jueves, 4 de diciembre de 2025

LOMO DE CERDO AL HORNO

 

LOMO DE CERDO AL HORNO

Esta receta de lomo de cerdo asado al horno se sazona con un simple aliño seco, se sella para conservar sus jugos y sabor extra y se asa hasta quedar perfectamente jugoso y tierno. Es un plato fácil de elaborar en una sola fuente, ideal para las fiestas navideñas.


Ingredientes

1 lomo de cerdo, de 2 kg

2 cucharaditas de tomillo seco

2 cucharaditas de ajo en polvo

2 cucharaditas de cebolla en polvo

1 cucharadita de `pimentón ahumado

1 cucharada de sal

Pimienta negra recién molida

2-3 cucharadas de aceite de oliva

 

Elaboración

Precalentamos el horno a 165º.

Mezclamos los condimentos en un bol pequeño, procurando que todos estén bien mezclados e integrados en el condimento.

Secamos bien el lomo con papel absorbente de cocina, esto ayuda a que el condimento se adhiera y se selle mejor.

Espolvoreamos generosamente el condimento por todo el lomo de cerdo, usando las manos para frotarlo uniformemente por todos los lados.

En una sartén grande al fuego, calentamos 2 cucharadas de aceite de oliva a fuego medio-alto, añadimos el lomo sazonado con cuidado, una vez que el aceite este caliente, sellar por todos lados. Unos 4-5 minutos, dándoles la vuelta hasta que todos los lados estén completamente dorados. Este paso conserva el jugo y el sabor y crea una corteza crujiente.

Colocamos el lomo en una fuente de horno, con la grasa hacia arriba, metemos en el horno, y horneamos durante unos 90 minutos a 2 horas aproximadamente, dependiendo del tamaño del lomo. Pinchar con una aguja para saber si está en su punto de cocción en el centro del lomo.

Sacamos del horno, dejamos atemperar, y después lo colocamos sobre una tabla de cortar limpia. Cubrimos con papel de aluminio y dejamos reposar unos 10 minutos, el reposo permite que los jugos se redistribuyan y mantienen la carne jugosa al cortarla.

Cortamos el lomo de cerdo en lonchas de 1,25 centímetros con un cuchillo bien afilado.

Servimos caliente, con una guarnición de pure de patatas y judías verdes o zanahorias, siempre a vuestro gusto la guarnición.

¡Buen provecho!

 


GUISO CREMOSO DE JUDIAS Y ACEITUNAS

 

GUISO CREMOSO DE JUDIAS Y ACEITUNAS

Para esta receta, use judiones en conservas (bote). Son idénticas que las enlatadas, también puedes usar cualquier otro tipo de judías blancas de bote que prefieras. Si prefieres las judías blancas secas, simplemente remójalas en abundante agua durante la víspera. Al día siguiente, cocínalas a fuego lento durante 1-2 horas o hasta que estén tiernas.


Ingredientes

3 cucharadas d aceite de oliva

1 cebolla mediana, finamente picada

5 dientes de ajos picados gruesamente

1 cucharada de harina

½ taza de vino tinto (120 ml)1 cucharadita de pimentón dulce

1 lata de tomate triturado de 425 gr.

1 frasco de judiones, (700 gr)

1 taza de aceitunas verdes sin hueso

2 cucharadas de perejil muy picado

360 ml de agua

1 hoja de laurel

Sal

Pimienta negra recién molida

2 cucharadas colmadas de queso manchego rallado

 

Elaboración

Ponemos una olla al fuego con el aceite de oliva a fuego medio.

después de un par de minutos, agregamos la cebolla picada y el ajo picado, mezclamos muy bien continuamente, después de unos 4 minutos y cuando las cebollas estén ligeramente transparentes, agregamos la harina, mezclamos bien continuamente durante 2 minutos aproximadamente, luego agregamos el vino tinto y el pimentón dulce, continuamos mezclando para que se integren bien todos los ingredientes.

Una vez que se ha formado como una pasta espesa y el alcohol se haya evaporado, unos 3 minutos aproximadamente, agregamos el tomate triturado y salpimentamos a nuestro gusto, mezclamos todo muy bien y dejamos cocinar a fuego lento.

después de hervir a fuego lento los tomates triturados durante 5 minutos y los jugos se hayan reducidos ligeramente, agregamos los judiones escurridos y enjuagados, las aceitunas verdes sin hueso y el perejil picado, mezclamos muy bien suavemente, y luego agregamos la suficiente agua para cubrir apenas los ingredientes y la hoja de laurel. Subimos el fuego a alto y mezclamos suavemente, asegurándonos de raspara el fondo de la olla.

