viernes, 27 de septiembre de 2019

LOS SEFARDÍES


LOS SEFARDÍES
Fernando Franco
Los judíos que vivieron en los reinos cristianos de la península Ibérica, al igual que los que vivían en zonas musulmanas, sufrieron grandes persecuciones, pero también vivieron largos periodos de prosperidad y tolerancia, tanto bajo la protección de los reyes cristianos como de los taifas musulmanes.
Los judíos españoles fueron a menudo queridos por los monarcas, no precisamente por un amor desinteresado, sino debido a los grandes beneficios que aportaban a las coronas bajo las cuales buscaban protección. Se establecía entonces una relación simbiótica entre la autoridad real y las aljamas. Las comunidades judías servían para repoblar territorios que, tras los avances militares, quedaban baldíos, también aportaban dinero y consejeros al rey, médicos, mercaderes y otros profesionales cualificados a la comunidad, que hacían florecer la economía allí donde se asentaban.
El año 1492 es una fecha fatídica para los judíos españoles, establecidos en nuestra Península muy probablemente desde el año 73 d.C., aunque hay quien afirma que se produjeron los primeros asentamientos tras la primera dispersión realizada por Nabucodonosor II, rey de Babilonia, en el año 587 a.C.
Conversión o expulsión no había otra opción. Algunos abrazaron a Cristo, muchos optaron por el exilio, según el historiador judío Yitzak Baer alrededor de 170.000 sefardíes marcharon en amarga procesión atravesando los reinos de España, que no había cristiano que no hubiese dolor de ellos -nos dice el cura Bernáldez en sus crónicas- en dirección a los puertos marítimos y hacia Portugal, de donde serían expulsados a su vez poco tiempo después.
En los puertos embarcaron hacia el norte de África y los territorios orientales del Imperio Otomano; más tarde se asentaron en Francia, Holanda, Inglaterra, Italia, los Balcanes y otros países europeos.
Los sefardíes adquirieron especial renombre por sus logros intelectuales en el contexto de la cultura judía, baste mencionar a R. Moshe ben Maimón, más conocido como Maimónides o también por sus iniciales: Ramban. Lo podemos considerar como el más grande pensador judío de la Edad Media. Controvertido, levantó pasiones opuestas entre sus seguidores y sus adversarios. La contribución de Maimónides a la evolución del judaísmo le proporcionó el sobrenombre de segundo Moisés. Su gran obra en el campo de la legislación judía es el Mishneh Torah, desarrollada en 14 libros y escrita en hebreo (1170-1180), que siguió modificando hasta su muerte. Además, formuló los Trece artículos de fe, uno de los diversos credos a los que numerosos judíos ortodoxos todavía se adhieren. Está reconocido como el filósofo judío más importante de la edad media.
También se caracterizan los sefardíes por su tradicional lengua vernácula, el ladino, y por su fidelidad a la práctica ritual de la tradición babilónica, en contraposición a las tradiciones palestinas y la lengua yiddish conservadas por los askenazis.
Actualmente los sefardíes suponen un 60% de la población judía en el mundo, entre la que cabe destacar la comunidad establecida en Marruecos y las de las ciudades españolas del norte de África Ceuta y Melilla.
Para saber más puede consultar:



