domingo, 23 de marzo de 2025

LA CIENCIA EN LA GRANADA ISLAMICA

 

-LA CIENCIA EN LA GRANADA ISLÁMICA-

La ciencia en al-Andalus, como el resto de manifestaciones culturales y artísticas, sigue un lento proceso de asimilación de unos conocimientos llegados del Oriente islámico en los que se funden la tradición indo-irania y, sobre todo, la helenística, para iniciarse a mediados del s. X como una ciencia con características y aportaciones originales.

En Granada se experimenta, sin grandes diferencias, el mismo proceso evolutivo que el resto de territorio andalusí, salvo un hecho aislado que se produce a mediados del siglo IX. En esta fecha temprana el alfaquí e historiador nacido en la cora de Ilbira, Abd al-Malik Ibn Habib, redacta un tratado de medicina considerado el más antiguo de los andalusíes conservados. La obra, pese a estar inscrita en el género de la denominada Medicina del Profeta vigente en la época, con prácticas mágico-creenciales, refleja una tímida introducción de elementos racionales derivados de las teorías hipocrático-galénicas, adquiridos por el autor durante su larga estancia en Oriente.

 


Tras este caso excepcional habrá que esperar a que la dinastía zirí, de origen beréber, se instale en Granada en el siglo XI para tener noticias de alguna actividad científica en ella. En los últimos momentos del califato de Córdoba algunos de sus científicos se refugian en la recién surgida taifa zirí, igual que en los restantes reinos de taifas expandidos por todo el territorio andalusí, entre los que destaca el matemático y astrónomo Ibn al-Samh. Este autor iniciará en la corte granadina el interés hacia la astronomía que perdurará hasta su desaparición en 1090 y se prolongará hasta el final del reino nazarí; junto a ella convivirá su manifestación práctica, la astrología. Esta inclinación es patente incluso en el último de sus monarcas, Abd Allah, en cuyas Memorias se encuentra una de las escasas referencias seguras a una concepción física del cosmos, con unas curiosas estimaciones del tamaño de los planetas, diferentes a las comúnmente aceptadas.

En los últimos años de la taifa zirí y comienzos de la época almorávide destaca la figura de al-Tignari, gran poeta y literato que, como otros muchos hombres de ciencia andalusíes, cultivó diversos campos del saber, caso de la medicina y la botánica aplicada, además de las disciplinas antes señaladas. Fue especialmente conocido por el tratado agrícola que compuso, uno de los más claros y sistemáticos de los redactados en al-Andalus, tal vez el que refleja de forma más directa y concreta la realidad agrícola andalusí y, de forma especial, la del territorio granadino, aportando una valiosa información de carácter lingüístico y botánico, junto a otra relativa a prácticas locales. Este tratado, en el que una teoría racional va acompañada de una experiencia vivida y constatada, lo dedicó al-Tignari al gobernador almorávide de Granada.

Aparte de esta figura puente entre los dos períodos históricos correlativos, no volvemos a encontrar autor ni acontecimiento científico digno de resaltar hasta alcanzar la época nazarí, pese a que la etapa almorávide y almohade fue un período particularmente activo en el campo de las ciencias.



El período que cubre el reino nazarí (s. XIII-XV), tal vez por ser más amplio temporalmente y de mayor trascendencia en numerosos aspectos, fue más rico –o al menos, más conocido- que la etapa anterior, aunque ya en él se inicia el declive de la ciencia. La materia científica que más interés suscitó en el reino granadino fue la medicina que, como en épocas anteriores y en todo el territorio andalusí, aparece estrechamente ligada a la botánica y farmacología. Le siguen la astronomía (astronomía matemática, dedicada al cálculo de las posiciones planetarias, cosmología y construcción de instrumentos astronómicos) y las matemáticas en sus diversas ramas (matemáticas en general, aritmética y geometría teórico-práctica), aunque la astronomía acabó absorbiendo como ciencias auxiliares a las matemáticas y geometría. La astrología, como sucede a lo largo de la Edad Media, va a seguir estando muy unida a la astronomía, en calidad de rama aplicada o práctica de la misma.

Son varias las causas del auge que alcanzan tanto la medicina como la astronomía en el período nazarí. En primer lugar, va ligado al interés que algunos monarcas demostraron por estas ciencias, ya dedicándose ellos mismos a su estudio, ya protegiendo a quienes las desarrollaban. Entre estos monarcas que desempeñan un mecenazgo decidido destaca Muhammad II, que protegió a médicos y astrónomos e impulsó la creación de una escuela científica en la que se forman diversos médicos que después ejercen en la corte. Las principales figuras aglutinantes que desempeñan una labor de magisterio en ésta y otras escuelas cortesanas suelen tener una formación adquirida fuera del reino nazarí, especialmente en la corte de Alfonso X, como es el caso de al-Riquti e Ibn al-Raqqan. Otros realizan sus estudios en Oriente y en el Magreb, para después instalarse en Granada.