Una vez que hierva, colocamos una tapa en la olla y bajamos el fuego a bajo, cocinamos a fuego lento durante 10 minutos, luego retiramos del fuego.

Servimos en cada plato hondo o cuenco poco profundo, y cubrimos con un poco de queso manchego rallado.

¡Buen provecho!



COMIDA PARA LOS DIOSES

 

COMIDA PARA LOS DIOSES

La barra de dátiles, también conocida como “Comida para los Dioses”, es un postre muy rico y sabroso, ideal para las fiestas navideñas. El sabor es realmente celestial y se siente mucho amor en ella.


Ingredientes

¼ de taza de harina

1 taza de mantequilla

1 taza de azúcar granulada (blanquilla)

1 taza de azúcar morena

3 huecos grandes

½ cucharadita de bicarbonato sódico

½ cucharadita de polvo para hornear

1 pizca de sal

1 taza de dátiles picados (sin hueso)

1 taza de nueces picadas

 

Elaboración

En un bol combinamos, la harina, el bicarbonato sódico, el polvo para hornear y la pizca de sal, mezclamos muy bien. Yo lo tamice todo junto, luego fue más fácil mezclar.

En otro bol, batimos la mantequilla , y cuando este en forma de pomada, añadimos la azúcar blanca y la azúcar morena, y batimos muy bien hasta que todos los ingredientes estén bien integrados, y la textura se vuelva esponjosa.

En el bol de la mantequilla, añadimos los huevos, y continuamos batiendo hasta que los huevos estén integrados en la mezcla de mantequilla y azúcar.

Añadimos al bol de la mantequilla poco a poco la harina que teníamos mezclada con el bicarbonato sódico, el polvo de hornear y la sal, mientras mezclamos con una espátula de silicona continuamente, raspando los bordes con la espátula de silicona, para aprovechar todo el contenido, y tengamos una masa homogénea.

Añadimos los dátiles picados y las nueces picadas, removemos bien para que se integren en la mezcla y queden bien distribuidos .

Precalentamos el horno a 180º.

Engrasamos un molde para hornear de forma rectangular, y vertemos la masa en él.

Horneamos durante 10 minutos, luego bajamos la temperatura a 160º y continuamos horneando durante 35 minutos o hasta que este listo (usamos la técnica del palillo para comprobar si está en su punto).

Sacamos del horno y dejamos enfriar a temperatura ambiente.

Una vez frio, cortamos en cuadrados o la forma que deseéis. ( se pueden envolver si queréis).

¡Buen provecho!



LA POESIA EN EL PERÍODO DEL EMIRATO Y EN EL CALIFAL (711-1031)

 

LA POESÍA EN EL PERÍODO DEL EMIRATO Y EN EL CALIFAL (711-1031).


Nunca nación alguna se ha criado en suelo más apropiado para la poesía que la de los árabes.Bajo la dinastía de los Omeyas, que fundó Abd-ar-Rahman I y que duró dos siglos después de la caída de su antecesora en Oriente, floreció España hasta tal punto de poder y de esplendor que oscureció a los demás Estados de la Europa de entonces. Con las abundantes fuentes de la riqueza pública, que nacían de la agricultura favorecida por un cuidadoso sistema de irrigación, de la actividad industrial, y del comercio que se extendía por todas las regiones del mundo, la población creció también de un modo portentoso.



Desde el primer instante en que hubo en España una corte mahometana, el arte de la poesía arábiga se encontró allí como en su patria. En el palacio de Abd ar–Rahman, el primer omeya, se celebraban reuniones a las que asistía Hišam, el príncipe heredero, y donde se entretenían los convidados recitando versos, refiriendo leyendas o sucesos históricos, y haciendo panegíricos de hombres distinguidos y de grandes acciones. Siguiendo el ejemplo que había dado en oriente su antepasado Yazid I, los omeyas tuvieron a sueldo poetas de corte, y hubo grandes señores que se complacían en ser protectores muy liberales de los poetas, como Ibrahim, que vivió en Sevilla en 912 bajo el reinado de Abd Allah, y que alcanzó un poder y una riqueza casi regios.
Con el intento de embellecer su capital por todos los medios, a imitación de las ciudades de Oriente, Abd ar–Rahman I empezó en Córdoba la construcción de la gran mezquita que aún sobresale hoy día entre las ruinas de tantas obras maestras del arte arábigo, como una maravilla del mundo. Abd-ar-Rahman puso así los cimientos del esplendor de la ciudad de Córdoba. Al mismo tiempo, edificó una quinta hacia el noroeste de la ciudad, a la que llamó Ruzafa, en conmemoración de una casa de campo cercana a Damasco y perteneciente a su abuelo Hisam. En los jardines que se extendían en torno a este palacio hizo plantar árboles raros de Siria y de otras tierras de Oriente. Los siguientes versos están inspirados por una palma que creció allí, bajo el apacible cielo de Andalucía, como en su patria oriental, y provocó en el alma de Abd-ar–Rahman melancólicos recuerdos del país natal:

Tu también eres ¡oh palma!

en este suelo extranjera.

