viernes, 8 de agosto de 2025

EL AGUA EN LOS MERCADOS ANDALUSÍES

 

EL AGUA EN LOS MERCADOS ANDALUSÍES


El agua representa la vida misma, es sustento y pureza. Es bien preciado y fin en sí mismo, pero también instrumento para conseguir otros fines. Lo es en todas las culturas y también en contexto arábigo-islámico, donde el ansiado estado de pureza ritual en que debe encontrarse el orante se alcanzaba mediante las abluciones. Particularmente apreciada y elogiada ha sido el agua en al-Andalus, gracias a la cual se regaban los jardines tan bellamente descritos en la poesía, las cosechas llegaban a buen término y las embarcaciones alcanzaban su destino por ríos como el Guadalquivir


Adday Hernández
Universidad Complutense de Madrid



Guadalquivir, puente romano y mezquita de Córdoba por la noche. Wikimedia Commons.


Plata y Oro 

¡Qué hermoso río! Cuando lo observas, 

rehúsa el placer alejar la mirada de su belleza. 

¡Mira cómo los dos astros se ocupan siempre de él; 

la luna lo platea y lo dora el sol! 

Versos del poeta granadino Abu Ya‘far b. Sa‘id. Traducción de Celia del Moral. 


En el Corán, el agua es recompensa en forma de manantial y castigo en forma de agua hirviente, pero siempre elemento fundamental a partir del cual Allah lo creó todo. A pesar de esto y de su importancia esencial en diferentes ámbitos, no encontramos una jurisprudencia islámica particularmente desarrollada entorno al derecho de aguas. Únicamente se tratan en los textos legales ciertas cuestiones puntuales, así como algunas estrategias para su reparto equitativo (algunas tradiciones proféticas vaticinan un castigo riguroso de Dios a quien niegue su sobrante de agua a los demás). Tradicionalmente ha sido la costumbre (‘urf), es decir, el derecho consuetudinario, el que ha determinado el régimen de utilización del agua, tal y como Francisco Vidal Castro ha explicado en varias de sus publicaciones.  

En el ámbito práctico, se han señalado tres magistraturas andalusíes que, además de estar específicamente relacionadas con el agua, se mantuvieron posteriormente en ámbito cristiano: 

Qadi al-miyah (Juez de las aguas). Se encargaba de solucionar litigios relacionados con el uso de las aguas y es una magistratura que se mantuvo tras la conquista cristiana con el título de Alcalde de las aguas. 

Sahib al-saqiya o Señor de la acequia. Esta magistratura, que se encargaba de la vigilancia y el cuidado de estos canales de riego, también se mantuvo en época cristiana con el arabismo Zabacequia. 

El Alamín del agua era un funcionario menor subordinado a otro magistrado cuya función era la distribución de las aguas y dirección de los turnos de riego.  

A estas instituciones, hay que añadir la de la hisba, liderada por el muhtasib o almotacén que, a pesar de no encargarse exclusivamente de la regulación del uso del agua, sí jugó un papel importante en dicha tarea, especialmente en lo relativo a las actividades desempeñadas en los zocos andalusíes por los trabajadores de distintos oficios. La hisba es una institución que se encarga de asegurar que se respeta la shari‘a o Ley divina en las transacciones cotidianas. Proviene de una máxima moral del Corán que establece que “lo correcto debe ser impuesto y que lo incorrecto debe ser prohibido”. El muhtasib, el oficial encargado por el gobernante (de forma directa o a través de sus delegados) de que se cumpla el precepto coránico, organiza la vigilancia de las transacciones, detectando e intentando evitar los fraudes cometidos en el seno de los diferentes oficios, y prescribiendo castigos para los infractores. Se han conservado cuatro tratados de hisba compuestos por almotacenes andalusíes que recogen interesante información relativa a la utilización del agua en diferentes contextos. 

Ahkam al-suq, de Abu Zakariya’ Yahya b. ʻUmar (m. 289/901)

Su vida transcurrió sobre todo en Ifriqiya (actualmente Túnez y parte de Argelia), por lo que su contenido no es necesariamente reflejo de la sociedad andalusí. Este tratado incluye múltiples referencias al agua y es el que remite en mayor medida a las opiniones jurídicas emitidas por los juristas principales de la escuela legal que predominaba en la zona, la malikí. Menciona varias veces la leche adulterada con agua, pero también habla sobre los baños públicos, sobre los problemas ocasionados por las lluvias y la retención de aguas y sobre el uso del agua por parte de los leprosos. 

Sobre la leche adulterada, en la traducción de Emilio García Gómez: 

La leche adulterada con agua, dése de limosna y no se tire.” 

“[…] pero no opinamos que se le hayan de confiscar ni repartir sus mercancías, salvo que se trate de […] o de leche, si está adulterada con agua. En este caso, no vemos mal que se reparta la mercancía a los pobres para que escarmiente...” 