Este decidido apoyo de determinados monarcas se plasma también en la fundación (1349), en tiempos de Yusuf I, de la madraza, en la que se imparte la medicina de modo oficial, aunque se sigue manteniendo la tradicional enseñanza de ésta y otras disciplinas en las casas y en las escuelas coránicas. Una nueva iniciativa de gran transcendencia por parte de otro soberano nazarí, Muhammad V, fue la fundación del que parece haber sido el primer maristán u hospital de al-Andalus.

Otro factor importante en el desarrollo de las ciencias fue el intercambio científico y cultural que tuvo lugar entre Granada, los reinos cristianos fronterizos, el norte de África y los países islámicos orientales. En ellos hay que destacar los que se producen con el Magreb, donde se está originando un importante desarrollo cultural y científico potenciado por las figuras que allí se refugian ante el avance cristiano. En cuanto a los contactos con Oriente, no son suficientes para introducir en el reino nazarí las aportaciones de la renovación científica que se desarrolla allí a partir del XIII; también aparecen en la Granada nazarí ciertos indicios de una influencia cultural y científica de los reinos cristianos, especialmente de la corte de Alfonso X.

La medicina existente en el reino nazarí va desde la erudita o racional que se ejerce en la corte hasta la popular, de magia y curanderismo, que se desarrollará sobre todo a partir del siglo XIV. La mayoría de los médicos comparten su interés por esta ciencia con otras materias, como sucede con Ibn al-Jatib, conocido historiador, literato, filósofo y político. En el campo de la medicina son varios los autores en los que su dedicación a ella es una tradición familiar, caso de algunas de las más destacadas figuras; como ejemplo aislado encontramos a una mujer, Umm al-Hasan, que estudió medicina en Loja.

Esta rama de la ciencia sobresalió en la Granada nazarí por la labor realizada por los médicos granadinos con ocasión de la gran epidemia de peste bubónica, la llamada Peste Negra, que se extendió por Europa en el siglo XIV. Posiblemente, la novedad más destacable fueron las medidas profilácticas a adoptar por la población propuestas por tres grandes médicos que también destacaron en otras parcelas del saber, el ya citado Ibn al-Jatib, junto a Muhammad al-Saquri e Ibn Jatima. Se recurrió, como en épocas pasadas, a las fumigaciones con diversas materias aromáticas para sanear la atmósfera, se prescribió una dieta estricta en la que se prohibían los alimentos dulces y se aconsejaba evitar la carne, al tiempo que se recomendaban las verduras y aderezar las comidas con vinagre fuerte. No obstante, los médicos nazaríes se anticiparon a los del occidente europeo al señalar la importancia del aislamiento y los peligros de la contaminación por contacto, cuya existencia había sido establecida por la experiencia. En definitiva, estos médicos granadinos dieron muestras de una innegable perspicacia, denotando un claro progreso tanto en la teoría como en la práctica de sus predecesores.

En cuanto a la segunda ciencia en importancia, la astronomía, podemos distinguir entre una astronomía teórica y la construcción de instrumentos, y otra de carácter práctico que determina la posición de los astros por medio de tablas. Destacan los astrónomos Ibn al-Arqam al-Numayri, quien introdujo en al-Andalus el astrolabio lineal, así como Muhammad Ibn al-Raqqam, autor de unas tablas astronómicas. Otras figuras importantes fueron Hasan y Ahmad Ibn Baso, padre e hijo respectivamente, astrónomos y constructores de instrumentos. Ambos desempeñaron en la mezquita aljama de Granada el cargo de muwaqqit, consistente en ocuparse de todas aquellas cuestiones astronómicas relacionadas con el culto, por ejemplo, para elaborar los calendarios que servían para indicar las horas del culto o para establecer la dirección de la alquibla.

Siguiendo la tradición agronómica iniciada siglos atrás por al-Tignari, el almeriense Ibn Luyun compuso a mediados del siglo XIV, un año antes de su muerte, una obra agrícola en verso en la que resume las obras de agrónomos anteriores, especialmente la de su predecesor granadino.

Relacionadas con la agronomía se desarrollan técnicas de regadío, con la construcción de norias y sistemas de captación de agua. En época nazarí se produce un notable auge de los textos sobre hipología, dedicados al caballo pero, a diferencia de los tratados agrícolas, que solían incorporar temas dedicados a la veterinaria, éstos estaban orientados más al arte de la guerra o de la equitación que a la veterinaria.

