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viernes, 27 de septiembre de 2019

EL RICO LEGADO DE LOS JUDIOS SEFARDÍES EN LA ESPAÑA MUSULMANA


EL RICO LEGADO DE LOS JUDÍOS SEFARDÍES EN LA ESPAÑA MUSULMANA



Fuente: United with Israel

Los judíos sefardíes de la España musulmana trajeron al mundo a algunos de los mejores intelectuales y pensadores del mundo en toda la historia judía.
Después de que los judíos fueron expulsados de Israel en el año 70 EC, el viaje les llevó por todo el mundo, incluyendo España. Los judíos sefardíes de la España musulmana, conocida como Al Ándalus, experimentaron una edad de oro en la segunda mitad del siglo VIII hasta finales del siglo XI. Esta edad de oro trajo al mundo a algunos de los más grandes filósofos, escritores, poetas, científicos, y médicos judíos. Además, durante ese período de tiempo, los judíos prosperaron en la esfera política, llegando a la cumbre del poder en las cortes musulmanas españolas durante una época en la que los judíos que vivían bajo dominio cristiano fueron perseguidos sistemáticamente. Las contribuciones a la civilización mundial producidos por los judíos de Al Ándalus eran tan importantes que influyen en nosotros hasta esta fecha.
El cronista medieval judío, Abraham Ibn Daud, dice que el Renacimiento judío de Al Ándalus se puede resumir en las biografías de dos individuos, Hasday Ibn Sharput y Shmuel Ha-Nagid. Hasday Ibn Shaprut primero llamó la atención de los tribunales musulmanes españoles por descubrir un antídoto para venenos que también era eficaz contra la ictericia, mordeduras de serpientes, la impotencia y la peste. Como resultado de este descubrimiento, se convirtió en toda una figura política prominente en Al Ándalus, ya que desde antes del descubrimiento de ese antídoto para el veneno muchos príncipes musulmanes habían sido víctimas de diversas intrigas del harén. Hasday fue puesto a cargo de las negociaciones de más alto nivel con la participación del gobierno musulmán y las potencias extranjeras.
Shmuel Ha-Nagid era un talentoso poeta hebreo, comentarista bíblico y filósofo judío de Al Ándalus. Tan importante era su figura que muchos piensan que era descendiente de los antiguos héroes de Israel en el Tanaj, ya que de sus poemas se puede llegar a deducir. Su poesía es única en el sentido de que él era uno de los pocos judíos medievales que escribía poemas de guerra sobre la base de sus propias experiencias personales.
Otra gran figura judía sefardí de notario es Yehudá Ha-Levi, un médico de la corte, respetado líder comunitario judía, poeta y filósofo. Su poesía se refirió al anhelo judío de Jerusalén. Según Jane Gerber, autor de Los Judíos de España: una historia de la Experiencia sefardí, “los temas del exilio y de la redención son fundamentales para la poesía judía, alcanzando nuevas cotas de expresión poética en las obras de la Edad de Oro de España”. Una de las grandes obras de Ha-Levi, sin embargo, fue su libro El Kuzari, que es una historia de ficción que habla sobre la corrección de las creencias judías en comparación con la filosofía griega, el islam y el cristianismo a través de la decisión de los jázaros de convertirse al judaísmo.
Yehuda Ha-Levi, Shmuel Ha-Nagid y Hasday ibn Shaprut no eran más que tres de los muchos grandes intelectuales sefardíes de la época dorada de España. Otras grandes figuras incluyen el poeta Salomón Ibn Gabirol, que a los 16 años compuso un poema de 400 versos que establece las reglas de la gramática hebrea y, por supuesto, Maimónides, que concilia la religión judía con la lógica de la filosofía griega y cuyos escritos todavía son ampliamente estudiados hoy . Lamentablemente, esta hermosa civilización que promovió tal rica cultura fue destruida en última instancia por los fundamentalismos religiosos, tanto musulmanes como cristianos.
Esta edad de oro terminó cuando los almohades islámicos fanáticos del norte de África se apoderaron de España y no toleraron la práctica religiosa ni cultural de los judíos, ni tampoco los fundamentalistas cristianos que obtuvieron el poder tras la caída de los almohades. Al final, después de la conquista cristiana de España, a los judíos se les dio la opción de la expulsión, la conversión o la muerte. Muchos judíos sefardíes terminaron migrando al Imperio Otomano, otros prefirieron morir antes de que se tuvieran que convertir, mientras que otros muchos prefirieron continuar practicando la religión judía en secreto, a pesar de la amenaza de la Inquisición española.


domingo, 8 de septiembre de 2019

LA EDAD DE ORO DE LA GRANADA JUDÍA (SIGLO XI)


LA EDAD DE ORO DE LA GRANADA JUDÍA (SIGLO XI)