Llora,  pues; mas siendo muda,

¿cómo has de llorar mis penas?

Tú no sientes, cual yo siento,

el martirio de la ausencia.

Si tú pudieras sentir,

amargo llanto vertieras.

A tus hermanas de Oriente

mandarías tristes quejas,

a las palmas que el Éufrates

con sus claras ondas riega.

Pero tú olvidas la patria,

a la par que la recuerdas;

la patria de donde Abbas

y el hado adverso me alejan



Los músicos gozaban de igual favor en la corte y entre el pueblo. Abd ar–Rahman II convidó al cantor Ziryab para que viniese de Bagdad a Córdoba, y le recibió muy afectuosamente y con mil honrosas muestras de estimación, entre ellas una lujosa vivienda en su propio palacio, y diciéndole las condiciones bajo las cuales quería tenerle cerca de sí. Éstas eran en extremo brillantes: Ziryab debía recibir doscientas monedas de oro como presente anual y debía gozar del usufructo de varias casas, campos y jardines, que constituían un capital de catorce mil monedas de oro. Después de haber hecho estos espléndidos ofrecimientos, pidió Abd ar-Rahman al cantor que se dejase oír, y cuando hubo cantado, quedó el califa tan prendado de su habilidad que en adelante no quiso oír cantar a ningún otro. Pronto escogió a Ziryab para que fuese de los que más íntimamente le trataban, y se complacía en hablar con el de poesía, de historia, de artes y de ciencias. El cantor tenía muy extensas nociones de todo: prescindiendo de que sabía de memoria la melodía y letra de diez mil cantares, había estudiado astromonía e historia, y no había nada más instructivo que oírle hablar sobre los diversos países y las costumbres de sus habitantes.
Pero aún más que su gran saber eran admirados su ingenio y su buen gusto. Su canto era tan encantador que se divulgó la creencia de que por las noches venían los genios a visitarle y a enseñarle sus melodías. Vivía Ziryab con un boato de príncipe y siempre que aparecia en las calles lo rodeaban cien esclavos. Del celo con que se estudiaba entonces la música vocal e instrumental dan testimonio no sólo las obras teóricas que se escribieron sobres este arte sino también un gran libro de los cantares andaluces, compuesto para competir con la colección que hizo Alí de Ispahan de los cantares de Oriente.


Salah SEROUR

Publicado por al-Andalus 

 

AL-AZIZ (O AL-'IZZ) B. ISHAQ AL-MUSTAZHIR B. MUHAMMAD AL-BIRZALI AL-MJUSTAZHIR

 

AL-AZIZ (O AL-'IZZ) B. ISHAQ AL-MUSTAZHIR B. MUHAMMAD AL-BIRZALI AL-MUSTAZHIR


Al-‘Azīz (o Al-‘Izz) b. Isḥāq Al-Mustaẓhir: Al-‘Azīz (o al-‘Izz) b. Isḥāq b. Muḥammad al-Birzālī al-Mustaẓhir. ¿Carmona (Sevilla)?, p. m. s. XI – Sevilla, 459 H./1067 C. o 460 H./1068 C. sup. Tercero y último régulo de la taifa beréber de Carmona.

