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lunes, 30 de julio de 2012

Historia de los judíos en al-Ándalus. Los judíos en al-Ándalus

LOS JUDÍOS EN AL ANDALUS



La invasión musulmana libero a los judíos de la opresión visigótica y en ciertos casos aquellos colaboraron en la guardia de castillos y ciudades. El gobierno árabe trajo una época de florecimiento para la judería española.

 La cultura y el poder en Andalucía estaban representadas por el califaAbd  ar-Rahman III, quien hizo de Córdoba la capital cultural del Oeste. Fue esta una

Edad de Oro para los judíos; estudiaron árabe y erigieron prosperas comunidades enSevilla,Granada y Córdoba, la capital. Bajo el Califato, los judíos podían preservar sus ritos y tradiciones. La coexistencia pacifica condujo a su florecimiento económico y social. Poco a poco comenzaron a obtener posiciones importantes en la administración del Califato y también se distinguieron como hábiles artesanos.

Desempeñaron un papel en las caravanas que cruzaban las rutas principales de Al-Andalus y sus ciudades, siendo pieles, telas y alhajas sus mercancías principales. La comunidad judía de Córdoba gozo de un crecimiento extraordinario bajo la protección de Abd ar-Rahman III, y contaban con el apoyo real en sus relaciones con el Estado.

El judío mas importante de la época fue Hasday Ibn Shaprut, el eficaz medico personal y ministro del Califa. Fue el quien recibió a Juan de Gorze, enviado del emperador alemán Otto I; quien negocio tratados con los embajadores de Constantino VIII de Bizancio, y quien curo la obesidad de Sancho I de León, mientras simultáneamente concluía tratados con el. Sabia latín y árabe; con el hebreo relegado ahora principalmente a funciones culturales y litúrgicas, tradujo el tratado: "Materiales Médicos de Dioscórides".

La caída del Califato condujo a la aparición de los reinados Taifa y a la persecución de los judíos, en agudo contraste con el periodo de tolerancia. Pese a ello, los judíos eran valorados como consejeros, médicos y políticos, particularmente Ibn Nagrela de Granada. Con las invasiones almorávides y Almohades, los judíos comenzaron a buscar refugio en los reinos cristianos del Norte. La Edad de Oro de Al-Andalus había concluido.

La cultura judía en Al-Andalus. La prosperidad de la que habían disfrutado los judíos bajo el Califato Cordobés y la influencia de la cultura árabe sobre ellos, les había permitido destacarse como hombres de ciencia y como figuras literarias, pero especialmente como médicos. El contacto abierto con el Oriente y el Occidente produjo un tipo de judío con conocimientos amplios y que podía ser simultáneamente poeta, medico, científico y filosofo, en particular en Ciencias Naturales, Astronomia (esta ultima disciplina con una considerable influencia árabe).

Después de la caída del Califato, los reinados Taifa vieron una época de florecimiento cultural para los judíos de España. La filosofía y la ciencia fueron favorecidos, y los judíos descollaron como intelectuales, administradores y diplomáticos, y especialmente como poetas. Fue el Siglo de Oro de la poesía Hispano-Hebraíca. Citemos a Samuel Ibn Nagrella ha-Nagid.  Yehuda ha-Levy fue el primero en escribir en Castellano. Su poesía

religiosa es hermosa y lograda. Las Siónidas constituyen el grito eterno del alma judío por la perdida de Jerusalén. Abraham ben Ezra fue uno de los hombres mas educados y cultivados de la época. Estudio gramática, filosofía, poesía, ciencias, astrología...y viajo a través de Italia, Francia e Inglaterra, trayendo consigo la cultura Hispano-arabe y Hispano-Hebraíca. Escribió en hebreo y Latín para judíos y cristianos. Era celebre por sus trabajos en astronomía y sus exégesis de la Biblia.

Pero la cima del pensamiento judío de todas las épocas fue la figura cordobesa de Rabbi Moshe ben Maimon,Maimónides (el Rambam). A pesar de haber pasado la mayor parte de su vida fuera de España, siempre se considero sefardí, es decir, español. Sus obras filosóficas iban a influir sobro todos los grandes pensadores de la Edad Media. En 1190 escribió su obra mas importante, «La guía de los perplejos», en la cual armoniza la fe con la filosofía, el hombre con la divinidad. También fue el autor de los famosos Trece artículos de fe.

 Un experto medico, fue también el medico personal del Sultán Saladino.

Los judíos en los reinos cristianos.

Hasta la caída del Califato son pocas las comunidades judías en los reinos cristianos. La salida de judíos de Al-Andalus se incrementa durante los siglos X y XI y el papa Alejandro II aconseja a los obispos que sea respetada la vida de los judíos.

Las convulsiones que sufren los reinos Taifas empujan a los judíos hacia los reinos cristianos del norte. El fuero de Castrogeriz y luego el deSepúlveda son de los primeros en reglamentar las condiciones de vida de los judíos y en elCódigo  de los Usatges aparecen disposiciones que se ocupan de proteger a los judíos del  Condado de Barcelona.

La política de favor iniciada por Alfonso VI tuvo como consecuencia la participación de numerosos judíos en la administración del reino. En la batalla de Sagrajas, los judíos combatieron junto al rey de Castilla.

Toledo será el crisol de tres culturas y tres religiones: cristiana, musulmana y judía. A partir de 1125 funcionará la llamada Escuela de Traductores que contará con importantes intelectuales judíos. Éstos traducirán el árabe al romance y luego los clérigos harán la versión latina. En la Escuela de Traductores se produjo el encuentro entre la cultura clásica y el pensamiento cristiano, dándose a conocer, sobre todo, la obra de Aristóteles.

No obstante, es una época insegura. Los judíos son propiedad del rey y los impuestos que pagan revierten en la Corona. A fines del siglo XII, se producen saqueos y matanzas en algunas juderías como las de Toledo y León y en el IV Concilio de Letrán se impone a los hebreos el uso de distintivos especiales en la ropa que los distingan de los cristianos, pero Fernando III consiguió que quedase sin efecto. Los reyes cristianos del siglo XIII fueron generalmente favorables a los judíos, pero la presión de la Iglesia, que pretendía su conversión, fue tal que en 1232 se estableció en Aragón el Tribunal de la Inquisición. Tras la conquista de Mallorca y Valencia, Jaime I concedió a los judíos beneficios y propiedades, así como privilegios para ejercer sus oficios. En la Carta Puebla de Carmona se conceden ciertos derechos a los judíos que acudiesen a poblarla.

La Iglesia, que acusaba a los judíos de deicidio, no dudaba en emplear todos los medios a su alcance para conseguir su conversión. Así tuvieron lugar los enfrentamientos teológicos de Barcelona entre el converso Pablo Cristiano y el gran filósofo judío Nahmánides en 1252 y que continuarían ciento cincuenta años más tarde en Tortosa.

 Alfonso X el Sabio se rodeó de intelectuales judíos pero en las Cortes de

Valladolid y Sevilla aparecen elementos legislativos discriminatorios para los hebreos. A todo esto se sumó la caída fulgurante de los empresarios y almojarifes de Alfonso X, acusados de traición e infidelidad, cuya condena supuso para las aljamas una cuantiosa multa de 12.000 maravedís de oro.