En el siglo X se conocía con el nombre de Granada un asentamiento urbano de pequeña importancia, ubicado en los cerros que encauzan el Darro y habitado fundamentalmente por judíos. Puede ser que se tratara de una ciudad de judíos, como conocemos el caso de Lucena. En los agitados comienzos del siglo XI, una dinastía bereber, la de los ziríes, establecerá en ella la capitalidad de su reino, trasladando allí a los habitantes de Elvira, la antigua capital de la cora. Es ése el momento fundacional de Granada: a partir de entonces la ciudad mantuvo un proceso constante de crecimiento y no hubo más sobresaltos. De ahí que muchos autores árabes hablen de Granada como una fundación reciente. EN TÉRMINOS GENERALES, la desintegración del califato y la atomización política de al-Andalus en el siglo XI fue favorable a los judíos. Fue éste el siglo de los cortesanos judíos en las cortes de taifas y entre todas las comunidades judías, destaca la de Granada. LA HISTORIA de ascenso y caída de los judíos de Granada es un buen ejemplo (“un ejemplo de libro”) de las características de la vida judía en la Diáspora: una minoría indefensa que se refugia en la protección de los poderosos y paga por ella, convirtiéndose en activos agentes del poder. Ese acercamiento al poder tiene, en un plazo más o menos largo, consecuencias nefastas para la comunidad que ha osado salir de la situación de inferioridad que, de acuerdo con su estatuto de infieles, le está reservada. JUNTO A LA UTILIDAD que para los ziríes tenía una población judía numerosa, en el desarrollo y florecimiento de la comunidad de Granada se une otro factor: la labor de una figura excepcional e irrepetible, la del judío Samuel (Abu Ibrahim) ben Yosef ibn Nagrella ha-Naguid (993-1055). Conocemos bastante bien su biografía. Nació en Córdoba, aunque su familia, de pretendido origen levítico, era originaria de Mérida. En Córdoba estudió con Rabí Hanok y alcanzó una muy completa formación en cultura hebrea y árabe. Debido a los disturbios de la época, abandonó Córdoba instalándose finalmente en Málaga, donde abrió una tienda y se dedicó al comercio de especias. Si hemos de creer la leyenda que nos relata Abraham Ibn Daud, fue en Málaga donde empezó a cambiar su suerte: allí destacó como calígrafo en árabe y llamó la atención de los servidores del visir de Habus, Abul-Qasim ibn al-Arif. Éste se interesó por la persona que había escrito cartas tan admirables y, tras un viaje a sus posesiones en Málaga, se lo llevó a la corte como su secretario, dando comienzo así una carrera ascendente en tiempos de Habus (1025-1038) que culmina durante el reinado de su sucesor Badis (1038-1077). Muchos cortesanos judíos gozaron de la consideración de reyes musulmanes, pero ninguno como Semuel ibn Nagrella: como hombre de confianza alcanzó oficialmente el más alto cargo de la corte (visir). ADIFERENCIA de otros cortesanos judíos, sobre Semuel ibn Nagrella tenemos abundantes testimonios tanto de autores musulmanes como judíosy todos coinciden en destacar sus cualidades. Prueba de su carácter excepcional son testimonios como los del historiador Ibn Hayyán al Qurtubi (m. 1076), recogido en al-Ihata de Ibn alJatib: “Este maldito judío era un hombre superior, aunque Dios no le informó sobre la verdadera religión. Poseía amplios conocimientos y toleraba la conducta insolente con paciencia. Combinaba un carácter sólido y sabio con un espíritu lúcido y un trato educado y amistoso. Dotado de una exquisita cortesía, era capaz de aprovechar cualquier circunstancia para halagar a sus enemigos y apaciguar su odio con una conducta afable. Era un hombre extraordinario. Escribía en ambas lenguas, árabe y hebreo. Conocía la literatura de los dos pueblos. Penetró profundamente en los principios de la lengua árabe y estaba familiarizado con las obras de los gramáticos más sutiles. Hablaba y escribía árabe clásico con la mayor facilidad, empleando esta lengua en las cartas que redactaba en nombre de su rey. Utilizaba las fórmulas islámicas habituales, las eulogías de Dios y de Muhammad, nuestro Profeta, y recomendaba a los destinatarios de sus epístolas que vivieran de acuerdo con el Islam. En resumen, podría pensarse que sus cartas estaban escritas por un musulmán piadoso. Descolló en las ciencias de los antiguos, en matemáticas y astronomía, y también en el terreno de la lógica poseía amplios conocimientos. En dialéctica superaba a sus adversarios. A pesar de la vitalidad de su espítiru, hablaba poco y reflexionaba mucho. Reunió una hermosa biblioteca”. ASÍ PUES, como visir al servicio del rey zirí, los musulmanes de Granada no podían tener queja del judío Semuel. Aunque en su juventud había tenido una disputa teológica con Ibn Hazm, ahora en su madurez distinguía perfectamente el ámbito privado de su judaísmo y su puesto oficial como visir de un reino musulmán. POR OTRA PARTE, aunque es posible que los viejos linajes judíos granadinos vieran con cierto recelo el ascenso de un advenedizo como ibn Nagrella, éste no dio motivos de queja y todos los autores judíos, tanto contemporáneos como posteriores, lo retratan de manera muy positiva. No sucedió con él lo que suele ser motivo de queja