Rey de Taifa

Biografía

Ascendió al trono luego de la muerte de su padre Isḥāq b. Muḥammad acaecida hacia 444/1052-1053, tomando el título sultánico de al-Mustaẓhir (el vencedor). “Su autoridad, dice la llamada Crónica Anónima de los Reyes de Taifas, fue completa, y las cosas estuvieron en buen orden. Los precios de los géneros bajaron. Las ciudades que reconocieron por jefe a su padre lo reconocieron a él”. Y no sólo Carmona, sino también Écija, Osuna, Almodóvar y otras. Las fuentes sin pararse en detalles hablan de una larga guerra entre los birzālíes de Carmona y los abadíes de Sevilla. Poco a poco el rey de Sevilla fue terminando con todas las pequeñas taifas del sudoeste y del sur de al-Andalus, la última, la más poderosa militarmente, fue la de Carmona. En efecto, según todas las fuentes (excepto la Crónica Anónima y el Kitāb al-‘Ibar de Ibn Jaldūn, que sigue de cerca el texto de la Crónica) esa larga guerra llevó al agotamiento y casi a la aniquilación de los brizālíes que eran de etnia zanāta. Sabiendo que el final estaba próximo, al-‘Azīz (o al-‘Izz) decidió ceder al rey de Toledo, al-Ma’mūn Yaḥyà b. Ḏī-l-Nūn, Carmona y sus distritos, a cambio de que le diera permiso de aposentarse con sus contríbulos en Almodóvar, cuando ya al-Mu‘taḍid de Sevilla se había hecho con la ciudad de Écija y las otras localidades pertenecientes a los birzālíes. Esta proposición fue aceptada y llevada a cabo la operación, según al-‘Uḏrī, el 15 de raŷab de 460/20.V.1068. Carmona fue entonces ocupada por las tropas toledanas. El rey de Sevilla, no obstante, obtendría la posesión de Carmona tres días después, al decir del geógrafo anteriormente citado, tras prometer al rey toledano su ayuda para conquistar Córdoba, cosa que por supuesto no cumplió. En cuanto al birzālī al-Mustaẓhir, sometido a las presiones del soberano sevillano, no pudo mantenerse en Almodóvar; parece que se entregó al rey de Sevilla, muriendo poco después en esa ciudad en 459 o 460/1067 o 1068.

Mientras, una parte de los birzālíes junto con sus familias optó por replegarse hacia territorio granadino, sirviendo a los reyes beréberes de etnia ṣinhāŷí, los zīríes de Granada, a fin de continuar la lucha contra los abadíes de Sevilla. Ibn Jaldūn de forma lapidaria resume el fin de los birzālíes: “Así terminó el reino que los Banū Birzāl habían fundado en al-Andalus […] en época más reciente los Birzāl, establecidos en Sillat, perecieron por completo. Se cuentan, pues, entre las tribus extintas”.

Bibliografía

Ibn Jaldūn, Kitāb al-‘Ibar, t. VI, ed. Būlāq, 1867, pág. 54 (trad. parcial de [M. G.] de Slane, Histoire des Berbères, nueva ed. de P. Casanova, t. III, París, Paul Geuthner, 1982, pág. 293)

Ibn ‘Iḏārī, al-Bayān al-Mugrib fī [ijtiṣār] ajbār mulūk al-Andalus wa l-Magrib, con el tít. y subtít. en fr., Al-Bayān al-Mugrib. Tome troisième. Histoire de l’Espagne Musulmane au XIème siècle. Texte Arabe publié par la première fois d’après un manuscrit de Fès, ed. de E. Lévi-Provençal, Paris, Paul Geuthner, 1930, pág. 283 [trad. crítica (con centenares de correcciones, merced a la Ḏajīra de Ibn Bassām y a las “Observations sur le texte du tome III du Bayān de Ibn ‘Iḏārī”, establecidas por E. Lévi-Provençal, en Mélanges Gaudefroy de Mombynes, El Cairo, 1935-1945, págs. 241-258) de F. Maíllo Salgado, La Caída del Califato de Córdoba y los Reyes de Taifas (al-Bayān al-Mugrib), Salamanca, Estudios Árabes e Islámicos, Universidad de Salamanca, 1993, pág. 234]

Anónimo, Ḏayl (texto fragmentario incluido en apéndice en la edición del mal llamado) Bayān III, ed. de E. Lévi-Provençal, Paris, P. Geuthner, 1930, pág. 312 (trad. de F. Maíllo Salgado, bajo el tít. de Crónica Anónima de los Reyes de Taifas, Madrid, Akal, 1991, págs. 64-66)

Anónimo, Mafakhir al-Barbar. Fragments historiques sur les berbères au Moyen-Age, ed. de E. Lévi-Provençal, Rabat, 1934, págs. 44-45