Dentro de la tecnología hay que destacar el uso de la pólvora en las armas defensivas, utilizándose por primera vez en al-Andalus en el sitio de la fortaleza de Huéscar, en tiempos de Ismail I en 1324. En líneas generales, el nazarí es un largo período en el que resulta fácil detectar una actividad científica que, sin embargo, va decayendo lentamente en su tramo final, el siglo XV.

Fuente: www.webislam.com

jueves, 20 de marzo de 2025

TORTILLITAS DE BACALAO

 

TORTILLITAS DE BACALAO


Ingredientes

400 gr de bacalao desalado y desmenuzado

Perejil picado

4 Dientes de ajos pelados y picados

Azafrán o colorante alimentario

200 gr  de harina

250 ml de agua

Aceite de oliva para freír

Miel de caña, opcional para los más golosos.

 

Elaboración

En un bol grande, ponemos el agua, el perejil picado y los ajos picados, mezclamos.

A continuación ponemos el azafrán y volvemos a mezclar, una vez mezclado bien  todo, añadimos la harina y removemos bien con una cuchara hasta que todo esté bien integrado. Es conveniente poner la harina cucharada a cucharada para obtener la textura deseada, que es como una masa densa pero que fluye.

Incorporamos el bacalao  muy desmenuzado y removemos bien para su integración en la masa.

En una sartén, calentamos el aceite de oliva, y vamos friendo tandas pequeñas, poniendo un poco de masa en una cuchara sopera de metal y volcando el contenido en el aceite,  controlando la fritura correctamente, debemos darle la vuelta para que estén doradas por ambos lados.

Una vez fritas, las sacamos y dejamos sobre papel absorbente de cocina para quitarles el exceso de grasa.

Servimos caliente, aunque tibias también están riquísima.

Para los más golosos se pueden rociar con un chorrito de miel de caña.

¡Buen provecho!

 

 

 

SOPEAO

 

SOPEAO

Esta receta es muy popular en Sevilla, sobre todo en verano, ya que es muy fresquita para el verano. La receta no tiene especificadas las  cantidades de los ingredientes. Se trata de un plato ancestral que cada uno de los cocineros/as que lo prepara, lo adapta a sus gustos, siendo por tanto variables las medidas de cada uno de los productos que se utiliza.

Ingredientes

Ajos

Pepinos

Pimientos

Sal

Tomates

Pan del día anterior

Aceite de oliva virgen

Vinagre

Agua fría

Cebolla

 

Elaboración

Pelamos los ajos y cortamos.

Pelamos y cortamos  el pino en tiras y luego estas a la mitad. Reservando un poco de pepino para  el final.

Troceamos los pimientos, quitándoles el pedúnculo y las semillas.

En un mortero grande ponemos todos los ingredientes, y si te es más fácil en la batidora. Añadimos un poco de sal al mortero antes de poner todos los ingredientes, y majamos bien todos los ingredientes, hasta formar una pasta.

Pelamos los tomates y quitamos el pedúnculo, los troceamos y añadimos al mortero, con migas de pan duro y aceite de oliva virgen, majamos muy bien para su integración en la masa y que nos quede una pasta con textura.

Añadimos un poco de vinagre y agua fría mientras removemos hasta que quede absorbida por la pasta y nos quede caldoso.

Para servir el sopeao, lo adornamos con unos trozos de pepino, cebolla y un chorrito de aceite de oliva virgen.

Servir frio.

Podemos comerlo con rodajas de pan duro o tostado, regañas o como más os guste.

¡Buen provecho!

 

 

 

miércoles, 19 de marzo de 2025

SA'ID AL-ANDALUSI

 

SA'ID AL-ANDALUSI

Ṣā‘id Al-Andalusī: Abū-l-Qāsim Ṣā‘id b. Aḥmad b. ‘Abd al-Raḥmān b. Muḥammad b. Ṣā‘id al-Taglibī al-Qurṭubī al-Ṭulayṭulī, mejor conocido como Ṣā‘id al-Andalusī o Qāḍī Ṣā‘id. Almería, 420 H./1029 C. – Toledo, šawwāl de 462 H./VII.1070 C. Jurista, astrónomo e historiador, versado en las llamadas ciencias de los antiguos: astronomía, astrología, matemáticas, alquimia, lógica, medicina, etc.

