operación, pues en cuanto el Rey de Granada tuvo noticia de la salida del
ejército cristiano y de que su objetivo era Antequera, ordenó las necesarias
levas para reunir con urgencia un numeroso ejército para socorrerla. Al día
siguiente, 5 de mayo, presentó batalla Don Fernando, siendo vencidos los moros
en el paraje conocido como «La Boca del Asno», destacando por su ardor en la
pelea los caballeros mandados por Don Lope Ortiz de Estúñiga, Alcaide Mayor de
Sevilla. Vencido el ejército granadino, el Infante Don Fernando, reanudó sin
demora los preparativos para el asedio y posterior asalto a las murallas de
Antequera. Conocedor del arte de la guerra, de sus lecturas, recordaba el
Infante que las legiones romanas utilizaban en el asalto a plazas fuertemente
fortificadas unas impresionantes máquinas de guerra, denominadas «bastidas».
Pronto llegó a su conocimiento que en la ciudad de
Sevilla residía un hábil maestro carpintero, llamado Juan Gutiérrez, natural de
Carmona, que ya había acreditado sus buenas dotes en la construcción de
bastidas. Encargó Don Fernando al tal Gutiérrez la construcción de dos
bastidas, así como de una gran torre o escala de asalto. Trabajó de firme Juan
Gutiérrez y sobre finales de mayo de 1410 tuvo por finalizado su trabajo,
Llegado el convoy a Antequera, el Infante ordenó armar
las bastidas y la torre de asalto para acercarlas a la zona amurallada. Se
pusieron a ello los peones, pero al ir poco protegidos sufrieron gran mortandad
por los tiros de ballesta de los sitiados, por lo que el Infante desmontó su
caballo y tomando en sus manos una de las espuertas llenas de tierra, caminó a
pecho descubierto bajo una verdadera lluvia de flechas y viratones y la vació
en el foso diciendo: «Habed vergüenza y haced lo que yo hago». El 27 de junio
ordenó Don Fernando un primer asalto, resultando éste fallido, por lo que el
Infante hubo de desistir. En esta situación, iba transcurriendo lento y tedioso
el verano de 1410. Reparada la torre, y para conseguir una mejor maniobra en
las bastidas, le habían aconsejado al Infante traer marineros de Sevilla. Hasta
el Real de Antequera llegaron estos marineros al mando del contramaestre de las
Atarazanas Rodrigo Alonso, y su actuación en la toma de Antequera fue muy
eficiente. Dispuesto al asalto definitivo, el 15 de septiembre, reunió Don
Fernando a sus nobles y capitanes, a los que hizo saber que al alba del
siguiente día habían de asaltar la torre principal de la villa. Don Fernando
tenía concertadas unas señas con Juan Gutiérrez de la Torre, mientras tuviese
el puño de la mano derecha cerrado, debería tenerse ésta «erguida y quieta» y
cuando lo abriese e hiciese señas para sí, debería echarla sobre la torre.
Cuando el Infante le hizo a Gutiérrez la señal, los hombres de armas subieron
conducidos por el capitán García Fernández Manrique. Se echó la compuerta sobre
la torre de la muralla y los soldados del Infante se lanzaron al asalto, pronto
no quedó un defensor vivo en la plataforma de la torre. Conquistado el torreón
principal y tomado el postigo, penetraron por él las tropas de Don Fernando,
retirándose los moros a través de callejuelas situadas bajo los adarves de la
muralla. Aceptadas las condiciones por parte del Infante Don Fernando, en la
mañana del 24 de septiembre de 1410, hizo éste su entrada solemne en la plaza,
recibiendo las llaves de manos de su Alcaide y ordenando, que de inmediato, se
izase el pendón de Castilla en lo más alto de la torre del homenaje. La Villa
de Antequera y su castillo, quedaban desde ese día, incorporadas a la Corona de
Castilla, en nombre del Rey Don Juan II.
En Antequera, con gran solemnidad se bendijo el templo
con el nombre de San Salvador, que se instaló en la misma mezquita musulmana.
El día 3 de Octubre, levantó el Infante el campo, tomando el camino de Sevilla.
El recibimiento en Sevilla fue apoteósico. De Sevilla partió para Guadalupe y
de allí siguió a Toledo, Dos años mas tarde (1412) el Infante Don Fernando
sería elegido por el «Compromiso de Caspe» para ceñir la corona de Aragón,
donde reinaría como Don Fernando I «El de Antequera».
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