Lo que preocupa en relación a los baños es la salubridad, pero también la moralidad: 

Se preguntó a Yahya sobre qué ha de hacerse con el dueño de los baños cuando en ellos entran mujeres que no están enfermas ni son recién paridas y contestó: – Nada hay contra él, mientras no se le avise de antemano. Si entonces reincide, castíguesele a juicio del imam. 

Uno de sus cadíes consultó a Ibn Talib sobre unos baños que traían mohínas a las gentes, por pensar que eran una grande abominación. E Ibn Talib dio su opinión sobre el caso y le escribió: – Haz venir al cobrador encargado de los baños y mándale que no entren en los baños más que las mujeres enfermas o paridas, y que tampoco entren hombres sin mi‘zar (calzones).” 

El agua también podía constituir un riesgo: 

Sobre el hombre que riega la delantera de su tienda, haciéndola resbaladiza, y sobre el lodo de las lluvias cuando se amontona en el zoco. 

Se le preguntó a Ibn al-Qasim por el caso del hombre que riega la delantera de su tienda, de forma que las bestias pueden resbalar y lastimarse, y contestó: – Si el rociado es ligero, nada hay contra el que lo hace; pero si es tan abundante que no parezca riego, me temo que sea responsable. 

Se le preguntó a Yahya qué debe hacerse cuando el lodo de las lluvias se amontona en los zocos: si es que los dueños de las tiendas deben barrerlo, no vaya a molestar a los transeúntes; y contestó: – No tienen por qué barrerlo, ya que no son ellos quienes lo han producido.” 

Yahya b. ‘Umar se ocupa también de la preocupación que causaba el contacto con los enfermos de lepra y remite a la doctrina del jurista norteafricano Sahnun (m. 240/854):  

“… el que se aprovisionen del agua del pueblo y saquen ellos de esta agua y hagan sus abluciones en ella, así como otros usos, sí creo que puede impedírseles, mandándoles que designen a alguien que les saque el agua y se las ponga en sus vasijas.” 

Al-nazar fi al-hisba de Aḥmad b. ʻAbd Allah Ibn ʻAbd al-Ra’uf

Ibn ‘Abd al-Ra’uf, debió vivir entre finales del s. III/IX y principios del IV/X, ofreciéndonos por ello valiosa información sobre las prácticas comerciales y económicas de la Córdoba califal. Pedro Chalmeta – especialista en el estudio de la hisba en al-Andalus – señala que Ibn Idari, el cronista marroquí (s. VII/XIII), menciona a un tal Ahmad b. ʻAbd Allah b. ʻAbd al-Ra’uf pasó del puesto de wali al-madina (gobernador de la ciudad) a visir en 319/931, y sugiere que podría ser la misma persona. 

Las abluciones tienen una importancia fundamental en este tratado. Se trata de un tema ausente en los tratados posteriores, así como en el anterior, seguramente por la existencia en este momento histórico de conversos recientes al islam que todavía no estaban familiarizados con la forma correcta de hacer las abluciones. Gracias a estudios como el de Richard Bulliet, sabemos que es en la época califal cuando se incrementa el número de conversiones de cristianos al islam, por lo que uno de los objetivos de este tratado es contribuir a islamizar las prácticas de la población.




Pila de abluciones de Almanzor. Wikimedia Commons.


Con respecto a las abluciones podemos leer en la traducción de Pedro Chalmeta: 

Lo primero que se debe ordenar al ser humano es [realizar] la ablución total/gusl, que es obligatoria en cuatro casos: impureza ritual o yanaba, polución nocturna, menstruación y parto, y [conversión] al islam. Se ordenará disponer de un recipiente [con agua] para este [menester]. Primero se frotará [el rostro], pasándose luego las manos sobre los miembros y articulaciones. 

Está vedado ducharse vertiendo el agua como si fuera lluvia y [tampoco es lícito] zambullirse en un río. 

Después de dicha [ablución total] vienen las abluciones/wudu’ propias de la oración, [para la cual] se ordenará [haya mediado] cumplida ablución, utilizando [la cantidad] de agua usualmente prescrita.  

[…] Cuando os preparáis para la oración, lavad vuestro rostro, vuestras manos hasta los codos, pasaos [las manos húmedas] por la cabeza, y los pies hasta los tobillos. El Enviado de Dios -bendiciones- ha dicho:  

“El cumplimiento de las abluciones, [incluso en circunstancias] adversas, hace que Dios perdone los pecados, con lo que mejora su consideración [del orante].” Las circunstancias adversas son de dos clases: la una es que se tuviera que proceder a la ablución con un frío intenso y [la segunda] cuando el hombre adolece de una enfermedad. [Todavía existe] un tercer [supuesto, cundo hubiera] tal escasez de agua que no se pudiera adquirir si no es por elevado precio. 

