lunes, 6 de mayo de 2019

AJO BLANCO


 AJO BLANCO




Ahora que comenzamos con el calorcito, se apetece a las horas más  calurosas, bien como aperitivo o como primer plato.

Ingredientes
250 gr de almendras crudas peladas
150 gr de pan del día anterior (con migas)
2 Dientes de ajos
1 Cucharada de vinagre de Jerez
15 Cl de aceite de oliva
Sal

Elaboración
Ponemos el pan en remojo, unos 30 minutos, después escurrimos o mejor estrujamos y reservamos.

Lo más fácil, ponemos  en el vaso de la batidora, el pan bien escurrido, las almendras y la sal al gusto de cada uno.

Batimos muy bien hasta que todos los ingredientes estén bien integrados y triturados.

Añadimos el aceite y el vinagre, batimos enérgicamente para intégralo bien y a continuación agregamos 1 litro de agua muy fría. Batimos muy bien para que se haga la sopa. Volcamos en un bol o sopera y guardamos en el frigorífico.

A la hora de servir, remover bien.

Servir bien frio, si se desea se puede acompañar con unas uvas bien dulces, ya a gusto de cada uno.

¡Buen provecho!

FIDEUA


FIDEUA



Ingredientes
250 gr de fideos cabellos de ángel (hay especiales para fideau)
2 Dientes de ajos
200 gr de anillas de calamar
300 gr de langostinos (o camarones)
8 Medallones de rape
2 Tomates
Sal
Pimienta al gusto (recién molida)
Para el caldo:
1 ½ L de agua
1 Ramilletes garni (perejil, verde de puerro, ramas de apio, laurel y tomillo)
Recortes de pescado (espinas. Cabezas, etc. Pedirlo al pescadero)
1 Cucharadita de sal gruesa
Especias para paella (cúrcuma, azafrán, etc., lo que más os guste)
Para el alioli:
1 Yema de huevo
1 Cucharadita de mostaza
Aceite de oliva
2 Dientes de ajos
Sal y pimienta negra recién molida

Elaboración
Pelamos los langostinos, dejando algunos para la decoración, y las cabezas y cascaras las usaremos para el caldo.

Preparamos el caldo con los ingredientes antes especificados, más las cascaras y cabezas de langostinos, y el litro y medio de agua, dejamos hervir unos 15 minutos. Dejamos reposar y luego colamos y reservamos.

Preparamos el alioli, batiendo la yema de huevo con la mostaza, y vamos añadiendo el aceite de oliva de poco a apoco sin dejar de batir, le añadimos el ajo pelado y majado, y seguimos batiendo. Salpimentamos al gusto, y seguimos batiendo hasta obtener esta mayonesa de alioli.

En una paellera, calentamos el aceite de oliva, salteamos los dientes de ajos pelados y cortados en 4, añadimos el rape, los langostinos pelados, los calamares, y salteamos unos 4 minutos,

Extendemos los fideos y salteamos con los ingredientes anteriores, procurando que se mezclen bien y cojan su sabor y tuesten un poco.

Rallamos los tomates y añadimos al refrito anterior. Mezclamos bien y sofreímos unos minutos (2).

Vertamos  caldo filtrado, y colocamos los langostinos de adornos sobre la pasta, dejando cocer esta fideau durante 20 o 25 minutos, sin mezclar. Agregar el caldo regularmente según nos  lo pidan los fideos.

Apagamos el fuego, apartamos y dejamos reposar hasta que la pasta absorba  todo el caldo unos 10 minutos aproximadamente.

Para servir la fideau, cada uno pone en su plato la cantidad de alioli que desee, y come este alioli al mismo tiempo que la fideau, ya sea mezclando o tomando un poco con cada bocado,

¡Buen provecho!

viernes, 3 de mayo de 2019

SALSA DE MOSTAZA CON VINO BLANCO


SALSA DE  MOSTAZA CON VINO BLANCO



Ingredientes
20 cl de caldo de pescado o de ave s/gusto
20 cl de vino blanco seco
30 cl de nata
80 gr de champiñones laminados
60 gr de chalota picada
1 ramo pequeño garni
1 Cucharadita de granos de mostaza
1 Pizca de curry
1 Cucharada de brandy
30 gr de mantequilla
Sal y pimiento negra recién molida

Elaboración
En una cacerola a fuego lento, derretimos la mantequilla y en ella hacemos sudar los champiñones y la chalota 2 minutos.