Fuente: José Ramón AYASO MARTÍNEZ

miércoles, 4 de septiembre de 2019

LOS TEXTOS SAGRADOS (LA TORAH Y EL TAMUD) Y LA QABBALAH


LOS TEXTOS SAGRADOS (LA TORAH Y EL TALMUD) Y LA QABBALAH




Amuleto cabalístico 
El pueblo judío vive según los preceptos que se recogen en la ley que Dios les da: la Torah. Su contenido es el conjunto de preceptos, instrucciones, mandamientos u obligaciones que Dios otorga a su pueblo y que se contienen en el Antiguo Testamento, especialmente en el Pentateuco (el Génesis, el Exódo, el Levítico, los Números y el Deuteronomio) o lo que es lo mismo los cinco primeros libros de la Biblia identificados con Moisés, por lo que comúnmente se habla también de Ley Mosaica. Después los sabios judíos realizaron comentarios e interpretaciones de la Torah que ayudaban al pueblo hebreo a organizar su vida desde todos los puntos de vista imaginables (social, económico, jurídico, político, vida privada, higiene, etc.). Estos preceptos que en un principio fueron de carácter oral fueron fijados por escrito en una primera parte (la Mishnah) a lo largo de un extenso período que llega hasta el siglo ii de nuestra era, y cuya última redacción se cree que fue realizada por Rabí Yehuda ha-Nasí. La segunda parte (la Guemará), en gran medida conjunto de comentarios de la primera, se configura entre los siglos tercero y cuarto de nuestra era por los eruditos hebreos (amoraim). La unión de ambas partes (Mishnah y Guemará) formalizan la columna vertebral del Talmud, que cuenta con dos versiones la realizada por las escuelas rabínicas de Babilonia y Palestina. Se conocerá con el nombre de Talmud Tora a las escuelas rabínicas donde se estudia y enseña la Ley.
En España y en Francia tuvo gran desarrollo otro libro conocido como la Qabbalah. Aunque su significado se ha distorsionado con el tiempo y casi se utiliza como sinónimo de prácticas astrológicas y supersticiosas, su origen es muy distinto. Debemos remitirnos al siglo xi cuando su contenido era la interpretación de la Torah con un sentido místico alegórico, frente a la lectura literal que de ella se hacía en el Talmud, y por ello su influencia en la mística y la literatura ha sido muy importante. Aunque a partir del siglo xiii hubo un sector interpretativo de la Qabbalah poco serio que desembocó en un verdadero fraude, por otra parte hubo lecturas interpretativas de carácter matemático que atribuían a las letras de las palabras un valor numérico al no existir en hebreo cifras numéricas como en el latín o en el árabe. Otros análisis explicativos utilizaban las letras de las palabras como iniciales de otras que a su vez formalizan frases, o simplemente cambiaban el orden de las letras para crear nuevas palabras. Cómo es lógico pensadores racionalistas de la talla de Maimónides criticaron y vieron con desconfianza semejantes lecturas que rayaban en lo esotérico, lo mágico y lo oculto.

José Ramón AYASO MARTÍNEZ

LAS FIESTAS Y CELEBRACIONES


LAS FIESTAS Y CELEBRACIONES



Escena de Séder de Pésaj
Las fiestas judías están muy reguladas por la liturgia y en ellas se observa un enorme cuidado en las comidas, celebraciones en la sinagoga, o en el comportamiento individual de los individuos respecto a la familia y la comunidad. El día sagrado de la semana es el sábado (sábat), que comienza el viernes al atardecer, con el rezo en la sinagoga, la preparación de la cena y el encendido de dos velas. Se interrumpen los trabajos cotidianos y mecánicos, permitiéndose tan solo aquellos vinculados con la celebración. Si seguimos un sentido litúrgico recordaríamos entre septiembre y octubre los diez días temerosos (yamim noraim), que comienzan con la fiesta de Primero de Año (Ros ha-saná) y terminan con la fiesta de la Expiación o del Gran Perdón (Yon Kipur), es un período de gran solemnidad, austeridad, ayuno y penitencia, de recuerdo de los difuntos, de petición de perdón y de reconciliación con aquellos a los que se ha ofendido. Durante el rezo en la sinagoga en este período se hace uso del característico cuerno (de carnero, gacela, chivo.) conocido con el nombre de sofar.

Continuaríamos con la festividad de las Cabañuelas (Sukot), una de las tres fiestas mayores junto a la Pascua (Pésah) y el Pentecostés (Sabuot), en la que se peregrinaba a Jerusalén. La Fiesta de las Cabañuelas, igualmente celebrada entre septiembre y octubre, dura una semana y rememora el tiempo en el que el pueblo hebreo estuvo errante entre su salida de Egipto y su llegada a la Tierra Prometida, por ello en su recuerdo las comidas principales se deben hacer a cielo abierto, bajo una pérgola, sencilla tienda, cabaña o cabañuela (suká) que permita la comunicación con el exterior. Termina esta fiesta con la exaltación de la Ley (Simjat Torá) revelada por Dios a su pueblo.
Cuando los días acortan su duración en el inicio del invierno, en diciembre, se celebran durante ocho días Las Luminarias o Consagración, la conocida Fiesta de Hanuka, que recuerda la victoria de los macabeos sobre los seleúcidas, y la purificación del Templo de Jerusalén en el 165 a.C. La leyenda cuenta como al procederse al encendido de la lámpara sagrada solo quedaba aceite para un día, pero estuvo encendida los ocho que duró la sublevación contra Antioco Epifanes al querer este sustituir el culto a Dios por el de Zeus. Por ello surge una pieza esencial la hanukiyá,lámpara con ocho cuencos más uno adicional auxiliar desde el que se van encendiendo día a día cada una de las lamparillas hasta que al final aparecen todas encendidas.