A principios del siglo XIV, en 1313, el Sínodo de Zamora impuso la opinión de los sectores más radicales de la Iglesia resucitando las prescripciones del concilio de Letrán y prohibiendo a los judíos ser médicos de cristianos. En 1348, los estragos de la Peste Negra fomentan el odio antisemita y los judíos son acusados falsamente de su propagación. Por último, la victoria de Enrique de Trastámara sobre su hermano Pedro I trajo graves consecuencias para los judíos castellanos y aumentó la presión sobre ellos, avivada por un ambiente de hostilidad que desembocó en las matanzas de 1391.

domingo, 29 de julio de 2012

Historia de los judíos en al-Ándalus. Los Judíos en la España Medieval


LOS JUDÍOS EN LA ESPAÑA MEDIEVAL

 


Según algunos autores judíos del siglo XV la presencia hebrea en España era anterior al cristianismo. Sostenían que los primeros judíos llegaron a la Península Ibérica tras la destrucción del Primer Templo de Jerusalén por el rey babilonio Nabucodonosor II en el año 587 a.C. y la consiguiente diáspora judía. También lo interpretaba así un versículo bíblico del profeta Abdías, en el que se hablaba de "los desterrados de Jerusalén que están en Sefarad". Lo cierto es que la Península Ibérica se convirtió en una verdadera patria para generaciones de judíos, hasta su expulsión por los Reyes Católicos en 1492. En el siglo VII sufrieron una creciente persecución por parte de los visigodos, especialmente con el rey Egica, quien ordenó la confiscación de todas las propiedades de los judíos y la retirada a los padres de la custodia de sus hijos para educarlos en el cristianismo.

Esta persecución hizo que en el año 711 los judíos recibieran a los musulmanes como auténticos liberadores. Las comunidades judías conocieron un considerable desarrollo en Al-Ándalus, donde también se establecieron algunos grupos de judíos norteafricanos. En el siglo X las principales comunidades hebreas andalusíes eran las de Córdoba, Toledo, Lucena y Granada. La mayoría de los judíos se dedicaban a la agricultura, la artesanía y el pequeño comercio, y los más destacados representantes de las aljamas se ocupaban del comercio internacional, la medicina y oficios de corte.

Tras la crisis del califato de Córdoba en el siglo XI, las comunidades hebreas resurgieron con los reinos de taifas, gracias a la labor desarrollada en las cortes de algunos de estos reinos por destacados personajes judíos.

En los reinos cristianos la actitud hacia los judíos era también favorable. Desde el siglo X hay noticias sobre la presencia judía en Galicia, León, Burgos, La Rioja y Cataluña, pese a que su número debía ser aún muy reducido. Diversos fueros de los siglos XI y XII garantizaban la autonomía administrativa y judicial de los judíos, organizados en corporaciones llamadas aljamas. Tenían derecho a profesar libremente su religión y el reconocimiento de la plena propiedad de todos sus bienes, así como autonomía judicial en causas civiles y criminales.

Sin embargo, al igual que ocurría en Al-Ándalus, las condiciones que disfrutaban los judíos no suponían la igualdad respecto a la población cristiana. Así, la legislación eclesiástica prohibía a los judíos hacer proselitismo, establecía estrictas limitaciones en sus relaciones de convivencia con los cristianos, y les prohibía ejercer oficios y cargos que llevaran aparejada jurisdicción sobre éstos. La reticencia popular hacia los judíos se incrementó en el siglo XII, lo que tiene que ver con el peso cada vez mayor de los judíos mercaderes y financieros.



 Sinagoga de Sta. María la Blanca. Toledo
 
La fase de esplendor en la historia de los judíos hispanos no estuvo exenta de tensiones y traumas. Pese a la unidad que les confería la fe religiosa, en el seno de las comunidades hebreas surgió una progresiva diferenciación entre un sector aristocrático, formado por los grandes comerciantes y financieros al servicio de la monarquía, y un sector popular compuesto por agricultores, artesanos y pequeños mercaderes, más apegado a las tradiciones culturales y religiosas. El enfrentamiento interno por el control de las aljamas se generalizó desde finales del siglo XII. Las familias judías ricas se parecían en su forma de vida a la nobleza cristiana. Además obtuvieron de los reyes privilegios especiales, como no pagar impuestos.

En cualquier caso, a lo largo del siglo XIII, el número de funcionarios y cortesanos judíos creció de forma considerable en los reinos de Castilla y Aragón.

Pese a que estos judíos cortesanos podían acumular grandes riquezas, estaban expuestos al cambio de humor de los soberanos y de la aristocracia cristiana. Desde mediados del siglo XIII, el antijudaísmo avanzó en los reinos hispanos no sólo en el terreno doctrinal, sino también en el legislativo. En 1312, un concilio eclesiástico reunido en Zamora instaba a los regentes de Alfonso XI a poner en práctica las disposiciones relativas a los judíos adoptadas en el IV concilio de Letrán (1215), en las que se establecía que los judíos fueran recluidos en barrios aislados y llevaran sobre sus vestimentas ciertas señales identificativas. Este clima antijudío estalló de forma violenta en varias ocasiones a lo largo del siglo XIV, lo que tuvo su expresión más evidente en el asalto a las juderías.

En definitiva, en la segunda mitad del siglo XIV el antijudaísmo era ya un fenómeno irreversible en los reinos hispánicos. Alcanzó sus más altas cotas en 1391, con las persecuciones que, iniciadas en el valle del Guadalquivir, se extendieron rápidamente por numerosas comarcas hispanas, provocando la ruina de alguna de las aljamas más importantes. Pese a los esfuerzos posteriores para restaurar las juderías, la comunidad judía nunca se recuperó. Además, el terror producido por los asaltos a las juderías hizo que muchos se convirtieran al cristianismo. Precisamente, los recelos de la mayoría cristiana respecto a estos "conversos" dieron lugar a un problema que perduró incluso más allá de la expulsión de los judíos en 1492.

Historia de los judíos en al-Ándalus. Hablar de gastronomía en el mundo judío


HABLAR DE GASTRONOMÍA EN EL MUNDO JUDÍO



 

El mundo judío ha ido adoptando platos, ingredientes y formas de cocinar de los distintitos pueblos con los que ha compartido territorio. Todo este repertorio gastronómico pasado por las exigencias religioso-dietéticas del judaísmo ha ido conformando las diferentes tradiciones culinarias del pueblo judío. Los platos que podemos considerar plenamente judíos son, en su mayoría, los que la tradición ha convertido en típicos de las fiestas hebreas.

En la cocina  judía existen dos grandes vertientes: La sefardí mediterránea y la asquenasí centro europea. En la primera, es frecuente el uso de especias y de aceite de oliva teniendo entre sus ingredientes principales, los vegetales, las legumbres y el cordero. La almendra es el componente esencial de su muy variada repostería.

Por el contrario, los asquenasíes además de las verduras suelen tomar buey, patatas, lácteos, farináceos y pescados.

En ambas cocinas, la berenjena toma especial relevancia, convirtiéndose en la protagonista de muchos platos.

La mesa sefardí se abre con un variado surtido de entremeses, el mezé, que se suele tomar con raki, una especie de aguardiente anisado parecido al “pastis”, que reconforta maravillosamente el estómago. Incluso en la farmacopea doméstica se usa para aliviar lo que llaman los males del Korason, y que son desde el dolor de muelas hasta la aerofagia, pasando por la gastritis, úlceras y demás enfermedades relacionadas con el aparato digestivo. Esta especie de aperitivo se toma en casa cuando hay alguna celebración religiosa o familiar, también se puede hacer fuera, en algún bar donde se reúnen los amigos y de algún modo dejan ya casi solucionada la comida. Los platos más habituales suelen ser los fritos de calabaza y berenjena, la “filikas”, el “djadik”, la “tarama”, los “vahtes” o “garato”, el “plaki de avas” y un sinfín de ensaladas de remolacha, berenjenas, calabacines, col, coliflor, escarola, achicoria, judías verdes, habas, pepino, rábanos, pepinillos, sesos, etc.

Otra costumbre sefardí que se respetaba hasta hace apenas dos o tres décadas en España, era la de comer pescado los viernes, una deformación sincrética del ayuno cuaresmal y la preparación del Sabath, que dio como resultado un interminable recetario en el que se puede disfrutar de preparaciones basadas en los métodos antiguos de conservación: ahumados, salmueras, salazones, escabeches, encurtidos, en aceite, etc. Ya que por aquel entonces el pescado fresco no llegaba en condiciones a la meseta.

