lunes, 9 de noviembre de 2020

LA CONQUISTA DE ANDALUCÍA EN TIEMPOS DE FERNANDO III

 

LA CONQUISTA DE ANDALUCÍA EN TIEMPOS DE FERNANDO III.

 

Primeras campañas en Andalucía.


Las primeras consecuencias de la victoria cristiana en las Navas de Tolosa no se hicieron esperar. Baeza y Úbeda fueron ocupadas por las tropas cristianas mientras estas perseguían a los efectivos del ejército almohade. La derrota supuso para los almohades unos efectos que fueron duraderos, puesto que su capacidad de resistencia ante el avance castellano había sido seriamente dañada. A todo esto y como colofón, había que añadir que Andalucía quedaba abierta a la conquista, un hecho que no tardó demasiado tiempo en materializarse.

Las primeras campañas castellanas en Andalucía comenzaron en 1224 pero tuvieron una tónica discontinua hasta los inicios de la década de los años 30. En estos primeros momentos ya se puede ver una orientación de Fernando III hacia la zona de Jaén. 

Dos hechos de vital importancia ocurrieron en 1225 y que contribuyeron a la consolidación de las posesiones castellanas frente a las musulmanas. Por un lado, en marzo de este año, el señor de Valencia, Alçira, Játiva y Denia, Abu Zayd, se hizo vasallo del rey Fernando en la localidad de Moya, lugar próximo a frontera valenciana. Por otro y, al poco tiempo de rendir vasallaje Abu Zayd, lo hacía el señor de Baeza, quien se encontró con Fernando III en la famosa meseta donde, como bien hemos visto, tuvo lugar la batalla de las Navas de Tolosa, según nos informan los documentos de la época. De este modo, el rey de Castilla se había convertido en señor de los dos personajes enfrentados al poder califal almohade.

No solo los años 1225 y 1226 los dedicó Fernando III a la toma de Murcia sino que Andalucía siguió tiendo un papel muy importante en la actividad reconquistadora. A partir de este último año y hasta comienzos de 1230 Al-Ándalus sufrió, según las crónicas musulmanas de la época, una auténtica carestía, la cual fue juzgada como un castigo divino por las alianzas con los cristianos, ya que este periodo estuvo caracterizado por constantes cambios en el equilibrio de las fuerzas, especialmente tras la muerte de al Bayyasi, y que se pueden concretar mediante la alusión a las diversas treguas protagonizadas entre Fernando III y los señores de Al-Ándalus. Es en 1228 cuando Fernando III realizó numerosas incursiones desde Toledo hacia territorio andaluz. Dichas campañas se prolongaron durante los dos años siguientes y tuvieron por objetivo la consolidación de los territorios fronterizos, asegurando de esta manera las posiciones ante lo que iba  a suceder poco después, la conquista de Jaén mediante la devastación de sus tierras.   


La campaña de Córdoba y sus repercusiones.
Las primeras incursiones regias en territorio cordobés marcaron el inicio de una nueva etapa en el reinado de Fernando III, que la historiografía ha denominado como la etapa de las grandes conquistas y que la considera como la más importante del reinado de nuestro personaje.  La expansión castellana en territorio andaluz a partir de la mitad de la década de los 30 del siglo XIII fue tan rápida en apenas doce años se logró conquistar buena parte de esta.

La nueva etapa en el reinado de Fernando III trajo consigo una nueva característica en la figura del monarca y es que, a partir de esta década, el rey participó de manera directa en las campañas militares de la Andalucía Bética. La consecuencia más inmediata de este hecho era la necesidad de delegar parcialmente el gobierno de los reinos en los miembros de la familia regia, siendo esta función empeñada en gran medida por la reina Berenguela y, tras su muerte, por el infante Alfonso.