Hanukiyá
Al acercarse la primavera, entre finales de febrero o ya en marzo se celebra la fiesta de las Suertes (Purim) en la que se recuerda como los judíos se salvan de la persecución de Hamán, cortesano protegido del rey persa Asuero (¿Jerjes o Artajerjes?). Historia que se cuenta en el Libro de Ester, por lo que también es conocida esta fiesta con su nombre, ya que la salvación se produjo gracias a la intercesión de esta reina. Es una celebración muy alegre en la que se realizan multitud de juegos, los niños utilizan las carracas, se reparten dulces, aguinaldos, limosnas, etc. El Libro de Ester se lee en la sinagoga, escrito en un rollo (meguilá) de tamaño más pequeño que el rollo del séfer Torá.
Finalizaríamos con la Pascua (Pésah). Se celebra entre marzo y abril, y en origen tenía un claro sentido agrícola al marcar el inicio del ciclo vegetativo de la naturaleza. Conmemora la constitución de aquel pueblo hebreo que consiguió su libertad con el Éxodo del Egipto faraónico en dirección a la Tierra Prometida. El inicio de esta festividad, que dura ocho días, comienza en la casa con una cena ritual (seder) en la que se dispone con mucho cuidado una serie de alimentos con gran sentido simbólico que aluden en gran medida a su vida sometida en el país del Nilo, además se lee el Hagadá, o texto sagrado donde se cuenta el Éxodo.
Si en lugar de la liturgia nos centramos en el ciclo vital de los judíos señalaremos además tres importantes celebraciones igualmente muy reguladas con gran celo: la circuncisión, el matrimonio y la muerte. La circuncisión (berit milá), que se realiza a los niños a los ocho días de nacer si no hay ningún impedimento de salud, recuerda la alianza de Dios con su pueblo. Se realiza en la casa o en la sinagoga por el circundador (mohel) acompañado por el padre y el padrino (sandaq)acompañados por diez hombres adultos (minyán).


Cortejo fúnebre de la Agadá Morisca.
La formación de los niños en la sinagoga de los preceptos religiosos es muy importante y se culmina con la fiesta de la mayoría de edad a los trece años. Con anterioridad a la solemne ceremonia el todavía niño realizará (el lunes, jueves o sábado anterior) una exégesis o lectura comentada e interpretativa (darús)sobre algún texto bíblico siguiendo las directrices de la literatura religiosa hebrea (Talmud). Tras la mayoría de edad el muchacho quedará sujeto a los preceptos religiosos de la comunidad (bar misvá) y podrá atar en su cabeza y en su brazo izquierdo las filacterias (tefilim) y cubrirse con el manto (talit) cuando así lo exige la liturgia.
La boda es otro de los momentos claves en la vida de todo judío. Contaba con un contrato (ketubá) donde se fijan todas las cláusulas matrimoniales (dote, posible divorcio…). La fiesta se compone del compromiso (erusín) y de la santificación del matrimonio (quidusín). De nuevo se celebra en la sinagoga, bajo un palio (jupá) y ante la presencia mínima de los diez varones adultos (minyán).
La muerte o tránsito a la otra vida en espera de la resurrección es otro de los momentos importantes en la vida de todo judío. La preparación del moribundo, cuando era posible, del cadáver, de la mortaja, del enterramiento y funeral, y del luto seguían unos pasos muy bien definidos.
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LOS CEMENTERIOS


LOS CEMENTERIOS



Epitafio de Abraham Satabi.
Cementerio judío de Soria
(Museo Numantino)
Las aljamas judías contaban con sus propios cementerios fuera de las poblaciones, próximos a su barrio y en lugar o monte elevado, en declive y orientado hacia el Este o salida del sol. Lo normal es que estuvieran delimitados por un muro con alguna puerta y que los difuntos se colocasen boca arriba, en fosas, cámaras laterales o hipogeas, con la cabeza hacia el Oeste para no estar de espaldas a Jerusalén tras la resurrección. Aunque los había próximos a la aljama (Córdoba, Murcia, Valencia, Segovia, etc.) no faltaban ejemplos en los que se ubicaban más alejados (Zaragoza, Barcelona). En ocasiones algunas comunidades no tenían permiso para contar con sus propios cementerios y por ello debían acudir a otros de aljamas hebreas próximas. Realmente se continuaba con la tradición antigua de situar los cementerios a las afueras por motivos de salubridad, como ya hacían los romanos, incluso al igual que estos cerca de alguna de las puertas de la ciudad. Al tratarse de una minoría sus cementerios tuvieron que ser muy humildes, y tan solo una lápida o ladrillo con alguna inscripción o epitafio en hebreo podría recordar la memoria del allí enterrado, o simplemente una piedra tumular sin más (massevot) marcaba una sepultura.
Aunque tenemos constancia de bastantes cementerios es mucho lo que todavía queda por saber. No es fácil encontrar yacimientos intactos que nos den tantos datos como para realizar generalizaciones sistemáticas, y más si tenemos en cuenta el cambio de ubicación de la población judía a lo largo del último siglo de su presencia en España.
Tras su expulsión no siempre se respetaron estos lugares y al igual que sucedió con los cementerios islámicos, en ocasiones se dio licencia para la reutilización del solar donde se hallaban o para vender parte de los materiales de las sepulturas para la construcción de nuevas edificaciones. Los cementerios al igual que las sinagogas configuraban los bienes comunales, por excelencia, de las aljamas, por lo que tras la salida de la población sefardí hubo un gran interés por su apropiación por parte de los cristianos en general y de la Iglesia en particular, con la anuencia de los monarcas, que en no pocas ocasiones cedieron estos lugares para la construcción de un monasterio.