Respetado el ayuno sabático, todos los miembros de la familia esperan impacientes el retorno de los hombres de la sinagoga para poder desayunar. Era otra fiesta que se repetía cada semana y que da idea del valor que la mesa tiene en esta cultura. En esta ocasión el aperitivo era más contundente ya que se compone de kosas d’orno, o sea, de preparaciones mucho más sofisticadas que se cuecen lentamente en el horno. Estas llamadas kosas d’orno, suelen ser las “borrekas”, empanadillas tiernas rellenas de queso que se cuecen al horno suave; el pastel o pastela, que es un hojaldre relleno de verduras, queso o carne y espolvoreado de azúcar glasé; el “almodrote”, pastel de berenjenas con queso y huevo que se asa al horno y una vez frío y cuajado se corta en grandes dados y las “filas” o “filikas”, citadas anteriormente.

Historia de los judíos en al-Ándalus. Musica judía: Sefardí y Klezmer


MÚSICA JUDÍA: SEFARDÍ & KLEZMER



 
En el 3er Encuentro en la Judería de Toledo celebramos con el Festival de las Estrellas la explosión de conocimiento y ciencia en el Toledo Medieval, en la que de forma tan importante participaron los judíos toledanos.

Pero esta celebración cultural es también festiva y, por lo tanto, no podía faltar la música. Música sefardí y música klezmer, las dos grandes venas de la música judía, estarán representadas en sendos conciertos de Ana Alcaide (viernes 15, 22 h. Sala Círculo) y del grupo Kentokaki (sábado 21 h. en la Plaza del Ayuntamiento); además de un pasacalles sefardí que tendrá lugar la tarde del sábado 16 entre las 18 y las 20 h., a cargo del grupo Cuerno de Cabra; y otro pasacalles klezmer, (el domingo 17 a las 12.30) a cargo del Grupo Histrov. Ambos pasacalles tendrán su punto de partida en la Plaza del Salvador y recorrerán Santo Tomé, la Plaza del Conde, San Juan de Dios, Museo del Greco, Paseo del Tránsito, plaza del Barrionuevo, plaza de los Reyes Católicos, y volverán al punto de partida por la calle del Ángel.

KLEZMER

La música klezmer nace en las comunidades judías del este de Europa, en la época medieval. Klezmer era el término utilizado en yiddish para referirse al músico que interpretaba esta música, “la persona que lleva canciones“.

La música klezmer era generalmente interpretada por un grupo de tres a seis músicos. Los músicos viajaban de pueblo en pueblo tocando en bodas, festivales de Purim y ferias. Los instrumentos habituales eran el violín, el clarinete, flauta, violonchelo y batería. El violín o “fiddle” era el instrumento más popular porque algunas localidades habían prohibido los instrumentos agudos como el clarinete, la trompeta o la batería. Una música secular, informal y casi siempre improvisada, ya que los klezmorim raramente sabían leer música.

Los klezmorim viajaban de shtetl en shtetl buscando trabajo. De hecho, la etiqueta “klezmer” era considerada algo reprobable, una referencia a alguien que carecía de formación y que vivía sin domicilio fijo. Un oficio próximo al de vagabundo, que se transmitía de padres a hijos.

A pesar de su inestable reputación, la música klezmer era muy importante en la vida judía de la Europa del Este, donde aún existe un refrán que dice que “una boda sin klezmer era peor que un funeral sin lágrimas“.

SEFARDÍ

Parece seguro que los judíos participaron en la vida musical de la España medieval junto con árabes y cristianos, según revelan las cuentas de algunas casas reales en las que aparecen juglares judíos a sueldo de la corona.

A pesar de la estrecha e intensa actividad entre árabes y judíos, muy poco sabemos acerca de la práctica musical en las juderías de Al-Andalus.

La música sefardí nace de los judíos instalados en los reinos cristianos de la península ibérica durante el periodo de reconquista, especialmente entre los siglos XI al XV. Aquellos músicos judíos adaptaron canciones populares castellanas fundiéndolas con los usos musicales que habían aprendido de los árabes en Al-Andalus y con las formas líricas que estaban desarrollando los brillantes poetas judíos. Árabe en el ritmo y los instrumentos, judía en la poesía y cristiana por el idioma en que se cantaban, que era el castellano. La temática más corriente de las canciones sefardíes es la amorosa, aunque también había canciones de cuna. Y, como en el caso del klezmer, música para las bodas.

Las coplas sefardíes forman parte de los orígenes de los Romances, un genero arcaico que, como señala Ángel Álvarez Caballero, es semilla probable de la que emergieron las tonás, brote a su vez del martinete, la carcelera, la debla, la siguiriya y la saeta. Y cita: “El contacto de los grupos gitanos con juglares, trovadores y pregoneros moriscos, judíos, y cristianos judíos (conversos) y la adecuación de la temática romanceril a las ansias denunciativas de la gitanería proscrita propició la apropiación del corrido o romance para la formación de las tonás carceleras, plañideras y de resignada protesta”

Hoy este vínculo entre música sefardí y flamenco reaparece con intensidad en el trabajo de interpretes de gran talla como, por ejemplo, Yasmin Leví o Mor Karbasi.

Historia de los judíos en al-Ándalus. La ciencia en la juderia de Toledo 2) Embajadores en la luna


LA CIENCIA EN LA JUDERÍA DE TOLEDO 2) EMBAJADORES EN LA LUNA



 

En la fila central, los cráteres de Ptolomeo (superior), Alfonso X (medio y Azarquiel (inferior)

El motor de La ciencia renacentista fue sin lugar a dudas la Astronomía, una ciencia que se transformó en otro pilar importante en los inicios de la modernidad. Ella contribuye decisivamente a acabar con los sistemas filosóficos medievales, aportando una nueva imagen del universo, heliocéntrica y mecanicista. La aportación de Toledo a la ciencia Astronómica queda reflejada en los dos cráteres lunares bautizados por la NASA con el nombre de dos insignes astrónomos toledanos: Azarquiel y Alfonso X el Sabio. En justicia, Alfonso X debería compartir su cráter con Yehudá ben Mosé ha-Kohén y Ishaq ben Sayyid, los sabios judíos toledanos que, por encargo del rey sabio, escribieron las Tablas Alfonsíes.

Azarquiel

El llamado método científico, cuya introducción se atribuye a Galileo, ya estaba presente en la astronomía andalusí. Los astrónomos andalusíes advirtieron que las previsiones teóricas, basadas en las ideas de Ptolomeo que afirmaban que la Tierra ocupaba el centro del Universo, no cuadraban bien con las observaciones, y dedicaron grandes esfuerzos a observar y registrar los datos de esas observaciones -prueba de ello son las Tablas Toledanas, las Tablas Alfonsíes y las menos conocidas de Jaén-. Los instrumentos astronómicos eran cada vez más precisos y ligeros. Un ejemplo de belleza, ligereza y versatilidad es el astrolabio con lámina universal, modificado por el astrónomo granadino Ibn Baso, construido a principios del XIV. Con esta especie de antecesor del GPS era posible pasar de forma rápida de un sistema de coordenadas a otro y se podía calcular con él la hora en cualquier latitud.

Y la teoría, que es una especie de hermana ciega pero no coja de la observación, también tuvo sus avances. Y fueron sorprendentes. Pues Azarquiel (quien nació en Toledo y vivió en Córdoba sus últimos años), al trabajar con un instrumento que hoy día calificaríamos de planetario, descubrió que la órbita resultante de Mercurio se ajustaba mejor si ¡un óvalo fuese usado en lugar de una circunferencia! (siglos después, Johannes Kepler publicaría su tratado donde los planetas giraban en torno al Sol en órbitas elípticas).

Entre las principales obras astronómicas de Azarquiel encontramos Las Tablas Toledanas, calculadas en la ciudad de Toledo por orden de Al-Mamun en el año 1069 de nuestra era. Aunque se atribuyen a Azarquiel, es mucho más probable que estas tablas fuesen preparadas por un grupo de astrónomos, quizá dirigidos por él. El texto original en árabe se ha perdido aunque se conservan cerca de 128 manuscritos, incluyendo traducciones al latín, siendo la más famosa la debida al traductor Gerardo de Cremona.