LOS SEFARDÍES: UNA HISTORIA REAL Y UNA IDENTIDAD ELUSIVA


LOS SEFARDÍES: UNA HISTORIA REAL Y UNA IDENTIDAD ELUSIVA
Los sefardíes son descendientes de los judíos que vivieron en la Península Ibérica antes de la expulsión de 1492. El nombre procede del término sefarad
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Los sefardíes son descendientes de los judíos que vivieron en la Península Ibérica antes de la expulsión de 1492. El nombre procede del término geográfico sefarad de incierta identificación que aparece en el libro profético de Abdías (1:20). A partir del siglo II d.C., los judíos españoles identificaron 'Sefarad' con la Península Ibérica y empezaron a referirse a sí mismos como judíos sefardíes.
Algunos relatos legendarios sugieren que la presencia judía en la Península Ibérica se remonta al período del rey Salomón (siglo X a.C.) o a la dispersión judía tras la destrucción del Primer Templo en 586 a.C. Sin embargo los judíos llegaron a ella junto con las legiones romanas y su presencia aumentó como resultado de la conquista de Judea y destrucción del Segundo Templo, que incluía el Muro de las Lamentaciones, a manos del general romano Tito en 70 d.C. En la Carta a los Romanos el apóstol Pablo corrobora dicha presencia al indicar su deseo de viajar a España para continuar con su misión evangelizadora allí (Romanos 15, 23-28). Como es sabido, el apóstol predicaba el Evangelio en las sinagogas locales, lo que sugeriría una presencia judía relativamente importante en España hacia el año 58 d.C.
La conversión de los visigodos al catolicismo en 586 d.C. marca un período de intolerancia, persecución, conversiones forzosas, expulsiones y emigración para los judíos. Por el contrario, el período que empieza en 711 d. C. con la invasión musulmana fue de tolerancia y continuó hasta el fin de los reinos de taifas en 1086. El islam otorgaba un estatus especial a cristianos y judíos como miembros de comunidades religiosas que habían recibido revelaciones auténticas de Alá (dimmies en árabe). En contraste con los cristianos que tuvieron grandes dificultades para adaptarse al dominio musulmán, al haber sido el grupo gobernante antes de la invasión, los judíos se adaptaron perfectamente a la nueva situación asimilándose a la cultura musulmana e integrándose en ella sin perder sus señas de identidad. Muestras de la influencia árabe en la cultura judía incluyen la adopción del árabe en la escritura comunal; la aparición por primera vez en la historia judía de poesía en hebreo de tema secular en imitación de modelos similares en árabe y el descubrimiento de la naturaleza triconsonántica del hebreo al aplicarle estudios de gramática árabe. El proceso culminó con lo que se ha dado en llamar la 'edad de oro' de la cultura judía en la Península Ibérica entre los siglos XI y XII cuyos máximos representantes fueron el estadista, visir y poeta Samuel Ha-Nagid; los poetas y filósofos Salomón ibn Gabirol Yehuda Halevi; el exégeta, poeta y filósofo Abraham ibn Ezra y el medico, talmudista y filósofo Maimónides.
En la España cristiana, los judíos tuvieron un papel muy importante en las sucesivas escuelas de traductores de Toledo. Muchos de los colaboradores de Alfonso X eran judíosDurante los siglos XII y XIII, los reinos cristianos toleraron a los judíos que eran portadores de la cultura árabe superior por su dominio del idioma y fuerte asimilación. A partir de 1250 solo el Reino de Granada quedó en manos musulmanas. En la España cristiana, los judíos se convirtieron en intermediarios entre las dos culturas y tuvieron un papel muy importante en las sucesivas escuelas de traductores de Toledo. Toda la sabiduría del mundo clásico que se había perdido en Occidente con motivo de las invasiones bárbaras se tradujo del árabe al latín (siglo XII) y posteriormente al castellano (siglo XIII) bajo la dirección de Alfonso X el Sabio. Muchos de los colaboradores de Alfonso X eran judíos. Estos sirvieron también de administradores, colectores de impuestos y médicos. La alta concentración de judíos en estos campos se debía a que los gremios que controlaban la mayoría de las profesiones admitían solo a cristianos.