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LA SINAGOGA


LA SINAGOGA



Sister Hagadá
Interior de una sinagoga
La sinagoga es el corazón de la vida de la aljama. Todo gira en torno a ella. Aunque pueda haber varias en una misma aljama, dependiendo de su importancia, siempre habrá una sinagoga principal. En ella no solo se encuentra la sala de oración, sino también un conjunto de espacios y casas donde se desarrollan todos esos aspectos comunitarios, desde la aplicación de la justicia, al ser sede del tribunal rabínico (Bet-Din), lugar donde se ubica la escuela (Bet-Midrás), o donde se realiza la asistencia a los pobres, peregrinos y necesitados, sin olvidarnos de la existencia de micves o baños rituales utilizados por las mujeres para su purificación o para lavar los ajuares domésticos ante la celebración de la Pascua, etc.
La sinagoga al ser sencillamente un lugar de oración y reunión, pasa desapercibida por la arqueología en numerosos casos ante su similitud con la arquitectura doméstica y por el contrario en no pocas ocasiones se han querido ver restos de sinagogas ante la aparición de cualquier espacio con cierto protagonismo. Solo era necesaria la reunión de diez varones mayores de edad (13 años) para que existiese el quórum (minyan) mínimo para realizar la oración.
Debemos recordar que pudieron ser muy pobres y sin apenas elementos definitorios que las caracterizasen. En condiciones normales están orientadas al Este y presentan un acceso indirecto desde la calle y a través de un patio en torno al cual se disponen otros espacios sinagogales. Cuentan con un armario o nicho en el paramento oriental (hejal o arón acodes), que se cierra con puertas de madera o metal que quedan cubiertas por una rica cortina (parojet), y donde se guardan los rollos de la Ley (sefer) que son leídas por el hazán. Debe existir un púlpito (bimá o tebá) desde el que se realizan las lecturas sagradas, sobre el que se solían disponer siete lámparas en recuerdo de los siete brazos del candelabro sagrado (menorá). En ocasiones se monumentaliza mediante un recrecimiento del suelo el camino que une el hejal y la bimá. Las mujeres cuentan con un lugar reservado para ellas (azará) que generalmente consiste en una tribuna a la que comúnmente la historiografía ha llamado matroneum, mientras que los hombres se disponen en el banco corrido adosado a los muros de la sala de oración. Cuando las normativas que prohibían su construcción o censuraban su decoración y monumentalidad se relajaban en momentos de mayor tolerancia, las sinagogas tendían a crear un espacio de gran altura que se iluminaba mediante ventanas abiertas en lo alto de los muros.
Las formas artísticas con las que se materializaron las sinagogas son simplemente las que encontramos en las edificaciones de la zona.
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LA ALJAMA


LA ALJAMA


La aljama judía es la comunidad en sí misma que se establece de forma independiente dentro de una población medieval y que se organiza al margen de ésta y a su vez se gobierna con sus propias leyes u ordenamientos conocidos como tacanot. Es una institución política, cultural y religiosa, con sus dirigentes, consejos de sabios y sus representantes para asuntos externos.


Agadá Morisca 
Es muy interesante la organización y administración de la justicia en las aljamas, al contar con sus propios jueces (dayanim), cuidadosamente elegidos, que configuraban el tribunal rabínico. Debido a que la comunidad hebrea dependía directamente del monarca, con quien había establecido el pacto que permitía su presencia en sus reinos, existía la figura del rabmayor de la corte, cargo que venía a desempeñar la función de un juez mayor, elegido directamente por el rey, que podía intervenir en multitud de ocasiones en la vida de las juderías (juicios apelados, destino de multas, etc.)
En un principio las comunidades hebreas elegían su ubicación independiente dentro de un núcleo urbano, aunque con el tiempo, sobre todo en la Baja Edad Media, se multiplicaron las normativas que exigían a los judíos vivir encerrados, primero, y apartados, después, para evitar al máximo el contacto con los cristianos y conversos. Por todo ello era común que las juderías pudieran contar con su muralla y puertas independientes dentro de una ciudad provista a su vez de las suyas, lo que marcaba aún más el carácter y personalidad de su hábitat. Lo que en origen constituía una interesante unidad urbanística que facilitaba en un principio la vida en comunidad y la propia defensa, finalmente en no pocos casos las aljamas se convirtieron en una terrible «ratonera» en momentos difíciles como los pogromos de finales del siglo xiv.
Además de la sinagoga, corazón indiscutible de la aljama, existían otros lugares comunitarios como los baños públicos, que continuaban la tradición antigua de la terma romana, los mataderos donde se realizaba el sacrificio de los animales según el ritual obligado (sehitah), el horno comunitario donde se cocía el pan, o las carnicerías donde se vendía la carne. Era muy importante cumplir una elaborada normativa rabínica en la preparación, selección y manipulación de los alimentos, para que éstos fueran kaser, es decir, para que la comunidad judía pudiera consumirlos. Por supuesto no nos olvidamos de otro lugar comunitario esencial en la vida de las aljamas: los cementerios.
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SEFARAD Y LA ESPAÑA MEDIEVAL CRISTINA