También fue relevante la Suma referente al movimiento del Sol, una obra que trata de las dificultades de definir y medir la duración del año solar. Azarquiel pasó veinticinco años de su vida observando y teorizando sobre los movimientos del Sol. Es notable la fijación que demuestra Azarquiel por la precisión y su preocupación por contrastar sus resultados con los de otros autores. E igualmente notable es también la precisión con que Azarquiel midió la variación del apogeo solar, o punto donde la distancia entre el Sol y la Tierra es mayor. Él calculó que variaba 12 segundos de arco por año, mientras el valor moderno está en torno a 11,8 segundos de arco.

Azarquiel también escribió el Tratado relativo al movimiento de las estrellas fijas, donde adapta y extiende las ideas de Ibn Qurra, que suponía que las estrellas fijas tenían un movimiento de acceso y retroceso (o de ida y vuelta, similar al que contemplamos hoy día). Era importante porque en las tablas toledanas se usaba una estrella patrón como origen de las coordenadas (así, el resto de estrellas cambiaban de posición) y era necesario corregir la longitud sumando el valor de la precesión. En contraste con las teorías de Hiparco y de Ptolomeo que predecían un movimiento constante, la teoría de la trepidación de Azarquiel e Ibn Qurra predecía un acceso y retroceso de los equinoccios.

En el Tratado de la azafea, Azarquiel introduce innovaciones en el astrolabio, un instrumento fácil de manejar y transportar y que permitía una amplia serie de cálculos y de mediciones. Su construcción estaba basada en la proyección de la esfera celeste sobre un plano, más o menos como se proyectan los mapas terrestres. En el astrolabio plano, esta proyección es la estereográfica ecuatorial. Esta, sin embargo, tenía sus inconvenientes ya que hacía falta una lámina para cada latitud, lo que limitaba el uso del astrolabio u obligaba al fabricante a manufacturar varias láminas, distorsionando de esta forma la sencillez de su manejo (sería como si tuviésemos que cambiar el chip del GPS al cambiar de localidad). La innovación técnica introducida por Azarquiel en la Azafea se refiere al cambio del tipo de proyección. Introdujo dos proyecciones meridianas, una para cada mitad de la esfera. Así, algunos planos fundamentales, como el ecuador, la eclíptica y los horizontes son representados por líneas rectas, cambio que permitía utilizarla en cualquier latitud.

Si la Azafea suponía un avance en relación a la Lámina Universal de Ali b. Jalaf, el Tratado de la lámina de los siete planetas de Azarquiel supuso igualmente un progreso con respecto al astrolabio de Ibn Samh. Este último requería una lámina para cada planeta y Azarquiel, con su manía de simplificar lo simplificable, introdujo una sola lámina que hacía todo el trabajo. Fue en esta obra donde la Astronomía de los círculos se vio superada por la Astronomía de las figuras ovaladas. ¿Una primera aproximación a las órbitas elípticas? Probablemente tal figura ovalada se debe a la composición de movimientos y no una avanzadilla de las investigaciones de Kepler.

Alfonso X, el Sabio

Hay una frase que, presuntamente atribuida a este rey, me fascina. Este, muy molesto por los epiciclos introducidos para salvar el sistema ptolomaico, dijo: “Si Dios me hubiera consultado antes, hubiera elegido un sistema más simple”.

Desde el punto de vista científico las grandes obras de Alfonso X fueron, sin duda, los Libros del Saber de Astronomía y de las Tablas Alfonsíes. Los primeros son una compilación del conocimiento astronómico hasta la era alfonsí y fueron escritos en romance (una especie de español antiguo). Una consecuencia de ello está relacionada con la propia novedad de la elección de la lengua en sí. Estos libros consistían en varias traducciones y adaptaciones de tratados astronómicos, aunque también contiene producción propia. La segunda obra trata de observaciones astronómicas propias y ajenas, en forma de tablas.

Las tablas alfonsíes son obra de los dos principales colaboradores judíos y sin intervención de ningún cristiano. Yehudá ben Mosé ha-Kohén y Ishaq ben Sayyid.

Yehudá ben Mosé ha-Kohén, médico entendido en astronomía y astrología, era “mucho entendudo en la arte de astronomía y sabíe e entendíe bien el arávigo e el latín.”

Ishaq ben Sayyid era hazzan de Toledo, o sea, rabino cantor sinagogal de Toledo. Era experto en temas científicos y sabía fabricar diversas clases de relojes y de instrumentos de observación astronómica. También poseía conocimientos astronómico-matemáticos teóricos. Colabora en las Tablas astronómicas y elaboró hasta diez tratados  sobre construcción y uso de instrumentos y relojes. Tuvo parte principal en lña redacción de las Tablas alfonsíes, fechadas entre 1263 y 1272, es decir, en el periodo en que se sitúan sus observaciones astronómicas.

La Tablas astronómicas en la obra científica alfonsí de mayor alcance, la más famosa; pero ya desde ahora hay que decir que no se conoce más que la introducción y los cánones, que nos han llegado en un manuscrito único y por añadidura tardío. Es más obvio que las tablas presuponen observaciones astronómicas hechas con ayuda de instrumentos y, también, la utilización de algo de bibliografía.

Para hacerse una idea de la importancia de las Tablas Alfonsíes basta con decir que fueron reimpresas trece veces (desde 1453) y copiadas manualmente una infinidad de veces. Fueron adaptadas para fechas posteriores, fueron citadas y quizás utilizadas por astrónomos como Tycho Brahe, Galileo y Kepler, hasta que este último las superó en 1627 con sus Tablas Rodolfinas basadas en las observaciones de Tycho Brahe; es decir: después de casi cuatro siglos de vigencia.

La labor desarrollada por los científicos judíos alfonsíes fue una actividad llamativa y duradera, sobre la cual debieran hacerse precisiones fundamentales. Contra la idea generalizada de la intervención personal de Alfonso X en las obras científicas preparadas bajo su mecenazgo, el examen de treinta obras astronomo-astrológicas en castellano pone de manifiesto la parte principal de los intelectuales judío.

Una crítica a la afición de Alfonso X a la Astronomía y su descuido de la política viene en forma de unos versos debidos a  Marquina: “De tanto mirar al cielo se le cayó la corona”.

Resumen de un artículo de Antonio Claret (Instituto de Astrofísica De Andalucía, IAA-CSIC) Publicado el 23/06/2009 en: http://www.webislam.com/articulos/35839-la_astronomia_espanola_en_el_medievo.html

Historia de los judíos en al-Ándalus. Escuela de traductores de Toledo

LA ESCUELA DE TRADUCTORES  DE TOLEDO





(estas entregas tienen como objetivo dar a conocer lo que celebramos en el próximo Encuentro en la Judería de Toledo, los días 15, 16 y 17  de junio, una verdadera Fiesta de las Estrellas)

Entre los siglos Xi y XIII, Toledo se convierte en un gran centro cultural en el que participan activamente los judíos. Sin duda cuando Alfonso VI conquistó la ciudad en 1085 debió hallar en ella importantes bibliotecas que justifican la aparición, medio siglo más tarde, de la corriente de traducciones toledanas.

La impresionante colección de documentos árabes escritos por mozárabes toledanos o las obras en judeo-árabe elaboradas por los judíos de Toledo durante esos siglos parecen una prueba decisiva de que al menos en el terreno de las lenguas, continuaron los viejos hábitos en la vida diaria sin rupturas sustanciales. El ambiente lingüístico de la ciudad ofrecía una variedad curiosa y atrayente, en la que el bilingüismo y aún el trilingüismo estaban a la orden del día.

En Toledo era posible encontrar expertos en todas las ciencias, una abundante colección de manuscritos de filosofía y ciencias, los intérpretes más adecuados para poder entender su contenido, y hasta la ocasión de aprender el árabe para ser capaz de acceder de manera directa a la ciencia oriental.

Así, del siglo XI al XIV, junto al ambiente cotidiano de la vida bulliciosa, propia de mercaderes y guerreros, artesanos y labradores, en Toledo late otro mundo. Un mundo formado por hombres estudiosos, sabios que viven y trabajan en la ciudad. Ya el rey al-Mamún había conseguido atraer a su corte a los científicos más prestigiosos de su tiempo, que en Toledo crearon su escuela y dejaron seguidores: matemáticos, astrónomos y astrólogos, médicos y botánicos.