Biografía

Ṣā‘id nació en Almería, descendía de un antepasado de la tribu taglib que habría tomado parte en la conquista de Hispania, algunos de cuyos descendientes, a fines del siglo X, se establecieron en Córdoba. Su abuelo Abū l-Muṭarrif ‘Abd al-Raḥmān, tras efectuar un viaje a Oriente, fue nombrado cadí de Sidonia, cargo al que, como nos hace saber Ibn Faradī, en su Historia de los sabios de al-Andalus, renunciaría al poco tiempo, para dedicarse a la ciencia hasta su muerte, acaecida en el año 390/1000. En cuanto a su padre, Aḥmad b. ‘Abd al-Raḥmān, emigró a la ciudad de Almería, a consecuencia de la guerra civil que pondría fin al califato y que era especialmente grave en Córdoba, y en la ciudad costera, capital por entonces de un próspero reino de taifas, regido por el esclavón y eunuco Zuhayr al-Ṣaqlabī, le nacería Ṣā‘id, que, aun cuando ignoremos con quién estudió en sus primeros años, recibiría la formación propia de las gentes de su clase. En fecha incierta, Ahmad se radicó en Toledo, donde murió siendo cadí de la ciudad en 449/1057, cargo al que accedería su hijo Ṣā‘id pasados los años.

Hay que tener en cuenta que cuando Ṣā‘id vino a Toledo andaba, más o menos, por los 18 años, y que la ciudad era por entonces la capital de un reino de taifas que ocupaba territorialmente lo que había sido otrora la Marca Media —o sea, la vasta región situada entre Sierra Morena y el Sistema Central— El reino estaba gobernado por Abū-l-Ḥasan Yaḥyà b. Ḏī-n-Nūn al-Ma’mūn, el soberano más capaz y poderoso de la dinastía de los ḏunnūníes, que habría de reinar entre 419/1032 y 467/1075, quien se había empeñado en hacer de Toledo un centro intelectual de primer orden. Su modelo no era otro que la ciudad de Bagdad en tiempos del califa abasí al-Ma’mūn (siglo IX). Los cronistas arábigos que hablan de la taifa toledana nos dicen que su capital sobresalía por las celebridades que allí cultivaban la ciencia de los antiguos. Un círculo de sabios dotados de una cultura enciclopédica, aunque descollasen en ciertas disciplinas. Habitaban en ella, en efecto, los matemáticos al-Waqqašī y al-Tuŷībī; los geómetras Ibn al-´Aṭṭār e Ibn Jamīs, que además era astrónomo; el astrólogo Ibn al-Jayyāt; los médicos Ibn al-Bagūniš e Ibn Wāfid, así como jóvenes en proceso de formación, como el propio Ṣā‘id, entre los cuales destacaría el famoso al-Zarqalī (Azarquiel), que perfeccionaría el astrolabio y pondría a punto las “tablas toledanas”, traducidas en el siglo XIII durante el reinado de Alfonso X, que serían hasta Copérnico, instrumento indispensable de la astronomía occidental. El interés por la ciencia de los Banū Ḏī-n-Nūn traería unas consecuencias de gran alcance histórico en las que no se ha reparado lo suficiente. La temprana conquista del reino en 1085 por los castellanos (cuatrocientos años antes de que se termine con el dominio musulmán de Granada) pondría al alcance de los europeos el material científico que propiciaría el renuevo y despegue de Occidente, gracias a la llamada Escuela de Traductores que enseguida se formaría. Puesto que los castellanos hallaron allí lo que no habrían encontrado en ninguna otra ciudad de al-Andalus ni del Magreb en ese tiempo. Sin el cultivo de la ciencia en Toledo habría sido imposible el primer renacimiento europeo en el siglo XII.

No parece, contra lo que se ha dicho, que el célebre Ibn Ḥazm fuera maestro de Ṣā‘id, pese a lo que asegura Ibn Baškuwāl; el almeriense, como bien lo señala en sus Ṭabaqāt, tuvo tan sólo una correspondencia tardía con el famoso polígrafo. Sí se sabe que estudió en Guadalajara con Abū Muḥammad al-Qāsim b. Fatḥ ciencia coránica, tradiciones, jurisprudencia y lengua. Por entonces entre los hijos de familias acomodadas y letradas la formación en lengua árabe, religión y derecho era considerada básica, antes de emprender estudios en ciencias exactas, en especial matemáticas y astronomía. En toledo recibió la enseñanza de Ibn al-WaqqašĪ, al que Ṣā‘id llama “mar de ciencia”, pues poseía un saber enciclopédico que abarcaba tanto las ciencias religiosas, como las ciencias de los antiguos —esto es, las ciencias no islámicas: matemáticas, astronomía, astrología, alquimia y medicina—; pero destacaba en geometría y lógica; dominaba la gramática, la jurisprudencia, la tradición y la teología; poseía además un saber profundo en genealogía e historia. Otro de sus maestros fue Abū Isḥāq b. Ibrāhīm b. Idrīs al-Tuŷībī, con quien estudió matemáticas y astronomía.

