LA CORTE DEL CALIFA
Eduardo Manzano nos ofrece la
introducción a la nueva edición de La Corte del Califa, estudio
centrado en el periodo califal omeya de Córdoba
Eduardo Manzano
IH-CSIC
Salón Rico de Medina Azahara
Los últimos cuarenta años han sido
una “edad de oro” para la investigación sobre al-Andalus. Los trabajos
dedicados a esta región del mundo medieval musulmán han sido muchos y de una
calidad, por lo general, extraordinaria. Prueba de ella son, por ejemplo, los
numerosos manuscritos árabes editados y, en muchos casos, traducidos, entre los
que se incluyen crónicas históricas, obras de poesía, compendios jurídicos o
tratados de disciplinas tan diversas como la filosofía, la astronomía, la
botánica o la medicina. Datos que no hace mucho eran considerados como
inabordables, como los miles de perfiles de sabios andalusíes incluidos en los
llamados “diccionarios biográficos” árabes, han sido sistematizados y
analizados por proyectos de largo alcance, tales como la Historia de los Autores y Transmisores Andalusíes (HATA),
la Biblioteca de al-Andalus o la Prosopografía de
los ulemas de al-Andalus, fácilmente accesibles en línea o en
papel, y que han sido llevados a término gracias al trabajo colectivo de un
buen número de arabistas bajo la inspiración de Maribel Fierro, Jorge Lirola, y
Luis Molina y María Luisa Ávila, respectivamente. Las nuevas investigaciones
también han supuesto la publicación de un gran número de inscripciones árabes,
tanto las talladas en piedra o yeso, como las bordadas en tejidos, o las
grabadas en orfebrería o incluso en anillos, destacando a este respecto los
trabajos realizados por Carmen Barceló, Ana Labarta o María Antonia Martínez.
Se han elaborado también gran número de catálogos de monedas árabes, así como
descripciones muy precisas de tesoros y hallazgos fortuitos que han propiciado
detallados estudios sobre la acuñación y la circulación monetaria. Además, la
arqueología ha realizado importantes avances durante estos años, ya que se han
emprendido campañas periódicas en determinados yacimientos, las excavaciones de
urgencia, a pesar de todos sus inconvenientes, han aportado datos muy
significativos, y los análisis de materiales han desvelado patrones inesperados
de producción, distribución y uso de la cerámica, el vidrio y otros objetos
diversos.
La rihla – viaje
para adquirir conocimiento – de los ulemas andalusíes, según la base de
datos Prosopografía de los ulemas de al-Andalus
No es exagerado, por lo tanto,
afirmar que la andalusí es la sociedad musulmana medieval mejor conocida, algo
que suelen reconocer los estudiosos que trabajan sobre otras áreas geográficas
del islam medieval. Además, hoy en día, también está demostrado que la
presencia al-Andalus no fue un mero barniz histórico, que tuvo solo relevancia
para determinadas zonas: empieza a ser cada vez más evidente que la presencia
del islam afectó de múltiples maneras a todos los territorios peninsulares sin
excepción. Incluso ya en época moderna serían inexplicables muchos aspectos
sociales, culturales y políticos de la España imperial sin tener en cuenta el
profundo legado de diversidad dejado por el período andalusí, tal y como cada
vez muestran con más contundencia trabajos recientes.