Tras el paréntesis de las guerras volvieron a poblarse las bibliotecas y los salones de estudio, ahora con el añadido de gentes de toda Europa, que en Toledo encuentran un florecimiento de la filosofía, las ciencias, las artes y las letras como en pocos lugares.

Fruto de esta concentración será un plan de difusión de la cultura, dirigido en su primera etapa por el arzobispo don Raimundo (1124-1152), que se conocerá en todo Occidente como la Escuela de Traductores de Toledo.

La Escuela de Traductores de Toledo es un movimiento, no un espacio físico; en el que sabios de la ciencia, la filosofía o la poesía, que además eran buenos conocedores del árabe, se lanzan a traducir las obras de la sabiduría helena y oriental escritas en árabe.

Se registra una rara unanimidad de la crítica para negar la existencia de ningún soporte institucional como tal “escuela”. A su vez, es innegable que el trabajo de los traductores hubo de contar al menos con una neutralidad benévola por parte de la jerarquía, pues habría sido imposible en presencia de la menor hostilidad o condena por parte de una cabeza mitrada.

Sus aportaciones a la modernización de la ciencia y el conocimiento en Europa son importantísimas. Baste con recordar, como muestra de tal aportación, que es la Escuela de Traductores de Toledo la responsable de introducir en Europa los guarismos (los números árabes), que tanto simplificaron el cálculo gracias sobretodo a la genial invención del cero.


En primer lugar en la muy conocida Escuela de Traductores de Toledo. Es cierto que la Escuela de traductores se nutría de maestros de las tres culturas, pero eran los maestros judíos los que dominaban las tres lenguas: el hebreo en el que oraban, el árabe con el que habían convivido los siglos anteriores y que seguían utilizando para comerciar con Al Andalus y el romance de los nuevos dominadores. En tiempos de Alfonso X, casi la mitad de los traductores eran judíos, pero intervinieron en tres de cada cuatro traducciones.

Además, como decía Ahmad ibn Yusuf en su carta Sobre la Relación y la Proporción, “es preciso que un buen traductor posea, más de un excelente conocimiento de la lengua que traduce y de aquella en que se expresa, también el saber de la disciplina contenida”. Los traductores eran maestros en filosofía, poesía, teología, medicina, botánica, matemáticas, astronomía…

Pero el motor de la ciencia renacentista fue sin lugar a dudas La Astronomía, una ciencia que se transformó en otro pilar importante en los inicios de la modernidad. Ella contribuye decisivamente a acabar con los sistemas filosóficos medievales, aportando una nueva imagen del universo, heliocéntrica y mecanicista.

Y fueron dos judíos Yehudá ben Moisés e Isaac ben Sayid quienes redactaron las Tablas Alfonsíes, obra fundamental que dio lugar a la astronomía occidental moderna.

Historia de los judíos en al-Ándalus. Los judios en la edad media española


LOS JUDÍOS EN LA EDAD MEDIA ESPAÑOLA



A lo largo de los siglos VIII y XV los judíos se encontraron sometidos, primero a autoridades musulmanas y, más tarde, a reyes cristianos. Unas y otros compartían la misma actitud: los judíos no habían conseguido superar “todavía” su vieja ley mosaica, lo cual constituía un error, las consecuencias que de esta afirmación se derivaban dependían luego de las características personales del gobernante o de las circunstancias de la época concreta. Las Cortes castellanas estaban dispuestas a aceptar la legitimidad de la Torah, pero su actitud respecta al Talmud y a la Qabbalah variaba. En la práctica, sin embargo, estaba ocurriendo el hecho de que ni el cristianismo ni el judaísmo, concebidos ambos en el respeto a la tradición respectiva, permanecían estáticos; en su crecimiento recíprocamente se influían, aun sin advertirlo.

Desde su asentamiento en la Península, los judíos se organizaron en forma de comunidades locales autónomas, semejantes a los municipios, llamadas aljamas. La aljama fue la agrupación de personas que, a veces, no vivían en la misma ciudad sin en aldeas o villas circundantes. En Castilla, y desde el siglo XIII, existió una especie de organismo representativo supremo formado por los procuradores de todas o de las principales aljamas. Recogieron una tradición que pretendía afirmar la presencia de judíos en la península desde la época de la destrucción del Primer Templo, el 587 a. C., tratando de demostrar que los judías ibéricos no habían tomado parte en el proceso y muerte de Jesús.

Nada de esto es verdad, según el profesor Suárez. El judaísmo español es posterior a la destrucción del Segundo Templo, y su cultura fue rabínica, es decir, escolástica y no sacerdotal. Los rabinos nada tenían que ver con el sacerdocio, eran los conocedores e intérpretes de la Ley, a los que largos años de estudios capacitaban para ejercer la dirección moral de su pueblo. En la Diáspora se constituyeron en eje fundamental porque la adhesión a la Ley era la verdadera razón de la existencia de Israel, su reino de predilección, su vida misma. El gran instrumento de la cultura rabínica es el Talmud. Sea como fuere, los hebreos fueron perseguidos en época romana-visigoda, entre otras cosas, por considerarlos el pueblo deicida, sin que su empeño renovado por demostrar la antigüedad de su permanencia en España diera ningún fruto en este sentido.

Lo cierto es que los judíos tuvieron problemas los últimos tiempos, hasta la invasión musulmana de la Península en el año 711. No es de extrañar que los árabes fueran contemplados como auténticos liberadores. Estos no solo toleraban las prácticas mosaicas, sino que confiaron totalmente en la capacidad política de los judíos puesto que en ocasiones les encomendaron la defensa de las plazas recién conquistadas a los cristianos. Entre los mozárabes se conservó viva la tradición de la participación israelita en la “pérdida de España”.

El establecimiento de un gobierno musulmán en la Península representó un alivio para la situación jurídica y económica de los judíos, aunque no un estatuto de completa libertad. Cesaron las persecuciones que he expuesto en el artículo “Asentamiento de las poblaciones judías en la península”, y el pueblo de Israel fue reconocido como uno de los portadores del Libro Revelado, lo cual convertía a su religión en lícita; nuevos contingentes de judíos vinieron a instalarse en España y los conversos forzosos que habían producido las persecuciones visigodas, volvieron a su antigua fe. Sin embargo, para las nuevas autoridades, la actitud de los judíos, que se negaban a abrazar el Islam, como antes habían rechazado el Cristianismo, pronto pareció incomprensible. Los israelitas no podían aspirar a otra cosa que a una generosa tolerancia.

La legislación musulmana recogió algunas previsiones restrictivas: los judíos tenían que usar traes que les identificaran; no podían utilizar caballos e monta; recitaban sus oraciones en voz baja; nunca sus casas o sus sinagogas podrían superar una determinada altura. Tales disposiciones reaparecerán en la legislación de los reinos cristianos posteriores.

La legislación musulmana reconoció a los judías completa libertad de movimiento, de propiedades e incluso de culto en el interior de las sinagogas las cuales poseían un peculio, wafq, para asegurar su sostenimiento. No cabe la menos duda de que en Al-Andalus , como en los demás países islámicos contemporáneos, los judíos contaban con representantes propios, para entenderse con las autoridades califales. Pero los nasis (príncipes) que se mencionan eran, al parecer, de nombramiento real.

La posición del Islam frente a los judíos en los primeros momentos de su historia en suelo ibérico, fue, pues, de cierta tolerancia. Durante el período del Califato se les concedió el mismo estatuto que a los cristianos, lo que implicaba que se les prohibió la construcción de nuevas sinagogas y el ejercicio de cargos públicos, discriminándoles socialmente al obligarles a llevar una vestimenta que les distinguiera. Pero todas estas disposiciones, que además variaron mucho a lo largo de este período, suponían una contrariedad mínima, comparada con las penalidades que habían pasado los judíos en época visigoda. La posterior etapa de los reinos de Taifas contemplará ya algunas persecuciones, como la de Granada del año 1066 en que murieron más de cuatro mil judíos.