SEFARAD Y LA ESPAÑA MEDIEVAL CRISTIANA

No debieron ser muchos los judíos de la España cristiana de los primeros siglos tras la invasión musulmana del 711. Las comunidades sefardíes irían aumentando con el progresivo afianzamiento de los reinos cristianos del norte de la Península y su crecimiento territorial hacia el sur. Su presencia se explicaba mediante el pacto que los monarcas realizaban con ellos para que pudieran vivir en sus reinos, como si de huéspedes se tratase, y además tenían un régimen jurídico específico. Pagaban directamente al soberano por lo que su presencia le proporcionaba grandes beneficios. Durante los primeros siglos (viii-xiii) se respiró un ambiente de cierta tolerancia aunque terminaron siendo corrientes los preceptos normativos que intentaban limitar su libertad en el vestir o en las construcciones de sus sinagogas por ejemplo. Su presencia aumentó ante las fracturas políticas que se produjeron en Al-Andalus entre los siglos xi y xii, con la desintegración del Califato o las invasiones norteafricanas de almorávides y almohades. Participaron en la repoblación de los territorios anexionados y algunas aljamas llegaron a tener un gran desarrollo como por ejemplo la de Toledo, donde su presencia posibilitó el desarrollo de la celebérrima Escuela de Traductores, al ayudar en la traducción de multitud de textos clásicos griegos conservados en árabe que posteriormente se fijarían en latín.
Las comunidades hebreas nunca llegaron a asimilarse en la sociedad cristiana medieval al conservar su marcada identidad. El enfrentamiento con la sociedad cristiana fue en aumento así como las leyes de cortes, bulas o actas conciliares que limitaban cada vez más su libertad a todos los niveles.
Las leyendas que los acusaban de todo tipo de atrocidades y las predicaciones de destacados hombres de la iglesia como el famoso arcediano de Écija, Ferrand Martínez, fomentaron el odio visceral entre las capas más bajas de la sociedad que, unido al debilitamiento del poder real, garante de su integridad, terminó ocasionando importantes persecuciones a finales del siglo xiv, y la elaboración de leyes que les iban cerrando el paso a ciertos cargos y profesiones. En este ambiente llegamos a los tristemente famosos pogromos o matanzas de judíos de Sevilla del 1391, que se extendieron como un reguero de pólvora por múltiples localidades andaluzas primero y por el resto de Castilla después.
Semejante tensión produjo la conversión al cristianismo de multitud de judíos, algunos de los cuales llegaron a tener un protagonismo destacado como el famoso Pablo de Santa María, rabino de la judería de Burgos que llegó a ser obispo de la misma ciudad. Se inicia así otro importante problema, el de los conversos o cristianos nuevos, muchos de los cuales seguían practicando su antigua fe mosaica en la clandestinidad, pero al menos su nueva situación neófita les permitía conservar su precedente posición social, lo que levantó la desconfianza en amplios sectores de la sociedad cristiana.
La legislación continuaba dando muestras de la misma intolerancia. En 1412 la reina Catalina de Lancáster, influida por el dominico San Vicente Ferrer y por otros personajes como el citado obispo de Burgos, aprueba una pragmática o conjunto de leyes contra los judíos entre las que destaca su obligado encerramiento en sus aljamas para evitar el contacto con los cristianos.
La tensión parece aliviarse ligeramente durante los reinados de Juan II, Enrique IV y en la primera parte del gobierno de los Reyes Católicos. Se llegó incluso a intuir una posible recuperación de las aljamas, tan empobrecidas por los acontecimientos anteriores. Como reflejo de ello asistimos a la elaboración en 1432 de las conocidas tacanot de Valladolid por los procuradores de las aljamas castellanas, con el intento de constituirse en un ordenamiento general para todas las juderías de Castilla, y en 1443 Juan II tomó bajo su directa protección y amparo a los moros y judíos del reino. Pero todo fue un falso espejismo. Las medidas de presión aumentaron sobremanera a lo largo del último tercio del siglo xv. La expulsión de 1492 terminaría siendo inevitable.
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LEGADO CULTURAL Y CIENTIFICO DE LOS JUDÍOS SEFARDÍES


LEGADO CULTURAL Y CIENTÍFICO DE LOS JUDÍOS SEFARDÍES.

Introducción

La llegada de los musulmanes a la Península va a suponer el inicio de la renovación cultural a todos los niveles de la comunidad hebrea. Ello fue debido gracias a las posibilidades que se abrieron al aparecer al-Ándalus, todo el norte de África y buena parte del Oriente Medio unificados por una misma fe y una misma lengua. La rápida arabización de los sefardíes les permitió penetrar en el mundo filosófico-científico que se estaba desarrollando en el mundo islámico y por otra parte recuperar el tiempo perdido con las comunidades hebreas orientales y con los importantes centros persas de Pumbedita y Sura.