A la llega de Fernando III a la ciudad de Córdoba en febrero de 1236 la ciudad ya estaba parcialmente tomada por los cristianos. El rey no iba solo, iba acompañado por el infante Alfonso de Molina y por destacados nobles tanto castellanos como leoneses. A todo ello se le añadieron las huestes de los obispos de Cuenca y Baeza y de los concejos. La ciudad no tardó en capitular y la entrada de los cristianos a la ciudad que había sido capital del califato omeya se produjo el 19 de junio de 1236. Se celebraron toda una serie de rituales, destacando la purificación de la mezquita de la ciudad por la canciller Juan de Osma, restaurándose la sede episcopal, la cual en los años siguientes fue consolidando su posición.  

Se puede apreciar, a través de las fuentes cronísticas de la Península, como la conquista de Córdoba tuvo una vital importancia en nuestro territorio. No sucedió lo mismo con fuentes cristianas no peninsulares, quienes no dieron la misma importancia a la conquista de Córdoba como dieron en su día a la victoria cristiana en las Navas de Tolosa. De esta manera, solo Mateo París, monje benedictino inglés, y Alberico de Trois Fontaines, dedican su atención a lo sucedido en la Península Ibérica en estos años.  

Los años posteriores a la conquista de Córdoba están caracterizados por los avances cristianos en la frontera occidental aprovechando el desmoronamiento del poder almohade en al-Ándalus y la muerte de Ibn Hud en 1238. Numerosas villas y castillos cordobeses fueron entregados mediante pactos. Fernando conquistó en 1241 Albacete y en 1243  fueron entregados al infante Alfonso los territorios murcianos. En 1244 comenzó la última campaña de Fernando III en territorio andaluz, el tercer y definitivo asedio a la localidad de Jaén, el cual se prolongó durante algo más de siete meses. Las nulas posibilidades de suministro y asumiendo que la ayuda solicitada a los benimerines del norte de África no llegaría, el rey de Granada y señor de Jaén, al-Ahmar, acordó la capitulación de la villa y un pacto por el cual él y su reino se convertirían en vasallos de Fernando III. La población de la ciudad tuvo que abandonar esta una vez que fue entregada a los cristianos.

La conquista de Sevilla.
El hecho fundamental que llevó a Fernando III a lanzarse a la conquista de la ciudad de Sevilla fue la ruptura de la alianza que había firmado con los principales dirigentes musulmanes de la ciudad, debido principalmente a la política centralizadora que llevaba desde Túnez Abu Zakariyya. 

Gracias a la información que poseemos de las crónicas medievales de la época, destacando entre ellas la Primera Crónica General de España, conocemos a grandes rasgos la preparación de las campañas, las cuales culminaron con la conquista de la ciudad por parte de los cristianos. En este sentido, cabe destacar la gran aportación del rey, de la nobleza y de las Órdenes Militares en la preparación de la contienda, cuya duración se aproximó a los dos años, entre 1246 y 1248.

La preparación tuvo como pieza clave el movimiento de las piezas de manera sincronizada, de esta manera, a medida que se fueron conquistando o capitularon las plazas fuertes cercanas a la ciudad, en especial, la de Carmona, la flota castellana fue preparándose para entrar en actividad. Las mayores adversidades se dieron en el ámbito económico, originadas por la acelerada expansión hacia el sur y la preocupante falta de recursos. Esta situación se reflejó en correspondencia que mantuvieron Fernando III y el papa Inocencio IV, donde este último, concedió al monarca la facultad de invertir en la guerra contra los musulmanes la mitad de las tercias destinadas a las Iglesias del reino en un plazo de tres años. Este hecho se ha visto, en lo que concierne a las relaciones entre la monarquía castellana y el papado durante la Baja Edad Media, como uno de los más importantes en este ámbito, siendo una de las mayores prerrogativas eclesiásticas otorgadas a la corona castellana. Con todo ello, en el mes de agosto de 1247 la ciudad sevillana se encontraba asediada por las tropas regias, las cuales estaban acompañadas por las de las Órdenes militares, obispos y concejos y, por la flota, esta última con Ramón Bonifaz a la cabeza. Numerosos refuerzos se incorporaron a la contienda a finales de este mismo año, cuando el infante Alfonso de Castilla se incorporó al sitio de la ciudad acompañado por el infante portugués Pedro de Urgel, además de huestes catalanas y aragonesas.