El status de protegido, dimmí es el de “la gente del libro”, es decir, aquellos que tienen una Escritura revelada, que viven permanentemente en territorio musulmán. En el caso andalusí se aplicará a dos grupos confesionales, a dos comunidades: la cristiana y la judía. Implica que a cambio del pago de un impuesto especial de capitación, estos grupos gozan de la protección y hospitalidad de la comunidad musulmana, conservando sus normas y usos internos bajo la jurisdicción de sus propios jefes. La condición de dimmí, de todas formas, no es equiparable a la del musulmán, sino ligeramente inferior.

Es imposible, siquiera aproximadamente, llegar a saber el número de judíos que había en la primera época de dominio musulmán, ya que no aparecen contabilizados sus tributos. Sabemos, por el testimonio de los Ahbar Magmu´a y de al Maqqari, que el ejército de Tariq, como señalábamos antes, “reunió todos los judíos de una comarca en la capital, dejando con ellos un destacamento de musulmanes, mientras continuaba su marcha el grueso de las tropas”. Esto nos consta expresamente para Elvira, Córdoba, Toledo y Sevilla. Después hay una laguna historiográfica, pero parece que pasaron bastantes a Al-Andalus, huyendo de los ataques del primer idrisi contra la zona de Tadla. Se sabe que tenían un arrabal, Madinat al-Yahud en las afueras de Toledo, en el año 820, y un barrio en la Córdoba del siglo IX. Tanto en tiempos del emir Abd Allah como de los ziries, Lucena era la “ciudad de los judíos”, fueron capaces de repeler un ataque hafsuní y la autoridad granadina no parece muy efectiva en su recinto.

En esta época, fueron judíos personas importantes en las cortes califales, como médicos, banqueros, embajadores o mandatarios. Pero, en términos generales, durante el emirato y el califato, la importancia tanto fiscal como administrativa del elemento judío parece haber sido infinitamente menor que la de los cristianos.

En cambio, tras la fitna, el período de las Taifas, se caracteriza por la desaparición del elemento cristino indígena, que parece totalmente desplazado por judíos, quienes copan los altos puestos de al administración y hacienda. Durante esta época tienen visires judíos en Badajoz, Valencia y Zaragoza. En el estado zirí granadino aparecen Abul Rabi como tesorero general de los Banu al-Qarabi, y válidos granadinos, hasta los pogrom de 1066.

Cuando el Califato se derrumbó a causa de las guerras civiles, siguió habiendo judíos poderosos en los reinos de Taifas, pero y en este tiempo las cosas empezaron a cambiar para ellos, desencadenándose en Granada la primera persecución y matanza de judíos. Se trató de un estallido hasta cierto punto aislado, pero muy poco después con los integristas almorávides y almohades comenzó una persecución sistemática que provocaría salidas en mas hacia los Reinos Cristianos.

Los monarcas de éstos facilitaron asentamientos de judíos, concediéndoles a las aljamas muchos privilegios, aunque a partir del siglo XIII la hostilidad popular contra los hebreos iría creciendo hasta culminar en las tremendas matanzas de finales del siglo XIV, que volvieron a propiciar el éxodo masivo hacia el Reino Nazarí de Granada y el norte de África, principalmente.

Las invasiones de los almorávides y almohades, en los siglos XI y XII, respectivamente, fueron en general, nefastas para los hispanojudíos del territorio musulmán, que se vieron obligados a emigrar a los estados cristianos. Bien recibidos por Alfonso VII de Castilla y León, el centro de su actividad se desplaza hacia la España cristiana; de Toledo hicieron unas de sus principales ciudades, en la que eran considerados tan libres como los demás vecinos, e intervinieron brillantemente en la llamada Escuela de Traductores de Toledo, guante el reinado de Alfonso X (1252-84), en cuya época se edificó la famosa sinagoga de Santa María la Blanca. Pero vamos a ver que sucede con aquellos judíos que deciden permanecer en suelo musulmán.

La situación de los judíos mejor abajo los almorávides. Estos, aunque en principio tampoco se puede decir que fueran precisamente “blandos”, pronto se dan cuenta de que la capacidad intelectual hebrea les puede ser de gran utilidad y admiten rápidamente, por tanto, la sagaz cooperación de los judíos en el cobro y administración de las rentas públicas. Poco después empezarían también con algunas otras ocupaciones que, a la larga, se convertirían en tradicionales de este pueblo: hacendistas, físico, diplomáticos, etc… Con los almorávides llegaron a ser incluso gobernadores y consejeros de los monarcas. Granada fue teatro de un día de la triste fortuna hebrea, contempló ahora unos tiempos de plenitud, desconocidos casi, en la historia de este pueblo.

El imperio almorávide será abatido en estos momentos bajo el empuje de las tribus del desierto, los almohades que, bien pertrechados de fanatismo y con la pretensión clara de restaurar la primitiva ley de Mahoma, se instalaron en suelo hispánico.

Los efectos de este fanatismo se llevaron en la implacable persecución del pueblo hebreo que llevaron los almohades, y se prolongó durante diez años y en ella se les despojó de sus casas y se les acosó sin tregua, forzándoles a la emigración.

En esta difícil coyuntura, el nombre de Alfonso VII ofrecía a los perseguidos israelitas de Al-Andalus un refugio seguro contra las hordas almohades. La suerte de los judíos españoles quedaba, pues, desde aquel instante exclusivamente sometida al dominio del cristianismo y al arbitrio de sus reyes. Toledo, como había hecho sucesivamente Córdoba, Granada, Sevilla y Lucena, se erigía en centro principal, si no único, de la actividad y de la ciencia del pueblo judío. Por otra parte los hebreos que se habían convertido a la religión de Mahoma para así salvar sus vidas y permanecer en sus hogares, esperaban con impaciencia la más mínima posibilidad para romper el lazo que los oprimía. Esta se les presentó cuando los nazaritas aceptaron capitanear los muchos descontentos que había en Granada, entre los que contaban, los judíos.

sábado, 28 de julio de 2012

Historia de los judíos en al-Ándalus. Poque los judíos ponen piedras encima de las tumbas?, Cual es el origen de esta costumbre

PORQUE LOS JUDIOS PONEN PIEDRAS ENCIMA DE LAS TUMBAS?, CUAL ES EL ORIGEN DE ESTA .
COSTUMBRE?


Razones para depositar piedritas

1)En la Mishná (Ediot 5:6) se nos cuenta que fue apedreado el féretro de una persona que había muerto en estado de impureza ritual, como forma ritual de limpiar el alma del difunto con el castigo que le hubiera correspondido en vida. Algunos explican que apedreado no debe ser tomado literalmente, sino que fue puesta una piedra sobre el ataúd, o sobre la tumba. Por lo cual, de este antecedente aprendemos que depositar piedras sobre la tumba o arrojarlas levemente (como algunos hacen) tiene un motivo legal, que es el mejorar el alma de la persona fallecida, buscando su mayor elevación frente a la Presencia del Eterno.

2)Otros afirman que es un castigo substitutivo del castigo de lapidación (sekilá), que todos merecemos por no respetar las leyes sabáticas con integridad. Con este proceder, queremos atenuar el perjuicio de los pecados cometidos por el difunto.

3)Antiguamente las piedras eran erigidas como aviso de algún suceso especial o de importancia. Una de las piedras que levantamos en la actualidad con ese motivo es la lápida recordatoria, pero, ¿no son las piedritas pequeñas lápidas que nos recuerdan en cada ocasión a la persona que hemos perdido?

4)Las piedritas sirven como testimonio duradero de la visita de los familiares y allegados, pues no se deterioran, ni son fácilmente movibles del lugar. De esta manera, se simbolizan los lazos de unión sentimentales entre las personas sobrevivientes y el fallecido, y sirven para consolidarlos.

5)Para recoger las piedras uno debe agacharse al suelo, generalmente en las inmediaciones de la sepultura. Con este acercamiento a la tierra, nuestra "última morada", la persona que visita puede sentir que su propia vida es limitada, que no conocemos los días que contamos en Este Mundo, y que por lo tanto debemos hacer el uso más adecuado que podamos de los mismo.