En el siglo XIV el antisemitismo y la intransigencia crecieron progresivamente entre los cristianos. La peste negra (se acusó a los judíos de envenenar los pozos de agua) y la guerra civil entre Pedro I y su medio hermano Enrique de Trastámara hicieron que el antisemitismo aumentara rápidamente. El punto de no retorno en las relaciones entre cristianos y judíos se produjo en 1391 cuando las juderías de Castilla y Aragón fueron saqueadas e incendiadas. Los judíos tuvieron que elegir entre la conversión forzosa o la muerte. Miles de ellos murieron y miles se convirtieron para salvar sus vidas. Las comunidades judías en la Península nunca se recuperaron por completo. Otra consecuencia de esta revuelta antijudía o pogromo fue el surgimiento de los conversos o cristianos nuevos, una nueva clase social. La imposibilidad de separar a este nuevo grupo de conversos de aquellos que no se habían convertido llevó a los reyes católicos a establecer la Inquisición, institución dedicada a la supresión de la herejía en el seno de la Iglesia Católica, en 1478. La Inquisición como tal no tenía autoridad sobre los judíos que no se habían convertido. Finalmente, la imposibilidad de separar los dos grupos hizo que los Reyes Católicos emitieran en marzo de 1492 el edicto de expulsión de los judíos poniendo fin de esta manera a 1500 años de presencia judía en la Península Ibérica.
Dicho decreto ordena la salida definitiva de los judíos en el plazo de cuatro meses. Algunos decidieron convertirse al cristianismo para evitar la expulsión y otros muchos, tal vez unos 200.000, fueron al exilio. Inicialmente Portugal y el reino de Navarra acogieron a los sefardíes, de donde fueron expulsados en 1497 y 1498 respectivamente. De Portugal fueron al norte de Europa (Inglaterra y Flandes) y los de Navarra se instalaron en Bayona. La diáspora sefardí, en sucesivas etapas (siglos XV-XVII), se estableció en el norte de África (Fez, Orán, Túnez, Alejandría); el Oriente Próximo (Gaza, Jerusalén, Tiberias, Safed, Acre, Damasco y Beirut); Italia (Génova, Pisa, Florencia, Ferrara, Venecia, Padua, Roma, Nápoles); los Balcanes y el Imperio Otomano, donde gozaron de una gran prosperidad (Atenas, Salónica, Belgrado y Constantinopla); el norte y centro de Europa (Londres, Rouen, París, Róterdam, Ámsterdan, Hamburgo, Cracovia, Viena, Budapest) y finalmente las Américas. Durante el siglo XVII la presencia en Ámsterdam de marranos (conversos que judaizaban ocultamente) procedentes de Portugal fue muy importante. El filósofo sefardí Spinoza fue uno de ellos. La presencia sefardí en los Estados Unidos se remonta a 1654, cuando 23 judíos sefardíes llegaron a la colonia holandesa de Nueva Ámsterdam (hoy Nueva York) huyendo de las autoridades portuguesas de Recife en un navío de bandera francesa. Allí establecieron la primera sinagoga en Estados Unidos, la Congregación Shearit Israel, conocida popularmente como la Sinagoga Española y Portuguesa de Nueva York, que sigue en funcionamiento.
Durante la Edad Media los judíos de España formaban una comunidad muy numerosa, tal vez el 50% del total mundial. En la actualidad solo un 10% de los judíos es de origen sefardíDurante la Edad Media (1000-1492) los judíos de España formaban una comunidad muy numerosa, tal vez el 50% del total de la población judía mundial. Sin embargo a partir de la segunda mitad del siglo XVII su importancia empezó a decrecer. En la actualidad solo un 10% de los judíos es de origen sefardí. La población judía mundial antes del Holocausto era de unos 16,5 millones, de los que 15 millones eran de origen askenazí o centroeuropeo y solo 1,5 millones eran sefardíes o pertenecientes a otras comunidades no askenazíes. El declive numérico llevó a un declive intelectual y cultural. Benjamín Disraeli (1804-1881), el primer jefe de gobierno judío en la historia del Reino Unido, y el financiero Moses Montefiori (1784-1881) eran de origen sefardí.