Añadimos el curry, movemos bien,  añadimos el brandy  y el vino blanco, mezclamos.

Dejamos hervir,  añadimos el Bouquet garni, y reducimos el volumen de líquido a un tercio.

Agregamos el caldo de pescado o pollo y lo dejamos cocer durante 5 minutos.

Añadimos la nata y la mostaza Dijon y dejamos cocer hasta reducir al gusto de cada uno.

Quitamos el Bouquet garni salpimentamos, mezclamos bien y pasamos por el chino a un bol o salsera.

Para terminar, agregar unos granos de mostaza.

Listo para usar.

¡Buen provecho!

MILHOJAS "EL GOLOSO"


MILHOJAS  “EL GOLOSO”



Ingredientes
2 láminas de hojaldre
200 gr de azúcar glas
150 gr de almendra en polvo
5 Claras de huevo
Vainilla
Crema de mantequilla:
250 gr de mantequilla
3 Dcl de crema inglesa (natillas espesitas)
50 gr de avellanas en polvo
Decoración:
100 gr de almendras marcona tostadas "FINCA LA ROSALA" (www.fincalarosala.es)
250 gr de crema de almendras o turrón de jijona derretido y enfriado para untar.


Elaboración
Precalentar el horno a 160º.

Corte las láminas de hojaldre en placas de 10 centímetros de ancho por 16 de largo, las pinchamos para que no se inflen. Una vez puestas y sacadas del horno, procuramos, una vez frías, igualarlas.

Preparar el merengue a punto de nieve fuerte, con el azúcar glas y al final le añadimos las almendras en polvo, con movimientos envolventes para que no se venga abajo el merengue.

Extendemos esta pasta sobre láminas de hojaldre, procurando calcular las capas de relleno que va a llevar este milhojas.

Armamos el milhojas poniendo entre cada capa una buena cantidad de crema de mantequilla con avellanas y la crema inglesa... Extendiendo la crema con regularidad para que se puedan ver las capas de crema, pues este milhojas no se rellena el exterior.

Cubrimos la última capa con la masa de decoración y agregamos almendras picadas y tostadas marcona de "FINCA LA ROSALA" (www.fincalarosala.es).

De rechupete.

¡Buen provecho!

SOPA DE AJO CON HUEVOS


SOPA DE AJO CON HUEVOS



Ingredientes
4 Dientes de ajos
4 Huevos
4 Cucharadas de aceite de oliva
300 gr de pan duro
1 Cucharada de pimentón
Sal
Agua hirviendo o caldo s/gusto

Elaboración
Cortamos el pan en rodajas gruesas.

Pelamos los ajos, y cortamos en rodajas.

En una cacerola ponemos el aceite a calentar y freímos los ajos hasta dorar. Añadimos el pan cortado, el pimentón y la sal, removemos un poco para impregnar los sabores, poco para que no se nos queme el pimentón.

Añadimos agua caliente o caldo s/gusto aproximadamente 1 ½ litro. Continuamos unos 15 minutos. Durante los últimos 5 minutos escalfamos los huevos en el mismo caldo.

Servimos caliente en cazuelas de barro o plato.

¡Buen provecho

BAGUETTE FLAMENCA


BAGUETTE FLAMENCA



Ingredientes
½ Baguette
10 cl de nata
100 gr de bacón picado
1 Cebolla
4 Puñados de queso gruyere rallado
Sal y pimienta molida al gusto

Elaboración
Cortar la baguette longitudinalmente por la mitad.

En una sartén freír el bacón sin grasa, una vez frito, sacar y dejar sobre papel absorbente de cocina para que suelte toda la grasa.

En un bol pequeño ponga la crema y móntela con la sal y la pimienta (también podemos usar queso de untar). La extendemos sobre las dos mitades de baguette.

Picamos la cebolla en daditos pequeños.