A pesar, sin embargo, de este
formidable balance y del amplio reconocimiento internacional del que gozan sus
investigaciones, los estudios andalusíes no parecen escapar a un cierto
sentimiento de eterna frustración, que es posible pulsar en conversaciones,
comentarios y alusiones que se deslizan en textos, notas y conferencias de los
estudiosos de este período. Y lo cierto es que razones para ello no faltan. De
un tiempo a esta parte, por ejemplo, han tomado carta de naturaleza los más
asombrosos disparates sobre el pasado andalusí, lanzados con el más inusitado
aplomo por gentes autoconvencidas de que una burda falsedad histórica puede ser
tomada en serio si se repite machaconamente, encuentra eco entre una audiencia
suficientemente crédula y, sobre todo, adquiere resonancia mediática. Afirmar
que la conquista del reino visigodo en el año 711 no tuvo lugar, manipular
textos árabes para probar que un cáliz conservado en la iglesia de San Isidoro
de León es nada menos que el Santo Grial utilizado por Jesucristo en la Última
Cena, o inventarse etimologías árabes de palabras del castellano ante la
embobada cámara de un documental sobre la memoria de al-Andalus son sólo
algunos de los síntomas de las infinitas formas de manipulación histórica que
ofrece un período tan desconocido para el gran público, como propenso para que
sobre él se proyecten las más peregrinas e interesadas disquisiciones,
ocurrencias o fantasías emocionales que puedan concebirse.
La mezquita de Medina Azahara.
Wikimedia Commons.
La percepción de que el ingente
trabajo de investigación realizado sobre al-Andalus quizá no haya servido para
mucho a la postre, se ve corroborada por el hecho de que la historiografía
española, con el ala más rancia del medievalismo a la vanguardia, sigue
ignorando, cuando no despreciando, todo cuanto tenga que ver con el pasado
musulmán de nuestra historia. La idea, que cada vez se repite con más
insistencia, es que podemos echar en saco roto el legado histórico de
al-Andalus, pues se trató de una sociedad árabe e islámica ajena a la tradición
occidental y cristiana. Una anomalía histórica, que tuvo que ser combatida en
los campos de batalla de la “Reconquista”. Gracias a esa lucha multisecular
pudo evitarse que una cultura extraña a las esencias europeas llegara hasta
nuestros días, lo que hubiera cambiado irremisiblemente el destino de la España
actual como una sociedad occidental, abierta y democrática.
Son muchos, y desde muy variadas
instancias, quienes defienden esta visión simplista y, en apariencia,
incontestable: desde tertulianos reconvertidos en escritores de pésimas novelas
históricas basadas en bibliografías tan obsoletas como apresuradas, hasta
solemnes académicos, que hacen gala de su “conocimiento experto” para intentar
demostrar que la única historia relevante es la que conecta directamente a los
reinos cristianos medievales con el presente. Añádase a todo ello el ruido
causado por unas redes sociales, en las que verdades incontestables se ventilan
en 280 caracteres, o la confusión creada por unos medios audiovisuales, que
pretenden ahorrar el esfuerzo lector mediante recursos digitales supuestamente
novedosos, pero que, en realidad, se limitan a reciclar los viejos manuales de
historia del Franquismo. La guinda a todo esto, en fin, la ponen políticos, que
se sirven de estas miradas históricas parciales y sectarias para justificar la
validez de la única receta que tienen para afrontar los retos de las sociedades
diversas y multiculturales del presente, y que consiste en dar marcha atrás al
reloj de la historia, haciendo creer que es posible volver a un pasado
supuestamente homogéneo y uniforme, del que además parece ser que debemos
sentirnos “orgullosos” colectivamente.
Resulta algo desolador, por lo
tanto, que tanta y tan excelente investigación apenas haya hecho mella en esa
visión de al-Andalus recamada de tópicos, nombres incomprensibles, e
interpretaciones realizadas con materiales de cartón piedra, que muchos sectores
de la historiografía y de la intelectualidad española siguen manteniendo. Sin
entrar en otras muchas consideraciones que podrían hacerse (decir, por ejemplo,
que la Reconquista salvó a España de permanecer en el islam calca el argumento
que usaba el Franquismo para justificar que la Guerra Civil salvó a este país
de ser una república soviética), llama la atención que, mientras que en las
sociedades más avanzadas de nuestro entorno existe una preocupación creciente
por abandonar las visiones eurocéntricas y colonialistas del pasado, incluyendo
voces de culturas distintas para construir una historia más plural y global, en
nuestro país muchos hayan decidido que tal enfoque no va con ellos, y que es
legítimo tirar por la borda el legado histórico andalusí en nombre de una
identidad nacional y religiosa excluyente, de la que ellos, y los hechos
históricos que convenientemente seleccionan, se proclaman garantes. La consigna
de este casticismo de vía estrecha y añorante del nacionalcatolicismo
franquista es huir de los matices, repintar el pasado con burdos brochazos de
colores reconocibles en el presente, ceñirnos a lo ya conocido, y dejar a un
lado aquello que no se ajuste a las esencias históricas y religiosas que, se
supone, definen la identidad nacional española.