Mapamundi de Cresques Abraham 

Siglo xiv
Ante el nuevo ambiente creado a partir del siglo viii, asistiremos al florecimiento más granado y dorado de la cultura sefardí entre los siglos xxii, jamás alcanzada anteriormente, ni superada con posterioridad. La filosofía, la teología, la ciencia en general, la gramática y la literatura, la poesía, etc., experimentan una verdadera revolución. Se recuperaron los textos clásicos de la filosofía griega, con especial incidencia los de Aristóteles, lo que marcará una nueva aproximación científica al mundo natural y su estudio. Se tradujeron textos y se inició una labor cultural de tal calibre, que terminará influyendo al mundo del pensamiento y de la ciencia desarrollada en la Europa medieval.
La Córdoba del siglo x, la ciudad más importante de Occidente a todos los niveles, supo aprovechar al máximo la sabiduría de la comunidad judía. En ella existió una especie de centro de estudios de gran prestigio en el que se estudiaban materias religiosas y profanas, y al que llegaron alumnos de un sinfín de lugares. Otros centros más tardíos los encontramos también en Granada y en Sevilla.



Astrónomos discutiendo 
Muchos son los nombres que conocemos, así como sus obras escritas, aunque sin duda muchos quedarán olvidados para siempre. A lo largo del siglo x se dieron cita en Córdoba maestros de un gran prestigio y de procendencias muy dispares como Dunash Ibn David nacido en Fez, Menean ibn Saruq de Tortosa o Dunash Ibn Labrat procedente de Mesopotania, y no faltaron verdaderos humanistas, en el más puro sentido renacentista de la palabra, como Ibn Shaprut, médico, traductor, escritor, políglota y embajador de Abd al-Rahman III.
El ocaso de Córdoba en las primeras décadas del siglo xi tuvo por una parte la terrible consecuencia de la dispersión de la ciencia hebrea reunida en la capital omeya, pero por otra el enriquecimiento cultural de las cortes taifas gracias a la llegada de importantes maestros. En este ambiente encontramos a Isaac Ibn Albalía en la corte de al-Muttanid de Sevilla, a Joseph Ibn Nagrella en la del monarca Habbus de Granada, al tudelano Yehuda Ha-Levi, o a Jonah Ibn Yanah, a Salomón Ibn Gabirol y a Joseph Ibn Paquda en el reino de Zaragoza. El fruto más interesante de tal despegue cultural de los siglos x y xi lo encontramos en Maimónides, cordobés de nacimiento y emigrado a Egipto tras la invasión almohade.
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SEFARAD Y AL-ÁNDALUS


SEFARAD Y AL-ÁNDALUS

Con la invasión islámica que se inicia en el 711 el judaísmo español comienza una de las páginas doradas de Sefarad por el gran desarrollo que alcanzó en el campo de la política y de la cultura. La mayor permisividad de las autoridades musulmanas respecto a la represión de los monarcas visigodos hizo que los judíos no mostrasen ningún rechazo a la invasión sino todo lo contrario. Asistimos al nacimiento de importantes juderías como las de Lucena, Córdoba, Valencia, Toledo, Sevilla, etc. Al igual que los cristianos, eran considerados «gente del libro» o dimmies, por lo que su situación religiosa era permitida y protegida en al-Ándalus. Lógicamente sufrieron muchas limitaciones que se repiten continuamente en la legislación, aunque su situación dependió mucho según los gobernantes. En cualquier caso no podían levantar sinagogas a su antojo, y estas no podían destacar respecto a las construcciones circundantes. En numerosas ocasiones se promulgan leyes que exigen que su vestimenta sea especial para ser fácilmente distinguidos, que no puedan desempeñar cargos públicos, que debían recitar sus oraciones en voz baja o que no pudieran cabalgar a caballo, etc. Según el momento habría más o menos relajación en el cumplimiento de unas normas que se repiten y que por lo tanto indican su incumplimiento.
Respecto a sus ocupaciones en la sociedad andalusí, en numerosos casos llegaron a ocupar cargos de gran relevancia, fueron consejeros y visires de gobernantes, caso de los Nagrela en la taifa de Granada, y en ellos recayeron en bastantes ocasiones funciones diplomáticas por su dominio de idiomas. También fueron importantes médicos, astrónomos, artesanos, contables o comerciantes.
La llegada de los musulmanes facilitó la renovación intelectual de los judíos sefardíes. Su pronta arabización y las intensas relaciones existentes entre todo el islam, les abrió las puertas de un mundo inmenso y les permitió participar vivamente en las nuevas corrientes de pensamiento, no solo de los árabes sino también de los hebreos de Persia. Se inicia así un período de aproximadamente dos siglos (x-xii) en el que los judíos españoles escriben las páginas más preciosas de la cultura sefardí y demuestran el gran desarrollo alcanzado en teología, filosofía, gramática, poesía, medicina, etc. Se llegaron a crear una especie de academias formativas en ciudades como Córdoba o Sevilla.
Pero un período tan dilatado de ocho siglos de presencia musulmana en la Península no fue homogéneo y se pueden distinguir claramente varios momentos. Durante la primera parte y en especial en la época del califato omeya y de los reinos de taifas, siglos x-xi, los judíos logran un gran protagonismo en la vida social de al-Ándalus, y los encontramos ocupando elevados puestos en la administración junto a los monarcas. La magnífica formación de muchos miembros de la comunidad sefardí hizo que esta se convirtiera en la mejor cantera de embajadores, y así aparecen judíos en embajadas, recibiendo altos dignatarios extranjeros o firmando tratados con otras potencias. Pero la situación ya mostraba visos de cambio tras el derrumbamiento de Córdoba a principios del siglo xi, cuando muchos judíos optan por huir a otras zonas de al-Ándalus, o cuando en el 1061 se produce un pogrom o matanza de judíos en la tafia granadina ante la animadversión que había producido en la sociedad el elevado poder alcanzado por la comunidad hebrea.
Todo cambia tras las invasiones norteafricanas, especialmente con las almohades del siglo xii, ya que estos son muy radicales en sus posturas religiosas lo que supone el final del apogeo de las comunidades hebreas en al-Ándalus y su posterior destierro a otros lugares, caso del norte de África, Egipto por ejemplo, o de la España cristiana, que durante los siglos xi y xii, y en reinados como los de Alfonso VI y Alfonso VII fueron incluso recibidos con cierta simpatía.
Especial mención merece el Reino de Granada nacido con la disolución del imperio almohade tras su derrota en las Navas de Tolosa del 1212. La presión creciente de las autoridades cristianas sobre la comunidad hebrea a partir del siglo xiii, a pesar de la existencia de breves capítulos más tolerantes como el vivido durante el reinado de Juan II de Castilla, motivó que muchos judíos huyeran al abrigo de los nazaríes, especialmente durante el siglo xiv, en cuya segunda mitad se multiplicaron los progromos en numerosas aljamas castellanas.
ARTE GUIA