Los aljibes son depósitos de cierto tamaño para recoger y conservar el agua, especialmente de lluvia, e Ibn ‘Abd al-Ra’uf dice al respecto: 

Otro tanto es de aplicación a las pilas de abluciones, sus aljibes, utensilios y otros lugares conexos, cuyo barrido y limpieza será constantemente inspeccionado.” 




Aljibe del cortijo de los López. Wikimedia Commons.


En cuanto a la vigilancia del oficio de panadero, dice el almotacén cordobés: 

Se les ordenará que no se pasen, poniendo demasiada agua cuando hacen la pasta, siendo esta [práctica conocida] entre ellos como el ‘entalegado’/ta‘liq. Que no pongan los [panes crudos] sobre los ‘escurridores’/takabis, que son los paños que ponen encima de las tablas donde colocan el pan. El colocarlos sobre los paños conocidos como ‘escurridores’ responde [a la necesidad de eliminar] el exceso de agua que pusieron cuando el amasado.” 

[Cosas vedadas] 

Se les prohibirá amasar con agua del baño público, porque no se puede estar seguro de que no se haya tomado del pilón, donde tal vez haya caído algo que la ensucie.” 

La preocupación principal de Ibn ‘Abd al-Ra’uf era la limpieza, tanto en el terreno ritual, como en la preparación de alimentos para su venta. Se refleja también la posibilidad de escasez de agua, seguramente por sequía. 

Risala fi al-qada’ wa-al-hisba de Ibn ʻAbdun

No se sabe mucho respecto a la vida de Ibn ‘Abdun pero, considerando que el almotacén asegura haber sido testigo de los comienzos del reinado del rey Abbadí al-Mu‘tamid (r. 461/1069-484/1090-1) y también hace mención de los Almorávides, su tratado ha sido contextualizado en la Sevilla de comienzos del siglo XII. El río Guadalquivir tiene una importancia fundamental en su tratado, no solo como medio de obtener agua para su consumo y fuente de limpieza, sino también como medio a través del cual se transportan las mercancías y espacio fuera de la ley donde podía darse contrabando o consumo de sustancias ilícitas. 



Burro de azacán (aguador) castellano («Kastilianischer Wasserverkäufer») hacia 1530, grabado de Christoph Weiditz en la Galería Nacional de Núremberg. Wikimedia Commons


De los aguadores o azácanes dice Ibn ‘Abdun según la traducción de Emilio García Gómez:  

Se les deberá señalar un lugar del río, que les estará reservado y en el que harán un pontón de tablas, allá donde no llega la marea, y no dejará a nadie, ni barqueros ni otros, que comparta con ellos este lugar. El lugar de sacar el agua ha de estar, pues, perfectamente determinado en el límite del flujo y reflujo de la marea. A nadie se consentirá que se les adelante a ocuparlo, y si lo hiciere se le encarcelará o aplicará un castigo personal, a juicio del almotacén.” 

Se muestra implacable con aquellos que amenacen la pureza del agua que extraen los aguadores: 

Deberá impedirse que las mujeres laven ropa cerca del sitio de sacar el agua, pues no lavan más que sus inmundicias; más aún, se les ordenará que laven en un lugar escondido de la vista del público, prohibiendo a este, así como a los barqueros, que se les adelanten a ocuparlo. También deberá prohibirse que las mujeres se sienten en la ribera del río, salvo si fuese en un lugar en que no se sientan los hombres. Asimismo, debe impedirse arrojar basuras e inmundicias a la orilla del río.” 

Hace hincapié en la importancia de mantener las calles limpias:  

“Tocante a las calles, deberá ordenarse a las gentes de los arrabales que cuiden de que no se arrojen a ellas basuras, inmundicias ni barreduras, así como que se reparen los baches en que pueda detenerse el agua y el lodo… Si en un sitio hubiese muchos desagües de agua sucia, se obligará al propietario a construir y mantener en buen uso una alcantarilla. Deberá prohibirse que quien tenga un desagüe de agua sucia lo deje correr en verano por las calzadas.” 

Y en los baños: 

Las pilas de los baños públicos deben estar tapadas, porque si quedan al aire no se podrá evitar que se ensucien, siendo así que estos lugares han de ser limpios por definición. Los bañeros, los masajistas y los barberos no deberán circular por la casa de baños sino con calzones y zaragüelles.” 



Baños árabes de Ronda. Wikimedia Commons.


En cuanto al río como posible espacio fuera de la ley, en el siguiente fragmento dice Ibn ‘Abdun: 

Debe ordenarse a los barqueros que no transporten milicianos beréberes, ni a esclavos ni a quien se sepa que va a apropiarse de los bienes ajenos, en el tiempo de la recolección. A quien se le coja llevando el producto de su robo, se le quitará y, si se niega a entregarlo, se le llevará ante el Zalmedina. Son abusos con los que hay que acabar, por orden del gobierno y del cadí. No debe alquilarse una barca para dar un paseo a quien se sepa que ha de beber vino en ella, por ser motivo de abusos y pendencias. También ha de mandarse a los barqueros de los desembarcaderos que no permitan pase nadie con mercancías ilícitas, vino u otra cosa, so pena de graves sanciones si lo hace.” 



