CAMINOS DE
AL-ANDALUS
Publicado por MARIBEL
FIERRO
Los conquistadores
musulmanes no tuvieron ni incentivos ni presiones para adoptar el uso de
vehículos rodados con los que no estaban familiarizados. Tampoco tenían
incentivo alguno en restaurar el sistema de vías romanas, dado que sus animales
de carga no necesitaban de él
MARIBEL FIERRO Y LUIS MOLINA
CCHS Y EEA (CSIC)
Detalle del Atlas atribuido a Abraham Cresques, s. XIV. Biblioteca Nacional de Francia.
¿Vehículos con ruedas
en al-Andalus?
Del ulema cordobés Muḥammad b. Waḍḍāḥ (m. 900) ponen de manifiesto sus
biógrafos una serie de virtudes y muestras de piedad que se manifestaron en
distintos episodios de su vida. Su confianza en Dios era tan grande que llegó
al siguiente extremo: hallándose dando clase en su casa cordobesa, vinieron a
avisarle de que su hijo pequeño estaba en peligro de muerte; él, sin inmutarse,
prosiguió con lo que estaba haciendo. Más tarde, volvieron a comunicarle que el
niño se encontraba fuera de peligro y fue entonces cuando reveló que en ningún
momento había dudado de que ello así sucedería: en efecto, había visto cómo su
hijo ese mismo día había dado una limosna a un pobre y esa buena acción le
había puesto a salvo de cualquier peligro, de acuerdo con el hadiz según el
cual Dios aleja la muerte de todo aquél que haya dado una limosna.
La razón de que su hijo se encontrase en peligro de muerte era que había
sido atropellado en una calle cordobesa por un vehículo con ruedas (al-ʽaŷla).
El accidente ocurrió en una fecha indeterminada en la segunda mitad del s. IX y
esta mención a tráfico rodado es llamativa por no ser usual en al-Andalus, como
ya puso de manifiesto en su día Evariste Lévi-Provençal.
En un libro titulado The camel and the wheel publicado en
1975, Richard Bulliet explicó por qué era inusual encontrar referencias a
tráfico rodado en territorios del mundo islámico que previamente habían formado
parte del Imperio romano: la razón es que se produjo la progresiva
transformación de una red viaria pensada para dicho tráfico al favorecerse el
transporte de mercancías a lomo sobre todo de un animal de carga, el camello.
Bulliet intentó precisar los ritmos de este cambio dentro de lo posible, teniendo
naturalmente en cuenta las situaciones de partida, que fueron distintas según
las regiones. En cualquier caso, la ausencia de vehículos con ruedas —que no de
la rueda, que se mantuvo en las norias, en los molinos y en las alfarerías—
tuvo una influencia destacada tanto en la caminería como en la topografía
urbana.
Los caminos entre
ciudades
Los camellos, los burros y los peatones no necesitan caminos pavimentados. En el Norte de Africa y en la Península Ibérica predomina el clima cálido y seco y es más fácil caminar sobre la tierra. El coste del mantenimiento para vías sin tráfico rodado era pequeño, si bien apenas si tenemos noticias al respecto. La construcción de puentes era la inversión mayor que se requería, siendo también importante asegurar la pernoctación de los viajeros en cada etapa. Una caravana de animales de carga puede hacer aproximadamente 32 km por etapa, por lo que un buen camino ofrecerá un lugar para pararse tras cada etapa, algo de lo que daba cumplida cuenta el género de al-masālik wa-l-mamālik en el que solían registrarse dichas etapas.
En al-Andalus, a diferencia del Norte de Africa, nunca llegó a haber un
número sustancial de camellos, ya que los conquistadores árabes y beréberes y
los que posteriormente se establecieron no eran camelleros (ss. VIII-primera
mitad s. XI). A finales del s. XI, los almorávides gobernaron al-Andalus y
estos sí eran beréberes camelleros, pero estuvieron relativamente poco tiempo.
Al no establecerse una población de camelleros especializada en su cría, los
camellos no tenían ninguna oportunidad de prosperar en la zona en número
suficiente para acaparar el transporte. En la Península Ibérica, pues, el
camello no fue el que desplazó a la rueda. Bulliet señala que este hecho en
principio debilita su teoría de que la desaparición del tráfico rodado en Oriente
Medio y el Norte de África ocurrió precisamente por la competencia del camello.