Ibn al-Jaṭīb, Kitāb A‘māl al-a‘lām, ed. de E. Lévi-Provençal bajo el tít., Histoire de l’Espagne Musulmane (Kitāb A‘māl al-A‘lām), Beirut, Dār al-Makchouf, 1956, págs. 237-238 (trad. de W. Hoenerbach, Islamische Geschichte Spanien. Übersetzung der A‘māl al-A‘lām und Ergänzender Texte, Zürich-Stuttgart, Artemis Verlag, 1970, págs. 428-429)

al-‘Uḏrī, Tarṣī‘ al-ajbār wa tanwī‘ al-āṯār wa l-bustān fī garā’ib al-buldān wa l-masālik ilà ǧamī‘ al-mamālik, ed. de ‘A. ‘A. al-Ahwānī, Madrid, Instituto de Estudios Islámicos, 1965, pág. 108 [trad. parcial de R. Valencia, “La cora de Sevilla en el Tarsī‘ al-ajbār de Aḥmad b. ‘Umar al-‘Uḏrī”, en Andalucía Islámica, IV-V (1986), pág. 140]

H. R. Idris, “Les Birzalíes de Carmona”, en Al-Andalus, XXX (1965), págs. 58-59

C. López Morillas, “Los beréberes zanata en la historia y la leyenda”, en Al-Andalus, XLII (1977), págs. 307-308

R. le Tourneau, “Birzāl (banū)”, en Encyclopédie de l’Islam, t. I, Paris-Leide, Brill-Maisonneuve, 1978, págs. 1275-1276

J. Bosch-Vilá, “Karmuna”, en Encyclopédie de l’Islam, t. IV, Paris-Leide, Brill-Maisonneuve, 1978, pág. 692

R. Arié, “Aperçus sur les royaumes berbères d’al-Andalus au Vème/XIème siècle”, en Instituto de Estudios Islámicos, XXIII (1985-1986), págs. 153-154

M.ª J. Viguera Molíns, Los reinos de taifas y las invasiones magrebíes, Madrid, Mapfre, 1992, págs. 128-129

Autor/es

  • Felipe Maíllo Salgado

 

miércoles, 3 de diciembre de 2025

SALMÓN CON SALSA CREMOSA DE CHAMPIÑONES

 

SALMON CON SALSA CREMOSA DE CHAMPIÑONES

Ingredientes

2 cucharadas de aceite de oliva

4 filetes de salmón de unos 170 gr c/u

1 cebolla finamente picada

4 dientes de ajos picados gruesamente

220 gr de champiñones laminados

1 cucharada de harina

½ taza de leche desnatada

½ taza de caldo de verduras

2 cucharadas de perejil picado

2 cucharadas de zumo natural de limón

Sal

Pimienta negra recién molida

Cebollino picado para decorar

 

Elaboración

En una sartén grande, a fuego medio, agregamos el aceite de oliva,

Mientras colocamos los filetes de Salmon sobre toallas de papel absorbente y secamos. Sazonamos con sal y pimienta negra recién molida por ambos lados.

Añade los filetes de Salmon a la sartén caliente, en una sola apa y con la piel hacia abajo. freímos durante 3-4 minutos por cada lado o hasta que el salmón este bien cocido, luego retiramos de la sartén, y reservamos.

Usando la misma sartén con el mismo fuego, agregamos la cebolla picada y el ajo, mezclamos, y removemos continuamente, después de 3 minutos y cuando la cebolla este ligeramente traslucida, agregamos los champiñones laminados y una pizca de sal, continuamos removiendo durante unos minutos.

después de 6-8 minutos y cuando los champiñones estén ligeramente salteados, agregamos la harina, mezclando continuamente durante 2-3 minutos, luego agregamos el caldo, la leche y mezclamos suavemente durante unos minutos.

Cuando la salsa este cremosa, agregamos el perejil picado y salpimentamos, mezclamos bien. A continuación, añadimos los filetes de Salmon nuevamente a la sartén, todo en una sola capa, vertemos un poco de salsa sobre los filetes y cocinamos a fuego lento durante 2 minutos.

Servimos directamente de la sartén, cubiertos con un poco de jugo de limón natural, pimienta negra recién molida por encima y cebollino picado.

¡Buen provecho!

 




HUEVOS ROTOS CON PATATAS

 

HUEVOS ROTOS CON PATATAS


Es un plato sencillo, y económico, pero si quieres disfrutar más, puedes poner debajo del huevo jamón serrano o cualquier ingrediente de tu gusto.

Ingredientes

2 patatas grandes

2 huevos frescos

Aceite de oliva virgen extra

Pimentón ahumado dulce

Sal

Perejil fresco (opcional)

 

Elaboración

Cortamos las patatas en rodajas ovaladas de 1,5 centímetros de grosor.

Cortamos cada rebanada para patatas fritas, aproximadamente 4 patatas fritas por rebanada.

En una sartén de tamaño mediano, calentamos ½ taza de aceite de oliva virgen extra a temperatura media.