6)Las piedras, en parámetros humanos, son "eternas"- tal como la vida en el Mundo Venidero lo es. Al colocar piedras, aceptamos la eternidad del alma, la adhesión al Eterno. La contraposición entre nuestra limitada existencia, y la perpetuidad, incomprensible de la Eternidad.

7)Entre los judíos de la Edad Media, cundió la superstición, y para la misma tanto la tierra como las piedras son obstáculos para el pasaje de los malos espíritus; así, en el medioevo los judíos modificaron su antigua costumbre, ahora con la creencia que eso preservaría sus vidas o los cuerpos de los fallecidos de los espíritus malignos. Demás está decir que esta modificación de la costumbre judía, poco aporta al judaísmo.

8)Al depositar piedras sobre la sepultura, aceptamos la muerte, pues, simbólicamente expresamos que admitimos el deceso del familiar, ya que contribuimos a preservar su enterramiento, juntando más piedras sobre el mismo. En este caso, no es tapar lo que nos molesta o atemoriza, sino cubrirlo, precisamente, para darle el lugar que le corresponde, como hoyo (literal y metafórico) de lo que es vida.

9) Las piedras forman parte de la Tierra, a la cual debemos retornar por orden de DIOS. Con las piedritas asumimos la majestad del Eterno, y reconocemos nuestra existencia finita y limitada, pues del "polvo venimos y al polvo regresamos".


10)"¿Es mi fortaleza la de las piedras? ¿O mi carne, es de acero?", dice el sufriente Iyov (6:12). Y nosotros frente al testimonio de nuestra extrema debilidad, le contestamos a través de los siglos: "No. Iyov, tu fuerza, nuestra fuerza es poca. Nuestra carne fácilmente se desgarra, con premura se corrompe". Y lo demostramos, piedras que permanecen, frente al cadáver que presentimos o sabemos pútrido.

11)El Eterno eligió la piedra en forma de tabla para grabar sus Decires (Mandamientos). Y fue el pecado del hombre, su deseo irrefrenado, su búsqueda del placer superficial, lo que precipitó su pronta ruptura. Por eso, al llegar al cementerio, tomamos en nuestras manos las pequeñas piedras, para que nos sirvan de recuerdo y de advertencia: el pecado puede quebrantar hasta la piedra más poderosa, incluso la grabada por el mismo Dios. Así pues, enmendemos nuestros caminos, en tanto tengamos vida para hacerlo, porque luego, cuando seamos "habitantes" de este lugar, será muy tarde.

12)Isaías (2:10) predica irónicamente acerca del malvado que dice: "Métete en la piedra, escóndete en el polvo, de la presencia espantosa de DIOS y del resplandor de Su majestad." El muerto ya está "escondido" en el polvo; en tanto las piedritas le sirven para que "se meta" en ellas. ¿Acaso así podrá esconderse del juicio recto del Eterno? Cuando colocamos las piedras por el que ya no lo puede hacer, sentimos que el Juicio es cierto, que no hay fuga de la mirada del Eterno.

13)Iyov dice (28:3): " Las piedras que hay en la oscuridad y en la sombra de muerte." De aquí podemos presumir, sin entenderlo a ciencia cierta, la existencia de alguna relación oculta a los que estamos en vida, entre las piedras y muerte.


14)DIOS recibe en ocasiones el apelativo de "Tzur"- "Roca". Quizás al colocar piedras sobre el sepulcro, estamos confirmando nuestro deseo de que La Roca sea el verdadero cobijo de la persona que ha partido de Este Mundo.

15)En todas las culturas y tiempos el apedrear a alguien o algo fue una señal de desaprobación, de ira lanzada a dañarlo. Es un hecho psicológicamente confirmado, que muchas personas sienten
sentimientos de culpa en relación al extinto, por todas las cosas que se han perdido, por lo que no se pudo concretar, por los proyectos inconclusos, por faltas reales o fantaseadas. Pero, también es común el padecer un sentimiento de ira hacia el muerto, obviamente que basado en relaciones inconscientes, pues se siente que su muerte, es algo así como un abandono. Al apedrear, simbólicamente, la tumba, se están descargando esos sentimientos nocivos, que de permanecer en el sistema del sobreviviente, en lugar de ser provechoso, es perjudicial. Aceptar la partida de la persona querida, la imposibilidad de resolver materialmente todos los aspectos inconclusos, es la mejor forma de dejar descansar en paz al difunto, y vivir en paz, creciendo, nosotros en Este Mundo.

Por otro lado, no esta de mas, ya que tocaste el tema, hablar sobre poner flores en las tumbas.

Fundamentación del rechazo de las flores

1)La principal razón para su rechazo, es que debemos cuidar en extremo de no copiar las costumbres paganas, pues eso es el inicio, sino el síntoma, del debilitamiento de la propia identidad judía. Por lo cual, resulta no sólo innecesario, sino contraproducente enviar o llevar flores como muestra de respeto por el muerto. Para entender este repudio, sería conveniente conocer el origen de las flores en relación al difunto.
Es ley judía que la persona muerta sea sepultada lo más rápidamente posible, permitiéndose las demoras sólo en contados casos, con fundamentos suficientes para ser consideradas excepciones. Esta premura se basa en el grandísimo respeto que se tiene por el honor del fallecido, pues su cuerpo no es expuesto como objeto, ni su deterioro es exhibido a ojos vistas. Pero también por el respeto y sensibilidad que merecen los deudos, quienes al permanecer con su ser querido fallecido presente en cuerpo (y no alma), aumentan de manera exagerada su dolor y congoja.

Por su parte, entre las naciones del mundo, la costumbre no es tal. Por el contrario, se cree honroso exponer el cuerpo al público, y organizar funerales extensos, de hasta algunos días.

Como el cuerpo, coincidente con la muerte, comienza su proceso de descomposición, en poco tiempo el hedor puede ser molesto y ofensivo para los presentes. Es por esto que en la antigüedad se comenzó a traer flores aromáticas a los velorios y sepelios, para disfrazar el mal olor proveniente del cuerpo en putrefacción, también se usaron especias aromáticas sobre, o en, el cadáver, sin detenernos a explicar los procedimientos de embalsamamiento (notemos la palabra "bálsamo" = perfume) y de maquillaje post - mortem. Todo esto como procedimiento para ocultar lo que adrede se descubre...

2) Otra de las razones para no aceptar las flores, está basada en las flores (de las angioespermas, esas exhuberantes y multicolores) son el magistral recurso de movilidad con el objetivo de reproducirse, que poseen algunas especies vegetales. Las flores son usadas por la planta (árbol, etc.) como llamativo anuncio, para ser visitadas por insectos y otras especies animales, que luego polinizan otras plantas, procurando de esa forma involuntaria el desarrollo y supervivencia de la especie vegetal. Flores son vida y facilitan la vida. Por eso, el lugar de las flores no es un florero, ni una corona fúnebre, sino, la planta de la que fue arrancada. Al cortar la flor, cortamos una posibilidad de reproducción de un ser vivo, y el beneficio de otras especies vivas. ¿Acaso la muerte de la persona querida, amerita la destrucción de otros seres?
Esta última razón, sino la fundamental, es la más sabia para tener en cuenta.
Las flores son unas compañeras fragantes, simpáticas, luminosas, alegres, etc. ¿Quién duda que pueden solazar la gris visita a los cementerios, atrayendo un poco de optimismo a los dolientes?
Sin embargo, su bondad es de vida realmente limitada. Pocas horas separan la brillante experiencia, de la marchita partida.

Por lo cual aconsejan nuestros sabios maestros, que es preferible gastar el dinero utilizado en adquirir las flores en obras de bien, por ejemplo en tzedaká (dar caridad). Sin dudas, una obra buena, por más pequeña que sea, realizada con el dinero que se podría haber usado para las flores, es muchísimo mejor que todas las flores del mundo.