Pero, según Bulliet, el caso de la Península Ibérica (1) no socava su teoría, aunque
por distintas razones. En el caso de la Península Ibérica lo que ocurrió, dice
Bulliet, fue que el tráfico rodado ya había declinado considerablemente antes
de la conquista musulmana. La España romana había conocido la rueda, como la
habían conocido los celtíberos y los colonos cartagineses antes. Pero la
invasión de vándalos, alanos, suevos y visigodos habría traído consigo un
declive en la calidad de los caminos y por tanto del tráfico rodado (2). Por ello, cuando los musulmanes
conquistaron Iberia, no tuvieron ni incentivos ni presiones para adoptar el uso
de vehículos rodados con los que no estaban familiarizados. Tampoco tenían
incentivo alguno en restaurar el sistema de vías romanas, dado que sus animales
de carga —en el caso ibérico sobre todo mulas— no necesitaban de él. El
geógrafo oriental Ibn Hawqal (s. X) documenta que en al-Andalus las gentes no
iban a pie, excepto los que ejercían oficios bajos, y que las mulas robustas
eran la especialidad del país. Las mulas procedían mayoritariamente de
Mallorca. De esta manera, el tráfico rodado por parte de la población local
debió decaer aún más. Pero nunca desapareció del todo, dándose una recuperación
posterior que, siempre según Bulliet, no tuvo influencia tecnológica de las
tierras no musulmanas.
Las vías de época
romana y de época musulmana
Las fuentes de información escritas que son útiles para el estudio de los
caminos son básicamente de dos tipos:
- Itinerarios
descritos en obras geográficas.
- Trayectos
de las campañas militares.
Por lo que se refiere a la arqueología, esta nos permite identificar el
trazado de una vía; es más difícil que pueda suministrar información sobre los
aspectos diacrónicos de su utilización.
Como se ha dicho antes, los requerimientos de infraestructura de las vías
utilizadas en las regiones islámicas del Mediterráneo medieval (Oriente Medio y
Norte de África) son mucho menores que en civilizaciones que utilizan la rueda,
aunque la libertad que puede dar la no utilización del carro se ve limitada por
la obligatoriedad de paso por puntos determinados, bien por motivos geográficos
(puertos de montaña, vados), de infraestructuras (puentes) o de intendencia
(suministro de agua, postas).
Puente romano de Córdoba, reparado en época Omeya. Wikimedia Commons.
En cuanto a las labores de mantenimiento de esa infraestructura viaria,
entre las actuaciones que el emir debía emprender por imperativo de la ley
religiosa islámica y con vistas al interés general (maṣlaḥa) se hallaban
en lugar destacado las obras públicas y, dentro de ellas, las tendentes a
mantener y mejorar las vías de comunicación. Sin embargo, las fuentes árabes no
suelen detallar intervenciones concretas de los soberanos omeyas andalusíes ni
de sus funcionarios sobre los caminos interregionales, con la excepción de las
reparaciones y reconstrucciones de puentes. Incluso en este caso, la gran
mayoría de las noticias sobre intervenciones en puentes se refieren al medio
urbano o periurbano, por lo que hemos de reconocer que carecemos de información
detallada sobre la política seguida por los poderes públicos andalusíes en
relación al mantenimiento y mejora de la red viaria general. En menor medida,
se puede decir lo mismo de las noticias que poseemos sobre reparaciones y obras
nuevas en calzadas, que sólo atraen la atención de los cronistas cuando se
llevan a cabo en el entorno más próximo a las urbes principales.
Itinerarios militares
El análisis de las rutas seguidas por las tropas que llevaron a cabo la conquista
de la Península Ibérica en el 711 es interesante porque podría darnos una idea
aproximada del estado de los caminos en época visigoda y del grado de
conservación de las calzadas romanas, cuestiones sobre las que sabemos muy
poco.
Sin embargo, los itinerarios de la conquista musulmana del 711-12 no son
seguros en modo alguno. Disponemos únicamente de dos relatos de la conquista
que nos puedan servir para nuestro propósito: el de Aḥmad al-Rāzī y el de
ʽArīb, ambos del s. X y coincidentes en las líneas generales, pero divergentes
en los detalles. La tercera versión, la surgida en medios egipcios en el siglo
IX, es más una recopilación de noticias aisladas sin un hilo argumental que las
organice, por lo que no debemos esperar de ella ninguna descripción de
itinerarios.