Rociamos las baguettes con la cebolla, picada, el bacón y el queso rallado.

Precalentar el horno a 250º.

Metemos las baguettes en el horno precalentado. Durante 10 minutos.

Sacamos y podemos comerlas, bien calientes o frías, según gusto, están igualmente igual de ricas, aunque yo las prefiero calientes.

¡Buen provecho!


BOBASTRO


BOBASTRO

Periodo
Siglos IX – X
Cultura Musulmana
Lugar
Ardales, Málaga
Coordenadas GPS
36.902222°, -4.780833°
36°54’8″N, 4°46’51″W
Mapa
Acceso
La visita es libre. También cuenta con centro de interpretación, visitas guiadas y paneles explicativos. Por algunas zonas hay que ir con cuidado debido al riesgo de extravío y por la existencia de algunos barrancos.
Descripción
Bobastro fue una ciudad fortificada medieval que se asentó durante los siglos IX y X en el norte de la provincia de Málaga, en la serranía de Ronda, a algo más de cinco kilómetros al noreste de la población de Ardales. Está situada en las inmediaciones del Desfiladero de los Gaitanes, sobre una gran meseta de areniscas sobre el rio Guadalhorce conocida como “Mesas de Villaverde”. Toda esta zona se caracteriza por su espectacular paisaje, con gran cantidad de vegetación, profundos barrancos, altos tajos y caminos estrechos.
Fue construida en el año 880 por Omar Ben Hafsún en un lugar inexpugnable para ser centro de operaciones y refugio en su rebelión contra el poder musulmán de Córdoba. Además estaba rodeada de un grupo de pequeñas fortalezas que coronaban los cerros de su alrededor y que también servían para la defensa de la ciudad. Los cronistas cordobeses llamaban a este sitio “nido de águilas” y “lugar de perdición”.
Omar Ben Hafsún nació en esta zona de la serranía de Ronda, se cree que en el municipio de Parauta, en el año 854. Descendía de una importante familia acomodada y terrateniente de nobiliarios visigodos que se había convertido al islam a partir de uno de sus abuelos. Por lo tanto era un muladí, es decir, un cristiano convertido al islam y que vivía en territorio de Al-Andalus. Sin embargo, se convirtió al cristianismo en el año 899 y se hizo llamar Samuel desde entonces. El origen de cómo se convirtió en un rebelde, parece que está en un incidente que siendo joven le ocurrió cuando descubrió que un pastor bereber le estaba robando el ganado a su abuelo. Omar Ben Hafsún se enfrentó a él, matándolo. Tras este asesinato, tuvo que huir y esconderse de los justicieros bereberes.
Junto con un grupo de muladíes como él, mozárabes (cristianos que vivían en territorio de Al-Andalus) e incluso bereberes descontentos con el poder musulmán dominante, se instala en el año 880 el fortín de Bobastro. También sirvió de refugio a la población que huía del control musulmán. Desde aquí lideró la revuelta y preparó la sublevación para derrocar al poder de Córdoba y su actividad llegó a preocupar bastante a su enemigo. Fue la rebelión más importante a la que se enfrentó el poder musulmán durante sus ocho siglos de estancia en la Península Ibérica. De hecho estuvo cerca de conseguirlo y por tanto de cambiar la historia tal como la conocemos.
Bobastro fue un lugar inexpugnable durante casi cincuenta años. La rebelión se extendió en el tiempo con el gobierno de cuatro emires musulmanes: Muhammad I, Almundir, Abd Allah, y Abderramán III. Omar Ben Hafsún era considerado un gran líder y estratega militar; a lo largo de una complicada serie de batallas, avances, retrocesos y acuerdos con el poder, incumplidos todos por alguna de las partes, llegó a ocupar gran parte de Andalucía, en muchas áreas de las provincias de Málaga, Granada, Cádiz, Jaén, Sevilla y Córdoba. Un hecho importante fue su conversión al cristianismo en el año 899, que le hizo perder apoyos, tanto de muladíes como de bereberes, y por tanto también territorios. Con la subida al poder de Abderramán III en el año 912, el territorio de Bobastro fue perdiendo gran parte de las fortalezas conquistadas y su situación fue cada vez a peor. Omar Ben Hafsún murió en el año 917 y aunque sus hijos continuaron la causa de su padre, no pudieron conseguir su propósito y Bobastro finalmente cae en el año 928. La fortaleza fue rendida por su hijo menor a las tropas dirigidas por Abderramán III después de seis meses de sitio desde una colina cercana.