Fuente(s):

http://serjudio.com/dnoam/piedrasoflores…


Historia de los judíos en al-Ándalus. Ritos y costumbres judías


RITOS Y COSTUMBRES JUDÍAS

 Los preceptos no se limitan exclusivamente a las festividades que dicta el calendario religioso. También están inmersos en la vida de la persona mediante[ la realización de ritos, costumbres y tradiciones. «Los ejemplos establecidos por los Patriarcas, las actitudes derivadas de numerosos pasajes bíblicos, incluyendo los Profetas y Hagiógrafos. y !a influencia de fuentes místicas judías contribuyeron a crear el marco halájico que se aplica y que gobierna el nacimiento, la pubertad, el matrimonio y la muerte «

Imposición del nombre

Un niño varón recibe su nombre durante la ceremonia del Pacto de la Circuncisión (Brit Mi!á); la niña recibe el suyo en la sinagoga durante la semana que sigue a su nacimiento, cuando su padre es convocado a la Tora y se recita una oración por ia salud de la madre y su hija.

El nombre hebreo completo tal como es utilizado para fines religiosos y en los documentos legales judíos es: Fulano (nombre) ben (hijo de) Mengano (nombre del padre) ó Fulana (nombre) bat (hija de) Mengano (nombre del padre). Sí el padre es de descendencia de la tribu de Leví o de la tribu de los Cohén, se agrega e! nombre Ha - Cohén o Ha - LevÍ.

De acuerdo con la ubicación y procedencia los judíos han sido agrupados en dos grandes grupos: sefaradíes que se distinguían por habitar España, Turquía o países como Siria. Se conoce como judíos ashkenazim a aquellos que provienen principalmente de los países de Europa Orienta], Entre estos existe !a costumbre de dar el nombre de un pariente muerto al recién nacido a la vez que entre ios sefaradím se acostumbra dar nombre de un pariente vivo al pequeño, Si el nombre hebreo otorgado en el nacimiento no fuese nunca usado por !a familia ni en la sinagoga, obviamente perdería todo significado y aunque no se le otorgue oficialmente un nombre hebreo a una persona, esto no le hace perder a una persona su status de judío si todos los requisitos siguen presentes

Brit Mílá: El Pacto de la circuncisión

“Este es mi pacto que guardaréis.. será circuncidado el prepucio de todo vararon de entre vosotros y ésa. será la señal del pacto entre mí y vosotros. De edad de ocho días será circuncidado todo varón

Historia de los judios en al-Ándalus. ¿Mantuvo en secreto Cristobal Colón que en realidad era Judío?


¿MANTUVO EN SECRETO CRISTOBAL COLÓN QUE EN REALIDAD ERA JUDÍO?


El viaje del explorador no fue, como se cree comúnmente, financiado por la reina Isabel, sino por dos judíos conversos y un judío.

Charles García

 CNN México. Opinión. ¿Mantuvo en secreto Cristóbal Colón que en realidad era judío?

¿Todo el mundo conoce la historia de Colón, no? Un explorador italiano de Génova que zarpó en 1492 para enriquecer a los reyes de España con oro y especias de oriente… Pues no.

Durante mucho tiempo, los historiadores ignoraron la gran pasión de Colón: liberar Jerusalén del dominio musulmán.

En tiempos de Colón, los judíos fueron objeto de una persecución religiosa. El 31 de marzo de 1492, el rey Fernando y la reina Isabel decretaron la expulsión de los judíos de España. El edicto estaba dirigido a los 800,000 judíos que no se habían convertido y les daba un plazo de cuatro meses para hacer las maletas y marcharse.

Los judíos que, obligados, renunciaron a su fe y se convirtieron al catolicismo se llamaban “conversos”. También hubo unos que fingieron haberse convertido y practicaban externamente el catolicismo pero ocultamente seguían las prácticas judías. Eran los llamados “marranos”.

Decenas de miles de “marranos” fueron torturados por la Inquisición española. Fueron presionados para dar los nombres de sus familiares y amigos, que luego eran amarrados a estacas y quemados vivos. Sus tierras y posesiones eran luego divididos por la Iglesia y la Corona.

Recientemente, varios investigadores españoles, como José Erugo, Celso García de la Riega, Otero Sánchez y Nicolás Días Pérez concluyeron que Colón era un “marrano” que tuvo que renunciar a la práctica externa de su religión ante la brutal limpieza étnica que se llevó a cabo.

Colón firmó su último testamento el 19 de mayo de 1506 en el que incluía cinco curiosas y reveladoras cláusulas.

Dos de sus disposiciones, entregar una décima parte de sus ingresos a los pobres y dar una dote anónima a niñas pobres, eran tradiciones judías. También dispuso dar dinero a un judío que vivía a la entrada del Barrio Judío de Lisboa.

En esos documentos, Colón utilizaba una firma triangular de puntos y letras similar a las inscripciones encontradas en lápidas de cementerios judíos en España. Ordenó a sus herederos utilizar la firma a perpetuidad. Según “La Historia de los Marranos”, del historiador británico Cecil Roth, el anagrama era una versión críptica del kadish, una oración recitada en la sinagoga por los dolientes tras la muerte de un ser querido. Por tanto, este subterfugio de Colón permitió a sus hijos rezar el kadish por su padre cuando murió. Finalmente, Colón dejó dinero para apoyar la cruzada que esperaba sus sucesores realizaran para liberar la Tierra Santa.

Estelle Irizarry, una profesora de lingüística de la Universidad de Georgetown, analizó el lenguaje y la sintaxis de cientos de cartas, diarios y documentos manuscritos de Colón y llegó a la conclusión de que el idioma principal del navegante, tanto escrito como hablado, era el castellano. Irizarry explica que el castellano del siglo XV era el “yiddish” de la judería española, conocido como “ladino”. En la parte superior izquierda de todas las cartas de Colón a su hijo Diego, excepto en una, aparecen manuscritas las letras bet-hei, que significan b’ezrat Hashem (con la ayuda de Dios). Los judíos practicantes han utilizado esta bendición en sus cartas durante siglos. Ninguna carta a otras personas tenía esta marca, y la única carta dirigida a Diego en la que se omitió fue en una que era para el rey Fernando.

En su libro de “Sails of Hope”, Simon Weisenthal sostiene que el viaje de Colón estuvo motivado por un deseo de encontrar un lugar seguro para los judíos tras su expulsión de España. Asimismo, la antropóloga de la Universidad de Stanford Carol Delaney concluye que Colón era un hombre profundamente religioso cuyo objetivo era navegar a Asia para conseguir oro y financiar una cruzada para recuperar Jerusalén y reconstruir el Templo de los judíos. En tiempos de Colón, los judíos creían que Jerusalén debía ser liberada y el Templo reconstruido para el retorno del Mesías.

Los expertos apuntan a la fecha en que partió Colón como una prueba más de sus verdaderos motivos. Originalmente iba a zarpar el 2 de agosto de 1492, que casualmente coincidía con la festividad judía de Tisha B’Av, que conmemora la destrucción del primer y segundo Templo de Jerusalén. Colón pospuso un día la partida para evitar salir en esa festividad, ya que los judíos lo consideraban de mala suerte (casualmente o a propósito, zarpó el mismo día en que los judíos, por ley, tenían que decidir entre convertirse, marcharse de España o morir).

El viaje de Colón no fue, como se cree comúnmente, financiado por la reina Isabel, sino por dos judíos conversos y un judío. Louis de Santángel y Gabriel Sánchez anticiparon un préstamo sin intereses de 17,000 ducados de su propio bolsillo para pagar el viaje, al igual que Don Isaac Abrabanel, rabino y estadista judío. De hecho, las dos primeras cartas enviadas por Colón durante su viaje no fueron para Fernando o Isabel, sino para Santángel y Sánchez, dándoles las gracias por el apoyo y contándoles lo que había encontrado.

Mientras el mundo ve correr sangre por violencia en nombre de la libertad religiosa, vale la pena fijarse en el hombre que surcó los mares en busca de esas libertades y que terminó llegando a un lugar que terminaría convirtiendo esa libertad en uno de sus valores centrales.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Charles García.