Según estimaciones, menos del 3% de los judíos exterminados durante el Holocausto (entre 160.000 y 200.000) eran de origen sefardí, lo que representa el 44% de dicha población en Europa. Durante la Segunda Guerra Mundial las comunidades sefardíes europeas en Holanda, Italia y los Balcanes fueron aniquiladas. El 98% de la población judía de Salónica (más de 48.000 personas), que constituía el epicentro de la cultura sefardí, fue exterminado. Solo los 50.000 judíos de Bulgaria, la mayoría de ellos de origen sefardí, se salvaron como consecuencia de la negativa de su gobierno a deportar a los judíos de nacionalidad búlgara. La población sefardí actual puede alcanzar 1,2 millones (la cifra de 3,5 millones ofrecida en algunos medios puede incluir descendientes de conversos).
La lengua de los judíos sefardíes es el judeoespañol, ladino o djudezmo. Se trata de un fósil lingüístico más próximo al castellano de El Quijote que al español actual. El ladino incluye numerosas aportaciones del hebreo, turco, griego y otras lenguas con las que los judíos sefardíes entraron en contacto. Hoy en día, el ladino es una lengua en franco retroceso. Se habla entre comunidades judías de Israel, Turquía, Bosnia y Herzegovina, Grecia, Macedonia, Israel, Bulgaria y Marruecos. La producción literaria en ladino incluye traducciones y comentarios bíblicos y literatura popular en la forma de baladas (el romancero).
La liturgia sefardí difiere de la askenazí en pequeñas variaciones en la celebración de la Pascua y la fiesta de Sukkot o de los Tabernáculos, la estructura de la sinagoga y el servicio sinagogal y las plegarias en el mismo que incluyen composiciones de los poetas españoles Yehuda HaleviMoses ibn Ezra Salomón ibn Gabirol. También hay diferencias en la pronunciación del texto litúrgico hebreo y en una serie de términos litúrgicos.
En el judaísmo actual existen dos grandes grupos. Se trata de los sefardíes y los askenazíes, que copan los puestos de liderazgo en Israel, Estados Unidos y otros países con comunidades judías numerosas e influyentesLa identidad sefardí es difusa y difícil de determinar. En el judaísmo actual existen dos grandes grupos a los que ya se ha hecho referencia de paso más arriba. Se trata de los sefardíes y los askenazíes, que copan los puestos de liderazgo en Israel, Estados Unidos y otros países con comunidades judías numerosas e influyentes. Sin embargo, la clasificación en estos dos grupos no es satisfactoria ya que el término 'sefardí' se usa para designar a todos los judíos que no son de origen centroeuropeo o askenazí. Existen numerosas comunidades que proceden del Oriente Próximo y en especial de países árabes que no tienen relación alguna con España. La confusion se remonta al Mandato Británico (1917-1948), cuando se estableció un rabinato dual askenazí-sefardí. De manera que todas las comunidades orientales o mizrajíes pasaron a estar representadas por las autoridades rabínicas sefardíes. Así se creó una confusión semántica en torno al término 'sefardim', que pasó a designar comunidades de muy diferente origen. Esta confusión pudo deberse a que todas esas comunidades con la excepción de los judíos yemeníes que se mantuvieron aislados hasta el siglo XX seguían (y siguen) la liturgia sefardí. El rabinato dual siguió con el establecimiento del Estado de Israel. Debido a movimientos migratorios masivos y a una alta tasa de natalidad, las comunidades judías de origen oriental experimentaron un gran crecimiento en Israel durante la segunda mitad del siglo XX, mientras que solo una minoría de los inmigrantes no askenazíes, aquellos procedentes de Bulgaria, Grecia, Turquía, Egipto y el Magreb, son realmente sefardíes, es decir, descendientes de judíos españoles y portugueses cuya lengua vernácula es el ladino.