El Guadalquivir y la Torre del Oro, cuadro de David Roberts (Museo del Prado). Wikimedia Commons.


Kitab fi adab al-hisba de al-Saqati

Gracias a algunas referencias en el texto, es posible situar su composición en el primer tercio del siglo XIII, cuando Málaga estaba bajo dominio Almohade. Considerando una alusión de al-Saqati a un líder de los talaba (doctrinarios) almohades y algunas otras referencias, Chalmeta concluye que el texto fue escrito después de la conquista de Málaga por Alfonso VII de Castilla en 541/1147– tras lo cual fue recuperada por los Almohades – pero antes de su conquista definitiva por Fernando III en 633/1236.  

De los cuatro autores, al-Saqati es el que más atención presta a los fraudes y los castigos a aplicar. El agua aparece tanto como instrumento para realizar dichos fraudes, como para detectarlos. Un ejemplo es el uso del agua como sustancia para defraudar en el precio del trigo: 

Robo de un tahonero: “Otra noche le vi coger sacos de trigo, abrirlos y traer agua para regar el trigo, hurtando una cantidad-con la que se quedó-equivalente a la del agua añadida…”  

Al-Saqati también describe en otros fragmentos cómo se adulteran otros productos, como el vinagre o el queso de las almojábanas: 

Amasan el queso con agua tibia, regándolo después con agua tibia, regándolo después con agua muy caliente y, por último, lo extienden en un plato llano o lebrillo de boca ancha para que se enfríe, espese y aumente como un cuarto, utilizándolo entonces [para confeccionar las almojábanas].” 

En cuanto al agua como sustancia para comprobar la pureza de un producto, dice sobre el opio, que se utilizaba como analgésico y euforizante: 

Cuando se disuelve opio en agua, exhala el mismo perfume que el azafrán, mientras que el falsificado carece de olor y no pica la lengua.” 




Adormidera o amapola real (Papaver somniferum). Wikimedia Commons.


Con respecto a la carne: 

Caso de sospechar que la carne fuera mortecina, se comprobará tomando un trozo de determinado miembro y exactamente el mismo de un animal degollado ese día, colocándolos en un lebrillo lleno de agua, por cuanto la degollada se hunde mientras la mortecina flota […] lo mismo con los peces que estaban muertos, flotando en el agua antes de que los cogieran.” 

También los esclavos podían ser objeto de fraude: 

Caso de que el esclavo mostrase en alguna parte del cuerpo algo parecido a un lunar, tatuaje, cicatriz de una antigua herida o de cauterización, se observará cuidadosamente metiéndole en el baño para lavarle con agua caliente, bórax y vinagre […] Esto es una precaución que se toma, no vaya a tratarse de un albarazado que se haya cauterizado o tatuado y teñido, por temor a que vuelva a surgir con el paso de los días y que el albarazo se extienda más allá de lo cauterizado y teñido.” 



El esclavo, de John William Waterhouse. Wikimedia Commons.


En lo relativo a las normas de higiene, al-Saqati vuelve a hacer referencia a los tahoneros: 

Oblíguese a los operarios que hacen el pan a lavar todos los días sus artesas para amasar, así como sus lienzos, que limpiarán por la noche, ya que se les ha encontrado durmiendo encima. Se les prohibirá ponerse a trabajar antes del amanecer por ser posible que entonces presten escasa atención, pues acaban de despertarse. Se les exhortará a bañarse a menudo, y a lavarse la cabeza, especialmente durante el verano. Así mismo, habrán de fregar sus cacharros para el agua.” 

Y en los baños: 

Así mismo, impondrá a los mozos de baño que dejen sus piedras pómez, con las que raspan los pies de la gente, todas las noches en agua y sal para que no huelan. Lavarán sus almaizares con jabón todas las tardes.”  

En definitiva, los textos reflejan una serie distinta de preocupaciones según el almotacén, la época, las necesidades concretas de los habitantes de cada lugar, el clima, etc. y los autores raramente consideran necesario aludir a la jurisprudencia malikí, tal vez por tratarse de casos que parecen evidentes desde el punto de vista pragmático. En ocasiones, las preocupaciones coinciden por la propia naturaleza y usos del agua, como en el factor de la higiene, la pureza, o evitar los fraudes en los que el agua está implicada, pero la forma de afrontar dichas situaciones también varía. 