miércoles, 24 de julio de 2019

ABRAHAM IBN DAUD OR - ABRAHAM BEN DAVID (1110?-80?)


ABRAHAM IBN DAUD OR ABRAHAM BEN DAVID (1110?-80?)

N. en Fez, ca. 950, y m. en Córdoba, a principios del s. XI. Gramático hispanohebreo que escribió en árabe ya quien se debe la teoría de que todas las raíces verbales hebreas constan de tres letras. Ejerció gran influencia sobre los estudios gramaticales posteriores y su terminología técnica ha sobrevivido en gran parte. Por haber nacido en Fez, a veces es llamado al-Fosl, por lo que no hay que confundirlo con Igaq AI-Fosi, talmudista, también emigrado a España desde su país natal; y ., contrariamente al. Fosl, vino muy joven a Córdoba y allí se asentó hasta su muerte. Fue discípulo de Mena- Qem ben Sañiq e intervino en la polémica que sostuvieron los discípulos de éste con los de Dunas ben Labrat. Conocedor profundo de la lengua árabe y de sus escuelas gramaticales, aplicó sus conocimientos a la lengua hebrea. Sus trabajos gramaticales, así como la mayoría de los gramáticos hispanohebreos a partir de él, los escribió en árabe y esto fue causa de que el avance científico de la filología hispanohebrea no se pudiera aprovechar en Europa hasta que Abraham ben Ezra iniciara las traducciones al hebreo y los Oimqí, especialmente David (m. 1235), reelaborasen en lengua hebrea los principios de la escuela hispanohebrea en árabe.

La lengua hebrea tiene una vocalización complicada y un sistema de verbos anormales difíciles de clasificar sin excepciones. MenaQem b. Saruq había querido solucionar

las dificultades admitiendo raíces verbales de una, dos, tres letras, lo cual, como Y. demostró, era erróneo, pues, partiendo del hecho de que algunas letras se asimilan o desaparecen, hay que admitir que las raíces hebreas constan de tres letras. Aquellas letras sujetas a posible desaparición o asimilación las llamó débiles; de esta forma estableció la fecunda distinción entre verbos fuertes y verbos débiles en su obra capital Kitiib al-aftiil Jawiit wuruf al-fin (Libro de los verbos que poseen letras débiles), completada con otra sobre los verbos que tienen alguna letra repetida Kitiib al-aftiil Jawiit al-malalayn (Libro de verbos que tienen reduplicados). Estas dos obras, junto con una tercera sobre las vocales (Kitiib al-Tanqit: Libro de la puntuación), fueron dos veces traducidas al hebreo: una por Moseh ibn Chicatella, la otra por Abraham ibn Ezra. Los traductores respetaron la terminología adoptada por Y. y de este modo pasó a las gramáticas posteriores. Por otra parte, su distinción entre verbos débiles y fuertes ha sido aceptada hasta hoy día. Una cuarta obra, Kitiib al-Natf (Libro de Extractos), quiso ser un suplemento a las anteriores. La escuela gramatical española, traducida del árabe al hebreo y del hebreo al latín, fue la guía donde los cristianos de la Edad Media y del Renacimiento aprendieron la lengua hebrea. Como discípulo tuvo a Samuel ibn Nagrella, que salió en su defensa cuando creyó que el célebre R. Yonah ibn Ganah le criticaba.

F. DÍAZ ESTEBAN. 
Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991