De manera que se podría decir que hay una serie de elementos que conforman la identidad sefardí. Entre los más relevantes serían los de tipo geográfico (su origen en la Península Ibérica), lingüístico (el uso del ladino en todas sus variantes) y folclórico (el uso de antiguos proverbios y melodías y canciones de España y Portugal). Elementos más difusos de esa identidad podrían encontrarse en juegos de niños tales como el 'Castillo' y en platos típicos de la cocina ibérica tales como el 'pastel' o 'pastelico', una especie de pastel de carne, y el 'pan de España' o 'pan de León', un bizcocho que se come en Pascua.
A lo anterior habría que añadir otros elementos más difusos de carácter psicológico y social: los judíos sefardíes, como es sabido, son tanto aquellos que viven en un gran número de países como aquellos cuyas familias han permanecido en Israel por muchas generaciones. Un sentimiento unificador que comparten es el pérdida y añoranza de Sefarad.
Una exigua minoría de sefardíes que estuviera en condiciones de trazar documentalmente su ascendencia podría demostrar su origen sefardí desde un punto de vista legal. Sin embargo, la identidad sefardí abarca eso y mucho más. Tiene que ver con factores psicológicos y socialesLa tradición española considera como apellidos propios de los judíos aquellos de carácter toponímico (Ávila, Córdoba, Franco, Lugo,…); que designan profesiones (Guerrero, Barbero, Cubero, Zapatero, Ferrer, Ballesteros,…) o aquellos que toman una cualidad física o psíquica (Cano, Moreno, Pardo, Rubio…). Sin embargo es muy difícil atribuir en exclusiva un apellido de estas características a una determinada religión. Muchos apellidos sefardíes están asociados con personas y familias cristianas. Y lo que es más, a menudo los judíos sefardíes utilizan nombres de origen hebreo o árabe que no existen en la Península Ibérica. Finalmente, después de 1492 muchos marranos cambiaron sus apellidos para ocultar su origen judío y evitar persecuciones. Era práctica común adoptar el nombre de la iglesia en la que fueron bautizados (Santa Cruz, Santamaría) o la palabra 'Mesías' (Salvador) o incluso el apellido del cristiano viejo que los apadrinaba (Mendoza, de la Caballería…).
Abraham B. Yehoshua, el renombrado escritor israelí de origen sefardí, en su artículo Beyond Folklore: The Identity of Sephardic Jew, sugiere que la identidad sefardí contiene tres componentes: cristiano, musulmán y judío. Estos tres elementos estarían mezclados de forma inseparable en el recuerdo de una asombrosa simbiosis cultural. La identidad sefardí estaría relacionada con la inclusión del 'Otro' incluso cuando éste ha desaparecido y ha quedado olvidado y constituiría algo así como un 'gen cultural'. Según Yehoshúa, esta melancolía o nostalgia por 'el Otro' aun cuando ya no está presente se habría transmitido de generación en generación por cientos de años y habría hecho que los sefardíes fueran más tolerantes en comparación con los judíos askenazíes.
Una exigua minoría de sefardíes que estuviera en condiciones de trazar documentalmente su ascendencia podría demostrar de forma irrefutable su origen sefardí desde un punto de vista legal. Sin embargo, la identidad sefardí abarca eso y mucho más. Tiene que ver con factores psicológicos y sociales como los identificados en el artículo de Yehoshua. Dichos factores no son por definición intangibles y no se pueden probar documentalmente.
Durante la Edad Media, la Península Ibérica fue el centro intelectual de Occidente y atrajo a estudiosos, filósofos y poetas de todos los rincones del mundo entonces conocido. La atracción se basó en la existencia de una cultura superior (la musulmana) y una lingua franca (el árabe), junto con un interés genuino por el saber y un espíritu de tolerancia. Es precisamente eso lo que los sefardíes añoran y la razón de su sentimiento de pérdida.
De manera que el mejor tributo que se puede hacer a los sefardíes es el de educar al pueblo español sobre el bagaje cultural que más de un milenio de vida judía en Sefarad dejó en la Península. La creación de centros de una cátedra de estudios sefardíes contribuiría en gran medida a resarcir el agravio que se cometió hace más de quinientos años con los judíos españoles.
Martín Corral es profesor titular de Historia en Suffolk University-Madrid Campus
El confidencial