Ante la situación descrita en el párrafo anterior, a la que se añadió, la falta de refuerzos desde Túnez,  las autoridades musulmanas de la ciudad no tuvieron más remedio que capitular. La entrada de las tropas cristianas en el alcázar de Sevilla se produjo el 23 de noviembre de 1248, como bien muestran las fuentes cronísticas, que señalan esta fecha como uno de los momentos culminantes del proceso de la Reconquista: 

Libradas todas las pleytesías de suso dichas, que en razón del entregamiento de la noble cipdat de Sevilla fueron traydas, et el rey apoderado ya en AlÇazar della, commo dichos auemos, los moros demandaron plazo al rey para vender sus cosas las que non podían leuar; et fue un mes el que ellos demandaron, et el rey ge lo dio. El plazo conplido, los moros auien vendido todas las cosas que vender quisieron; et entregados de su auer, entregaron las llaues de la uilla al rey don Fernando. Et el rey a los que por mar quisieron yr, dioles çinco naues et ocho galeas; et a los que por tierra, dióles bestias et quien los guiase et los posiese en saluo. Et desta guisa los enbió este rey don Fernando a esos moros desa çipdat de Sevilla desque la ouo ganada et puesta en sennorío. Et los que yuan por mar et queríen pasar a Cebta, eran çient vezes mill por cuenta; et los que por tierra, que yuan para Xerez, eran treszientas vezes mill, et con estos enbió al maestre de Calatrava que los guió et los puso en saluo, fasta dentro de Xerez.


Una vez conquistada la ciudad, la corte regia se estableció en esta hasta la muerte de Fernando III en 1352. Allí vivió el monarca los últimos años de su reinado que se caracterizó por ejercer una gran actividad judicial, sobre todo, en los numerosos litigios que se levantaron entre los obispados, concejos y monasterios castellano-leoneses. Desde Sevilla, también se organizaron las últimas campañas militares, destinadas a la conquista del alfoz sevillano y de algunas villas al sur, como Arcos, Medina Sidonia, Lebrija o Jerez.  

La política de Fernando III en los territorios conquistados.
Como bien hemos visto a lo largo de este apartado, la monarquía de Fernando III está caracterizada por su extraordinaria expansión territorial. La realidad de los distintos territorios propició que Fernando III llevara a cabo una política territorial heterogénea pero que siguió un mismo guion, la utilización de la omnipresencia real, asegurando las tierras.  

La política territorial descrita en el párrafo anterior tuvo como principal elemento a la persona del merino. Ya en 1230, Fernando III estableció un merino mayor para Castilla y otro para León. Un año más tarde lo haría para Galicia y al final de su reinado para Murcia. De esta manera, el reinado de Fernando III supuso un momento decisivo del modelo de administración territorial basado en la figura del merino mayor, definido como miembro el mayor y mejor representante del rey en los distintos territorios de la monarquía.  

Paralelamente a esto, el reinado de Fernando III ha sido considerado como uno de los más importantes en lo que concierne a la expansión del realengo, gracias a las múltiples circunstancias favorables que se dieron a lo largo de este, como la unión de los reinos de Castilla y de León, el gran avance de la Reconquista, o la demanda de los concejos para la consolidación y la ampliación de este. También el progreso del realengo se debió a la propia fiscalidad regia, que recibió nuevas demandas a raíz de la actividad militar generada. A todo esto se le unió la intervención de algunos juristas favorables a esta actividad. 

Por último, el reparto de las tierras y de los bienes sevillanos genero grandes expectativas entre los miembros que participaron en la conquista, sobre todo entre la nobleza y el clero. Los primeros recibieron donadíos y heredamientos, tanto en la ciudad como en el campo circundante a esta. En cuanto a los segundos, solo recibieron donaciones aquellos eclesiásticos que ocupaban puestos importantes en la cancillería o formaban parte de la Curia Regia y algunos titulares de las sedes cercanas a la frontera.

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