Una vez que el aceite está caliente, sazonamos la patata. Y las echamos en la sartén, removiendo ocasionalmente para que se frían bien por todos lados.

después de unos 5-7 minutos, comprobando que tienen la fritura deseada, las pasamos a un plato o fuente con papel absorbente de cocina para quitar el exceso de aceite.

Luego las pasamos a un plato llano.

Usando la misma sartén con el mismo aceite, calentamos el aceite a fuego medio.

Una vez caliente el aceite, freímos los huevos, teniendo cuidado de no cocinar demasiado la yema-

Colocamos los huevos fritos encima de las patatas, espolvoreamos con un poco de pimentón ahumado.

Decoramos con un poco de perejil fresco picado, (opcional).

¡Buen provecho!



SULAYMAN AL-MUSTA'IN

 

SULAYMAN AL-MUSTA'IN

Sulaymān al-Musta‘īn. ?, s. m. s. X – Córdoba, 1016. Califa omeya durante el período de la guerra civil (noviembre de 1009-julio de 1016). Bisnieto del califa ‘Abd al-Raḥmān III, y miembro del clan omeya. Quinto califa omeya de Córdoba.

Califa omeya

Biografía

La trayectoria política de Sulaymān se inscribe en el turbulento comienzo del siglo XI en la capital de al-Andalus. El dominio absoluto que consiguió la dinastía ‘āmirí, fundada por Almanzor, sobre los descendientes directos del omeya al-Ḥakam II, causó que los legitimistas tuvieran que buscar candidatos adecuados al Trono entre personajes del clan omeya de ramas secundarias, lo que hizo que la familia de Sulaymān fuera una opción obvia; cuando otra familia del clan omeya alcanzó el poder y entronizó a Muḥammad II b. ‘Abd al-Ŷabbār al-Mahdī, se produjo un enfrentamiento entre las dos ramas, una apoyada por la población cordobesa y otra por los beréberes traídos del norte de África por los ‘āmiríes, a los que el gobierno intentaba arrebatar algunos de los privilegios que detentaban en época ‘āmirí. Cuando el tío de Sulaymān, Hišām, campeón de los omeyas apoyados por los beréberes y que había adoptado el sobrenombre califal de al-Rašīd, fue apresado por los partidarios de al-Mahdī, él se unió en la misma zona del arrabal de Ṣaqunda a los principales jefes beréberes huidos de la matanza perpetrada contra los norteafricanos en Córdoba (junio de 1009). Al llegar a Despeñaperros fue proclamado califa por éstos.

Sulaymān era hijo de una esclava cristiana, Zabya, y accedió al Trono con cincuenta y dos años, tras un largo período de inactividad política forzada por la vigilancia ejercida por los ‘āmiríes sobre los posibles pretendientes omeyas. Gozaba de fama como hombre instruido tanto en literatura como en historia, compuso algunos poemas que han llegado hasta nosotros gracias a Ibn Bassām, y durante su mandato favoreció a muchos poetas y a los secretarios con conocimientos literarios, en lo que se puede advertir un avance de lo que sería el siglo XI en las Cortes de los reyes de taifas.

Su actividad militar comenzó con una campaña en la zona de la Marca Media, derrotando al general al mando de esta frontera, el eslavo Wāḍiḥ, enviado del Califa, en el Jarama, cerca de la actual Alcalá de Henares; éste había intentado apresar al propio Sulaymān. Tras la derrota huyó a Córdoba, adonde lo siguió el ejército beréber. El poder real del pretendiente omeya dentro del Ejército era muy relativo, pues su fuerza dependía del apoyo de los notables de origen norteafricano, que en caso de desacuerdo con él podían optar por utilizar a otro candidato.

Entretanto, las familias de los soldados beréberes que se encontraban aún en la capital andalusí sufrieron sevicias por parte de los partidarios de al-Mahdī, lo que enconó aún más la lucha. Ante la falta de un Ejército regular con el que defenderse, Muḥammad II llamó a filas a los hombres en edad de combatir del pueblo llano, con los que configuró una tropa de muy escaso valor militar. Se encontraron los dos ejércitos en las cercanías de Córdoba, y el ejército del califa al-Mahdī fue barrido en Qantīš; pocos días después, el 5 de noviembre de 1009, la ciudad fue asaltada, el alcázar ocupado y Sulaymān proclamado califa, con el sobrenombre califal de al-Musta‘īn bi-Allāh (El que implora la ayuda de Dios); un destacamento de cien castellanos permaneció en Córdoba junto a Sulaymān. Al-Mahdī había intentado en el último momento que los jefes beréberes reconocieran a Hišām II, al que él había destronado, para llegar a un acuerdo, pero éstos no aceptaron ya componendas, seguros de su triunfo.