Itinerarios de la conquista. Realización: Fernando Bravo López. Fuente: Juan Zozaya, «Caminería en época Omeya».
Las versiones de Aḥmad al-Rāzī y de ʽArīb precisan que el camino
seguido por Ṭāriq fue descartado posteriormente por Mūsà de forma voluntaria,
para poder conquistar en persona lugares que no habían sido capturados antes
por Ṭāriq. Sus recorridos acabaron confluyendo en Toledo. Según al-Rāzī, Ṭāriq,
tras derrotar al ejército visigodo en el Guadalete, se dirigió hacia Écija,
para continuar luego hacia Toledo. ʽArīb, por su parte, traza un recorrido que
pasa por Sidonia, Morón, Carmona, Sevilla, Écija, Córdoba y Toledo. El
recorrido de Mūsà es, en la versión de al-Rāzī, Sidonia-Carmona-Sevilla-Mérida-Toledo,
desde donde, una vez unidas sus tropas con las de Ṭāriq, se dirigen a Zaragoza.
ʽArīb lo hace pasar por Niebla, Beja, Mérida antes de llegar a Toledo.
Es preciso reparar en que estas dos narraciones sobre los itinerarios
seguidos por los conquistadores son, aunque coincidentes en los aspectos
generales, muy distintas en los detalles si analizamos los recorridos. Como es
imposible decidir a cuál de las dos se le puede conceder más credibilidad —más
aún, no podemos estar seguros de que no sean ambas erróneas—, sería ilusorio
extraer conclusiones de unos datos tan inciertos. Hemos de tener a la vista en
todo momento que la redacción de esas dos versiones se produce en el siglo X,
en su primera mitad en el caso de al-Rāzī (m. 955), en la segunda en el de
ʽArīb (m. c. 980). Es decir, más de dos siglos y medio después de los
acontecimientos que describen. Por otra parte, el desierto historiográfico que
reina en al-Andalus antes de la aparición de al-Rāzī nos obliga a suponer que
nuestros dos autores tuvieron que recurrir a tradiciones transmitidas oralmente
cuya fiabilidad —o, al menos, su concreción— no podía ser muy alta. No podemos
descartar la posibilidad de que el detalle de los itinerarios de la conquista
fuese una elaboración a posteriori en la que se tomaría como
modelo la realidad viaria existente en el momento en el que ellos escriben sus
obras.
El tradicional estudio de Sánchez Albornoz sobre las rutas de la conquista
musulmana hallaba muchas coincidencias entre éstas y algunas calzadas romanas,
pero, a la vista de las salvedades que acabamos de presentar, sería muy
aventurado deducir de dichas coincidencias que la red viaria romana se hallaba
en perfecto uso en los últimos años del reino visigodo. Hay casos en que tal
deducción se ha hecho, por ejemplo, en relación a la zona del señorío de
Villena (la Mancha de Montearagón) donde, según María Jesús Rubiera, las vías
romanas estuvieron plenamente vigentes en época árabe, con mínimas variantes en
sus itinerarios.
Si en lugar de las inseguras rutas de la conquista nos fijamos en el
itinerario de una campaña militar bien documentada en las crónicas, podremos
tener una idea más cercana a la realidad —con las limitaciones que expondremos—
del uso que se hacía en al-Andalus de la infraestructura viaria romana.
El estudio pormenorizado del recorrido de una campaña militar de ʽAbd
al-Raḥmān III en el año 935 llevado a cabo por Jesús Zanón, demuestra que la
ruta seguida coincide en buena medida con la de vías romanas conocidas, pero
que, al mismo tiempo, podía apartarse de ellas en cualquier momento. Es decir,
el trazado de las vías romanas seguía siendo el eje de comunicación más
conveniente, en especial para largas distancias, pero no era infrecuente que
fuera abandonado en momentos y en tramos concretos por los motivos que fueran.