EL RICO LEGADO DE LOS JUDIOS SEFARDÍES EN LA ESPAÑA MUSULMANA


EL RICO LEGADO DE LOS JUDÍOS SEFARDÍES EN LA ESPAÑA MUSULMANA



Fuente: United with Israel

Los judíos sefardíes de la España musulmana trajeron al mundo a algunos de los mejores intelectuales y pensadores del mundo en toda la historia judía.
Después de que los judíos fueron expulsados de Israel en el año 70 EC, el viaje les llevó por todo el mundo, incluyendo España. Los judíos sefardíes de la España musulmana, conocida como Al Ándalus, experimentaron una edad de oro en la segunda mitad del siglo VIII hasta finales del siglo XI. Esta edad de oro trajo al mundo a algunos de los más grandes filósofos, escritores, poetas, científicos, y médicos judíos. Además, durante ese período de tiempo, los judíos prosperaron en la esfera política, llegando a la cumbre del poder en las cortes musulmanas españolas durante una época en la que los judíos que vivían bajo dominio cristiano fueron perseguidos sistemáticamente. Las contribuciones a la civilización mundial producidos por los judíos de Al Ándalus eran tan importantes que influyen en nosotros hasta esta fecha.
El cronista medieval judío, Abraham Ibn Daud, dice que el Renacimiento judío de Al Ándalus se puede resumir en las biografías de dos individuos, Hasday Ibn Sharput y Shmuel Ha-Nagid. Hasday Ibn Shaprut primero llamó la atención de los tribunales musulmanes españoles por descubrir un antídoto para venenos que también era eficaz contra la ictericia, mordeduras de serpientes, la impotencia y la peste. Como resultado de este descubrimiento, se convirtió en toda una figura política prominente en Al Ándalus, ya que desde antes del descubrimiento de ese antídoto para el veneno muchos príncipes musulmanes habían sido víctimas de diversas intrigas del harén. Hasday fue puesto a cargo de las negociaciones de más alto nivel con la participación del gobierno musulmán y las potencias extranjeras.
Shmuel Ha-Nagid era un talentoso poeta hebreo, comentarista bíblico y filósofo judío de Al Ándalus. Tan importante era su figura que muchos piensan que era descendiente de los antiguos héroes de Israel en el Tanaj, ya que de sus poemas se puede llegar a deducir. Su poesía es única en el sentido de que él era uno de los pocos judíos medievales que escribía poemas de guerra sobre la base de sus propias experiencias personales.
Otra gran figura judía sefardí de notario es Yehudá Ha-Levi, un médico de la corte, respetado líder comunitario judía, poeta y filósofo. Su poesía se refirió al anhelo judío de Jerusalén. Según Jane Gerber, autor de Los Judíos de España: una historia de la Experiencia sefardí, “los temas del exilio y de la redención son fundamentales para la poesía judía, alcanzando nuevas cotas de expresión poética en las obras de la Edad de Oro de España”. Una de las grandes obras de Ha-Levi, sin embargo, fue su libro El Kuzari, que es una historia de ficción que habla sobre la corrección de las creencias judías en comparación con la filosofía griega, el islam y el cristianismo a través de la decisión de los jázaros de convertirse al judaísmo.
Yehuda Ha-Levi, Shmuel Ha-Nagid y Hasday ibn Shaprut no eran más que tres de los muchos grandes intelectuales sefardíes de la época dorada de España. Otras grandes figuras incluyen el poeta Salomón Ibn Gabirol, que a los 16 años compuso un poema de 400 versos que establece las reglas de la gramática hebrea y, por supuesto, Maimónides, que concilia la religión judía con la lógica de la filosofía griega y cuyos escritos todavía son ampliamente estudiados hoy . Lamentablemente, esta hermosa civilización que promovió tal rica cultura fue destruida en última instancia por los fundamentalismos religiosos, tanto musulmanes como cristianos.
Esta edad de oro terminó cuando los almohades islámicos fanáticos del norte de África se apoderaron de España y no toleraron la práctica religiosa ni cultural de los judíos, ni tampoco los fundamentalistas cristianos que obtuvieron el poder tras la caída de los almohades. Al final, después de la conquista cristiana de España, a los judíos se les dio la opción de la expulsión, la conversión o la muerte. Muchos judíos sefardíes terminaron migrando al Imperio Otomano, otros prefirieron morir antes de que se tuvieran que convertir, mientras que otros muchos prefirieron continuar practicando la religión judía en secreto, a pesar de la amenaza de la Inquisición española.


miércoles, 25 de septiembre de 2019

JUDIAS BLANCAS CON SEPIA


JUDIAS BLANCAS CON SEPIA



Ingredientes
250 gr de sepia
2 Dientes de ajos
350 gr de judías blancas de la Granja, pre cocido
5 Cl de aceite de oliva virgen extra
5 cl de vinagre balsámico
Sal
Pimienta negra recién molida

Elaboración
Limpiamos las sepias.

Quitamos el cuerpo de las patas.

Secamos sobre papel absorbente de cocina.

Corta la sepia en rodajas finas, y picamos los ajos.

Enjuaga y escurre las judías blancas de la Granja.

En una  cacerola, calentamos el aceite de oliva virgen extra, salteamos el ajo y cuando este salteado, añadimos las sepias, en rodajas y las papitas cortadas, salteamos durante 5 minutos, moviendo de vez en cuando.

Desglasamos con el vinagre balsámico y vertimos los judiones de la Granja, añadimos un poco de agua caliente. Continuamos cocinando unos 5 minutos, removiendo de vez en cuando.

Servir caliente en platos hondos, o cuencos..

¡Buen provecho!

martes, 24 de septiembre de 2019

TARTA DE QUESO, YOGUR Y LIMÓN


TARTA DE QUESO, YOGUR Y LIMÓN



Tarta, laboriosa de hacer, pero el resultado es estupendo, exquisita y si la presentamos bien, mayor placer aún.
Ingredientes
Para confitar la piel de limón:
4 Limones
3 Tazas de agua
1 Taza de azúcar
Para la base de la tarta:
¾ de taza de galletas maría
¼ de Taza de mantequilla sin sal
2 Cucharadas de azúcar
Para la tarta de queso:
1 taza de requesón
3 Paquetes de queso crema suave (750 gr)
½ Taza de yogur griego natural
¾ de taza de azúcar
1 Cucharada de ralladura de limón
3 Cucharadas de jugo de limón natural
1 Cucharadita de vainilla
3 Huevos
Cubierta de yogur (napado):
½ Taza de nata
2 Cucharadas de azúcar
¼ de taza de yogur griego natural

Elaboración
Preparación de la ralladura de limón confitada: Con una  cucharita acanaladora, sacamos ralladuras de los limones en tiras largas (reservamos los limones para su uso posterior). .En una cacerola, hervimos 2 tazas de  agua, agregamos las tiras de ralladura de limón y hervimos por 1 minuto. Escurramos las tiras y reservamos.