Se sabe que Abderramán III estuvo en el momento de la conquista de Bobastro, arrasando la ciudad y sobre todo las iglesias que el rebelde había construido. Hizo desenterrar el cadáver de Omar Ben Hafsún, que fue colgado en una de las puertas de entrada de la ciudad de Córdoba junto a la cabeza de un cerdo. En el año siguiente a la caída de Bobastro, el año 929, Abderramán III dejó de ser emir y se hizo proclamar cáfila, es decir, pasó de tener el máximo poder político a también tener el máximo poder religioso.
En la ciudad son reconocibles restos de numerosas edificaciones: canalizaciones de agua, aljibes, silos, necrópolis, viviendas en cuevas o excavadas en roca, iglesias, murallas, torres de vigía, alcázar, etc. Uno de los lugares más emblemáticos es la iglesia rupestre excavada en roca. Está realizada a finales del siglo IX o primeros del siglo X. Posee planta basilical con tres naves, siendo la situada en el medio algo más ancha, separadas por arcos de herradura. Manteniendo la misma anchura de las naves hay un transepto también triple y tres ábsides en la cabecera. El ábside principal central es de forma de herradura y los dos ábsides laterales son de forma rectangular. La iglesia está exactamente orientada al este y tiene una longitud de 16’5 metros de largo por 10’3 metros de ancho. El nivel del suelo de las distintas zonas va descendiendo de este a oeste: 17 centímetros entre el ábside y el transepto, y otros 17 centímetros entre el transepto  y la nave, posiblemente por motivos litúrgicos. Bajo el suelo de la nave central, en el costado oeste, se encuentra la entrada a una cripta, sin terminar, horadada debajo de la iglesia; en esta cripta fue posiblemente enterrado Omar Ben Hafsún. También contiene un amplio patio en el que se conserva tallados un aljibe y otras edificaciones de servicio, como almacenes. Está rodeada de otras estructuras como silos y una pequeña necrópolis. Está realizada en una única gran roca de arenisca y se conserva parte de sus tres naves. Es la única muestra arquitectónica conocida de construcción puramente mozárabe, puesto que se trata de un templo levantado por la comunidad cristiana en el territorio de Al-Andalus durante el dominio musulmán.
La iglesia aún no se había acabado completamente cuando la ciudad fue conquistada y semidestruida por las tropas cordobesas. Esto se comprueba por ejemplo en los arcos de herradura de la nave superior, que se quedaron a medio tallar. No obstante se sabe que el templo se consagró y en él se celebraron actos litúrgicos. Estaba situada en un entorno próximo a la urbe, en la cara oeste de la montaña, relacionada con la comunidad religiosa protegida por Omar Ben Hafsún. Formaba parte de un recinto cuadrangular que albergaba a los monjes. Un convento ejecutado por y para la comunidad religiosa.
La otra iglesia que se conoce está hecha en mampostería. Tiene tres naves y planta muy similar a la anterior. Se sitúa junto al alcázar, en la zona más alta de la ciudad, claramente relacionada al cuartel general de la revuelta. En los alrededores hay algunas tumbas vinculadas al complejo eclesial. No se descarta que hubiese más iglesias. De hecho junto al desfiladero de los Gaitanes, se encuentra la Ermita de Villaverde, edificada sobre un recinto que incluía una necrópolis mozárabe.
Se calcula que pudieron habitar en este lugar unas 2.000 personas a finales del siglo IX. En Bobastro quedan todavía muchos restos por descubrir. Hasta ahora se ha excavado una pequeña parte de todo el conjunto arqueológico. Sin embargo, con el embalse del Tajo de la Encantada, construido en esta zona en el año 1978, ha desaparecido aproximadamente el 30% de los vestigios de esta antigua ciudad-fortaleza. En la localidad de Ardales hay un museo que conserva materiales procedentes de este yacimiento.