Ṣā‘id debió de escuchar las lecciones de algunos otros contemporáneos suyos, tanto en Córdoba como en Toledo en sus años mozos; pero no se poseen datos suficientes para conocer esta cuestión, ni la naturaleza de las influencias que recibió. Ṣā‘id sería nombrado cadí de Toledo por el rey al-Ma’mūn, hacia 460/1067. El nuevo magistrado instituyó enseguida una actuación de procedimiento judicial que simplificaba los procesos. Ello le permitiría dedicarse a sus investigaciones y estudios históricos, teológicos y científicos, amén de a la enseñanza, sin descuidar los deberes inherentes a su cargo. Ṣā‘id murió en Toledo, desempeñando el cadiazgo en 462/1070, cuando contaba cuarenta y un años de edad. Por encargo del rey pronunció la oración fúnebre en su entierro el jeque al-Hadīdī, el más ilustre dignatario del reino.

Entre sus discípulos destaca Abū Bakr ‘Abd al-Bāqī b. Muḥammad b. Ṣā‘id al-Hiŷāyī, conocido como Ibn Bur’al, tradicionista y literato, que se encargó de divulgar las Ṭabaqāt de su maestro por el Oriente.

Ṣā‘id al-Andalusī es famoso por la composición de una obra llamada Kitāb Ṭabaqāt al-umam (Libro de las categorías de las naciones), la única de todas las obras que compuso que ha llegado completa hasta nosotros. Es una especie de vademécum de la ciencia, compuesto al final de su vida, hacia el año 450/1068, al filo de los cuarenta años. Efectivamente, las Ṭabaqāt al-umam de Ṣā‘id al-Andalusī son un breve opúsculo que da cuenta de las ciencias antiguas, esencialmente filosofía, astronomía, matemáticas y ciencias naturales, así como de los sabios que las cultivaron hasta su tiempo, desterrando de su obra a las gentes dedicadas a disciplinas que no considera científicas, tales como los literatos, poetas, teólogos y juristas. Es pues un modesto catálogo abreviado sobre cuestiones científicas, no literarias. Ahora bien, dada la brevedad de sus noticias y la ausencia de desarrollo técnico —el libro fue concebido como compendio divulgativo, dirigido a un público no iniciado, a fin de que sirviera de base a comentarios o explicaciones orales— raramente alcanza la dimensión de verdadera vulgarización científica. Con todo, gracias a este texto, conocemos bastante bien la extensión de los conocimientos y la propagación de las ciencias en el mundo islámico.

Dicho esto cabe preguntarse entonces por las claves del desmesurado éxito del libro, habida cuenta que no era la primera tentativa de organizar la materia científica en el mundo del Islam. Es evidente que la fortuna del opúsculo se debió menos a las bondades de su material, que a ser conocido y divulgado casi desde el momento de su aparición. En efecto, Ibn Bur’al, discípulo de Ṣā‘id, al parecer más literato que científico, se encargaría de divulgar las Ṭabaqāt; sacándolas del medio de los sabios las llevó al de las personas cultivadas, en cuyo ambiente el epítome se transmutó en una obra fundamental. Ibn Bur’al, al pasar por Alejandría en su peregrinación a los Santos Lugares, dio a conocer la obra al célebre tradicionista al-Silafī, que impartía sus enseñanza a estudiosos de todo el Cercano Oriente venidos a oír sus lecciones, lo que contribuiría grandemente a la vulgarización de las Ṭabaqāt.

Acreditado y celebrado ya el opúsculo de Ṣā‘id en la época de eclipse cultural, adquirió categoría de fuente de información directa, como si todo su material fuera de primera mano, transformándose así en obra básica durante centurias, siendo tratada la mayoría de las veces como un bien cuasi mostrenco, sacando o apropiándose cada cual del material que de ella interesaba (entre otros Ibn al-Qifṭī, Ibn Abī Uṣaybi‘a, Bar Hebraeus, Ḥaŷŷī Jalīfa, etc.)

El éxito que acompañó a las Ṭabaqāt no sólo fue debido a su pronta divulgación, sino también al método empleado en su composición. Echando mano del útil del isnād, puesto a punto en la ciencia religiosa de las tradiciones —esto es, la cadena de transmisores que garantizaba la verdad de un dicho o hecho del Profeta de generación en generación, remontándose hasta él— Ṣā‘id articula sus teorías en una estructura historiográfica conocida como ṭabaqa (“generación, categoría”), procediendo a ordenar en una especie de lista a los pueblos que han cultivado la ciencia y que se la han transmitido según una estricta continuidad histórica o contigüidad geográfica. En la lista definitiva no habría más que ocho pueblos que cultivaron la ciencia o la transmitieron de Este a Oeste, desde la India a al-Andalus. Estos pueblos en riguroso orden son: indios, persas, caldeos, griegos, romanos, egipcios, árabes y judíos, a los que el autor dedica un apartado independiente en su libro. Ṣā‘id los describe como la quintaesencia de la humanidad, empezando cada capítulo de igual manera: esboza primero las características generales del pueblo en cuestión; precisa su situación geográfica y bosqueja su historia, dando a grandes rasgos algunos detalles sobre su religión y su pasado, para por fin emprender la enumeración de sus sabios más célebres, informándonos de algunas particularidades de sus vidas y obras. El autor comienza siempre por los filósofos, después pasa a los matemáticos, término que aplica —según la clasificación de las ciencias efectuada por al-Fārābī— al hombre versado también en astronomía y astrología; para terminar con los naturalistas, o sea, con los sabios que han estudiado una o varias ciencias naturales, frecuentemente medicina y alquimia.