Cruzados del siglo XX, mural de Arturo Reque Meruvia.
Afortunadamente, sin embargo,
y a pesar de que el conocimiento histórico puede ser manipulado o ignorado, lo
que no puede es ser eliminado, al menos de momento. Los hechos son tozudos. Hoy
en día, simplemente, no se puede borrar de un plumazo el pasado andalusí, y
mucho menos convertirlo en “carne de reconquista” sin que ello delate una
profunda cortedad de miras y una lamentable incuria intelectual por parte de
quien así lo exige. Cuando ciertos historiadores y publicistas despierten de
sus sueños identitarios de nuevos ricos europeos, al-Andalus, simplemente,
seguirá estando ahí, reclamando un conocimiento histórico profundo y riguroso,
alejado de las reclamaciones esencialistas de unos y otros, e invitándonos a
generar una visión crítica del pasado que pueda permitirnos afrontar mejor los
complejos retos del presente.
El libro que el lector tiene entre
las manos pretende cumplir con esa función, y esta nueva edición demuestra que,
a pesar de todo, el interés existente sobre al-Andalus es mucho mayor del que
quieren hacernos pensar los guardianes de la galaxia hispana. Y espero que este
libro haya demostrado también que cada vez somos capaces de responder mejor a
ese interés. De hecho, al-Andalus ha dejado de ser esa “España Musulmana”
tópica y semi-mítica, plagada de “esplendores”, “convivencias”, “alhambras” o
“astrolabios”, para dar paso a una sociedad histórica exuberante y diversa, en
la que es posible reconocer a personajes de carne y hueso, movidos por
intereses terrenales y celestiales bien definidos, y que actuaban dentro de
unas coordenadas sociales, religiosas y culturales que cada vez entendemos
mejor. Hace años al-Andalus era sólo una desmadejada historia política repleta
de gobernantes, rebeldes, dinastías y guerras, pero hoy podemos dar sentido a
esa historia gracias a que comenzamos a comprender muy bien no sólo la
estructura de la sociedad andalusí sino también, y esto es lo esencial, los
profundos cambios que conoció a lo largo del tiempo y las reacciones que esos
cambios produjeron entre sus gentes.
La Corte del Califa se centra, en este sentido, en un momento histórico
trascendental. En pleno siglo X, habían culminado ya los procesos sociales
iniciados en el momento de la conquista del 711, que analicé en mi libro Conquistadores,
emires y califas. Los omeyas y la formación de al-Andalus. Al
centrarme de forma específica en la época del califato omeya uno de mis
objetivos era comprobar que la interpretación histórica que había propuesto en
la anterior obra había sido correcta. El resultado desbordó mis expectativas
más optimistas. Apoyado en un texto excepcional, el fragmento del tomo
del Muqtabis del historiador cordobés Ibn Ḥayyān relativo al
califato de al-Ḥakam II, me encontré con todos los elementos sociales y
políticos que habían estado presentes de manera embrionaria en el período
previo, pero que habían precipitado ahora con una nitidez extraordinaria. Con
todo, la época del califato de al-Ḥakam II presenta elementos económicos y
políticos nuevos, contradicciones muy profundas, y agentes sociales que actúan
ahora con un marcado protagonismo, anunciando lo que va a ser el gran acontecimiento
que va a marcar el devenir futuro de al-Andalus: la desaparición del califato
omeya de Córdoba a comienzos del siglo XI, y su sustitución por unas formas
políticas nuevas, los reinos de taifas, mucho mejor adaptados a la nueva
contextura social que había surgido. El gran problema que tuvieron que afrontar
estos reinos no estuvo motivado por causas económicas, por la torpeza de sus
estúpidos gobernantes o por el declive intelectual de sus élites, como
generalmente se tiende a pensar, pues pocos períodos de la historia de España
han conocido un desarrollo económico y comercial tan acusado, un conjunto de
gobernantes tan brillante o un esplendor intelectual tan evidente. Si los
reinos de taifas fracasaron, ello se debió, en parte, a que carecían de una
organización social capaz de enfrentarse al expansionismo militar de la
sociedad feudal cristiana, y, en parte, a que estaban desprovistos de un
programa ideológico compacto, lo que allanó el camino para el triunfo de los
movimientos de reforma almorávide y almohade surgidos en el Magreb. Al situarse
en una encrucijada cronológica fundamental para la historia de al-Andalus, mi
objetivo en La Corte del Califa era, pues, contribuir también
a identificar líneas de investigación en torno a los grandes temas de la
historia andalusí tanto del período omeya, como de otros
posteriores.