En la misma cacerola, hierva el resto de agua con el azúcar. Dejamos hervir durante 2 minutos. Agregamos las tiras de ralladura de limón reservadas, reducimos el fuego y cocinamos a fuego lento durante 10 minutos o hasta que estén transparentes. Dejamos enfriar en el jarabe durante 10 minutos, luego retiramos del jarabe, desechando el jarabe. Extendemos las tiras de limón confitadas en un estante forrado con papel sulfurizado, procurando que no se toquen entre sí. Dejamos secar durante 12 horas aproximadamente.

Preparación de la base: Untamos con mantequilla, el fondo y las paredes de un molde desmoldable de 23 centímetros y cubrimos con papel sulfurizado. Colocamos el moldeen en el centro de un gran cuadrado de papel de aluminio resistente. Mientras presiona, doble el papel de aluminio en la pared exterior del molde para envolverlo bien. Reservar.

En un bol, mezclamos las galletas trituradas, la mantequilla y el azúcar,  hasta que la mezcla se humedezca. Presiones la mezcla uniformemente en el fondo del molde reservado, Hornee en el horno previamente calentado a 160º, durante 15 minutos o hasta que la corteza (base) este firme. Coloque el molde sobre una rejilla y deje enfriar.

Para la tarta de queso: En un colador fino colocado sobre un bol, dejamos escurrir el requesón durante 30 minutos. Agitamos el colador para eliminar el exceso de líquido. En el vaso de la licuadora o batidora, reducimos el requesón escurrido a masa. Añadimos el queso crema y el yogur, y mezclamos durante 2 minutos o hasta que la mezcla este suave. Agregamos el azúcar, la ralladura de limón, jugo de limón y vainilla, y mezclamos muy bien. Añadimos los huevos, uno a uno mientras batimos y mezclamos hasta que la mezcla sea homogénea. Extendemos el relleno de queso sobre la base de galletas enfriada y alisamos la mezcla.

Colocamos el molde en una fuente para horno grande, vertimos en ella agua caliente suficiente para cubrir el molde a una altura de 2,5 centímetros (baño maría). Horneamos en horno previamente calentado a 160º durante 1 hora y 30 minutos o hasta que el borde del papel este firme pero el centro todavía este ligeramente gelatinoso. Apagamos el horno y abrimos la puerta. Dejamos que la tarta se enfrie en el horno durante 1 hora. Retiramos el molde de la fuente y colocamos en una rejilla. Retiramos el papel de aluminio y dejamos enfriar por completo. Cubrimos el molde con una envoltura de papel film y ponemos en el frigorífico durante 4 horas, o hasta que el relleno haya fraguado.

Preparación de la cubierta de yogur: Batimos la nata con el azúcar, y cuando este bien montada, añadimos el yogur, batimos suavemente para intégralo en la nata. Extendemos esta crema sobre la tarta de queso enfriada. Metemos en el frigorífico durante 1 hora.

Desmoldamos la tarta de queso en una fuente de servir. Decoramos la tarta con las ralladuras de limón confitadas.

¡Buen provecho!

lunes, 23 de septiembre de 2019

PASTEL VASCO CON ALBARICOQUES


PASTEL VASCO CON ALBARICOQUES



Ingredientes
Para el pastel:
300 gr de harina
1 Huevo + 2 yemas de huevo
170 gr de azúcar glas + 1 cucharada
170 gr de mantequilla
1 Bolsita de levadura en polvo
1 Pizca de sal
1 Limón
8 Albaricoques
Para el dorado:
1 Yema de huevo
1 Cucharada de leche

Elaboración
En un bol grande, ponemos la harina y hacemos un agujero en medio, ponemos el huevo y las yemas, el azúcar, la levadura en polvo, la pizca de sal y la ralladura de limón, y la mantequilla en trozos pequeños. Mezclamos bien todo hasta obtener una masa homogénea y suave. Formamos una bola, y la metemos en el frigorífico durante 2 horas.

Precalentamos el horno a 180º.

Deshuesamos los albaricoques, y los ponemos en un bol, espolvoreados con una cucharada de azúcar.