Ṣā‘id reserva su admiración sobre todo para Aristóteles y para tres obras que considera máximos exponentes de la sabiduría humana, estas son: la Lógica de Aristóteles, el Almagesto de Ptolomeo y el Libro (de gramática árabe) de Sibawayhi, estudios, en definitiva, que tratan de asuntos considerados, desde épocas remotas hasta hoy, pilares básicos de la intelección humana.

El libro es particularmente importante para al-Andalus, llegando a procurar en esta sección información de primera mano, sobre todo cuando habla de judíos, médicos y filósofos, en un momento en que aún la filosofía no era cultivada por los musulmanes del país.

El alcance histórico de las Ṭabaqāt fue considerable, aunque su éxito se volviera contra los propios árabes. Convertido en libro de cabecera de no pocos intelectuales durante centurias, su contenido distorsionó la visión que los musulmanes tenían de los europeos y del mundo extraislámico, coadyuvando con su determinismo geográfico, su etnocentrismo y sus estereotipos negativos de otras gentes y razas, a reforzar el sentimiento de superioridad de los árabes; todo lo cual los llevaría a un gran ensimismamiento cultural del que sólo despertarían en época contemporánea.

El estilo de las Ṭabaqāt, como su autor nos aclara, es “la concisión y la brevedad”, de ahí que resulte escueto y condensado. No podía ser de otro modo, dada su naturaleza, un sucinto epítome. De acuerdo con esto Ṣā‘id se vale de una prosa generalmente asequible y concisa, no demasiado espinosa, lo que no le impide, sin embargo, emplear el artilugio retórico si lo cree necesario; o resultar extremadamente prolijo cuando quiere ser preciso; o utilizar la prosa rimada para enfatizar el final de un periodo. No es raro que emplee sinónimos, más que para enriquecer o matizar lo que dice, para intensificar o encarecer el discurso; pero de manera general nunca sacrifica el fondo por la forma.

Obras

Kitāb al-mu’allaq fī iṣlāh harakāt al-nuŷūm (Libro acerca de la rectificación de los movimientos de los astros) —obra perdida—

Ŷawāmi‘ ajbār al-umam min al-‘arab wa l-‘aŷam (Compilaciones de historias de los pueblos árabes y no árabes) —obra perdida—

Mu’allaf fi maqālāt ahl al-niḥal wa l-milal (Composición relativa a los tratados sobre las sectas y los credos de los hombres) —obra perdida—

tārīj al-Andalus (Historia de al-Andalus) —parece parte de las Ŷawāmi‘

tārīj al-muslimīn (Historia de los Musulmanes) —parece que sea un extracto de la Mu’allaf

Kitāb ṭabaqāt al-umam (Libro de las categorías de las naciones) [ed. de L. Cheikho, “Kitāb ṭabaqāt al-umam”, en al-Machriq, 14 (1911), págs. 566-573, 663-682, 753-769, 843-862 y 924-934 (2.ª ed. por el mismo bajo el tít. K. ṭabaqāt al-umam ou les Catégories des Nations, Beirut, 1912; 3.ª ed. del mismo texto por la editorial Baḥr al-‘Ulūm, Bagdad, 1967; ed. de El Cairo, s. f.); ed. de Ḥ. Bū Alawān, Ṭabaqāt al-umam, Beirut, 1985; trad. de R. Blachère, Kitāb Ṭabaqāt al-umam (Livre des Catégories des Nations), París, 1935; Sema‘an I. Salem y Alok Kumar, Science in the Medieval World “Book of the Categories of Nations”, Austin, University of Texas Press, 1991; F. Maíllo Salgado, Libro de las Categorías de las Naciones (Kitāb Ṭabaqāt al-umam), Madrid, Akal, 1999]

Bibliografía

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Ibn Jallikān, K. Wafayāt al-a‘yān. Ibn Khallikan’s Biographical Dictionary, trad. de Mac Guckin de Slane, Londres, 1845-1871 (4 vols.), II, pág. 77

al-Maqqarī, Nafh al-ṭīb. Analectes sur l’histoire et la littérature des Arabes, ed. de R. Dozy, G. Dugat, L. Krehl, W. Wright, Leiden, 1855-1861 (2 vols.), I, págs. 512, 622, 807 y 905; II, pág. 123