Eduardo Manzano, La corte
del califa. Cuatro años en la Córdoba de los califas omeyas, Crítica, 2023
(2º Edición)
La publicación de esta nueva edición de una obra, aparecida hace
ahora cuatro años, me ha obligado volver sobre un texto ya publicado, lo que
siempre entraña un cierto grado de frustración. En la obra original, este o
aquel argumento podía haberse expuesto mejor, aquí o allá deberían haberse
incluido más datos, y ciertos errores debidos a las prisas de última hora
tendrían que haberse evitado. La tentación de volver a escribir algunas partes
del texto siempre está ahí. Sin embargo, hacer tal cosa supondría algo así como
hacerse trampas al solitario. Para quienes aprendimos de Pierre Villar que la
historia es una disciplina siempre en construcción, no constituye una
obligación escribir “libros definitivos”, decir la última palabra en un
determinado tema, o marear al lector con sucesivas versiones de una misma obra.
Preferimos asumir que nuestros trabajos queden identificados como jalones que,
tal vez, hayan supuesto un avance para que el conocimiento del pasado adquiera
una mayor densidad y capacidad explicativas. Siempre habrá quienes vengan a discutir,
replantear o completar las interpretaciones que hemos propuesto, señalar algún
error que haya podido cometerse, o incorporar nuevas fuentes o perspectivas que
obliguen a revisar lo ya publicado. Es así como avanza una disciplina como la
Historia, cuyo conocimiento comparte con otras áreas científicas su carácter
incremental y no meramente acumulativo o circular. Esto es algo especialmente
cierto en el caso de los estudios andalusíes, y del islam medieval en general,
que en los últimos tiempos se vienen caracterizando por una asombrosa
vitalidad.
No me resisto, sin embargo, a
mencionar aquí algunos trabajos que han aparecido después de la publicación
original de este libro, y que tratan temas que en él también se abordan. Una
aportación especialmente importante ha sido el libro de Marina Rustow, The
Lost Archive. Traces of a Caliphate in a Cairo Synagogue, publicado por
Princeton en 2020. En esta magistral obra, esta historiadora ha reconstruido un
conjunto de documentos procedentes de los archivos de la administración de los
califas fatimíes en El Cairo, los grandes rivales de los omeyas de Córdoba. El minucioso
análisis que Marina Rustow ha realizado sobre esta valiosa documentación le ha
permitido analizar el funcionamiento de la burocracia fatimí con un detalle
hasta ahora desconocido y que, en muchos aspectos, se puede comparar con el
funcionamiento contemporáneo de la corte de al-Ḥakam II, que se aborda en este
libro. Resulta, de hecho, muy interesante comprobar que muchas de las
conclusiones a las que llega Rustow coinciden con las que aquí se defienden. En
concreto, la idea de Rustow de que “llamar al califato fatimí otra cosa que un
Estado es malinterpretar gravemente el califato o el funcionamiento de los
Estados” (p. 103) está de acuerdo con las conclusiones que yo mantengo. Rustow
también considera que el califato fatimí no puede considerarse «despótico»,
pues el análisis de las peticiones conservadas en los documentos fatimíes
demuestra que esos gobernantes tenían una gran preocupación por el bienestar y
la prosperidad de sus súbditos. Ello coincide de forma asombrosamente exacta
con la preocupación de al-Ḥakam II por el comportamiento correcto de sus
gobernadores provinciales, y las frecuentes menciones a la prosperidad (‘imāra)
y el bienestar (maṣlaḥa) de la comunidad en sus decretos y cartas
oficiales, que en estas páginas también se tratan. La “vinculación explícita de
prosperidad y justicia” (p. 225) que proponían los califas fatimíes constituía
también para los omeyas un elemento fundamental de legitimidad política.