Para ampliar:

·         Marisa Bueno (2016), “Los vapores de la sospecha. El baño público entre el mundo andalusí y la Castilla medieval (siglos X-XIII)”, Law and Religious Minorities in Medieval Societies: Between Theory and Praxis: De la teoría legal a la práctica en el derecho de las minorías religiosas en la Edad Media, Brepols, pp. 125-156. 

·         Richard W. Bulliet (1979), Conversion to Islam in the Medieval Period: An Essay in Quantitative History, Cambridge, Mass. and London: Harvard University Press. 

·         Pedro Chalmeta (2010), El zoco medieval: contribución al estudio de la historia del mercado, Almería: Fundación Ibn Tufayl de Estudios Árabes. 

·         Pedro Chalmeta (2014), El buen gobierno del zoco. Kitab fi adab al-hisba li-al-faqih al-Saqati al-Malaqi al-Andalusi, Pedro Chalmeta y Federico Corriente (edición del texto árabe), estudio y traducción: Pedro Chalmeta, Almería: Fundación Ibn Tufayl de Estudios Árabes. 

·         Pedro Chalmeta (2019), Córdoba a mediados del siglo X. Edición, traducción y estudio del tratado de Ibn ‘Abd al-Ra’uf por Pedro Chalmeta, Almería: Fundación Ibn Tufayl de Estudios Árabes.  

·         Emilio García Gómez (1957), “Unas ‘ordenanzas del zoco’ del siglo IX: traducción del más antiguo antecedente de los tratados andaluces de ḥisba”, Al-Andalus 22/2, pp. 253-316.  

·         Emilio García Gómez; E. Levi-Provençal (1981), Sevilla a comienzos del siglo XII. El tratado de Ibn ‘Abdūn, Sevilla: Servicio de Publicaciones del Ayuntamiento de Sevilla. 

·         Cherif Abderrahman Jah (2012), El enigma del agua en Al-Andalus, Madrid, Lunwerg.

·         I. Reklaityte (2012), Vivir en una ciudad de al-Andalus. Hidráulica, saneamiento y condiciones de vida, Zaragoza. 

·         Francisco Vidal Castro (1992), Economía y sociedad en al-Andalus y el Magreb a través de una fuente jurídica: El Mi’yar de Al-Wansarisi (m. 934/1508): estudio especial del agua, Universidad de Granada. 

·         Francisco Vidal Castro (1995), “El agua en el derecho islámico. Introducción a sus orígenes, propiedad y uso”, El agua en la agricultura de Al-Andalus, Lunwerg, pp. 99-118. 

·         Francisco Vidal Castro (2000), “Agua y urbanismo: evacuación de aguas en fatwà-s de al-Andalus y el Norte de África”, L’urbanisme dans l’occident musulman au moyen âge: aspects juridiques, ed. Patrice Cressier, Maribel Fierro y Jean-Pierre van Staëvel, Madrid: Casa de Velázquez-CSIC, pp. 101-124. 

·         Francisco Vidal Castro (2008), “La transmisión del uso y gestión del agua de al-Andalus al mundo cristiano”, Las huellas del Islam, coord. Fátima Roldán Castro y María Mercedes Delgado Pérez, Universidad de Huelva, pp. 161-187. 

 

martes, 5 de agosto de 2025

LA ARABIZACIÓN DE AL-ÁNDALUS

 

LA ARABIZACIÓN DE AL-ÁNDALUS


El andalusí es el dialecto árabe medieval mejor documentado. Hoy día es considerado un elemento esencial en la historia de la lengua árabe y su dialectología

Ángeles Vicente
Universidad de Zaragoza

Reproducción facsímil de un fragmento del Vocabulista in arabico, según el códice de la Biblioteca Riccardiana de Florencia, edición de C. Schiaparelli (1871). Biblioteca Digital de la AECID.


¿Cómo se produjo la arabización de al-Andalus?

Al-Andalus llegó a ser una sociedad arabo-islámica gracias al éxito del doble proceso de arabización e islamización. Tras la llegada del islam, se produjo en la Península Ibérica una transformación similar a la que había tenido lugar anteriormente en las regiones del Mediterráneo oriental, y cuyo resultado fue la paulatina asimilación de la población local hacia la cultura recién llegada, es decir la cultura árabe, que se convirtió en la dominante, aunque de manera recíproca esta fue influida también por algunos elementos de las culturas autóctonas.

La lengua árabe fue introducida en la Península Ibérica con la llegada de población arabófona en el siglo VIII, aunque se sabe que su número era escaso, pues la mayor parte de los conquistadores eran bereberes islamizados procedentes del Norte de África. El éxito y la expansión del árabe se debió, por tanto, a la llegada algo posterior de nuevos aportes de población arabófona (especialmente los árabes que llegaron con el ejército de base tribal sirio) y al prestigio social alcanzado por esta lengua al ser la variedad vehicular de las clases dominantes, por lo que su uso tendría una serie de ventajas sociales para sus hablantes. A todo ello hay que sumar el hecho de que el árabe sea la lengua sagrada del islam, religión que llegó a ser la mayoritaria de la sociedad andalusí.