.LOS SUPUESTOS "MOZÁRABES" Y EL DESTINO DE LOS CRISTIANOS DE AL-ANDALUS


LOS SUPUESTOS “MOZÁRABES” Y EL DESTINO DE LOS CRISTIANOS DE AL-ANDALUS

Se ha venido utilizando para nombrar a la comunidad cristiana de al-Andalus un término que, a pesar de su origen árabe, no sabemos cómo era utilizado en tierras andalusíes

JAVIER ALBARRÁN
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID

Ya en la Historia de los mozárabes de España (1897), Francisco Javier Simonet apuntaba que, a pesar del origen arábigo del término “mozárabe”, no se había evidenciado su utilización en ninguna fuente andalusí. De hecho, la aparición más temprana de la palabra en la Península Ibérica se encuentra en un documento del año 1026 perteneciente al archivo de un monasterio leonés, San Cipriano de Valdesalce. Según el arabista decimonónico, etimológicamente el término derivaría de la voz pasiva de la forma X del verbo ‘ariba o ‘aruba, pudiendo traducirse entonces como “arabizado”. Asimismo, subrayó Simonet la irredenta fe cristiana (y católica) de este grupo humano. Por tanto, para Simonet el término “mozárabe” era de origen islámico y se usaba para designar a los cristianos hispanos que habitaban en al-Andalus.
El hecho de que el término no apareciese en los textos andalusíes no ha supuesto un obstáculo para que, tras esa primera monografía académica sobre el tema, la gran mayoría de autores hayan designado como “mozárabes” a los cristianos de origen hispano que residían en el territorio andalusí y que, por tanto, estarían arabizados. Es decir, se ha venido utilizando para nombrar a la comunidad cristiana de al-Andalus un término que, a pesar de su origen árabe, no sabemos cómo era utilizado en tierras andalusíes, y que, además, ha sido destinado a asignar fundamentalmente dos marcadores culturales: religión (cristiana) y lengua (árabe).
¿Quiénes eran, por tanto, los mozárabes de al-Andalus?
Si bien no hemos conservado ningún texto andalusí que nos ayude a comprender cómo era utilizado este término, sí sabemos cómo se definía en el Oriente islámico medieval: al-Azharī, lexicógrafo iraquí del siglo X, describió al musta’rib, de donde probablemente derivaría el término mozárabe, como “aquel que no es de ascendencia puramente árabe pero que se ha introducido entre los árabes, habla su lengua e imita su apariencia”. La palabra, por tanto, estaba desprovista de cualquier significación religiosa, designando “tan solo” al arabizado lingüística y culturalmente. Creo que esta idea es la que debe guiar nuestra concepción en torno a la “comunidad de mozárabes” de al-Andalus, rompiendo así el binomio cristianismo/arabización que hasta ahora ha perdurado. Es decir, los cristianos andalusíes eran, en su mayoría, mozárabes, pero no eran los únicos mozárabes. Los judíos arabizados también lo eran, al igual que los bereberes islamizados y arabizados, o los hispanos convertidos al islam y, una vez más, arabizados. Dicho de otro modo, los mozárabes andalusíes eran aquellos individuos caracterizados por su arabización, independientemente de su religión. De esta manera podemos subrayar la especificidad más importante del término “mozárabe”, a saber, lo árabe, y dejar de lado la cuestión religiosa, asunto que, desde Simonet hasta autores contemporáneos, ha adquirido una importante carga ideológica en corrientes nacional-católicas que ven a los mozárabes como los guardianes de la fe católica y del verdadero espíritu nacional español.
La lengua árabe –y todas las manifestaciones culturales asociadas a ella– emerge así como un marcador de diferenciación de primer nivel en al-Andalus, utilizado incluso por los propios cristianos que habitaban en territorio andalusí: cuando Álvaro de Córdoba, en su Indiculus Luminosus, critica a sus correligionarios por preferir el árabe en vez del latín, el elemento diferenciador que destaca es la lengua. Asimismo, en los diccionarios biográficos andalusíes, una de las críticas habituales entre ulemas y, por tanto, un marcador de diferenciación entre ellos, era el grado de conocimiento del árabe. La “cristianización” historiográfica del término “mozárabe” referido a al-Andalus propicia que se puedan perder esos matices en torno al uso de la lengua por los diferentes grupos sociales andalusíes y a su significación como elemento de contraste. Esto no quiere decir, por supuesto, que la religión no estableciese fronteras entre comunidades en al-Andalus, aunque lo más probable es que el término “mozárabe” no las recogiese. En el caso cristiano, Eva Lapiedra ya recogió en su Cómo los musulmanes llamaban a los cristianos hispánicos (Alicante, 1997) todos los términos que en las crónicas árabes se referían a ellos, destacando como referencia religiosa el de naṣrānī, nazareno/cristiano.