Ibn Abī Uṣaybi‘a, ‘Uyūn al-anbā’ fī ṭabaqāt al-aṭṭibā’, ed. de A. Müller, El Cairo 1299/1882 (2. vols.), II, págs. 40-52

Ibn Baškuwāl, al-Sila, ed. de  F. Codera y J. Ribera, Madrid, 1882-1883 (Biblioteca Arabico-Hispana, ts. I-II), n.º 535

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F. Pons Boigues, Ensayo biobibliográfico sobre los historiadores y geógrafos arábigo-españoles, Madrid, Ollero y Ramos, 1898, n.º 106

H. Suter, Die Mathematiker und Astronomen der Araber und ihre Werke, Leipzig, 1900 (reimp., Amsterdam, 1981, n.º 244)

Ibn al-Qiftī, Tārīj al-ḥukamā’, ed. de El Cairo, 1326/1908, pág. 36

G. Sarton, Introduction to the History of Science, Washington, 1927-1953, 3 vols. (reimp., New York, 1975, t. I, págs. 776-777)

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A. J. Chejne, Historia de España Musulmana, Madrid, 1980, págs. 160-163

G. Martínez-Gross, “La première histoire andalouse des sciences”, en L. Cardaillac (ed.), tolède, XII-XIII siecles, Paris, 1991, págs. 200-217

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F. Maíllo Salgado, “Sa´id al-Andalusí y las tabaqatal-umam”, en dr. Farouk Ismael (ed.), IV Congreso de la Civilización Andalusí. Homenaje a E. García Gómez, El Cairo, Universidad, 1998, págs. 237-251

F. Maíllo Salgado, [“Introducción”], en ṢĀ‘id al-AndalusĪ, Libro de las Categorías de las Naciones (Kitāb Ṭabaqātal-umam), op. cit., 1999, págs. 5-35.

Autor/es

Felipe Maíllo Salgad

 

martes, 18 de marzo de 2025

ARROZ CON GAMBAS

 

ARROZ CON GAMBAS


Ingredientes

500 gr de arroz

1 K de gambas o langostinos

½ Cucharon de aceite

4 Dientes de ajos

4 Tomates grandes o 2 cucharadas de puré de tomate

3 Hojas de laurel

1 Ramita de tomillo

1 Cucharadita de pimentón dulce

Pimienta negra recién molida

Sal

 

Elaboración

En una sartén grande y amplia (paellera) y honda, ponemos el pure de tomate, las hojas de laurel, la ramita de tomillo, el aceite, el ajo pelado, las especias, la pimienta negra recién molida y la sal. Salteamos durante 10 minutos a fuego lento, removiendo de vez en cuando.

Pelamos las gambas, ponemos las gambas peladas en la salsa y cocinamos a fuego lento durante unos minutos.

Humedecemos con 1 litro de agua (en el cual hemos cocido las cabezas y caparazones de las gambas con 1 hoja de laurel, filtrar antes de añadirlo) y cocinamos. Retiramos las gambas una vez cocidas y reservamos.

Lavamos el arroz, lo agregamos a la salsa y dejamos cocinar, removemos con una cuchara de madera para que no se pegue el arroz.

Antes de que el arroz este cocido, unos 2-3 minutos añadimos las gambas cocidas y reservadas, reservando la de mayor tamaño para cocinar.

Retiramos del fuego cuando el arroz haya absorbido toda la salsa y los granos se hayan hinchado bien. Dejamos reposar 3-4 minutos

Servir caliente.

¡Buen provecho!

 

lunes, 17 de marzo de 2025

ALCACHOFAS EN TEMPURA CON ALIOLI DE AZAFRÁN

 

ALCACHOFAS EN TEMPURA CON ALIOLI DE AZAFRÁN


Ingredientes

8 Alcachofas frescas, o congeladas en cuartos

Aceite  vegetal para freír

100 gr de harina, más un poco para rebozar las alcachofas

150 ml de agua helada

Una pizca de curry en polvo

Para el alioli de azafrán:

50 ml de agua

Hebras de azafrán

200 ml de aceite de oliva

6 Dientes  de ajos

1 Yema de huevo

Sal al gusto

 

Elaboración

Para  preparar las alcachofas:

 Si son frescas, retiramos las hojas duras exteriores con la ayuda de un cuchillo afilado. Una vez peladas las alcachofas, las cortamos por la mitad a lo largo y las ponemos en una sartén con 2 cucharadas de aceite de oliva, un chorrito de zumo de limón para evitar que se oxiden y las  cubrimos con agua fría, las llevamos a ebullición, las tapamos y las dejamos cocer a fuego lento durante 20 minutos.