La población de origen árabe a la que se ha aludido procedía de diferentes partes de Oriente, por lo que el árabe que hablaban no era una lengua homogénea sino diferentes variedades habladas en áreas de la Península Arábiga y del territorio que en la actualidad se conoce como Oriente Medio. Así, se han descrito características propias de los dialectos sirio y yemení en la formación del árabe andalusí, debido a que parte de los pobladores árabes pertenecían a tribus procedentes del sur de la Península Arábiga y de Siria. Ya en este primigenio panorama lingüístico andalusí encontramos la situación de diglosia que caracteriza a la lengua árabe, es decir, una variedad usada en la escritura y la liturgia, y la existencia de un grupo de diferentes variedades orales empleadas como lenguas de comunicación.

La formación del árabe andalusí

La gestación del árabe andalusí se produjo de manera similar a la de otras lenguas de tipo neoárabe, un grupo del que forma parte en su fase antigua, siendo los actuales árabes marroquí, árabe iraquí, árabe egipcio, etc. una fase moderna del mismo grupo de lenguas. Es decir, les diferencia que el andalusí desapareció como lengua de comunicación en el siglo XVII, mientras que las otras lenguas árabes vernáculas siguieron evolucionando hasta la época actual.

El árabe andalusí se formó, por tanto, debido a la interacción de varios elementos: las diversas variedades árabes traídas a la Península Ibérica en el siglo VIII, junto con elementos autóctonos como el bajo latín, primero, y el romandalusí, después. Esta última consistía en la lengua romance hablada por la población andalusí durante los primeros siglos y que tuvo una evolución diferente a las lenguas romances habladas más al norte debido al contacto continuo con una variedad árabe.



Fragmento del Diván de Ibn Quzmán, ed. de David de Gunzburg (1896). Biblioteca Digital de la AECID.


Esta realidad lingüística anterior a la llegada de los árabes, y sobre la que se instalaron, funcionó como substrato lingüístico y dejó una huella importante en el árabe andalusí. Hay que contar además con otra influencia lingüística llegada del Norte de África, la lengua bereber o amazig; en primer lugar, con la presencia entre los conquistadores de variedades bereberes habladas por las tropas de este origen y, más adelante, por la llegada de población berberófona durante los imperios Almorávide y Almohade, lo que supuso también la influencia sobre el andalusí de otros dialectos árabes magrebíes, sobre todo, el marroquí. Todo ello dio forma a una variedad árabe particular que lograría imponerse en toda la sociedad andalusí como lengua vehicular o de comunicación.

Además del elemento religioso y del prestigio social ya aludidos, otros factores contribuyeron al éxito de este proceso. Por un lado, la llegada de arabófonos procedentes de Oriente durante la época del califato ayudó a la expansión de la arabización y, por otro, la campaña de propagación de la variedad cordobesa promovida por el califa ‘Abd ar-Raḥmân III en el siglo X, que tuvo un gran éxito sobre todo en las ciudades, contribuyó a conseguir una cierta homogenización de las diversas variedades del árabe andalusí. Así, se formó una coiné más o menos unificada y prestigiosa que, a lo largo del siglo XI, logró imponerse en esta sociedad sin distinguir la religión de sus hablantes; es decir, era la lengua de comunicación para los musulmanes, los cristianos y los judíos de al-Ándalus. Con ello, el mayor número de hablantes de esta lengua se alcanzó en los siglos XI y XII.

Su prestigio social fue tal que llegó a convertirse en lengua literaria, un papel normalmente desempeñado en las sociedades arabo-musulmanas por la variedad clásica, llegando a los círculos cortesanos y a los palacios de los reinos de taifas. Incluso, en una época concreta, los andalusíes comenzaron a exportar cultura árabe hacia el Magreb, donde tenían una considerable influencia, convirtiéndose en una referencia cultural y en artífices de la arabización de parte de esa región.

Disponemos de documentación textual del árabe andalusí desde el siglo X y hasta el momento de la expulsión de los moriscos en el siglo XVII. Así, el primer uso conservado del andalusí en un documento escrito, que aparece en la crónica histórica al-Muqtabis V de Ibn Ḥayyān, se documenta en un verso del año 913 en el que un partidario del rebelde ‘Umar ben Ḥafsûn insulta al emir ‘Abd ar-Raḥmân III.

Existen también huellas de la variedad andalusí en la producción literaria, como los proverbios o la poesía, pues fue en al-Ándalus donde nació el género de la poesía estrófica que nos proporciona tempranas muestras de esta lengua. Este es el caso de las xaraǧât (estribillos escritos en árabe andalusí o bien en lengua romance de los poemas conocidos como muwaššaḥât) y el de los cejeles (poemas estróficos escritos completamente en árabe andalusí).