La otra cara de esta misma moneda sería el término ‘aŷam, vocablo traducido habitualmente como “bárbaro”. A pesar de que en ocasiones se asocia a elementos cristianos, lo cierto es que en otras muchas ocasiones identificaba a gentes que no eran árabes ni hablaban árabe. Es decir, designaba a quien no estaba arabizado, sin importar su religión. La lengua, por tanto, no definía la adscripción religiosa, y podía incluso ser un elemento de diferenciación terminológica más determinante: en este tipo de léxico la arabización puede que fuese más determinante que la propia islamización, o que la ausencia de ella.
Por otro lado, muy vinculada a este último proceso, el de islamización, está la cuestión de la supervivencia de las comunidades cristianas en al-Andalus. En este sentido, Simonet introdujo también una idea que ha pervivido en el imaginario popular: “los fieros almorávides no pensaron sino en destruirlos del todo, y si no lo consiguieron por completo, la situación de aquellos infelices cristianos fue cada día más azarosa y miserable”. Los norteafricanos, por tanto, imbuidos de un fanatismo religioso sin precedentes, tendrían como objetivo la desaparición de los cristianos andalusíes. Se reforzaba así, de nuevo, la interpretación nacionalista del arabista decimonónico en un momento, además, en el que los conflictos coloniales con Marruecos estaban a la orden del día: habrían sido unos nuevos invasores extranjeros, norteafricanos/marroquíes, quienes pusieron en jaque a los verdaderos españoles, los mozárabes. A pesar de ser esta una interpretación superada, algunos autores siguen apostando por ella, e incluso aparece en la primera acepción del vocablo “mozárabe” en el Diccionario de la Lengua Española de la RAE:
“Se dice del individuo de la población hispánica que, consentida por el derecho islámico como tributaria, vivió en la España musulmana hasta fines del siglo XI conservando su religión cristiana e incluso su organización eclesiástica y judicial”.
Con la llegada de los almorávides a al-Andalus en la última década del siglo XI, los cristianos, siguiendo esta visión, habrían perdido su estatus de dhimmíes, política basada en considerarles (junto a los judíos) como protegidos, condición que se lograba mediante el pago de un impuesto personal y otro territorial, que dependía de las propiedades de cada uno. Además de esos tributos y una serie de normas sobre las relaciones con la comunidad musulmana, los cristianos pudieron mantener su religión, su hacienda, sus costumbres e incluso sus leyes y magistrados, lo que les otorgaba cierta autonomía. Por supuesto, este estatus se basaba en la aceptación de la superioridad del islam, como demuestra el conocido pacto de Tudmir o Teodomiro, igual que se venía realizando en Oriente desde las primeras conquistas islámicas.
Sin embargo, la perspectiva más plausible –y que defienden la mayoría de especialistas a pesar de no haber trascendido al público general como demuestra el Diccionario de la Lengua Española– es la de que los almorávides no pusieron en tela de juicio el estatuto de la dhimma. De haberlo hecho, por ejemplo, no se hubieran discutido cuestiones legales acerca de las propiedades que dejaron en al-Andalus –en especial iglesias– los cristianos deportados tras la expedición de Alfonso I de Aragón en 1124 por las tierras del sureste andalusí. Parece, a tenor de las fetuas de expulsión estudiadas por Delfina Serrano, que los desterrados tras la campaña aragonesa fueron los que habían roto, según las autoridades almorávides, el pacto de protección, lo que nos indica que este seguía vigente. Además, parece que el mayor rigor a la hora de aplicar el pacto de la dhimmahabría comenzado a aparecer antes, gobernando todavía los reyes de taifas, época en la que los cristianos de al-Andalus tuvieron que afrontar dos situaciones difíciles y, hasta cierto punto, interrelacionadas. De un lado, la descomposición del estado omeya, configuración política que, para bien o para mal, les había dado un mínimo de seguridad. De otro, el avance de los cristianos del norte y, con él, la esperanza de una teórica liberación. Empezaban a ser vistos por los andalusíes como una “quinta columna”: los alfaquíes de la época no dejaron de recordar que los dhimmíes tenían un estatuto separado, subordinado a la comunidad islámica, y que debían vivir aislados de la misma.
Asimismo, esta aplicación más rígida del pacto de protección de los cristianos no sería causa de una visión más fanática de la religión, sino de la coyuntura política: la toma de Barbastro (1064) y de Toledo (1085) supusieron un punto de inflexión en el islam andalusí, comenzando a mostrarse más insistente en aplicar los pactos de forma correcta y completa. Todo esto se puede ejemplificar en el tratado de ḥisba, de buen funcionamiento del zoco, de Ibn ‘Abdūn, traducido y publicado hace varias décadas por Emilio García Gómez. Los preceptos nos remiten más bien al efectivo cumplimiento de una tradición preestablecida que a la introducción de normas novedosas, aun admitiendo la existencia de elementos inéditos en alguna de sus estipulaciones, como la obligación de que los clérigos cristianos se circuncidasen, la prohibición a los dhimmíes de comprar libros escritos por musulmanes, o el impedimento a los clérigos cristianos de tener concubinas.
