DON JULIÁN, EL “CHIVO EXPIATORIO” DE LA CONQUISTA MUSULMANA DE HISPANIA
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por Jose Mari
·
22 septiembre, 2018
Los primeros días del
mes de abril de año 711 las cercanías al peñón de Gibraltar se convirtieron en
un ir y venir de barcos. La operación no parecía ser muy diferente a las que
llevaba sufriendo la bahía del Algeciras en los últimos años. En definitiva,
era habitual la llegada dentro de los barcos mercantes de numerosos bereberes
norteafricanos en busca de saqueos y botines.
Dos meses después con
cerca de 7.000 bereberes en la zona, las autoridades visigodas comenzaron a tener
fundadas sospechas de que esta vez se estaba fraguando un tema diferente. Por
lo que se decidió poner el asunto en conocimiento del rey Rodrigo, este, se
hallaba en las cercanías del valle del Ebro combatiendo las revueltas
organizadas por los partidarios de Ágila II , el elegido por los witizanos, los
seguidores del anterior rey fallecido.
No quedaba más remedio
que pactar entre las ambas facciones visigodas, la amenaza que llegaba del sur
ponía en peligro las propiedades, o el poder, de ambos contendientes, o al
menos eso debió pensar el Rey Rodrigo. La vuelta se hizo lo más rápido posible,
tras pasar por Córdoba los ejércitos visigodos se dirigieron a la Bahía de
Algeciras. No llegaron a la misma, ya que en los últimos días 5.000 bereberes
más habían sido transportados en los barcos desde Ceuta, en total 12.000
hombres avanzaban hacia el norte. Las cifras del ejército visigodo giran en
torno a los 30.000 hombres, el encuentro, según las más recientes hipótesis se
produjo en las inmediaciones del rio Barbate.
Don Rodrigo arengando a sus tropas antes de la Batalla de Guadalete
La desventaja numérica
no preocupó Táriq ibn Ziyad, el bereber encargado de la batalla, ya que conocía
que contaba con una otro tipo de ventaja. En los primeros compases del
enfrentamiento, los witizanos, apostados en las alas de la formación ofensiva
visigoda abandonaron su puesto, dejando vía libre a los bereberes que masacraron
a los hombres del rey Rodrigo. La traición había sido consumada, algo que si
atenemos a los últimos años de la Hispania visigoda no debe sorprender a nadie.
Las dos facciones
llevaban varias décadas enfrentadas por los derechos sucesorios. Por un lado,
los partidarios del poder electivo, a la usanza de la tradición germánica de
los godos, por otro los partidarios del poder sucesorio que emanaba de la
tradición católico romana. Esto llevó a la completa ruina a un reino visigodo
sumido en luchas internas, que produjeron la evidente crisis social, religiosa
y especialmente económica. Las malas cosechas, la peste o las epidemias se
vinieron a sumar a los problemas anteriores, que diezmaron la población en
cuestión de pocos años.
Por si fuera poco,
enfrente se encontraron el poder emergente de los musulmanes, con una clara
política de pactos habían extendido sus dominios en poco más de seis décadas
desde su capital Damasco a todo el norte de África. Egipcios, persas sasánidas
o bizantinos norteafricanos habían ido sucumbiendo a las promesas de una nueva religión que llegaba como una
corriente imparable. Los últimos en aceptar pactos y religión fueron los
bereberes del Magreb, que sirvieron de punta de lanza para la llegada de los
árabes a la Península Ibérica con claras intenciones de quedarse, al menos los
próximos ocho siglos.
Pero si no había
motivos suficientes para contar la transición de poder de la Hispania visigoda
a al-Ándalus islámico, la historiografía, especialmente cristiana como veremos
a continuación decide buscar un culpable. No le fue difícil encontrarlo, en la
figura del comerciante que puso al servicio de los bereberes, los barcos
necesarios para transportar las tropas que vencieron al Rey Rodrigo, en la
denominada Batalla de Guadalete, el día 19 de julio del año 711. Su nombre el
Conde Don Julián, supuestamente visigodo, y asentado en Ceuta desde donde
ejercía el control de los territorios situados a ambos lados del estrecho.
Don Julián o Ulyan
El principal problema
del asunto que nos atañe, es realmente separar el personaje histórico, hoy día
consensuado como real, del personaje literario que especialmente el
cristianismo de la Edad Media nos ha transmitido.
La primera fuente árabe
que nos da conocer Don Julián es de finales del siglo VIII, por lo tanto, la
cercanía al momento histórico dota al personaje de gran credibilidad histórica.
Aunque sea necesario destacar que dicha obra; titulada Futuh Ifriqiya del
autor al-Waqidi está desaparecida, pero a pesar de ello aparece
claramente referenciada en dos escritores árabes posteriores, Ahmad al Razi
(siglo X) y sobretodo Ibn Idari de comienzos del siglo XIV. Es necesario
destacar la obra de este último, Al Bayan al-Mughrib, según algunos
expertos una de las mejores referencias de la historia de al-Ándalus. Según
estas obras en el año 710 el militar yemení Musa ibn Nusair, encargado de la conquista del norte de África
por el Califato de Damasco, controla perfectamente la zona, por lo que desde su
capitalidad de Ifriqiya, designa a Táriq ibn Ziyad nuevo gobernador de la floreciente ciudad
de Tánger. Es allí donde toman contacto los dos personajes.
En este punto es
necesario abstraerse del conflicto religioso que suponían las diferentes
creencias de ambos personajes, ya que parecer ser, que estas no eran un
obstáculo para su colaboración, o acuerdo comercial. El comercio entre
ambas orillas era continuo, como demuestra el hallazgo arqueológico de monedas
árabes acuñadas por talleres visigodos en la propia ciudad de Tánger. El pacto
entre ambos debió ser claro para el traslado del contingente bereber que
acabará derrotando al rey visigodo, los motivos del mismo, es lo que realmente
ha dividido a la historiografía musulmana de la cristiana. Si la primera de
ellas prácticamente ha pasado por alto el asunto como una cuestión comercial,
la segunda ha revestido la historia para adecuarla al proceso histórico que
vivió la Edad Media en la Península Ibérica.
Baño de Florinda la Cava, entre los matarroles surge la cabeza del Rey Rodrigo
La Reconquista, término
acuñado por la historiografía cristiana, necesitaba insuflar entre sus fieles
un aspecto que le alejará del simple acto comercial de la operación. Las
desavenencias y disputas entre aquellos antepasados cristianos necesitaban ser
matizada e incluir una acción moralizante, o simplemente presentarnos a unos
personajes alejados de la moralidad cristiana que era necesario preservar. En
este contexto nace el personaje literario de Florinda la Cava, la hermosa hija
de Don Julián que es enviada a la corte de Toledo para recibir una mejor
educación cristiana. Pero el Rey Rodrigo no puede sucumbir a sus encantos,
después de ofrecer a la misma el matrimonio, con el pretexto de tener un
encuentro amoroso con ella. La posterior negativa del rey a corresponder con el
enlace matrimonial es una ofensa que Don Julián no puede permitir, por lo que
la decisión de ayudar a los árabes viene dada por la necesidad mejor vista por
el cristianismo de la época; la venganza.
Hoy en día seguimos sin conocer si Don
Julián era visigodo, bizantino o incluso si realmente existió, aunque parece
que sí. Pero lo que sí sabemos es como la historia lo introdujo por la puerta
falsa, como el verdadero “chivo expiatorio” de la conquista musulmana de la
Península Ibérica.
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