Entre los últimos ejemplos del uso escrito de esta lengua contamos con los documentos redactados por los moriscos de Valencia, en prosa y de uso privado, donde encontramos interesantes ejemplos de la lengua romance hablada en esta región oriental de la Península Ibérica, a causa de la práctica por esta población del code-switching andalusí-lengua romance.

Gracias a esta situación, el andalusí es el dialecto árabe medieval mejor documentado y, como consecuencia, se ha logrado describir su gramática y su léxico a pesar del consabido registro elevado que caracteriza a las fuentes escritas. Hoy día es considerado un elemento esencial en la historia de la lengua árabe y su dialectología, pues su mayor conocimiento demostró su conexión con el resto de dialectos hablados en la región del Magreb, abandonándose con ello la denominación previa que se le había dado (dialecto hispano-árabe). Todo ello ayudó a corroborar que al-Andalus, aun habiéndose constituido como una entidad política diferente con la llegada del omeya ‘Abd ar-Raḥmān I, siguió formando parte del ámbito lingüístico y cultural creado por la expansión imperial islámica.

Contactos entre el árabe y el romance en territorio peninsular

Durante los nueve siglos en los que la lengua árabe se habló en parte del territorio de la Península Ibérica, su estatus sufrió varios cambios debido principalmente a circunstancias extralingüísticas, pasando así por tres etapas diferentes: en primer lugar, entre los siglos VIII y X, podemos hablar de una situación de bilingüismo, donde el árabe era la lengua que tenía el prestigio social, mientras que la lengua proto-romance de la población autóctona era la más importante desde el punto de vista cuantitativo. Un segundo periodo, en el que el árabe andalusí se impuso como lengua dominante de comunicación entre los diversos grupos sociales y religiosos que vivían en al-Ándalus, llegando a vivirse una situación de monolingüismo árabe más o menos generalizado entre los siglos XI y XIII. Y una tercera y última fase, del siglo XIII en adelante, en la que, tras el avance de las conquistas cristianas y la reducción numérica de la población arabófona, se produjo otra situación de bilingüismo entre el árabe andalusí y las lenguas romances, pero esta vez con el árabe vernáculo como lengua minoritaria y sin prestigio social, mientras que la lengua dominante era diferente dependiendo de la región, pues el bajo latín había evolucionado ya hacia las diversas lenguas romances peninsulares.

La existencia de la primera situación de bilingüismo en al-Ándalus y su duración en el tiempo ha sido un tema muy controvertido en la literatura científica, ya que han aparecido numerosas teorías contradictorias entre sí, algunas de ellas muy polarizadas. La teoría más aceptada en la actualidad consiste en que la situación de bilingüismo vivida en al-Ándalus llegó a un nivel de interferencia tan profundo que dejó huellas en ambas lenguas. No obstante, la arabización de al-Ándalus, aunque fue un proceso lento y no exento de contratiempos, llegó a culminarse en el siglo XI, unos tres siglos después de la llegada de la lengua árabe a estas tierras. La variación dialectal siguió existiendo en forma de variantes regionales e incluso hubo núcleos aislados de hablantes de otras lenguas, sobre todo en las zonas rurales.


Reproducción facsímil de un fragmento del Vocabulista in arabico, según el códice de la Biblioteca Riccardiana de Florencia, edición de C. Schiaparelli (1871). Biblioteca Digital de la AECID.


En lo que concierne al árabe andalusí, las interferencias con la lengua romance existen a nivel fonético, prosódico, morfosintáctico y del léxico. Así, por ejemplo, su particular prosodia demuestra su idiosincrasia, pues es diferente de la de cualquier otra variedad árabe.

En cuanto a las lenguas romances, la interacción con el árabe andalusí se refleja también en la presencia de algunas interferencias que, aunque no muy numerosas en aspectos fonéticos y morfosintácticos, sí lo son en el campo del léxico, donde la huella es mayor.

Se han establecido dos tipos de influencias desde el árabe andalusí hacia las lenguas habladas en el norte cristiano. En primer lugar, de tipo directo gracias a los grupos sociales que vivieron entre las dos culturas peninsulares: la cristiano-occidental y la musulmana-oriental. Esta población estaba formada primero por los mozárabes (cristianos arabizados) de al-Andalus que empezaron a inmigrar hacia el norte peninsular desde los siglos IX y X y sobre todo a partir del XII, transformándose así en los principales transmisores de las interferencias lingüísticas hacia las lenguas habladas en los reinos cristianos.

Posteriormente, existió un segundo grupo de población que vivió entre las dos culturas, se trata del formado por los mudéjares, con el tiempo moriscos, quienes mantuvieron un contacto cotidiano con las lenguas romances en algunas ciudades, ya bajo poder cristiano. Ellos contribuyeron a la transmisión de estas transferencias, pero en una menor escala, a causa de su estatus social más bajo que aquel del que gozaron anteriormente los mozárabes, pues estos últimos venían de una cultura vista como superior, por lo que fueron imitados en muchos aspectos.