Al-Mahdī no fue perseguido e incluso permaneció en Córdoba varios días; finalmente consiguió huir a la Marca Media, donde se mantenían la mayor parte de sus partidarios. Los pocos soldados de caballería del Ejército del depuesto califa fueron degradados en Córdoba, y los que se resistieron a este castigo fueron ejecutados. Posteriormente Sulaymān realizó varias gestiones para conseguir la sumisión de la ciudad de Toledo y la Marca Media, que fueron infructuosas, así como la campaña que realizó hasta las mismas puertas de Medinaceli entre febrero y abril de 1010. En estas fechas adoptó otra medida que resultó impopular: la designación de su hijo Muḥammad, un niño de corta edad, como sucesor al califato, hecho que fue interpretado como poco juicioso por los notables de Córdoba.

Debido a la enemistad existente entre los beréberes recién llegados a al-Andalus, sustentadores de Sulaymān, y la población andalusí —incluso aquella de origen beréber, llegada a la Península Ibérica en la época de la conquista—, consiguió un respaldo amplio para al-Mahdī en su intento de recuperar el Trono. Con el socorro de los condes de Urgel y de Barcelona, y posiblemente de elementos del reino de Castilla, dado que se comprometió la entrega de la plaza de Medinaceli para congraciárselos; se preparó un ejército lo bastante fuerte como para atacar al de Sulaymān en El Vacar, a diez kilómetros de Córdoba, en junio de 1010. Aunque los beréberes derrotaron a los cristianos e incluso mataron al conde de Urgel, Armengod, la desbandada del ejército regular de Sulaymān, que consideró que estaban siendo derrotados, les llevó a retirarse de Córdoba. Los beréberes evacuaron sus cuarteles de Madīnat al-Zahrā’, que fue saqueada por el gentío y huyeron perseguidos de cerca por al-Mahdī, que les alcanzó en el Guadiaro, aunque pudieron rechazarlo y obtener ventajas en su enfrentamiento, que resultó desastroso para el ejército de los condes catalanes; éstos se retiraron de al-Andalus a consecuencia de estas pérdidas. Tras esta victoria, Sulaymān volvió al campo de los beréberes, que seguían reconociéndolo como califa.

Al-Mahdī no pudo disfrutar de su victoria, ya que fue asesinado por los esclavones Wāḍiḥ y Jayrān, que aspiraban a consolidar sus reinos establecidos en el Levante (julio de 1010). El depuesto Hišām II, el califa legítimo, volvió al poder, aunque los beréberes no aceptaron esta restauración proclamada por Wāḍiḥ; el propio Sulaymān condenó el asesinato de su rival e hizo llegar sus condolencias al hijo de éste, ‘Ubayd Allāh, en Toledo.

Las tropas beréberes de Sulaymān volvieron a Madīnat al-Zahrā’, asediando Córdoba, desde noviembre de 1010, un año después de su huida. El asedio duró hasta mayo de 1013, y fue motivo de un gran sufrimiento para la población, que reclamó en varias ocasiones sin éxito la ayuda de las demás regiones de al-Andalus.

Tras la rendición de la ciudad, Hišām II fue asesinado, aunque según algunas versiones pudo huir, y comenzó el segundo califato de Sulaymān, que a la postre consagraría la disgregación territorial de al-Andalus. Las circunstancias en las que fue asesinado el Califa legítimo fueron bastante oscuras y no fueron conocidas por la población andalusí, por lo que las apariciones de impostores que reclamaban ser Hišām II fueron una constante en la política andalusí de los años siguientes, en especial el surgido a iniciativa del reino lajmí de Sevilla.