Finalmente, y aunque Rustow se inclina por una interpretación sobre la
institucionalización en las sociedades islámicas basada en los procesos de
“racionalización” descritos por Max Weber, que yo no comparto, ambos estamos,
sin embargo, básicamente de acuerdo en que es erróneo calificar como “débiles”
las instituciones musulmanas en contraste con las instituciones supuestamente
“fuertes” que caracterizan al occidente medieval, tal y como proponen algunas
tendencias vinculadas a la escuela de la Nueva Economía Institucional (New
Institutional Economics).
En el capítulo final de La
Corte del Califa se hace una detallada mención a los nuevos datos
aportados por la excavación de los arrabales occidentales de Córdoba. En el año
2022, Cristina Camacho y Rafael Varela, que han trabajado de forma muy extensa
en esas excavaciones, han publicado Historia y arqueología de la vida
en al-Andalus, un estudio sobre lo que puede considerarse sin ninguna duda
el mayor yacimiento arqueológico urbano de la Europa medieval: nada menos que
80.000 metros cuadrados de arrabales urbanos del siglo X, que han proporcionado
un caudal de informaciones sin parangón, que todavía están siendo objeto de
estudio, pero de las que esa obra ofrece un adelanto destinado fundamentalmente
al gran público. Otro libro reciente en el que también se abordan cuestiones
que aquí se tratan es el aparecido en 2020, obra de Josep Suñé Arce, y
titulado Guerra, ejército y fiscalidad en al-Andalus (siglos VIII-XII),
que ofrece un cuadro muy completo de la evolución de este binomio, que resulta
fundamental para conocer muchos aspectos de la sociedad andalusí. Por último, y
mientras escribo estas líneas, me ha llegado la noticia de la publicación
inminente de la obra de Elsa Cardoso, The Door of the Caliph. Concepts
of the Court in the Umayyad Caliphate of al-Andalus, que obviamente no he
tenido ocasión de leer, pero que promete ser una aportación muy importante a
temas que también se tratan en esa obra y, por lo tanto, merece ser consignada
aquí. No puedo entrar, lógicamente, en otros muchos trabajos que tratan otras
zonas de al-Andalus, han aparecido en obras colectivas y revistas
especializadas y que harían estas líneas demasiado largas.
Son muchos, por lo tanto, los
aspectos que todavía quedan por estudiar sobre el califato omeya de Córdoba.
Una de las grandes satisfacciones que, en su día, me otorgó la realización de
este libro fue el poder identificar de una forma muy precisa los lugares
exactos por los que transcurrieron los acontecimientos y las gentes que pueblan
sus páginas. Esto es algo que muchas veces damos por supuesto pero que no es,
en absoluto, nada común en las historias de una época tan remota como es el
siglo X. Ojalá esa “edad de oro” de la que hablaba en las líneas iniciales de
esta introducción pueda tener una continuidad en el futuro y permita poner en
valor un período histórico tan excepcional, del que absurdamente reniegan
quienes no parecen tener otro ideal más que el de desproveer a este país de
todo cuanto lo enriquece.