La segunda clase de influencias son de tipo indirecto y se trata de un contacto lingüístico más distante y esporádico, motivado, por ejemplo, por las relaciones comerciales, militares y políticas.


Ilustración de la traducción castellana del Kalila wa Dimna (siglo XIII). Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial, ms. H-III-9, f. 11v (copia del siglo XV).


En cuanto al contacto entre las variedades escritas, las interferencias lingüísticas se produjeron mayoritariamente desde el árabe clásico hacia el latín y las lenguas romances, cuando estas se convirtieron en lenguas literarias. Este contacto se produjo principalmente a través de una importante labor de traducción de las obras árabes orientales y andalusíes y de las obras griegas traducidas anteriormente al árabe en la famosa Dār al-Ḥikma de Bagdad, que habían llegado a al-Ándalus en el equipaje de muchos viajeros que llegaban de Oriente. Así, por ejemplo, en la corte de Castilla, se tradujo todo el saber árabe al castellano, variedad vernácula que con Alfonso X el Sabio se convirtió en lengua literaria, y al latín, pasando de esta manera al resto de Europa. Como el castellano no era aún una lengua de cultura bien desarrollada, se necesitó crear muchos neologismos para expresar lo que había en esas obras árabes y griegas, y con ello las influencias lingüísticas penetraron en las lenguas romances y en el latín, sobre todo en forma de préstamos semánticos, conocidos como arabismos.

El declive del árabe como lengua de comunicación y su desaparición en la España moderna

Con el paso de los siglos y el avance cristiano hacia el sur, la situación lingüística de los mudéjares y moriscos se caracterizó por una nueva situación de bilingüismo, como ya hemos señalado anteriormente. Esta difiere en muchos aspectos de la que hemos descrito para la primera época de bilingüismo en los siglos anteriores.

Primero, en la importancia del fenómeno, ya que ahora fue menos extenso desde un punto de vista cronológico y geográfico. En segundo lugar, la lengua de prestigio social era diferente en los dos casos, pues en la primera etapa de bilingüismo lo era el árabe andalusí y en la segunda lo serían las lenguas romances. En tercer lugar, porque ahora hay que hablar más bien de un bilingüismo individual, mientras que el primero era un fenómeno desarrollado a nivel social. Es decir, ahora en muchos casos se trataba de algunos individuos que dominaban las dos lenguas y que eran útiles como intermediarios, los famosos trujumanes.

La desaparición de la lengua árabe en la Península Ibérica fue un proceso muy lento, a causa de la resistencia de la población musulmana a abandonar su lengua, una situación que encontramos incluso entre algunos cristianos. De esta manera, el árabe existió entre la población de la ciudad de Toledo incluso después de la conquista de la ciudad en 1085 por el rey Alfonso VI. Esta situación se prolongó hasta los siglos XII y XIII, es decir, se mantuvo el uso del árabe como lengua de comunicación de una comunidad cristiana, antiguos mozárabes toledanos, y bajo el poder de un rey cristiano, a causa de motivos relacionados probablemente con la identidad de grupo.

En todo caso, el retroceso de la lengua árabe no se produjo en todas las regiones de una manera similar, y así la situación en Castilla y Aragón no fue la misma que la de Granada y Valencia, siendo la vitalidad del árabe mucho más fuerte en las dos últimas ciudades. De esta manera, en la zona norte de la Península Ibérica, el árabe como lengua de comunicación desapareció hacia el siglo XIV, mientras que en las regiones meridional y oriental sobrevivió hasta finales del siglo XVI en Granada y hasta el momento de la expulsión de los moriscos, al principio del siglo XVII, en el Levante. Este hecho tuvo como consecuencia que parte de la población morisca llevara consigo la lengua árabe al territorio donde se instaló, es decir, a algunas regiones magrebíes, mientras que otros tuvieron que “re-arabizarse” allí, pues solo hablaban lengua romance.


Para ampliar:

·         Corriente, Federico, 1992. Arabe andalusí y lenguas romances. Madrid, Editorial MAPFRE.

·         Corriente, Federico, Christophe Pereira & Ángeles Vicente, 2015-2022. Encyclopédie Linguistique d’Al-Andalus, 5 vols. Berlín, De Gruyter.

·         Vicente, Ángeles, 2006. El proceso de arabización de Alandalús: Un caso medieval de interacción de lenguas. Zaragoza, Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente Próximo.

·         Wasserstein, David, 1991. “The language situation in al-Andalus”. En Studies on the Muwaššaḥ and the Kharja: Proceedings of the Exeter international colloquium, 1–15. Oxford, Ithaca Press.