Entonces, ¿cuándo entran en decadencia los cristianos de al-Andalus?
Si bien no con los almorávides, son muchos los especialistas que opinan que con la llegada de los almohades sí desaparecieron las comunidades cristianas andalusíes. Algunos investigadores, entre los que me encuentro, somos de la opinión de que es posible que hubiese, al menos en el plano doctrinal e ideológico de este movimiento, una política de conversión o expulsión de cristianos y judíos.
Los cristianos fueron sin duda un elemento configurador en la creación ideológica almohade, convirtiéndose la lucha contra ellos en un importante foco de legitimación que justificó, por ejemplo, su expansión hacia la Península Ibérica. Como no podía ser de otra manera, en las crónicas pro-almohades la gran mayoría de referencias que sobre cristianos aparecen son bélicas. Describen una situación de guerra entre el Imperio almohade y los reinos del norte peninsular. Más aún, los cristianos no solo se presentaban como enemigos fuera de las fronteras almohades o dentro de los límites que se deseaban dominar, sino que los califas sucesores de Ibn Tūmart también tuvieron que lidiar con los que residían dentro de su propio territorio. Y aquí las crónicas vuelven a acercarnos a la idea de que bajo los almohades desaparecieron, al menos teóricamente y durante un periodo de tiempo determinado, los cristianos y judíos, es decir los dhimmíes, del norte de África y de al-Andalus.
El norte de África, Marrakech en concreto, era el centro neurálgico del poder almohade, donde sus estructuras estaban mucho más desarrolladas y asentadas. Y parece que fue allí, en el Magreb, donde esta política contra cristianos y judíos se llevó a cabo de forma más efectiva, ya que, además, las comunidades de dhimmíeseran más débiles. No es de extrañar por tanto que uno de los cronistas, ‘Abd al-Wāḥid al-Marrākushī, afirme no solo la existencia de esa política almohade que negaba el pacto de la dhimma, sino también su cumplimiento efectivo en el ámbito magrebí. Ninguna iglesia ni sinagoga quedó en pie según este autor. Es más, parece que en tiempos del califa Abū Yūsuf se tomaron nuevas precauciones que venían a endurecer ese trato hacia los antiguos dhimmíes, ahora forzosamente islamizados. El califa impuso una vestimenta a los nuevos musulmanes que se habían convertido desde el judaísmo, ya que no se fiaba de la veracidad de la conversión de los antiguos seguidores de la ley de Moisés. Esa desconfianza solo puede ser fruto de que su islamización fuese forzada y, por tanto, la voluntad real de llevarla a cabo por pura convicción religiosa estuviese en entredicho. Que sean judíos los destinatarios de esta medida discriminatoria nos indica, acerca de nuestros protagonistas, los cristianos, que, o bien su islamización fue, a ojos de las autoridades, sincera o, más probable, que ninguno quedaba bajo gobierno almohade al menos en el norte de África.
La realidad andalusí, sin embargo, no era la del Magreb. Los almohades se propusieron dominar una tierra que lindaba con fuertes reinos cristianos y en la que todavía habitaban, aunque cada vez menos numerosas, importantes comunidades de dhimmíes. No tenemos ninguna referencia que –al igual que al-Marrākushī anteriormente– nos afirme con rotundidad que se abolió el pacto de protección con judíos y cristianos en al-Andalus. Sin embargo, podemos extraer de algunos fragmentos cierta información que nos acerca a esa misma conclusión. El rebelde Ibn Hamusk, enemigo andalusí de los almohades, decidió “traicionar” Granada, es decir, atacar una ciudad que ya estaba bajo el poder de la dinastía beréber. Y lo hizo debido a que en ella pretendía encontrar el apoyo de unos aliados que, deducía, no se encontraban del todo satisfechos con el gobierno almohade: los “judíos islamizados”. Parece que nos encontramos ante el mismo problema que al-Manṣūr pretendió combatir en el Magreb: una comunidad de judíos que se había visto obligada a islamizarse para poder continuar residiendo en Granada, pero, que según creía Ibrāhīm b. Hamusk, aprovecharían cualquier oportunidad para deshacerse del control almohade. Por otro lado, parece que cuando una población en la que había cristianos acataba el gobierno de los almohades, la expulsión de los seguidores de Cristo era parte de esa “almohadización”, como ocurrió en los casos de Alcira o de Cuenca.
No obstante, como ya hemos anotado anteriormente, esta política solo se mantuvo durante un periodo de tiempo determinado. Para poder ser aplicada era necesario que el aparato estatal almohade estuviese funcionando a pleno rendimiento. Así, cuando comenzó a agrietarse, en al-Andalus tras la batalla de las Navas de Tolosa y en el Magreb con la aparición, sobre todo, de los benimerines, los cristianos volvieron a tomar protagonismo.