Dividimos la masa en 2/3 y 1/3.  Con un rodillo, extendemos la masa más grande, sobre una superficie enharinada, y ponemos en el molde desmoldable de 20 x 20 centímetros. Ponemos sobre esta base los albaricoques y cubrimos con el segundo disco de masa (más pequeño).

Batimos la yema de huevo con la leche, y con la ayuda de una brocha de silicona, cepillamos el pastel y pinchamos con un tenedor.

Horneamos por 30 minutos, revisando la cocción con una aguja, para ver si está en su punto. Sacamos.

Dejamos enfriar antes de desmoldar.

¡Buen provecho!

Nota
Hice varios, pues eramos muchos y es tan facil de hacer, y aproveche el regalo de una cesta de albaricoques.

ALBONDIGAS DE MOZZARELLA Y CARNE


ALBONDIGAS DE MOZZARELLA Y CARNE



Ingredientes
2 rebanadas grande de pan desmigado (puedes usar pan rallado, pero mejor migas de pan)
½ taza de leche
500 gr de carne molida
1 Huevo batido
¼ de taza de queso parmesano rallado
½ Cucharadita de albahaca seca
½ Cucharadita de orégano seco
2 Bolas de mozzarella
Sal
Pimienta negra recién molida

Elaboración
En un bol, mezclamos las migajas de pan con la leche (mejor que  con pan rallado), el huevo batido, el queso parmesano, la albahaca, el orégano, la sal al gusto y la pimienta al gusto, y por último la carne molida, mezclamos muy bien con las manos, hasta que todos los ingredientes estén bien integrados en la masa.

Escurrimos las bolas de mozzarella, y reservamos.

Formamos bolas de carne, aplanamos con las manos e introducimos un trocito de mozzarella en el centro del disco. Cerramos y formamos una bola con las manos.

Precalentamos el horno a 180º.

Ponemos las albóndigas en una fuente  para horno, vertimos salsa de tomate (si lo desea) yo así las he elaborado.

Cubrimos con papel de aluminio, y metemos en el horno durante 30 minutos aproximadamente.

Servir calientes.

¡Buen provecho!

viernes, 20 de septiembre de 2019

BARRITAS DE DULCE DE LECHE


BARRITAS DE DULCE DE LECHE



Ingredientes
200 gr de manteca ablandada
1 Taza de azúcar
1Huevo
1 Cucharadita de extracto de vainilla
2 Tazas de harina
1 Cucharadita de levadura en polvo
Pizca de sal
400 gr de dulce de leche
Azúcar glas para espolvorear

Elaboración
Batimos la manteca con el azúcar hasta obtener una crema. Añadimos el huevo y batimos bien hasta integrarlo todo. Agregamos la vainilla y terminamos de integrar todos los ingredientes mezclándolos bien.

Mezclamos harina y la levadura en polvo y la pizca de sal. Añadimos poco a poco al batido de manteca. Mezclar solo hasta integrar.

Dividimos la masa en dos, 2/3 y 1/3, Sobre papel film extendemos cada masa aplanándola lo más posible, así se congela más rápido.

Metemos en el congelador.

Precalentamos el horno a 180º...

Preparamos un molde de 20 x 30 centímetros aproximadamente, cubrimos con papel sulfurizado.

Retiramos la porción de masa más grande del congelador, y con un rallado ancho (el de zanahorias es el ideal) rallamos la masa. Al tener tanta manteca, lo ideal es tocarla lo menos posible con las manos, porque enseguida se apelmaza, pero es inevitable, y no importa tanto. La esparcimos sobre el molde, y si se ablando mucho, metemos en el congelador por 5 minutos más.

Mientras la base está en el congelador, rallamos la 1/3 parte de masa restante y congelamos.

Con la punta de los dedos, separamos bien la masa de la base, cubriendo todo el molde. Horneamos 5 minutos y retiramos. Con la masa apenas horneada y con la ayuda de un tenedor, cubrimos cualquier agujero que haya podido quedar.

Cubrimos toda la masa con dulce de leche. Sobre el dulce de leche, colocamos la masa rallada reservada. Cubriendo la mayor parte de superficie posible.

Horneamos por aproximadamente 40 minutos, hasta que la superficie este bien dorada. Retirar y enfriar sobre rejilla.

Espolvoreamos con azúcar glas y cortamos en porciones rectangulares.

¡Buen provecho!