No hay que perder de vista que la mayoría de las descripciones detalladas de
caminos en época musulmana provienen de itinerarios de campañas militares y que
las necesidades de un contingente de tropas en marcha eran muy distintas de las
que podía tener un viajero solitario o en grupo pequeño. Por eso no podemos
aceptar sin reservas el testimonio de estas expediciones militares como fuente
para el estudio de la caminería de al-Andalus. El hecho de que sus recorridos coincidiesen
en buena medida con las antiguas vías romanas podría ser interpretado en el
sentido de que éstas se mantenían en buen estado y plenamente vigentes, pero
también es posible que las infraestructuras hubiesen desaparecido total o
parcialmente, a pesar de lo cual el recorrido de esos caminos, aun sin calzada
material, seguiría siendo el idóneo. En sentido contrario, cuando el trayecto
del ejército se aparta del trazado de la vía romana tampoco puede ser
interpretado en el sentido de que la ruta hubiera cambiado, pues puede ser
debido a la búsqueda de lugares de acampada, de aguada, de forrajeo, etc. que
en la ruta de la vía romana no se encontraran en la medida que requería la
intendencia de un amplio contingente de individuos y sus correspondientes animales
de carga y silla.
Recorrido de una campaña militar de ʽAbd al-Raḥmān III en el año 935.
Fuente: Jesús Zanón, «Un itinerario de Córdoba a Zaragoza
en el siglo X«. (Pulse para agrandar).
Las obras geográficas aportan una información abundante, pero poco
detallada. La delimitación de las vías de comunicación es uno de los objetivos
primordiales de este género literario tan cultivado en todo el mundo islámico,
como lo demuestra el hecho de que muchas de sus obras más representativas
lleven el título de al-masālik wa-l-mamālik (“caminos y
reinos”), que en ocasiones es utilizado para denominar el género en sí.
Su ventaja con respecto a las noticias que se pueden extraer de los
itinerarios militares es que reflejan el uso cotidiano de viajeros individuales
y caravanas comerciales, que no tenían los condicionantes estratégicos y de
intendencia de grupos numerosos como eran los ejércitos. Contamos con algún
estudio comparativo de algunos itinerarios coincidentes en varios geógrafos,
como es el caso del artículo de Alfonso Carmona referido a las vías murcianas,
donde se pone de manifiesto que, por poner un único ejemplo, el camino desde
Córdoba a Murcia o Lorca no tenía un recorrido fijo, sino que cada autor
diseñaba una ruta distinta, siendo la única localidad intermedia en la que
coincidían casi todos: la de Guadix. Esta variedad de recorridos es más
llamativa si se repara en que existía una ruta que seguía calzadas romanas y
que debería haber sido utilizada con preferencia. Además, este camino entre
Córdoba y las costas murcianas debía de ser muy frecuentado, porque los puertos
de esa zona eran puntos de salida para el tráfico marítimo que se dirigía a
oriente.
El testimonio de al-ʽUḏrī, el más importante de los geógrafos andalusíes,
es significativo en cuanto nos ofrece en varias ocasiones dos rutas para unir
dos ciudades, una con jornadas más cortas y otra, a la que suele llamar “el
camino de las caravanas” (ṭāriq al-rifāq), con menos jornadas. Por
ejemplo, en el camino de Sevilla a Niebla, la ruta general tiene cinco etapas,
mientras que la de las caravanas sólo tiene dos (entre ambas localidades hay
unos 70 km de distancia).
Todos estos ejemplos demuestran que no existía una estructura viaria
establecida y que los viajeros disponían por lo general de varias opciones para
trasladarse de un lugar a otro.
Como resumen, podemos afirmar que tres factores intervienen en la cuestión de
la caminería de al-Andalus y la pervivencia de las calzadas romanas:
- Topografía
del terreno y puntos de interés (mansiones/manāzil, aguadas,
etc.), que influyen de forma determinante en la configuración física de
una ruta. Es posible que en ocasiones la coincidencia entre un itinerario
documentado y una antigua calzada romana siga existiendo aunque ésta haya
desaparecido, por tratarse de la ruta más favorable —incluso la única—
entre dos puntos.
- Necesidades
de los viajeros, pues no tiene los mismos requerimientos el desplazamiento
de un contingente numeroso, como un ejército, que el de una caravana o el
de un viajero que marcha en solitario o en grupo reducido. Las rutas
podían ser distintas en cada caso.
- Interrelación
entre localidades por las que pasa un camino y el propio camino. Una
localidad por la que deja de pasar en un momento dado una ruta
interregional pierde irremediablemente relevancia, pero, en sentido
contrario, el hecho de que una población incremente su importancia por los
motivos que sea (administrativos, estratégicos, económicos), puede
provocar la modificación de un camino. Por citar un ejemplo, la pérdida de
capitalidad de cora de Oreto, trasladada a Calatrava la Vieja, produce un
cambio sensible en la ruta que unía Córdoba y Toledo, que en ese punto se
desvía hacia el oeste unos 40 km.