Las tendencias centrífugas se habían manifestado en varias ocasiones a lo largo de la historia de al-Andalus, muy notablemente en la época del emir ‘Abd Allāh, que había estado a punto de presenciar la ruina del país, dividido en multitud de pequeños estados; sin embargo su nieto y sucesor ‘Abd al-Raḥmān III había conseguido atajar la crisis y reunificar el país. Aun así, durante las luchas para acceder al califato, los cabecillas de cada partido habían establecido un núcleo de apoyo en algún territorio concreto, que sirvió posteriormente como punto de partida de algunos de los reinos independientes, como se ha podido observar en el caso de los esclavones del Levante. En este mismo sentido se puede apreciar el hecho de que los distintos jefes del ejército beréber recibieran impuestos recaudados en algunas regiones del país durante la guerra. Al terminar la misma y a partir del año 1014, los distintos jefes militares que habían apoyado a Sulaymān recibieron la investidura del propia Califa para gobernar y recibir las rentas de las distintas provincias: así, al-Munḏir al-Tuŷibī, recibió el gobierno de Zaragoza, que ya detentaba en realidad, los ziríes recibieron el dominio de Elvira-Granada, los Magrāwa el norte de Córdoba, los banū Birzāl y los banū Yafrān Jaén, los banū Dammar y los Azdaŷa, Sidonia y Morón. La forma en que lo recibieron puede hacer pensar en el régimen de iqṭa‘, por el que recibieron unas tierras a cambio de prestar un servicio militar al estado; en la realidad fue el comienzo del fin de la unidad, pues estas concesiones excesivas sirvieron de base en los años siguientes para la creación de las taifas independientes, en la mayoría de los casos en la misma circunscripción territorial, aunque en otras ocasiones los jefes militares cambiaron de lugar, como los birzālíes, que se trasladaron a Carmona. Muchos de los antiguos gobernadores de las provincias en nombre del califato reconocieron a Sulaymān sólo tras esta victoria, hecho que el propio Califa se encargó de reprocharles en algunos escritos que se han conservado (Huesca, Albarracín...), y otros, de incierto origen, aprovecharon la coyuntura para independizarse de Córdoba en los años siguientes. Aun así, varias regiones de gran importancia dentro del califato, como Sevilla, mantuvieron la fidelidad a Sulaymān, que buscaba consolidar su poder en el resto del país.

Las dificultades que encontraba para llevar a cabo un gobierno efectivo en esas circunstancias, unido al hecho de ser considerado “el califa de los beréberes” por la mayor parte de la población andalusí, condujeron a que apenas pudiera llevar a cabo medida de ningún tipo. Sin embargo, en las pocas ocasiones en que pudo efectuarlas tampoco se mostró acertado, como demuestra su concesión del gobierno de Ceuta a ‘Alī b. Ḥammūd, que estaba junto a él en la residencia palatina de Madīnat al-Zahrā’; éste reclamaba para sí la condición de descendiente del profeta Muḥammad a través de los idrisíes del Magreb, y con sus ambiciones causó la ruina final del gobierno de Sulaymān. Sus desaciertos fueron ponderados como decisivos por parte del historiador más destacado de este período, el nada sospechoso de desafección por los omeyas Ibn Ḥayyān.

La incapacidad de Sulaymān al-Musta‘īn para hacer frente a la situación de desorden condujo a algunos intentos de sustituirlo con otro omeya, como ‘Abd Allāh al-Mu‘aṭī, en la taifa de Denia, sostenido por Muŷāhid (enero de 1014). Éste intentaba reproducir en Denia la situación de los ‘āmiríes junto a los omeyas de Córdoba en época de Hišām, por lo que en ningún momento planteó dificultades a Sulaymān en la propia capital. Sin embargo, el golpe final lo recibió Sulaymān de un supuesto aliado. ‘Alī b. Ḥammūd había guardado en secreto sus planes para rebelarse contra el Califa, y había ordenado el asesinato del juez de Ceuta, Muḥammad b. ‘Īsà y del alfaquí Ibn Yarbū’ cuando consideró que conocían sus planes y deseaban comunicárselos a Sulaymān. Una vez en su poder la entrada hacia al-Andalus desde el norte de África, ‘Alī b. Ḥammūd hizo público un escrito que, supuestamente, le había dirigido el califa Hišām II, en que le urgía a liberarle de la usurpación de Sulaymān y, en caso de no encontrarlo con vida, lo nombraba su sucesor en el califato. Desembarcó en Málaga, donde mantuvo conversaciones con Zuhayr al-‘Āmirī y con el régulo beréber Hābūs, y se dirigió contra Córdoba, de donde salió el califa para combatirle. Sulaymān al-Musta’īn fue derrotado y cayó prisionero, junto con sus hombres de confianza. El 1 de julio de 1016 ‘Alī b. Ḥammūd entraba en Córdoba y asesinaba a Sulaymān, a su padre y a su hermano ‘Abd al-Raḥmān, cuyos cuerpos fueron expuestos de forma infamante como castigo, según los ḥammūdíes, por el asesinato de Hišām II. Estos acontecimientos condujeron la crisis del califato omeya a una situación sin salida. El nuevo Califa era el primer soberano no omeya de al-Andalus desde el año 756.


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Autor/es

José Ramírez del Río