Las sacamos del caldo de cocción para que se enfríen, las secamos con un paño de cocina y reservamos.

Para el alioli de azafrán: confitamos los dientes de ajos en el aceite a fuego lento durante 1 hora, dejamos enfriar.

Calentamos el agua en una cacerola pequeña, añadimos las hebras de azafrán y dejamos infusionar durante un mínimo de 2 horas, el líquido debe estar frio., escurrimos y reservamos.

En un mortero majamos los dientes de ajos confitados hasta obtener una pasta suave, añadimos la yema de huevo, la sal y mezclamos muy bien. Añadimos el líquido infusionado del azafrán, removemos bien y después el aceite  a chorro constante de la misma forma que hacemos una vinagreta o una mayonesa, rectificamos la sazón.

Para preparar la masa de tempura: en un bol mediano, mezclamos la harian y el curry en polvo y batimos con el agua helada hasta que todos los ingredientes estén bien mezclados, dejando que la masa quede grumosa.

Para freír las alcachofas, calentamos el aceite en una sartén grande, rebozamos las alcachofas cocidas en harina y sumergimos en la masa de tempura. Las freímos hasta que estén doradas durante unos 3 minutos aproximadamente.

Escurrimos sobre papel de cocina absorbente para quitar el exceso de aceite y sazonamos con sal a.

Servimos las alcachofas crujientes con el alioli de azafrán.

¡Buen provecho! nuestro gusto.

 

 

 

PLUMA IBERICA CON CHAMPIÑONES ESTOFADOS AL JEREZ

 

PLUMA IBERICA CON CHAMPIÑONES ESTOFADOS AL JEREZ


Esta deliciosa receta, es ideal ya que para prepararla solo usamos una  sola sartén, en la que solo utilizamos tres ingredientes, pluma ibérica, champiñones y Jerez- Los champiñones braseados lentamente adquieren un sabor dulce y a roble del Jerez que combina perfectamente con el rico cerdo ibérico.

Ingredientes

500 gr de luma ibérica cortado en 4 trozos

Aceite de oliva

1 Diente de ajo

1 Rama de tomillo mara marinar

Sal en escamas

Pimienta negra recién molida

Para los champiñones estofados al Jerez:

200 gr de champiñones cortados en rodajas gruesas

2 Cucharadas de aceite de oliva

200 ml de  Jerez

200 ml de reducción de caldo de carne

1 Cucharada de mantequilla

Sal

Pimienta negra recién molida

Elaboración

Marinamos la pluma ibérica en el aceite de oliva, el ajo machacado, la ramita de tomillo- Lo tendremos marinando los 4 trozos durante mínimo 30 minutos antes de cocinarlo.

Para preparar los champiñones: Calentamos el aceite en una sartén grande y doramos los champiñones por ambos lados hasta que estén ligeramente dorados y reservamos. En la misma sartén, añadimos el Jerez y dejamos hervir hasta que reduzca a la mitad. Añadimos la reducción de caldo de carne hervimos hasta reducir a la mitad, todo a fuego lento, añadimos los champiñones y rehogamos suavemente durante 3 minutos, sazonamos con sal y pimienta negra recién molida.

Antes de servir, añadimos la cucharada de mantequilla y derretimos en la salsa a fuego  lento hasta obtener una salsa brillante y lustrosa. Reservamos.

Calentamos la sartén y cocinamos la pluma ibérica durante 3 minutos por cada lado o hasta que esté hecha a nuestro gusto. Dejamos reposar durante 1 minuto y luego servimos en platos calientes con una buena cucharada de champiñones estofados al Jerez.

¡Buen provecho!

 

 

FLAN DE ROSAS ORIENTAL

 

FLAN DE ROSA ORIENTAL

Ingredientes

50 cl de leche entera

0 gr de azúcar glas + 15 gr para el coulis

1 Cucharada de agua de rosas o de azahar

35 gr de maicena o harina de arroz

125 gr de frambuesas frescas, o congeladas, o de bote

Elaboración

En un tazón pequeño, batimos la maicena con 3 cucharadas de leche para  evitar que la crema quede  grumosa más tarde.

Calentamos en un cazo  la leche con el azúcar glas, el extracto de rosas, a fuego moderado, batimos bien  para su integración. Añadimos la maicena y batimos continuamente hasta que la crema hierva, en ese momento apartamos.

Vertemos la crema en moldes y dejamos enfriar antes de meter en el frigorífico, manteniéndolo en el al menos 2 horas o toda la noche.

Mezclamos las frambuesas con el azúcar glas para hacer el coulis.

Cubrimos los moldes con el coulis y decoramos con frambuesas frescas.

¡Buen provecho!