Teniendo en cuenta todos estos factores, parece evidente que no se puede
hablar de pervivencia del sistema de comunicaciones viarias romano. Y ello por
dos motivos, porque el Estado deja de preocuparse por el mantenimiento de las
infraestructuras —sólo lo vemos intervenir en los entornos de las grandes
ciudades— y porque el sistema de transporte, no basado en vehículos de ruedas,
permite una muy gran discrecionalidad a la hora de elegir ruta.
Hay dos campos sobre los que es preciso trabajar más a fondo porque poseen
una potencialidad que no ha sido explotada a fondo:
- Narraciones
biográficas y autobiográficas de ulemas y literatos en las que se incluyen
datos sobre sus viajes. En el trabajo de Carmona antes mencionado se
aprovechan las informaciones que dan Ibn Ŷubayr (m. 1217) e Ibn Saʽīd (m.
1286) en sus riḥla-s. La intensa movilidad de
este tipo de personajes y el gran desarrollo del género biográfico nos
pueden aportar datos sobre las vías de al-Andalus, datos que, además, son
un reflejo de la realidad cotidiana mucho más cercano que el de las
campañas militares.
- Utilización
de técnicas de SIG (Sistema de Información Geográfica, en inglés GIS),
para poner a prueba la viabilidad real de itinerarios documentados en
fuentes históricas. Un reciente trabajo de Eneko López es un claro
exponente de las posibilidades de esas técnicas.
NOTAS:
- Esta
panorámica basada en los estudios citados en la Bibliografía se presentó
en 2017 en el VIII Taller Toletum ¿Conectando ciudades? Vías de
comunicación en la Península Ibérica, Universidad de Hamburgo. https://www.toletum-network.com/es/2017/10/toletum-viii-staedte-verbinden-kommunikationswege-auf-der-iberischen-halbinsel/.
1.
Otros casos en los que
el camello tampoco acabó predominando fueron Turquía y la India.
2. La visión ofrecida por Javier Arce no coincide con la de Bulliet.
PARA AMPLIAR:
- Arce,
Javier, “La ciudad en la España tardorromana: ¿continuidad o
discontinuidad?”, Ciudad y comunidad cívica en Hispania (siglos II
y III c.C.), Madrid, 1994, 177-184.
- Bulliet,
Richard, The camel and the wheel, Cambridge, Mass., 1975.
- Carmona,
Alfonso, “Las vias murcianas de comunicación en época árabe”, en Caminos
de la Región de Murcia, Murcia, 1989, 152-166.
- Franco
Sánchez, Francisco, “al-Masālik wa-l-Mamālik:
precisiones acerca del título de estas obras de la literatura geográfica
árabe medeval y conclusiones acerca de su origen y estructura”, Philologia
Hispalensis 31/2 (2017), 37-66.
- Garcés
Tarragona, Ana M. y Pedro J. Ripoll Vivancos, “De “Sikka” a Zuqueca: un
topónimo caminero de Oreto (Granátula de Calatrava, prov. Ciudad
Real)”, X Congreso Internacional de Caminería Hispánica (MADRID,
2010) http://www.biblioarqueologia.com/articulo.php?id=609.
- López
de Marigorta, Eneko, “La vía califal entre Córdoba y
Toledo. Propuesta metodológica de integración de la ruta a su entorno físico
mediante SIG”, Arqueología y Terrítorio Medieval 19
(2012), 33-58.
- Molina,
Luis, “Un relato de la conquista de
al-Andalus”, Al-Qanṭara XIX (1998), 39-65.
- —, “Los itinerarios de la
conquista: el relato de ʽArīb”, Al-Qanṭara XX
(1999), 27-45.
- Rubiera,
María Jesús, Villena en las calzadas romana y árabe. Alicante:
Universidad de Alicante, 1985.
- Sánchez-Albornoz,
Claudio, “Itinerario de la conquista de España por los musulmanes”, Cuadernos
de Historia de España n° 10 (1948), 21-74.
- Zanón,
Jesús, “Un itinerario de Córdoba a
Zaragoza en el siglo X”, Al-Qanṭara VII
(1986), 31-51.
- Zozaya,
Juan, «Caminería en Al-Andalus:
Caminería en época Omeya», Atlas de caminería hispánica,
Volumen I, Caminería penínsular y del mediterráneo, Madrid,
2011.
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