PARA AMPLIAR:
  • Aillet, c. Les mozarabes: christianisme, islamisation et arabisation en Péninsule Ibérique ( IXe – XIIe siècle), Casa de Velázquez, Madrid, 2010.
  • Albarrán, J. La cruz en la media luna. Los cristianos de al-Andalus: realidades y percepciones, Sociedad Española de Estudios Medievales, Madrid, 2013.
  • Bennison, A. y Gallego, M. A. (eds.), “Religious Minorities under the Almohads”, volumen especial de Journal of Medieval Iberian Studies, 2/2 (2010).
  • Christys, A. Christians in al-Andalus, 711-1000, Curzon Press, Richmond, 2002.
  • Fierro, M. The Almohad Revolution. Politics and Religion in the Islamic West during the Twelfth-Thirteenth Centuries, Ashgate, Burlington, 2012.
  • García Sanjuán, A. “Judíos y cristianos en la Sevilla almorávide: el testimonio de Ibn’ Abdun”, Tolerancia y convivencia étnico-religiosa en la Península Ibérica durante la Edad Media: III Jornadas de Cultura Islámica, Alejandro García Sanjuán (ed.), Universidad de Huelva, Huelva, 2003, pp. 57-84.
  • Hitchcock, R. Mozarabs in medieval and early modern Spain: identities and influences, Ashgate, Burlington, 2007.
  • Simonet, F. J. Historia de los mozárabes de España: deducida de los mejores y más auténticos testimonios de los escritores cristianos y árabes, Viuda é hijos de M. Tello, Madrid, 1897.