La Fitna de al-Ándalus (1009–1031) fue el período de inestabilidad y
guerra civil que supuso el colapso del Califato de Córdoba y la aparición de
los primeros reinos de taifas.
Comenzó en 1009 con la Revolución cordobesa, un golpe de Estado que supuso el
asesinato de Abderramán Sanchuelo, hijo de Almanzor, la deposición del califa
Hisham II y el ascenso al poder de Muhammad ibn Hisham ibn Abd al-Yabbar,
bisnieto de Abderramán III. Dividido todo el territorio andalusí en una serie
de reinos taifas, se considera que la fitna llegó a su fin con la abolición
definitiva del Califato en 1031, aunque varios reyezuelos siguieran
proclamándose califas. En el trasfondo de los problemas políticos se hallaban
las purgas realizadas por Almanzor en el seno de la dinastía Omeya cordobesa, y
la agobiante presión fiscal necesaria para financiar el coste de los esfuerzos
bélicos amiríes.
A lo largo del conflicto, los diversos contendientes llamaron en su ayuda a los
reinos cristianos. Córdoba y sus arrabales fueron saqueados repetidas veces, y
sus monumentos, entre ellos el Alcázar y Medina Azahara, destruidos. La capital
llegó a trasladarse temporalmente a Málaga. En poco más de veinte años se
sucedieron 10 califas distintos (entre ellos Hisham II restaurado),
pertenecientes tres de ellos a una dinastía distinta de la Omeya, la hammudí.
Las causas
Hasta la muerte de Al-Hakam II, en 976, el Califato de Córdoba, conformaba un
Estado poderoso, respetado y temido por los reinos cristianos. A su muerte, su
hijo Hisham II era todavía un niño, por lo que el visir Al-Mansûr (Almanzor)
maniobró para hacerse con el poder, usurpándolo a los Omeyas y haciendo del
Califa un simple títere. La fuerza del Califato residía en la unidad de las
diferentes etnias islámicas, tras las terribles guerras civiles que habían
desangrado el Emirato. Para asegurar y conservar su poder, Almanzor favoreció a
los berebereses en detrimento del resto, situación que transmitió a su hijo Abd
al-Malik al-Muzaffar. Sin embargo, ante la percepción del debilitamiento del
poder amirí, el gobierno de éste último fue sacudido por numerosos complós. Abd
al-Malik murió en 1008, dejando el poder a su hermano Abd al-Rahman Sanjul, o
Abderramán Sanchuelo. Éste último persuadiría al califa Hisham II para que le
designara heredero legítimo del Califato, lo que colmó el vaso y provocó un
golpe de Estado por parte de los últimos miembros supervivientes de la dinastía
Omeya.
La guerra civil
Aprovechando la ausencia de Sanchuelo, quien había partido a combatir al rey
Alfonso V de León, el omeya Muhammad II al-Mahdi destronó a su primo el califa
Hisham II (1009). Sanchuelo volvió a toda prisa Córdoba, pero la moral de su
ejército se encontraba por los suelos, por lo que la mayor parte de los
soldados desertaron. Sanchuelo cayó prisionero y fue ejecutado.
Debido a este episodio, el poder e influencia de Muhammad se erosionó con
rapidez, dando lugar a la creación de un nuevo bloque opositor alrededor de la
figura de otro omeya, Sulaiman al-Mustain. Apoyado por los bereberes, logró
apresar a Muhammad y convertirse en califa (1009).
Estas luchas incitaron a los Banu Hamud, una poderosa familia de Málaga y
Algeciras, a autoproclamarse califas y marchar sobre Córdoba, donde destronaron
a Sulaiman. SIn embargo, apenas lograron mantenerse en el poder unos pocos años
(1023).
Un nuevo omeya, Abderramán V, se
convirtió entonces en califa (1023), pero el descontento generado al establecer
un nuevo impuesto para llenar las vacías arcas del Estado provocó una nueva
revolución y su caída, ya que la medida pesó fuertemente sobre la población.
Otros tres califas, dos omeyas y uno hammudí se sucedieron hasta 1031, fecha en
que las élites de Córdoba abolieron el califato y establecieron un república
independiente. Sin embargo, varios de los nuevos reyes de taifas siguieron
proclamándose califas.
Consecuencias
El movimiento, iniciado por los Banu Hamud con la proclamación de los reinos de
Málaga y Algeciras, se generalizará durante este período y conducirá a la
fragmentación del califato y a los primeros reinos de taifas. Este no será un
periodo pacífico, ya que los distintos reinos de taifas combatirán entre sí. No
será hasta el año 1085, tras la Reconquista de algunos de estos taifas por los
cristianos, que los almorávides llegarán a España para reunificar al-Ándalus.
Los Hammudies o Banu Hamud (en árabe: بنو حمود) constituyen una
dinastía de etnia bereber fundada por Alí ben Hamud al-Nasir, y cuyos ancestros
se encuentran en los idrisíes al descender del fundador de estos, Idrís I.
Originarios de Marruecos, se asentaron en Al-Ándalus en los años finales del
siglo X y se hicieron con el Califato de Córdoba en 1016 cuando Alí ben Hamud
al-Nasir hizo decapitar al califa omeya Sulaiman al-Mustain.
Esta dinastía proporcionó, además de Alí ben Hamud al-Nasir, otros dos califas
cordobeses: Al-Qasim al-Mamun y Yahya al-Muhtal; y, tras la desintegración del
califato cordobés, varios reyes en las taifas de Málaga y Algeciras.
Se mantuvieron en el poder hasta mediados del siglo XI cuando en 1055 la taifa
de Algeciras fue conquistada por la taifa de Sevilla, y en 1057 la taifa de
Málaga pasó a ser dominada por la Dinastia Zirí.
Gobernantes hammudíes:
Califas de Córdoba
Alí ben Hamud al-Nasir
Al-Qasim al-Mamun
Yahya al-Muhtal
Reyes taifas de Málaga
Yahya al-Muhtal
Idris I al-Muta'ayyad
Yahya II al-Qa'im
Hasan al-Mustansir
Idris II al-Alí
Muhammad I al-Mahdi
Idris III al Sami
Muhammad II al-Musta'li
Yahya III al-Mahdi
Publicado por al-Andalus


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